?Cu¨¢ndo habr¨¢ una mujer presidenta en Estados Unidos?
La segunda derrota en ocho a?os, y la segunda a manos de Donald Trump, un candidato que ha hecho de la hipermasculinidad e incluso de la misoginia una de sus banderas, ha dolido, y mucho, entre las mujeres votantes dem¨®cratas estadounidenses
?A la tercera ir¨¢ la vencida? ?O habr¨¢ que esperar a la cuarta, o a la quinta, o m¨¢s all¨¢? ?Cu¨¢ndo volver¨¢ a haber una mujer candidata presidencial en unas elecciones estadounidenses? La segunda derrota en ocho a?os, y la segunda a manos de Donald Trump, un candidato que ha hecho de la hipermasculinidad e incluso de la misoginia una de sus banderas, ha dolido, y mucho, entre las mujeres votantes dem¨®cratas estadounidenses. Especialmente entre aquellas, las j¨®venes, las afroamericanas, que se reconoc¨ªan en la imagen de la vicepresidenta. Y especialmente cuando tambi¨¦n una mayor¨ªa de mujeres blancas, como el resto de los grupos de votantes, han dado su voto a Trump.
Es un mensaje nefasto para ellas, cuando en el resto del mundo una mujer al mando, desde M¨¦xico a Filipinas, es algo ya normalizado. ?Hasta cu¨¢ndo habr¨¢ que esperar para ver en el Despacho Oval a una representante de m¨¢s de la mitad del electorado? ?Por qu¨¦, aun gozando de excelentes credenciales, una mujer siempre tiene que esforzarse m¨¢s y presentar un curriculum superior al de su oponente si quiere tener opciones de vencer? ?Por qu¨¦ una mayor¨ªa de votantes, incluidas mujeres, han optado por un candidato que ha insultado constantemente a su rival con los ep¨ªtetos m¨¢s denigrantes, y ha alentado a sus seguidores a que lo hagan tambi¨¦n?
Se puede debatir hasta el infinito si Harris fue o no la mejor candidata posible para hacer frente a la apisonadora de su rival. Si el resultado hubiera sido diferente de haber renunciado antes Joe Biden a la reelecci¨®n. Si hubiera debido celebrarse un proceso de primarias para que los simpatizantes dem¨®cratas eligiesen a su persona preferida, en lugar de una vicepresidenta que no hab¨ªa ganado ning¨²n proceso electoral y vinculada por definici¨®n a la Administraci¨®n en el poder. Pero nada de eso ocurri¨®. Plante¨¢rselo es hacer pol¨ªtica ficci¨®n.
Lo que importa ahora es qu¨¦ pasar¨¢ a partir de ahora. Qu¨¦ impacto pueda tener la segunda derrota. Hasta qu¨¦ punto los votantes pueden estar dispuestos a persistir y volver a presentar a una mujer candidata a la Casa Blanca. O si van a optar por lo seguro. El m¨¢s de lo mismo. Otro var¨®n blanco y m¨¢s o menos entrado en a?os, indistinguible en su retrato de otros 46 que le precedieron, con la ¨²nica excepci¨®n del afroamericano Barack Obama.
Hay varias lecturas. Una, que s¨ª. Que la mayor¨ªa de los votantes piensa que el Despacho Oval es cosa de hombres. Que solo la testosterona puede hacer frente, y ganarse el respeto, de l¨ªderes como Vladimir Putin o Kim Jong Un. Es una opini¨®n que est¨¢ m¨¢s extendida de lo que parece, y que tiene m¨¢s cr¨¦dito entre parte de las generaciones m¨¢s j¨®venes de lo que parece a primera vista: en la muy progresista Washington, donde el 92% vota dem¨®crata, es posible escuchar alguna conversaci¨®n entre adolescentes de trece a?os en la que alguna comenta que las mujeres no son lo suficientemente fuertes como para ser comandantes en jefe del pa¨ªs.
A quienes as¨ª piensan, se les podr¨ªa recordar aquella foto del muy masculino Emmanuel Macron, empeque?ecido en una mesa fara¨®nica frente al presidente ruso. O al rev¨¦s, c¨®mo Angela Merkel, la multi canciller alemana, hac¨ªa acatar sus opiniones a toda Europa.
Otra lectura es que la derrota de las dos candidatas ha sido menos fracaso de ellas que victoria de un Trump que ha sabido leer perfectamente a un electorado harto de pol¨ªticos distantes. Al fin y al cabo, Hillary Clinton le gan¨® en el voto popular por tres millones de papeletas. As¨ª que el electorado estadounidense est¨¢ m¨¢s que dispuesto a elegir a una mujer presidenta, como ya ha nombrado a mujeres gobernadoras, diputadas o senadoras.
Y el magnate inmobiliario ha sido la excepci¨®n, m¨¢s que la regla, incluso dentro de su propio movimiento populista: muchos otros candidatos republicanos que han intentado copiar su libreto recibieron soberanas palizas en las urnas, el ¨²ltimo de ellos el vicegobernador de Carolina del Norte, Mark Robinson, que aspiraba al puesto de gobernador y ha perdido por catorce puntos. Una vez retirado Trump -si no se produjeran cambios en el sistema impensables hoy por hoy para permitirle otro mandato-, es concebible que el proceso electoral podr¨ªa volver a sus cauces previos de relativo civismo.
Mirando al futuro, hay posibles candidatas notables, desde la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, a la congresista del ala izquierda del Partido Dem¨®crata, Alexandria Ocasio-Cortez. Del lado republicano, el problema es la falta de banquillo: las legisladoras republicanas son solo un tercio de las dem¨®cratas. Tambi¨¦n son menos entre las gobernadoras: cinco, por ocho de las dem¨®cratas.
Pero bien podr¨ªa darse que la primera mujer presidenta acabase siendo republicana. Que los votantes de ese partido que no est¨¢n dispuestos a dar su respaldo a una candidata dem¨®crata -o a un candidato var¨®n dem¨®crata- s¨ª que marcasen su papeleta por una de los suyos. Y que lo hicieran con fervor. Un equivalente, en pol¨ªtica electoral, al momento geopol¨ªtico en el que el republicano Richard Nixon viaj¨® a China para restablecer relaciones diplom¨¢ticas entre Washington y un pa¨ªs comunista. Es algo que ning¨²n pol¨ªtico dem¨®crata hubiera podido hacer: se le hubiera acusado de demasiado izquierdista.
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