Confesiones de cuatro bibli¨®filos
Piedad Bonnett, Alejandro Gaviria, Juan Camilo Rinc¨®n y Alejandra Jaramillo cuentan por qu¨¦ aman los libros y c¨®mo los han atesorado por centenares
Las bibliotecas, como los roperos, hablan de sus due?os. M¨¢s que una pasi¨®n, los libros pueden llegar a ser una man¨ªa como las de coleccionar monedas o relojes viejos. Los libros convocan el pasado, conviven con sus voces y resisten al olvido. Tienen ¡°la capacidad de abolir el tiempo¡±, como dice la escritora espa?ola Irene Vallejo. Cada biblioteca es un universo que gira en torno a su due?o; termina siendo la expresi¨®n de sus lados luminoso y oscuro, de sus a?oranzas, tristezas y alegr¨ªas. Las bibliotecas no solo son resonancias del pasado, sino tambi¨¦n consonancias del presente.
Los bibli¨®filos sienten la necesidad de vivir sumergidos entre libros que no necesariamente leen, pero s¨ª aman. Alejandro Gaviria (Santiago de Chile, 55 a?os) es ministro de Educaci¨®n, escritor y coleccionista de libros raros. Los libros para ¨¦l representan objetos valiosos, adem¨¢s de tranquilidad, refugio y compa?¨ªa. Desde hace 20 a?os ha recopilado, en su apartamento de techos altos, libros que ya no se consiguen. Tiene una extensa colecci¨®n de todas las primeras ediciones de la obra de Garc¨ªa M¨¢rquez.
Gaviria tiene una fascinaci¨®n por las historias ocultas tras las dedicatorias de los libros. En su primera edici¨®n de La Hojarasca, Garc¨ªa M¨¢rquez escribi¨® en la portada: ¡°Para Carlos Alvarado, que me guarda el secreto¡±. Por a?os, Gaviria rastre¨® el mensaje y dedujo, sin tener una confirmaci¨®n definitiva, que fue la primera persona a quien el nobel le confes¨® que se iba a casar con Mercedes Barcha.
Los bibli¨®filos resguardan las historias de otros. Cuando alguien compra un ejemplar usado por lo general ignora a qui¨¦n le ha pertenecido y qu¨¦ recorrido tuvo para llegar a sus manos. Es una cadena que no se sabe d¨®nde comienza ni d¨®nde va a terminar. Hace un tiempo Gaviria compr¨® una primera edici¨®n de Doce cuentos peregrinos con una gota de sangre derramada de Garc¨ªa M¨¢rquez en una de sus p¨¢ginas. El libro pertenec¨ªa a una enfermera que le practic¨® un examen de sangre al escritor, y por descuido dej¨® la gota en la portada. Con ella, Garc¨ªa M¨¢rquez pint¨® una flor y le escribi¨® una dedicatoria. Cuando Gaviria hall¨® el libro, encontr¨® un tesoro: ¡°Tiene el ADN de Garc¨ªa M¨¢rquez¡±. Tiempo despu¨¦s, la enfermera que lo hab¨ªa vendido a la librer¨ªa de viejo se arrepinti¨®. El librero le explic¨® la situaci¨®n a Alejandro quien, con pena, lo devolvi¨®.
Gaviria escudri?¨®, hasta encontrar en un anticuario virtual, la primera edici¨®n de Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift. Pag¨® 80 d¨®lares por un tesoro que hoy costar¨ªa entre 5.000 y 10.000 d¨®lares. Pasaron cuatro meses y el libro no llegaba. Resignado, pens¨® que no era el ¨²nico al que hab¨ªan estafado en Internet. Seis meses despu¨¦s el libro lleg¨® con una carta manuscrita desde un peque?o pueblo de Illinois (Estados Unidos). El librero le contaba que se estaba muriendo de c¨¢ncer, que ten¨ªa la afici¨®n de coleccionar estampillas y le pidi¨® unas de Colombia sobre comienzos del siglo XX. Alejandro las compr¨® y se las envi¨®. No volvi¨® a saber nada de ¨¦l. Tres a?os despu¨¦s ¨¦l padecer¨ªa tambi¨¦n un c¨¢ncer.
