Mar¨ªa Teresa Campos o el rugido de la caracola
De sus logros, ya consagrada en Telecinco como la reina, sabe todo el mundo, pero yo tuve el privilegio de vivir y andar el camino que la llevar¨ªa al ¨¦xito desde Televisi¨®n Espa?ola
Vengo de despedir a Teresa en el tanatorio. Sus treinta kilos descansan por fin entre coronas de flores, recuerdos y plegarias. Y queda el resto para la historia. Una descomunal trayectoria profesional de m¨¢s de 60 a?os. Lo hizo todo, se lo invent¨® todo y fue, en tantas cosas, la primera.
De sus logros, ya consagrada en Telecinco como la reina, sabe todo el mundo, pero yo tuve el privilegio de vivir y andar el camino que la llevar¨ªa al ¨¦xito desde Televisi¨®n Espa?ola. Todo empez¨® en Radio Cadena Espa?ola, antigua red de emisoras institucionales, a la que hab¨ªa que transformar radicalmente para adecuarla al nuevo r¨¦gimen constitucional. El reto que nos planteaban los debates diarios de Apueste por una era hacerlo desde posiciones democr¨¢ticas de una derecha e izquierda homologables.
Me llam¨® un d¨ªa Clara Isabel Francia, directora de Radio Nacional por entonces, para ofrecerme trabajar en la radio. Yo, jovencita integrante del equipo de Opini¨®n del peri¨®dico Abc, no me hab¨ªa puesto jam¨¢s delante de un micr¨®fono, pero, despu¨¦s de hacer una prueba, comprend¨ª que hab¨ªa nacido para la radio. Tuvimos mucho ¨¦xito y un d¨ªa nos llam¨® Nieves Herrero para participar en el programa de Jes¨²s Hermida.
Cuando terminamos, sali¨® Jes¨²s corriendo detr¨¢s de m¨ª por los pasillos de Torrespa?a dando voces. ¡°?Pero qui¨¦n es usted?¡±, preguntaba, ¡°la quiero haciendo esto que ustedes dos hacen todos los d¨ªas a partir de ma?ana.¡± Y as¨ª fue como llegamos a televisi¨®n, gracias al Apueste por una. Pero Teresa quer¨ªa un programa propio. Y le lleg¨® por fin la oportunidad de hacer un magac¨ªn. Ah¨ª empez¨® la aut¨¦ntica batalla.
?ramos cuatro gatos, pero nuestra ambici¨®n no ten¨ªa l¨ªmites. Nos encerr¨¢bamos en la caracola trabajando 12 horas diarias y todo era crear, inventar, hacer cualquier cosa posible. Llam¨¢bamos caracolas a los contenedores habilitados en Prado del Rey para encerrar a aquella redacci¨®n apasionada, decidida a consolidar un programa completamente nuevo. Pero la caracola era la prueba de que lo nuestro era provisional.
S¨®lo la pasi¨®n, el nervio, el pulso, el trabajo y la determinaci¨®n de Teresa Campos hicieron posible que rugiera hasta el final el murmullo trepidante de la caracola.
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