¡®Separaci¨®n¡¯: una siniestra y espl¨¦ndida f¨¢bula sobre nosotros
La segunda temporada de la serie confirma las esencias y las virtudes de esta distop¨ªa empresarial como el gran retrato ficcional de nuestro tiempo
Resulta casi imposible ver el primer cap¨ªtulo de Separaci¨®n, (Severance) caminar con la desorientada Helly por los pasillos de la empresa Lumon, observar al resignado Mark (poderoso y triste Adam Scott) tratando de sobrevivir en esa distop¨ªa de la que, en ese momento, solo sabemos que es horrible y no continuar con el siguiente. En los primeros compases, esto pasa con no pocas series (recuerden, ya hace muchos a?os,...
Resulta casi imposible ver el primer cap¨ªtulo de Separaci¨®n, (Severance) caminar con la desorientada Helly por los pasillos de la empresa Lumon, observar al resignado Mark (poderoso y triste Adam Scott) tratando de sobrevivir en esa distop¨ªa de la que, en ese momento, solo sabemos que es horrible y no continuar con el siguiente. En los primeros compases, esto pasa con no pocas series (recuerden, ya hace muchos a?os, el deslumbrante inicio de Flashforward o de Les revenants), lo complicado es mantener el nivel. Y el triple salto mortal es presentar una segunda temporada que se sostenga como lo hace la que acaba de estrenar Apple TV+ despu¨¦s de tres a?os de espera.
Un aviso: el art¨ªculo contiene informaci¨®n relevante sobre la serie y el final de la primera temporada.
El planteamiento es el siguiente: una empresa en la que los trabajadores tienen quir¨²rgicamente separadas las memorias de su vida laboral y su vida familiar. Entran en la sede de Lumon y se olvidan de sus problemas y alegr¨ªas personales, son entes distintos en cada espacio. Lo inquietante es preguntarse cu¨¢ntos espectadores habr¨¢n visto la serie despu¨¦s de un drama familiar o un d¨ªa horrible en la oficina y no habr¨¢n tenido la tentaci¨®n, aunque solo fuera intelectual, de firmar un contrato de este tipo y asumir el mismo compromiso que estos personajes atribulados. Es uno de los muchos niveles en los que esta serie juega con nosotros.
En un mundo real dominado de forma creciente por unos cuantos plut¨®cratas y sus algoritmos, la parte empresarial de esta producci¨®n adquiere m¨²ltiples lecturas y lanza cuestiones inquietantes. ?Qu¨¦ pasa si la mitad esclavizada en el trabajo lo odia y se rebela? Esa es solo una de ellas, pero es el hilo del que tiran los creadores para guiar la acci¨®n.
La informaci¨®n est¨¢ dosificada como en los mejores thrillers, porque en realidad, de una manera muy particular, Separaci¨®n lo es. La forma en que termina la primera temporada, totalmente en alto, con los cuatro protagonistas luchando contra la tiran¨ªa (y el espectador asistiendo alucinado a la verdadera esencia de la conspiraci¨®n) y fusionando las dos realidades, dejaba grandes retos para la segunda. El inicio de esta nueva entrega (de la que EL PA?S ha podido ver seis cap¨ªtulos para la elaboraci¨®n de esta cr¨ªtica) demuestra que cualquier pesadilla puede ir a peor, siempre. Siguiendo esa l¨®gica empresarial tan ajustada a nuestro tiempo, en Lumon empiezan a contratar a ni?os (una particularmente inquietante, que parece sacada directamente de un desfile de pioneros norcoreanos) y dan la vuelta a la tortilla: el sistema se apropia de la rebeli¨®n y la utiliza, todo vuelve por su cauce.
La est¨¦tica de la empresa, de los alrededores, de las paredes vac¨ªas y fr¨ªas del interior ¡ªen ese blanco imposible¡ª, de los pasillos interminables, de los ordenadores y todo lo dem¨¢s es voluntariamente atemporal, limpia y futurista en una parte, anticuada en otra. ?Se han fijado en los coches? El exterior es, casi siempre, nocturno. Pero m¨¢s all¨¢ de esa direcci¨®n de arte lo interesante es el conflicto moral y filos¨®fico y c¨®mo se construye con ¨¦l una serie emocionante. Mezclados con una acci¨®n sin descanso, se cuelan dilemas como los siguientes: ?qu¨¦ ocurre si una mujer accede a la versi¨®n laboral de su marido y le gusta m¨¢s que la que convive con ella en casa?, ?tienen derecho los innies o trabajadores separados al amor?, ?y al libre albedr¨ªo?
Al desconcierto y la inquietud que genera la serie (aumentada en una segunda temporada en la que los planos de realidad se mezclan) contribuyen de manera decisiva el plantel interpretativo. Ah¨ª est¨¢ Harmony Cobel (Patricia Arquette de nuevo d¨¢ndolo todo como la mala perfecta, o no tanto); Irving, el fan¨¢tico de la empresa (un Turturro enternecedor en su ceguera y en su decepci¨®n posterior; tambi¨¦n en su amor por el tecn¨®crata Burt, un Christopher Walken muy contenido), y, sobre todo, la propia Helly (Britt Lower), a la vez el rostro de la rebeld¨ªa dentro de Lumon y del triunfo del sistema fuera. Sin olvidar al se?or Milchick, todo buen rollo corporativo con trasfondo monstruoso, y Dylan, el m¨¢s infantil de todos (a fin de cuentas, un innie, una personalidad del interior, no tiene m¨¢s que unos a?os, en el mejor de los casos, nace en el mismo momento en que el cerebro de su outie se divide en dos).
Ben Stiller, cocreador de la serie y director de varios cap¨ªtulos (s¨ª, el de Zoolander y Noche en el museo tiene otra vida, y muy interesante) dec¨ªa en una entrevista reciente en The New York Times que el coraz¨®n de la serie era la idea de un grupo de personas en un trabajo sin sentido recibiendo ¨®rdenes de no se sabe muy bien qui¨¦n. Nadie deber¨ªa compadecerse de estos pobres, lanzarles miradas desde arriba: la magia de Separaci¨®n es que ha sabido contarnos la f¨¢bula, siniestra, de los tiempos en que vivimos.