Petro versus Chapinero
El presidente no se equivoc¨® cuando compar¨® la inmensa diferencia que existe entre un habitante de Chapinero y un campesino cualquiera a la hora de acceder a los servicios de salud
Aunque a Petro no le parezca, Chapinero es una micro Colombia. Un barrio centenario, convertido hoy en amasijo de barrios, que resume al pa¨ªs, pero no le hace honor. Chapinero es esa naci¨®n imposible donde las tiendas de lujo est¨¢n a una cuadra de las ventas ambulantes; donde apartamentos, cuyo metro cuadrado cuesta casi lo mismo que en Madrid, son vecinos de chabolas que evolucionaron a casas de ladrillo y bloque construidas por la mano misma de sus habitantes. En Chapinero est¨¢ el coraz¨®n de la vida LGBT de Colombia, el epicentro del microtr¨¢fico de drogas para las ¨¦lites de la capital, los mejores restaurantes, las galer¨ªas de arte infaltables para los coleccionistas del mundo, el centro financiero m¨¢s importante del pa¨ªs, prostituci¨®n para ricos y pobres y la bas¨ªlica con pretensiones g¨®ticas m¨¢s bella de la regi¨®n. En Chapinero viven cientos de venezolanos inmigrantes en exiguos cuartos de 6 metros cuadrados y tambi¨¦n reconocidas celebridades en apartamentos de 150 metros o m¨¢s. Chapinero es una Colombia que quiere ser cosmopolita, pero que no lo logra. Porque Colombia pesa mucho m¨¢s que un barrio o un amasijo de barrios, as¨ª este acumule la porci¨®n m¨¢s importante del PIB del pa¨ªs.
Por eso, Petro no se equivoc¨® hace unos d¨ªas cuando compar¨® la inmensa diferencia que existe entre un habitante de Chapinero y un campesino cualquiera a la hora de acceder a los servicios de salud. Haciendo c¨¢lculos de servilleta, en Chapinero hay por lo menos 5 hospitales con la mejor tecnolog¨ªa y personal del pa¨ªs. Adem¨¢s, hay decenas de centros m¨¦dicos grandes y peque?os vinculados a las distintas EPS. Para un bogotano y m¨¢s para un ¡®chapineruno¡¯ el sistema de salud que existe en el pa¨ªs es ¨®ptimo. Pero Colombia no es Chapinero.
Esa verdad, tan pero tan evidente, pareciera ser invisible para una clase dirigente tradicional que vive feliz en la Colombia de ficci¨®n donde los dramas son los trancones y no la dificultad de conseguir una cita dentro de cuatro meses con un m¨¦dico especialista que solo atiende a cinco horas de carretera del lugar en donde se vive. Esa penosa verdad es la que hace inconcebible que un presidente piense en ofrecer una pensi¨®n medianamente digna a decenas de miles de ancianos que hoy viven casi en la indigencia, porque cuando el ¡®chapineruno¡¯ de bien va a visitar a la abuela esta de lo ¨²nico que carece es de juventud.
Por Chapinero ruedan muchos carros o carretas de tracci¨®n humana que comparten v¨ªa con buses y carros. Son las carretas de los recicladores de basuras que diariamente escarban entre bolsas y deshechos para conseguir su sustento diario. Ellos tambi¨¦n son invisibles para aquellos que gritan que nada tiene que cambiar, aunque s¨ª los insultan o maldicen cuando atraviesan su carreta en plena v¨ªa arteria y afectan el tr¨¢nsito normal de los automotores.
?Hay que maldecir al pobre sin oportunidades? ?A la sociedad inequitativa que lo llev¨® a esa situaci¨®n? ?A quien busca cambiar un poco tal inequidad?
En Chapinero hay una anciana, tal vez de 70 u 80 a?os, que encorvada arrastra todos los d¨ªas cartones que recoge aqu¨ª y all¨¢ para venderlos y ganar algo de dinero para sobrevivir. No roba. No pide. Trabaja a pesar de su edad. ?Ella es la culpable de su suerte? Alg¨²n ¡®chapineruno¡¯ dir¨¢ que s¨ª. Petro, que tambi¨¦n tiene apartamento en Chapinero, al menos piensa que eso debe cambiar no solo en Chapinero, sino en todo el pa¨ªs.
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