Los logros agridulces de la reincorporaci¨®n de los exguerrilleros de las FARC
Tras cinco a?os en Tierra Grata, los excombatientes de las FARC construyen casas y buscan una nueva vida con el constante miedo de ser asesinados
F¨¦lix Arango no conserva fotos de cuando era ni?o. A los diez a?os se vio obligado a huir de la casa porque su padrastro lo mol¨ªa a porrazos, y su madre instigaba para que lo golpease con m¨¢s fuerza. Trabaj¨® en el campo de sol a sol, arando la tierra con sus manos. Se crio solo, sin pisar el aula de una escuela. A los 38 a?os, analfabeto todav¨ªa, entr¨® a la guerrilla de las FARC. Dej¨® las armas en 2017 tras el acuerdo de paz con el Gobierno. En el tr¨¢nsito hacia la vida civil, F¨¦lix ha aprendido a leer y a escribir a sus 64 a?os, y ahora es gu¨ªa tur¨ªstico en Tierra Grata, una ciudadela rural en el norte de Colombia en la que convive con otros excombatientes y sus familias. Desde el terreno de su futura casa tiene a la vista las cordilleras que antes patrullaba y le serv¨ªan de escondite.
Para un guerrillero raso, como ¨¦l, no exist¨ªan los horarios ni planes para el futuro. En las largas caminatas por selvas y monta?as, fue muchas veces el ¨²ltimo en la fila, con la misi¨®n de ir borrando las huellas de los caminantes. En ocasiones cargaba hasta 50 kilos en marchas que duraban d¨ªas y noches. Un peso, el de ser guerrillero, que carga tanto que a¨²n se presenta con su nombre de guerra. Aclara que oficialmente est¨¢ registrado como Alcides Rivera y se encoge de hombros al recordar su ni?ez en el Catatumbo: ¡°Me toc¨® una vida dura. Cuando me met¨ª en la guerrilla no me qued¨® nada grande porque yo ya estaba ense?ado a sufrir¡±.
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A Tierra Grata, ubicado en el departamento del Cesar, solo se puede llegar en carros tipo campero o en motocicleta. En la entrada se abarracan soldados camuflados entre matorrales. Desde el camino, sinuoso y polvoriento, se pueden divisar la Serran¨ªa del Perij¨¢ y las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, con los picos monta?osos m¨¢s altos de Colombia. En noviembre de 2016, tras la firma definitiva del acuerdo de paz entre el Gobierno y las FARC, se establecieron 23 zonas veredales transitorias para la concentraci¨®n y la dejaci¨®n de armas de 13.000 excombatientes, con supervisi¨®n de la ONU. Tierra Grata queda en La Paz, Cesar, donde el 69% de la poblaci¨®n ha sido v¨ªctima del conflicto armado (18.179 v¨ªctimas).
F¨¦lix lleg¨® a la zona portando un fusil y un morral. Los cambi¨® por varios cursos de turismo para ser gu¨ªa local de la empresa Ecotours, conformada por excombatientes. F¨¦lix recibe a los visitantes y les hace recorridos en la vereda y senderismo hasta el r¨ªo de Manaure, el pueblo vecino. La zona es propicia para el avistamiento de aves: Mar¨ªa Mulata, saltar¨ªn, c¨®ndor, tucanes, pavorreales, colibr¨ªes¡ Bandadas de guacamayas sobrevuelan la vereda. Colombia es el pa¨ªs con mayor diversidad de aves, con 1.954 especies, lo que equivale al 20% del total que existen en el mundo.
En Tierra Grata viven m¨¢s de 300 personas. Entre ellos est¨¢n 121 de los 162 hombres y mujeres que all¨ª se reincorporaron a la vida civil; 38 se han ido para otros pueblos y dos han muerto por accidentes de tr¨¢nsito. Solo uno reincidi¨® en la guerra y hoy forma parte de la Segunda Marquetalia, un grupo disidente que lidera Iv¨¢n M¨¢rquez. De ah¨ª desapareci¨® Seuxis Pausias Hern¨¢ndez, alias Jes¨²s Santrich, uno de los principales negociadores de las FARC en los di¨¢logos de La Habana. Se declar¨® en rebeld¨ªa debido a que sobre ¨¦l pesaba un pedido de extradici¨®n de Estados Unidos por narcotr¨¢fico, situaci¨®n que la Comisi¨®n de la Verdad describi¨® como un entrampamiento contra la paz. Volvi¨® a las armas en la Segunda Marquetalia y, en mayo de 2021, fue abatido en el lado venezolano de la Serran¨ªa de Perij¨¢ por un grupo armado que unas fuentes se?alan como disidentes de las FARC y otras como miembros del Ej¨¦rcito.
F¨¦lix, en cambio, sigue aferrado a la vida civil. Duerme en una habitaci¨®n sin ventanas de seis metros de largo por cuatro de ancho, como las de los dem¨¢s excombatientes. Tiene una cama sencilla y ropa colgada en cuerdas de alambre. No ha perdido la costumbre de lavar a mano, como lo hizo durante m¨¢s de 20 a?os en la guerrilla. Hoy sue?a con construir su casa. A trav¨¦s de pr¨¦stamos, los excombatientes compraron 24 hect¨¢reas de tierra para hacer 150 viviendas en un proyecto de autoconstrucci¨®n. En obra negra, cada casa cuesta 35 millones de pesos (unos 7.400 d¨®lares al valor de hoy). F¨¦lix ya tiene su lote, pero solo ha podido comprar arena y gravilla, pues vive ¨²nicamente del ingreso mensual que recibe del Gobierno (el 90% del salario m¨ªnimo).