Gaviria lleva a?os buscando rarezas con la ayuda de ?lvaro Castillo, uno de los m¨¢s grandes libreros de Colombia. Entre las curiosidades de su biblioteca hay un Diario del Che Guevara en Bolivia firmado para Fidel Castro; libros firmados por Borges; la sexta edici¨®n de El origen de las especies, de Darwin; la primera edici¨®n de un libro de Joseph Conrad¡ Incluso un manuscrito de Aldous Huxley que sobrevivi¨® al incendio que destruy¨® su casa. ¡°Me gusta ese viaje al pasado¡±, dice Alejandro.
Fascinaci¨®n por el objeto libro
¡°Siempre imagin¨¦ que el para¨ªso ser¨ªa alg¨²n tipo de biblioteca¡±: esta frase de Borges abarca lo que representan los libros para muchos. En la biblioteca de la poeta y escritora Piedad Bonnett (Amalfi, 72 a?os) no solo est¨¢ el conocimiento. Atesora la biblioteca que hered¨® de su hijo Daniel, compuesta principalmente por libros de arte y arquitectura. El libro de Piedad m¨¢s famoso y celebrado es Lo que no tiene nombre, sobre el suicidio de su hijo.
En cada rinc¨®n de su casa hay libros. Biograf¨ªas, novelas, ensayos, poes¨ªa. Calcula que puede tener 6.000 libros; a simple vista parecen m¨¢s. Hay unos que ya no consulta pero que son reliquias, como las enciclopedias: ¡°La enciclopedia es maravillosa. Cuando es virtual t¨² est¨¢s buscando, pero cuando es de papel t¨² abres al azar cualquier p¨¢gina y comienzas a encontrar cosas que te suscitan la imaginaci¨®n¡±, dice.
Piedad compra libros tambi¨¦n por la belleza de sus portadas y p¨¢ginas, para contemplarlos. ¡°Tengo una especie de fascinaci¨®n por el objeto libro¡±, dice. En la sala tiene f¨¢bulas de La Fontaine, la obra pict¨®rica de Leonardo Da Vinci y de Battista Piranesi. Colecciona en los libros rastros de sus amistades con otros poetas, algunos ya muertos, como Jos¨¦ Watanabe y Blanca Varela. Tambi¨¦n tiene firmas de Vargas Llosa, Ra¨²l Zurita, Garc¨ªa M¨¢rquez. Organiza la biblioteca por g¨¦neros y pa¨ªses.
Los libros guardan los momentos y las sensaciones que quedan en sus lectores cuando fueron le¨ªdos. Piedad suele revisitar los que la han inspirado y, antes de sentarse a escribir, siempre lee. ¡°Para matar el miedo y armarme de valor¡±, dice. En un lugar especial preserva El tesoro de la juventud, la enciclopedia de ni?os con la que se inici¨® como lectora. Una de sus joyas es una edici¨®n, empastada en cuero, de las obras de Shakespeare, de 1734. ¡°En un momento de la vida descubr¨ª que cuando ten¨ªa una contrariedad, un dolor o una pena, inmediatamente mi cabeza se dirig¨ªa a mi estudio. Cada vez m¨¢s en la vida lo ¨²nico que quiero hacer es leer y escribir, y me gusta m¨¢s leer que escribir¡±, dice.
Firmas, vino y dedicatorias
Los bibli¨®filos son rom¨¢nticos. En la casa del escritor, periodista e investigador Juan Camilo Rinc¨®n (Bogot¨¢, 40 a?os) se respira el olor dulce de los libros viejos. Casi todas las paredes est¨¢n cubiertas de estantes y muebles abarrotados. Guarda los m¨¢s preciados en bolsas con cierre herm¨¦tico. En la sala y en las tres habitaciones, incluyendo el dormitorio, hay libros. En los anaqueles donde otra gente guardar¨ªa ropa, tiene libros. ¡°S¨¦ lo que estoy salvando y es un tiempo m¨¢s que les doy de vida¡±, explica.
