?Y si la cara fuera el espejo del alma?
Si inevitablemente me fijo en esas multitudes y hago memoria despu¨¦s de una vida que ha alcanzado la senectud y una tristeza infinita, descubro verdades elementales como que mayoritariamente la gente somos lo que parecemos
¡°No mires a los ojos de la gente. Me dan miedo, siempre mienten¡±, aullaban Golpes Bajos. Yo ni siquiera me miro en el espejo desde la ¨²ltima vez que fui feliz, porque seguramente me llevar¨ªa un susto acojonante. Y solo veo de escorzo, intentando que no me atropellen las ingentes manadas de ultracuerpos enganchados a sus m¨®viles y otros aparatos que pueblan las inh¨®spitas calles. Pero si inevitablemente me fijo en esas multitudes y hago memoria despu¨¦s de una vida que ha alcanzado la senectud y una tristeza infinita, descubro verdades elementales como que mayoritariamente la gente somos lo que parecemos, aquella certidumbre tan rudimentaria de que la cara es el espejo del alma. Y otras incontestables perogrulladas. Y ya s¨¦ que lo de la asesor¨ªa e imagen es una profesi¨®n incontestable y muy bien pagada, que los pol¨ªticos, los empresarios, los sindicalistas, los que tienen mucho que ganar en funci¨®n de su estatus, precisan de ella y pagan fortunas a costa del erario p¨²blico o privado. Pero veo el careto de Trump, de Putin, de Aznar, de Netanyahu, de Maduro, de Pedro S¨¢nchez y ya poseo un mapa iracundo, racional y visceral en mis sentimientos.
Y tengo aborrecimiento infantil y adolescente ante la faz, el discurso, el tono, la expresividad la forma y el fondo de la raza curil. De todas las religiones. Las que hablan del cielo y el infierno ante su clientela sin que haya testigos de que esto habite en alg¨²n sitio. Y veo sacerdotes en todos los partidos pol¨ªticos. Los que m¨¢s grima me dan son un tal Albares, un tal Bola?os, un tal Oriol Junqueras (obispo plenipotenciario y su monaguillo Pere Aragon¨¨s), los monjes laicos, inexpresivos y pragm¨¢ticos de Bildu, el surrealista aunque tambi¨¦n repulsivo Puigdemont. Dios, qu¨¦ hedor a sotanas.
Y sigo, c¨®mo no, esa pel¨ªcula infecta sobre un fulano que fue rey por la gracia de Franco y de Dios. Un manguis y un ferviente follador gracias a los presupuestos del Estado, sobre el que todo cristo guard¨® prudente silencio, aunque ahora suponga infinita carnaza para el sagrado periodismo, descubridor de la verdad de las verdades, s¨ªmbolo de la libertad. Vuelvo a divertirme con la extraordinaria pel¨ªcula La escopeta nacional y constato que Berlanga y Azcona se adelantaron a todo. B¨¢rbara Rey parece interpretarse a s¨ª misma. Ese opulento objeto del deseo es la amante de un ministro con la obligaci¨®n de darle trabajo. Tambi¨¦n como actriz. Y se lo tiene que montar en plan dominaci¨®n con el rijoso hijo del anciano marqu¨¦s que colecciona pelos vaginales. Se supone que era una ficci¨®n. No, era lo que hab¨ªa, lo que hay, lo que habr¨¢ siempre. Que le pregunten a Koldo y ?balos, a sus encubridores, a sus colegas del alma y del partido.
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