Ni los hombres son monstruos ni las mujeres queremos ser hero¨ªnas
Los hombres que violentan a mujeres, sean o no sus parejas, no tienen nada de monstruos. Por el contrario, son hijos sanos del patriarcado convencidos de que los cuerpos de las mujeres son su territorio y que pueden disponer de ellos sin ning¨²n tipo de consentimiento o siquiera castigo
Esta es la versi¨®n web de Americanas, la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica en el que aborda noticias e ideas con perspectiva de g¨¦nero. Si quieren suscribirse, pueden hacerlo en este enlace.
Han pasado m¨¢s de dos meses desde que el caso de Gis¨¨le Pelicot conmocion¨® al mundo. Su decisi¨®n de enfrentar el juicio por violaci¨®n de man...
Esta es la versi¨®n web de Americanas, la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica en el que aborda noticias e ideas con perspectiva de g¨¦nero. Si quieren suscribirse, pueden hacerlo en este enlace.
Han pasado m¨¢s de dos meses desde que el caso de Gis¨¨le Pelicot conmocion¨® al mundo. Su decisi¨®n de enfrentar el juicio por violaci¨®n de manera p¨²blica nos permiti¨® conocer los detalles de c¨®mo por 10 a?os fue violada por su esposo y una setentena de desconocidos mientras yac¨ªa inconsciente bajo los efectos de drogas suministradas por su marido sin ella siquiera sospechar cualquier cosa.
Las redes sociales se llenaron de v¨ªtores que destacaban su valent¨ªa y su fortaleza para encarar no solo a sus violadores sino a un sistema de justicia que la cuestion¨® sobre si en realidad no hab¨ªa ofrecido su consentimiento. Valent¨ªa se queda corto para describir a Pelicot. Eso explica que adjetivos como hero¨ªna r¨¢pidamente se convirtieran en sin¨®nimos para referirse a ella y monstruo para referirse, sobre todo, a su esposo. Con todas las implicaciones que su caso pueda tener para que otras mujeres que han pasado por lo mismo tambi¨¦n se animen a denunciar y buscar justicia en Francia y el resto del mundo, es importante que quede claro que ni las mujeres quieren ser hero¨ªnas ni los hombres que cometen actos de violencia contra las mujeres de cualquier edad son monstruos. Las mujeres no deber¨ªan de tener que ser ejemplo de nada para que su valor como seres humanos sea ponderado.
El caso de Pelicot es solo uno de tantos que a diario ocurren en todos los rincones del mundo, uno que logr¨® llegar hasta la esfera p¨²blica y el inter¨¦s de los medios de comunicaci¨®n. Pero, a diario, las mujeres optan por el silencio, no solo porque la verg¨¹enza recae sobre ellas, sino porque su palabra sigue siendo cuestionada por razones tan absurdas que van desde el atuendo que vest¨ªan hasta por, b¨¢sicamente, tener la osad¨ªa de querer tener una carrera e incluso salir de la casa.
Los hombres, por otro lado, act¨²an desde la impunidad y la convicci¨®n socialmente instalada de que pueden hacer y disponer de las mujeres como les d¨¦ la gana, porque no hay castigo real para los violentadores. Ojal¨¢ esta afirmaci¨®n fuera una exageraci¨®n nacida de la indignaci¨®n que, como mujer y periodista que cubre estos casos, me provoca la aparici¨®n diaria de nuevas historias de violencia basada en g¨¦nero. Pero lo dijo en 2021 la misma Organizaci¨®n Mundial de la Salud: 736 millones de mujeres -casi una de cada tres- han sido v¨ªctimas de violencia f¨ªsica y/o sexual por parte de su pareja, de violencia sexual fuera de la pareja, o de ambas, al menos una vez en su vida (el 30 % de las mujeres mayores de 15 a?os).
Casos como el de Pelicot o el de la atleta ol¨ªmpica ugandesa Rebecca Cheptengei, quien muri¨® por quemaduras severas en su cuerpo luego de ser rociada con gasolina y prendida en fuego por su pareja, son apenas una peque?a muestra de esa violencia en el entorno dom¨¦stico que los n¨²meros de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) demuestran que ocurren a diario. Desde peque?as, a las mujeres se nos ense?a que el peligro est¨¢ en la calle, acech¨¢ndonos en la oscuridad de la noche, cuando la realidad evidencia que est¨¢ metido en casa, y tiene el rostro de un ser querido, alguien que tiene la confianza nuestra y de nuestras familias, a quien en teor¨ªa no deber¨ªamos temer.
