As¨ª se escribi¨® el discurso de Petro ante la ONU: ¡°Gu¨¢rdalo, que nadie lo lea¡±
El presidente de Colombia recibi¨® un borrador de su texto 48 horas antes de su intervenci¨®n, y lo retoc¨® antes de un accidentado viaje
Gustavo Petro come con lentitud unos espaguetis a la amatriciana, su plato favorito. Sobre la mesa reposan unos folios en los que est¨¢ escrito el discurso que leer¨¢ al d¨ªa siguiente ante la Asamblea General de la ONU. Los ministros y asesores que le acompa?an en este viaje a Nueva York llevan toda la cena a la espera de que acabe y lo lea. Entonces ellos podr¨¢n opinar, sugerir cambios, recordarle algo que se le haya pasado por alto. Pero Petro no hace adem¨¢n de agarrar los papeles en ning¨²n momento y la velada en la embajada de Colombia, un edificio cl¨¢sico frente a Central Park, empieza a languidecer. Su mano derecha, la jefa de gabinete Laura Sarabia, detecta en su voz rastros de la bronquitis aguda que padeci¨® hace unos d¨ªas.
¡ªLe noto la voz afectada, presidente. Mejor v¨¢yase a descansar¡ª, le propone.
Se levanta de la mesa y se lleva consigo los folios. Ni el canciller que acaba de llegar a EE UU ni el intelectual Alejandro Gaviria, ministro de Educaci¨®n, saben qu¨¦ dir¨¢. El discurso que servir¨¢ de presentaci¨®n ante el resto de mandatarios, un c¨ªrculo al que ha querido pertenecer desde hace m¨¢s de una d¨¦cada , es un secreto que se ha guardado entre unos cuantos. Hace unas semanas, cuando se supo que tendr¨ªa esta intervenci¨®n, Petro les dijo a la propia Sarabia y a Antoni Guti¨¦rrez-Rub¨ª, el analista pol¨ªtico que le asesor¨® en campa?a, que quer¨ªa abordar tres temas: la lucha contra las drogas, la protecci¨®n de la selva amaz¨®nica y la paz.
Los dos elegidos se ponen a trabajar en ello. Redactan un primer borrador que Petro no tiene en sus manos hasta que llega el domingo por la ma?ana al aeropuerto de la fuerza a¨¦rea colombiana, en Bogot¨¢. El d¨ªa est¨¢ fr¨ªo, destemplado, y sopla un viento que va a parar a los cerros que rodean la ciudad. Los militares llevan desde las dos de la madrugada preparando el avi¨®n presidencial. ?l ha llegado con algo m¨¢s de una hora de retraso ¡ªno es el hombre m¨¢s puntual del mundo¡ª y la comitiva tiene prisa por despegar. De otra manera, se corre el riesgo de llegar tarde a la primera reuni¨®n programada, un encuentro con el secretario general de la ONU, Ant¨®nio Guterres.
El capit¨¢n enciende los motores. El avi¨®n est¨¢ a punto de despegar. Sin embargo, se enciende un piloto de emergencia del cuadro de mandos. Imposible volar as¨ª. Sarabia baja del avi¨®n a tratar de entender lo que est¨¢ pasando. Los encargados del viaje no quieren que el presidente corra ning¨²n riesgo y suben a arreglar la aver¨ªa. Durante un rato creen que la mejor soluci¨®n es viajar en otro avi¨®n que hay atr¨¢s, preparado por si ocurr¨ªa un tipo de incidente como este. Pero al final consiguen solventarlo y autorizan que el avi¨®n emprenda el vuelo. El aparato coge altitud pronto y alcanza su velocidad m¨¢xima. En ese momento, Petro lee por primera vez el texto encargado.
Encuentra ah¨ª los temas elegidos. Saca un bol¨ªgrafo y empieza a rescribirlo a mano. A pesar de que es su autor favorito, quita algunas referencias a Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez que hab¨ªa incluido Germ¨¢n G¨®mez, el jefe de comunicaci¨®n, que al final tambi¨¦n le dio un vistazo. Sus anotaciones alargan el discurso cuatro p¨¢ginas m¨¢s. La intervenci¨®n tiene que durar 20 minutos. Un espacio demasiado estrecho para un orador como ¨¦l, de la vieja escuela gaitanista, acostumbrado a peroratas que se alargan durante horas. Este es uno de los grandes misterios de la personalidad de Petro: ensimismado en persona, casi ausente en ocasiones, se transforma sobre el atril.
En el nuevo texto incluye una referencia a Ucrania, le otorga m¨¢s peso a la selva amaz¨®nica y eleva el tono al referirse a la pol¨ªtica antidrogas que ha llevado a cabo EE UU todos estos a?os. Se lo devuelve a Sarabia y le pide algo: ¡°Gu¨¢rdalo, que nadie lo lea¡±. Ella lo lee en voz alta con la cadencia del presidente mientras G¨®mez la cronometra. Despu¨¦s lo lee ¨¦l, un coste?o que imita bien las eses alargadas y las inflexiones de voz de Petro. Concluyen que se ajusta al espacio, que no tendr¨¢ problemas para acabarlo en tiempo y forma.
En el coche, camino de la Asamblea, lo lee por ¨²ltima vez. Introduce unos peque?os cambios. Sarabia los incluye y lo manda a la ONU para que lo traduzcan. G¨®mez ya est¨¢ en el recinto aprendiendo a manejar el teleprompter. Petro va emocionado, seg¨²n interpretan quienes le acompa?an. No les parece en ese momento el hombre t¨ªmido que pocas veces comparte con el resto sus verdaderos sentimientos.
Subido al atril, vestido con un traje azul y una corbata morada con lunares blancos, entona un duro alegato. En ¨¦l est¨¢ todo su corpus ideol¨®gico: el anticapitalismo, el ecologismo, incluso el antiamericanismo en el que se han criado muchos izquierdistas de su generaci¨®n. Sin duda, es la intervenci¨®n m¨¢s potente de la ma?ana. Algunos creen que ning¨²n mandatario latinoamericano hab¨ªa entonado un mensaje con tanta fuerza desde el famoso discurso de Ch¨¢vez, en 2006: ¡°Ayer el diablo estuvo aqu¨ª, huele a azufre todav¨ªa¡±. Se refer¨ªa a su enemigo George Bush.
Su esposa, Ver¨®nica Alcocer, vuela en ese momento de Londres a Nueva York. Sigue el discurso minuto a minuto conectada al wifi del avi¨®n. Unas primeras gotas de sudor comienzan a aparecerle a Petro en la frente. ¡°El poder mundial se ha vuelto irracional¡±, acaba. Baja del atril con los ojos brillosos, con la sensaci¨®n de haber dicho exactamente lo que quer¨ªa decir. El mundo lo observa mientras.
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