El acuerdo nacional de Petro: cinco l¨ªneas rojas para evitar el fracaso
En materia de pactos, Colombia ya no se puede dar el lujo de cometer los mismos errores del pasado
El presidente Gustavo Petro ha dicho que el objetivo final de la paz total es un gran acuerdo nacional en el que todos los colombianos nos comprometamos ¡°a no matarnos m¨¢s¡±. Puesto as¨ª, en esos t¨¦rminos tan crudos, el acuerdo nacional resulta una propuesta inobjetable.
Sin embargo, la historia de Colombia nos ha ense?ado que eso de hacer acuerdos para no matarnos m¨¢s no ha sido suficiente para conseguir la paz. El pacto del Frente Nacional, que se firm¨® en 1957 entre el Partido Liberal y el Partido Conservador, fren¨® una guerra civil no declarada en la que cerca de 200.000 colombianos perdieron la vida y que se conoci¨® como la ¨¦poca de La Violencia, con may¨²scula. No obstante, pese a que ese acuerdo ten¨ªa la intenci¨®n de ir a la ra¨ªz de las causas de la violencia ¨Dpropuso una reforma agraria que pretend¨ªa darle ocupaci¨®n y tierras a los campesinos¨D y de que planteaba una ¡°democracia sin restricciones¡± alejada de ¡°feroces dogmatismos¡±, termin¨® convertido en un pacto de ¨¦lites, excluyente, que le cerr¨® la puerta a las nuevas expresiones sociales y pol¨ªticas que se estaban abriendo camino en esa Colombia que se encaminaba a la reconciliaci¨®n. En lugar de traernos la paz y de sacar las armas de la pol¨ªtica, este pacto fue el caldo de cultivo de un nuevo ciclo de violencia, marcado por la aparici¨®n de las guerrillas y por el inicio de un conflicto armado del que todav¨ªa no hemos salido.
Para salir de este nuevo ciclo de violencia, y con la muerte toc¨¢ndonos a la puerta, los colombianos impulsamos otro acuerdo nacional en 1991, que se cristaliz¨® en una nueva Constituci¨®n. Busc¨¢bamos dejar atr¨¢s esa democracia de etiqueta, parecida a un orangut¨¢n con sacoleva que permiti¨® toda suerte de abusos sin que se rompiera nunca el orden constitucional. La Constituci¨®n que hicimos sigue siendo una de las cartas m¨¢s avanzadas del continente en materia de derechos, pero ese gran avance tampoco fue suficiente. Las ¨¦lites pol¨ªticas no desarrollaron la carta y, en cambio, desataron una ola contrarreformista de grandes proporciones. Cuando pens¨¢bamos que hab¨ªamos conseguido la paz total, se nos vinieron los a?os m¨¢s duros de la guerra. M¨¢s de 800.000 colombianos murieron y cerca de 200.000 fueron desaparecidos entre 1985 y 2018, de acuerdo con el informe de la Comisi¨®n de la Verdad.
En 2016, volvimos de nuevo a firmar otro acuerdo. Esta vez fue un pacto de paz entre el entonces Gobierno del presidente Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC, y pas¨® lo mismo: se logr¨® desarmar a una de las guerrillas m¨¢s poderosas del continente, se lograron reducir los ¨ªndices de violencia, pero el pa¨ªs qued¨® profundamente dividido y la implementaci¨®n del acuerdo, a medias.
Ahora, en medio de un pa¨ªs polarizado, marcado por el aumento de los ¨ªndices de violencia y con el temor de estar entrando en un nuevo ciclo de violencia, Gustavo Petro, el primer presidente de izquierda en 200 a?os de historia, vuelve a hablar de un nuevo acuerdo nacional como v¨ªa para sacar adelante su agenda reformista. El problema es que en materia de pactos, Colombia ya no se puede dar el lujo de cometer los mismos errores del pasado. Por eso es necesario que el Gobierno de Petro tenga al menos cinco consideraciones antes de volver a ensillar las bestias.
La primera de ellas, la m¨¢s obvia, es que no puede ser un pacto excluyente. Si este pacto se reduce a que la izquierda de Petro y la derecha de ?lvaro Uribe hagan las paces, como muchos lo vaticinan, debido a los acercamientos que se han venido dando entre ambos sectores, empezaremos mal. Eso no significa que no haya que valorar los acercamientos que se est¨¢n dando entre el presidente Petro y el expresidente Uribe, ni resaltar la acertada decisi¨®n tomada por Jos¨¦ F¨¦lix Lafaurie, el destacado alfil uribista que preside el poderoso gremio de los ganaderos, de formar parte de la delegaci¨®n del Gobierno en las negociaciones de paz con el ELN, la ¨²ltima guerrilla hist¨®rica que nos queda. Lo mismo se puede decir de la firma del acuerdo entre los ganaderos y el Gobierno de Petro, que le permitir¨¢ al Estado la compra de tres millones de hect¨¢reas para que sean entregadas a los campesinos sin tierra. Que un sector que siempre represent¨® a la derecha m¨¢s radical, como el ganadero, est¨¦ interesando en implementar uno de los puntos de un acuerdo de paz al que siempre se han opuesto es un gran paso hacia la reconciliaci¨®n y un hecho hist¨®rico. Sin embargo, un nuevo acuerdo nacional que busque la paz de verdad no puede circunscribirse a que Uribe y Petro hagan las paces, porque estar¨ªamos reeditando los errores del pasado.
