El testamento urbano del arquitecto catal¨¢n Josep Lluis Sert en Colombia
A 40 a?os de su muerte, las propuestas de uno de los grandes impulsores del modernismo perviven en el trazado de ciudades como Bogot¨¢, Medell¨ªn, Cali y Tumaco
No resulta extra?o que la figura de Josep Llu¨ªs Sert, fallecido este mes hace 40 a?os, hoy sea desconocida en Colombia. Fiel a su temperamento recatado, el arquitecto catal¨¢n prefiri¨® mantenerse a la sombra de su enorme estatura profesional. Bastar¨ªa con mencionar que fue uno de los impulsores del modernismo en arquitectura, decano de la Universidad de Harvard, proyect¨® el pabell¨®n de la Rep¨²blica espa?ola en la Exposici¨®n Internacional de Par¨ªs, donde se present¨® el Guernica (1937), y entre sus amigos ¨ªntimos cont¨® con mentes tan creativas como Alexander Calder, Pablo Picasso, Joan Mir¨® o Le Corbusier.
Sert (Barcelona, 1902-1983) desembarc¨® en Colombia en la segunda mitad de los 40. Viaj¨® desde Nueva York, adonde se hab¨ªa exiliado tras la llegada de la dictadura franquista, para avanzar en los planes de renovaci¨®n urbana de Bogot¨¢, Medell¨ªn, Cali y Tumaco, comisionados por autoridades locales y patrocinados por fondos del Departamento de Guerra estadounidense dirigidos a mitigar el avance del comunismo.
El dise?o de su proyecto para Medell¨ªn colgaba en un lugar central de la sala de su casa en Locust Valley (Nueva York). Para la arquitecta antioque?a Patricia Schnitter, fue en la capital paisa donde mejor echaron ra¨ªces sus ideas. Los urbanistas locales acogieron con expectativa a quien hab¨ªa redactado una de las dos versiones de la Carta de Atenas (1933), el manifiesto de un grupo de arquitectos vanguardistas para un nuevo urbanismo europeo, en sinton¨ªa con el mundo de postguerra y en contra del cors¨¦ del formalismo acad¨¦mico.
Un buen punto de partida para recoger sus huellas es el barrio Alc¨¢zares, un n¨²cleo de clase media baja al occidente de Medell¨ªn. Algunas pocas viviendas mantienen los techos abovedados originales de un tejido de casas que buscaban instaurar su idea de ¡°una casa un ¨¢rbol¡±: ¡°Se trataba de un modelo de vivienda social pensada para los migrantes que llegaban del campo¡±, explica la acad¨¦mica Doris Tarch¨®pulos.
Uno de los ejes del trabajo de Sert, nacido en una familia aristocr¨¢tica ligada al tr¨¢fico de esclavos con Cuba, fue la vivienda popular. Desde muy joven se desmarc¨® de las posturas conservadoras de su medio y se decant¨® por las ideas de izquierda del partido Esquerra Republicana que secundaban la instalaci¨®n de la Segunda Rep¨²blica espa?ola (1931-1939). ¡°Esas casitas en Alc¨¢zares estaban pensadas para propiciar la vida comunitaria de vecinos que no estaban acostumbrados a vivir en viviendas tan pegadas. Al mismo tiempo, aportaba acceso al verde en unos patios interiores y en el antejard¨ªn, y otros servicios sociales y equipamientos que no se llegaron a construir¡±, explica Tarch¨®pulos.
Las posibilidades de acceso al descanso y a una vida sana en los barrios de renta baja no formaban parte de las prioridades en los debates de la Colombia de entonces, desolada por una nueva ola de barbarie en el campo que los historiadores bautizar¨ªan como la Violencia con may¨²scula. En un plano m¨¢s amplio, las propuestas de la firma de Sert, Town Plan Association (TPA), contemplaban implantar su ideario de ciudades funcionales para actualizar el trazado colonial de las urbes colombianas.
En Bogot¨¢ su misi¨®n era desarrollar el Plan Piloto que dibuj¨® Le Corbusier, maestro al que conoci¨® en sus a?os de formaci¨®n en Par¨ªs, pero los sobresaltos pol¨ªticos solo dejaron retazos de la idea general. Entre ellos el plan de reforestar los cerros orientales, en gran parte pelados entonces, o aprovechar las quebradas que bajaban desde las monta?as como parques lineales. El Parque del Virrey, al norte de la capital, es un buen ejemplo.
En Bogot¨¢ adem¨¢s trabaj¨® en proyectos independientes junto a su socio Paul Lester Wiener ¨Cyerno del entonces secretario del Tesoro estadounidense y enlace clave para la financiaci¨®n de los proyectos latinoamericanos-. Tambi¨¦n asesor¨® a arquitectos locales en el trazado del Centro Internacional, a pocos pasos del Museo Nacional y del tradicional Hotel Tequendama. Y en el popular barrio Quiroga, al sur, dej¨® otras unidades vecinales con casas techadas por b¨®vedas laminadas en concreto que evocan a su Mediterr¨¢neo natal.