?Por qu¨¦ entonces insistimos en llamarles monstruos?
Para la doctora Ligia Orellana, psic¨®loga social e investigadora sobre prejuicios, discriminaci¨®n y din¨¢mica de grupos, la generalizaci¨®n se ha extendido producto de aquellos casos en los que alguna vez se comprob¨® que el perpetrador padec¨ªa una enfermedad mental no diagnosticada, pero esa es la excepci¨®n, no la norma, explica. ¡°Incluso entre aquellos hombres que han sido diagnosticados con una enfermedad mental, est¨¢ demostrado que son m¨¢s propensos a sufrir abuso sexual que a perpetrarlo. Una enfermedad mental es una vulnerabilidad m¨¢s que una causa para ejercer violencia. No deber¨ªa de ser el lente bajo el cual se interpreta el fen¨®meno¡±.
Estudios recientes demuestran que, si las enfermedades mentales desaparecieran, la tasa de violencia criminal solo disminuir¨ªa un 5%. Quiere decir que el 95% restante tiene motivaciones que nacen desde la conciencia para hacerle da?o a alguien.
Para Orellana, el ambiente en el que los perpetradores crecen es clave para entender por qu¨¦ se naturaliza la violencia hacia las mujeres y la manera en la que desde la infancia asimilamos las normas de g¨¦nero. ¡°Si creces pensando en que las mujeres est¨¢n ah¨ª para ti, la lecci¨®n es que puedes usar a las mujeres a tu conveniencia¡±, concluye.
En marzo de este a?o, desde Colombia nos escandaliz¨® el caso de un ni?o de 7 a?os que hab¨ªa abusado de su compa?era, una ni?a de s¨®lo 5 a?os. Como en todos los casos, este no ocurri¨® de la nada. Tanto la ni?a como la madre hab¨ªan informado a las autoridades del colegio del comportamiento violento del ni?o. ?Es acaso ese ni?o un monstruo?
Para Claudia Garc¨ªa Moreno, quien trabaj¨® por 30 a?os en la OMS al frente del equipo a cargo de la erradicaci¨®n de la violencia contra las mujeres, el comportamiento de este ni?o se responde con un t¨¦rmino tan sencillo como odiado: el patriarcado. ¡°Hay tantas maneras en que este tipo de comportamientos es visto como normal, que tenemos que trabajar en la respuesta de ayuda m¨¦dica, trabajar en las escuelas y con ni?os sobre la equidad de g¨¦nero¡±, dice se?alando que todos los sistemas de apoyo hacia las v¨ªctimas tienen din¨¢micas de poder en donde son los hombres los tomadores de decisiones.
Desde su gesti¨®n, cuenta, se impuls¨® un curr¨ªculum para entrenar a proveedores m¨¦dicos sobre c¨®mo abordar estos casos m¨¢s all¨¢ de sus propios prejuicios y creencias, ya que ¡°en muchos pa¨ªses es aceptado el ¡°si no te pega no te quiere¡± o que esta es tu cruz de vida, es parte del matrimonio¡±, lo que perpet¨²a la revictimizaci¨®n e impunidad.
La violencia contra las mujeres no es de generaci¨®n espont¨¢nea. El trabajo de Garc¨ªa en la OMS descubri¨® enlaces entre los ni?os que atestiguan violencia en sus casas y se convierten en perpetradores de violencia tambi¨¦n. Ante estos casos, si bien es importante tener en cuenta ese contexto para identificar las causas, no deber¨ªa servir como carta blanca para eliminar su responsabilidad. ¡°No se puede decir que estaban muy estresados y esa fue la raz¨®n, porque el resultado no es un hecho de violencia contra su jefe o su vecino, sino contra su pareja o sus hijos¡±, concluye.
Los hombres que violentan a mujeres, sean o no sus parejas, no tienen nada de monstruos. Por el contrario, son hijos sanos del patriarcado convencidos de que los cuerpos de las mujeres son su territorio y que pueden disponer de ellos sin ning¨²n tipo de consentimiento o siquiera castigo. En un mundo en donde un hombre como Donald Trump puede ser electo presidente dos veces pese a las comprobadas acusaciones de abuso sexual, la valent¨ªa de mujeres como Pelicot debe de ser faro para contrarrestar el problema que la ret¨®rica mis¨®gina de personajes como ¨¦l no hacen m¨¢s que exacerbar. Ojal¨¢ no termine convertida en an¨¦cdota.
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