El proyecto comenz¨® en mayo de 2022. Los dise?os de las casas son todos similares: tejas de fibrocemento y muros en bloques de concreto. Los exguerrilleros compran los materiales de las casas en la misma vereda. Maestros de obras y excombatientes trabajan a diario en la construcci¨®n. Mientras afila un pal¨ªn, Fredys Tob¨ªas Pinto cuenta que est¨¢ ilusionado con tener su casa propia. Pas¨® 35 de sus 63 a?os en la guerrilla. Ahora hace parte de una organizaci¨®n de desminado que naci¨® con el acuerdo. ¡°Lo m¨¢s dif¨ªcil del retorno a la vida civil es la estabilidad econ¨®mica¡±, dice.
En Tierra Grata han nacido 60 beb¨¦s; por eso, el proyecto de ciudadela incluye dos parques para ni?os y un jard¨ªn infantil. Sol¨ªs Almeida, excomandante de las FARC que dur¨® 40 a?os en la selva, muestra lo que han construido: una ferreter¨ªa, un restaurante, una tienda, un vivero, una bloquera, dos salones de clase, un billar, un taller de ornamentaci¨®n, una carpinter¨ªa. Algunos de estos negocios los han gestionado a trav¨¦s de cooperaci¨®n internacional; el Gobierno ha donado otras construcciones, como la cancha y el puesto de salud, que tambi¨¦n funciona como consultorio odontol¨®gico. Excombatientes que eran enfermeros y odont¨®logos emp¨ªricos en la selva han validado sus saberes en instituciones como el Sena y la Cruz Roja; ahora est¨¢n acreditados como t¨¦cnicos en salud oral y auxiliares de enfermer¨ªa. Algunos habitantes de municipios aleda?os prefieren hacerse los tratamientos en Tierra Grata porque son m¨¢s econ¨®micos que en las cabeceras municipales.
Como parte de los trabajos, obras o actividades con contenido reparador que asumen como parte de la justicia transicional, los excombatientes de esta zona de reagrupamiento hicieron una planta de tratamiento de agua que ha beneficiado a las comunidades vecinas.
En estos cinco a?os alrededor de 80 excombatientes se han graduado de educaci¨®n b¨¢sica. Sol¨ªs Almeida, de 60 a?os, valid¨® sus estudios de bachillerato en Tierra Grata y ahora estudia Administraci¨®n P¨²blica en Valledupar, a 40 minutos. Como excomandante, ha tenido que comparecer ante la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz y la Unidad de B¨²squeda de Personas Desaparecidas.
Cuando en 2016 se supo que Tierra Grata ser¨ªa una de las zonas donde se reagrupar¨ªan los excombatientes, los habitantes del corregimiento m¨¢s cercano, San Jos¨¦ de Oriente, estuvieron reacios. Tem¨ªan el regreso de la violencia. Hoy han hecho reuniones con v¨ªctimas de la comunidad y visitado el pueblo para hacer jornadas de salud.
Carolina Vargas Cabrera tiene 42 a?os y es la consejera departamental de mujer, g¨¦nero y diversidad de Comunes, el partido pol¨ªtico que naci¨® tras la firma del acuerdo. Junto con 32 mujeres, quiere construir una tienda de emprendimiento para vender mochilas, hamacas, ropa y bisuter¨ªa zurcidas por ellas. Un sal¨®n de belleza est¨¢ tambi¨¦n entre sus planes. Para lograrlo, hacen rifas y venden comidas, pero cuenta que ha sido dif¨ªcil contar con apoyo. ¡°Me preocupa la falta de empleo de las mujeres. Aqu¨ª ya hay muchas que tienen estudios y cursos, y una de las cosas que exigen es experiencia, pero no nos dan la oportunidad¡±, dice. La estigmatizaci¨®n hacia los excombatientes se ha extendido a los ni?os. ¡°En el colegio donde estudian, a nuestros hijos les dicen los guerrilleritos¡±, se lamenta. Carolina cuenta que hasta ahora el ¨²nico empleo estable que han conseguido los excombatientes es como escoltas en la estatal Unidad Nacional de Protecci¨®n, pero muchos ya no quieren volver a manejar armas.
Los firmantes de paz llevan un poco m¨¢s de cinco a?os en el tr¨¢nsito a la vida civil, pero el mayor miedo sigue siendo que los exterminen. Desde la firma del acuerdo, seg¨²n la ONU, 355 excombatientes han sido asesinados. Aunque en Tierra Grata no ha ocurrido ning¨²n homicidio, se sienten temerosos y desprotegidos por el Estado.
Mientras tanto, luchan para que crezca la ciudadela. Han creado una casa de la memoria con estantes de libros y un campamento r¨¦plica para explicar su vida n¨®mada durante 60 a?os de guerra. F¨¦lix cuenta c¨®mo hac¨ªan los cambuches y se resguardaban de la lluvia en la selva. Camina sobre las hojas secas y reflexiona: ¡°Yo sue?o con tener una vida buena. Todav¨ªa tengo tierra para pisar¡±.
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