¡°La vivienda social en Colombia le debe mucho a Sert¡±, argumenta Tarch¨®pulos. En la primera ciudad donde trabaj¨® fue en la a¨²n hoy olvidada Tumaco, sobre el Pac¨ªfico. En 1947 el centro de la ciudad sufri¨® un feroz incendio y el equipo del espa?ol fue comisionado para dise?ar un plan de reconstrucci¨®n. Al igual que en otras ciudades, j¨®venes arquitectos colombianos se sumaron al equipo de la TPA, y de paso hered¨® conocimientos y dej¨® marca.
Propuso que el centro de la ciudad se trasladara a la vecina isla El Morro, pero las autoridades hicieron caso omiso y remodelaron sobre las cenizas. Patricia Schnitter cuenta que esa fue una decepci¨®n doble porque ya hab¨ªa vivido una experiencia similar en Chimbote, ciudad costera al norte de Per¨².
Quedaron, sin embargo, en pie algunas viviendas de una sola planta con techos pensados para recoger las aguas lluvia de una ciudad de aguaceros, as¨ª como peque?os talleres de madera integrados a estos inmuebles para el desarrollo de actividades artesanales locales. Schnitter las visit¨® hace unos a?os en el Morro: ¡°La disposici¨®n en forma de cuadrado se mantiene, pero hay que conocer muy bien el trasfondo de la historia para recrear el esquema general¡±.
En Cali sus proyectos tuvieron a¨²n menos arraigo. Prueba de ellos es que los planos originales estuvieron desaparecidos hasta hace muy poco, cuando el experto en planeaci¨®n Le¨®n Dar¨ªo Espinosa los empez¨® a encontrar engavetados entre los documentos de particulares: ¡°Ellos (Sert y Wienner) entregaron la propuesta en 1950, un per¨ªodo muy complicado porque el pa¨ªs viv¨ªa en un estado sitio tras el magnicidio de Gait¨¢n¡±.
Espinosa subraya que en esa ¨¦poca no se socializaban los planes de ciudad y que el ejercicio de planeaci¨®n usual, del que se encargaba la divisi¨®n del Ministerio de Obras P¨²blicas llamada Edificios Nacionales, se limitaba a intervenir zonas estrat¨¦gicas. ¡°Como no hab¨ªa mucha informaci¨®n, las ¨¦lites, los industriales y los terratenientes con tierras cuya expectativa era venderla para convertirla en urbanizaci¨®n generaron un clima muy malo¡± para los proyectos de Sert, describe.
Al igual que en el resto de ciudades, jug¨® en contra la explosi¨®n demogr¨¢fica de la tercera ciudad del pa¨ªs por tama?o, que entonces no pasaba de los 250.000 habitantes. El modelo encargado a Sert se qued¨® corto al cabo de una d¨¦cada y solo dej¨® coletazos. Como se?ala Espinosa, la ciudad se desparram¨® y los asentamientos informales se doblaron.
En 1977 la alcald¨ªa de Medell¨ªn invit¨® al arquitecto para recordar los 25 a?os de su trabajo. Su impresi¨®n no fue grata. La ciudad se hab¨ªa expandido de una forma insospechada y muchas de sus ideas se quedaron en el dibujo que colgaba en su casa. De cualquier forma, su influjo queda fuera de toda duda para Tarch¨®pulos: ¡°Dej¨® ense?anzas fundamentales en la pr¨¢ctica de la arquitectura y en el urbanismo, desde la administraci¨®n, desde lo p¨²blico, dentro de una concepci¨®n de transformaci¨®n que no se practicaba, salvo en algunas ciudades muy vanguardistas del mundo¡±.
El ideario del urbanismo moderno no cuaj¨® al pie de la letra en casi ning¨²n lugar del mundo ¨Cson excepciones Brasilia y Chandigarh (India)-. En todo caso, Sert form¨® parte del ala moderada del CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna) la menos radical en aquella defensa de un racionalismo que se inclinaba por mucho concreto, carros y bloques desangelados al estilo brutalista, salpicados por zonas verdes. Todo un desprop¨®sito para el modelo actual que respalda el uso de la bicicleta y le da prioridad al peat¨®n por sobre todas las cosas.
Josep Llu¨ªs Sert fue un proyectista que aprendi¨® de su experiencia en tres continentes. Ten¨ªa el valor de disentir cuantas veces fuera necesario. Y tambi¨¦n de corregir. Por eso, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s de su muerte, los expertos reivindican el legado que dej¨® en Colombia: repensar la construcci¨®n de las ciudades desde un esp¨ªritu rebelde y m¨¢s humano. Una lecci¨®n de urbanismo y de principios que pon¨ªa la plasticidad y el bienestar de los individuos m¨¢s desprotegidos en el centro de sus preocupaciones.
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