La segunda condici¨®n que deber¨ªa tener este acuerdo nacional es que no puede ser utilizado para negociar pactos por debajo de cuerda que afecten la independencia de la Justicia. Sobre todo, debe quedar claro que la elecci¨®n del nuevo fiscal no puede ser acordada en la penumbra, mucho menos en momentos en los que que expresidente ?lvaro Uribe tiene en la Fiscal¨ªa varias investigaciones en su contra por atropello a los derechos humanos, y en el preciso instante en que est¨¢ a punto de ir a juicio, se?alado de haber manipulado a testigos.
Este acuerdo nacional no puede ser para pactar la impunidad de nadie ni para lavar la imagen de los empresarios que ayudaron a financiar el paramilitarismo. Por eso esperamos que sea falso el rumor que ha circulado ¨²ltimamente, seg¨²n el cual H¨¦ctor Carvajal, un prestante abogado que fue apoderado en el pasado de Gustavo Petro y de ?lvaro Uribe, y que ha sido la persona que ha facilitado los encuentros entre ambos, est¨¦ haciendo campa?a con miras a ser el nuevo fiscal de Colombia.
Un nuevo acuerdo nacional deber¨ªa proponerse rescatar la Fiscal¨ªa de las fauces de quienes la privatizaron y la convirtieron en un instrumento para castigar a los opositores pol¨ªticos y para proteger a los poderes econ¨®micos. En el Gobierno de Uribe, la Justicia sufri¨® el embate de los narcos y de los parapol¨ªticos. En el de Juan Manuel Santos, la Fiscal¨ªa se convirti¨® en un coto de caza de N¨¦stor Humberto Mart¨ªnez, un fiscal que lleg¨® a esa entidad con unos conflictos de inter¨¦s tan grandes como su ambici¨®n. Su sucesor, Francisco Barbosa, es su mejor aprendiz y se comporta no como un fiscal sino como un pol¨ªtico en campa?a.
La tercera condici¨®n es que el acuerdo nacional debe tener como una de sus premisas sacar las armas de la pol¨ªtica. Si el ELN quiere formar parte de ¨¦l, tendr¨¢ que hacerlo, pero sin armas. As¨ª lo hizo el M-19 en 1990, cuando decidi¨® firmar la paz con el prop¨®sito de entrar a la vida pol¨ªtica y participar en la asamblea que formul¨® la nueva Constituci¨®n. Tambi¨¦n lo hicieron las FARC. Infortunadamente el ELN todav¨ªa no se ha decidido a dejar la guerra, como lo refleja su repudiable atentado contra una base militar en el Catatumbo que cobr¨® la vida de siete soldados j¨®venes que prestaban su servicio militar y de dos suboficiales.
La cuarta condici¨®n es que este acuerdo nacional deber¨ªa plantear por lo menos un consenso m¨ªnimo sobre c¨®mo es que va a ser la nueva pol¨ªtica de lucha contra las drogas y c¨®mo es que se va a negociar con el crimen organizado, con la mafia, un flagelo que se ha ido mimetizando en todas las escalas de poder y que ya es imposible separarlo de lo que somos. Esa negociaci¨®n no puede ser por debajo de cuerda como ha ocurrido en el pasado, sino de frente al pa¨ªs y producto de un gran acuerdo nacional.
La ¨²ltima condici¨®n es la m¨¢s importante: hay que evitar que este acuerdo nacional caiga preso del embrujo de Ad¨¢n. Un acuerdo nacional que desconozca la historia, que sea incapaz de construir sobre lo construido, es un acuerdo que est¨¢ condenado a fracasar. Es tan peligroso un pacto excluyente como un pacto que nazca de la soberbia y que aliente un sentimiento de superioridad frente a los dem¨¢s. Eso impedir¨ªa cualquier consenso y le abrir¨ªa el camino a la autocracia y al culto personal.
Es cierto que el acuerdo de paz con las FARC no puso sobre la mesa el cambio del modelo econ¨®mico. Pero tambi¨¦n es cierto que ese acuerdo que ahora varios menosprecian abri¨® las compuertas para que un presidente de izquierda llegara al poder y pudiera presentar una agenda reformista que ahora pretende cambios en el modelo econ¨®mico y en la doctrina militar.
Somos el pa¨ªs que m¨¢s acuerdos ha hecho para lograr la paz. Ojal¨¢ que esta vez nos suene la flauta.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del pa¨ªs.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.