Juan Camilo se ha encontrado con partes de las bibliotecas del pol¨ªtico Rafael Uribe Uribe y de las escritoras Mar¨ªa Mercedes Carranza y Elisa M¨²jica. Tiene alrededor de 6.000 libros, 3.000 de ellos firmados por sus autores y 2.500 primeras ediciones. Se ha especializado en literatura iberoamericana. Tiene 400 libros de Borges y alrededor de su obra; 350 de y sobre Cort¨¢zar; 100 de y sobre Garc¨ªa M¨¢rquez, Pablo Neruda y Octavio Paz. ¡°Los libros firmados tienen una peque?a semilla, un rastro del escritor; el autor toc¨® el libro y eso hace que sea maravilloso¡±, dice.
Por medio de las dedicatorias, firmas y cartas, Juan Camilo ha trazado relaciones entre escritores y pa¨ªses, como lo hace en su libro m¨¢s reciente, Colombia y M¨¦xico, entre la sangre y la palabra. Entre sus joyas conserva un libro de Ricardo Palma dedicado a Uribe Uribe y otro de Le¨®n de Greiff firmado a la poeta Matilde Espinosa, en cuyas p¨¢ginas qued¨® derramado el vino que tomaba el autor mientras hac¨ªa algunas correcciones de su pu?o y letra.
Su colecci¨®n tambi¨¦n incluye maravillas como Viento fuerte, del nobel guatemalteco Miguel ?ngel Asturias dedicado a otro nobel, el espa?ol Camilo Jos¨¦ Cela; y Sombra del para¨ªso, dedicado por el espa?ol Vicente Aleixandre al colombiano Andr¨¦s Holgu¨ªn; libros que fueron parte de las bibliotecas de Holgu¨ªn, Enrique Grau y Fernando Charry Lara; y un curioso libro de firmas de Isabel P¨¦rez de Ayala, secretaria del expresidente Eduardo Santos, en el que recogi¨® r¨²bricas, poemas y hasta ilustraciones de importantes escritores, m¨²sicos, pol¨ªticos o acad¨¦micos.
El m¨¢s grande dolor de un bibli¨®filo es la p¨¦rdida de sus libros. Aunque ya no le caben en la casa, Juan Camilo no se ve sin ellos. De hecho, cree que si hubiera un terremoto, preferir¨ªa morir ah¨ª con sus gatos, sus plantas y sus libros. La ¨²ltima vez que Piedad Bonnett se mud¨®, hace 20 a?os, se demor¨® seis meses organizando sus libros.
Los libros son presencia viva
Hay coleccionistas que no se reconocen a s¨ª mismos como tales. Para Alejandra Jaramillo (Bogot¨¢, 51 a?os), escritora y profesora de escritura creativa en la Universidad Nacional, los libros son conocimiento y bagaje para su ense?anza. ¡°La primera vez que tuve un libro en la mano creo que fue el momento m¨¢s importante de mi vida, porque descubr¨ª que pod¨ªan ser la compa?¨ªa perfecta, que ninguna soledad pod¨ªa acabar conmigo¡±, dice.
Para Alejandra los libros son presencia viva. Colecciona, sobre todo, literatura contempor¨¢nea de mujeres escritoras. Ha hecho una recopilaci¨®n del boom de la literatura latinoamericana de los a?os 60. En sus cursos incluye escritoras que normalmente no son presentadas como parte del boom, como Clarice Lispector, Elena Garro, Cristina Peri Rossi y Mar¨ªa Luisa Bombal. ¡°Busco que el mundo de las mujeres en la literatura est¨¦ presente, sea le¨ªdo y hagamos una forma de construcci¨®n literaria important¨ªsima¡±, explica.
En su biblioteca tiene libros firmados por Albaluc¨ªa ?ngel, Laura Restrepo, Roberto Burgos o Julio Paredes, la mayor¨ªa escritores actuales. ¡°No soy compulsiva comprando libros, compro porque los necesito¡±, dice.
Los coleccionistas o amantes de los libros son todos distintos entre s¨ª. Alejandro Gaviria, Piedad Bonnett, Alejandra Jaramillo y Juan Camilo Rinc¨®n tienen en com¨²n que salvaguardan la historia de los libros, son sus custodios pasajeros. Los libros han sobrevivido a otros y sobrevivir¨¢n a ellos y al paso del tiempo.
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