Laura Sarabia, a diez pasos del presidente Petro: ¡°Me subestiman¡±

En la entrada del despacho presidencial hay un letrero que dice que nadie, absolutamente nadie, puede entrar sin ser anunciado. A diez pasos de distancia, desde su oficina, con unas cuatro horas de sue?o al d¨ªa y toda una infancia en un complejo militar, Laura Sarabia es la ¨²nica que tiene permiso para no llamar a la puerta. El presidente Petro se lo permite porque es la persona en la que m¨¢s conf¨ªa. A los veintinueve a?os, es su jefa de gabinete, un puesto al que ha llegado con una puntualidad inesperada.

El hombre que la eligi¨® como su mano derecha camina despelucado y con pinta de despistado por la Casa de Nari?o, la residencia presidencial. Ella, por decirlo de alguna manera, lo estructura a ¨¦l. Su edad ha provocado que a muchos se les mueva el peluqu¨ªn. Nueve meses de Gobierno han bastado para que se esparza de boca en boca que Sarabia influye m¨¢s que nadie en el presidente. Forbes la ha elegido entre las 100 mujeres m¨¢s poderosas de Colombia. Si fuera un ranking, ella aparecer¨ªa en el primer puesto.

Tiene el don de la ubicuidad, en todas partes al mismo tiempo. Le organiza las horas a alguien que no tiene mucha noci¨®n del reloj y se encarga de sus discursos, de organizar su seguridad y de negociar en su nombre en la Casa Blanca. Vigila que los ministros cumplan lo que les exige Petro. Los telefonea cuando los van a nombrar y tambi¨¦n cuando los van a despedir. Solo hay que fijarse un poco al observar a Petro en p¨²blico. A su lado siempre est¨¢ la figura de una mujer menuda, de media melena y cara angulosa. Laura Sarabia.

En su despacho cuelga un cuadro del pintor Barrera, que en su momento fue el favorito de ?lvaro Uribe. A la izquierda, uno abstracto de ?mar Rayo. Al fondo, el escritorio inutilizado porque desde ah¨ª no logra ver el despacho del presidente y, a la derecha, un sof¨¢ gastado. La distribuci¨®n es lo de menos para Laura Sarabia, que viste esta tarde una sobria blusa beige que contrasta con unos tacones verdes.

¡ªDe vez en cuando muevo todo en el despacho, todo. Lo cambio por completo.

¡ªSemanalmente¡ª apunta uno de sus colaboradores.

¡ªNo sea mentiroso¡ª se r¨ªe ella¡ª. No creo en el Feng Shui, pero s¨ª en cerrar ciclos, aunque sean breves.

Hija de una funcionaria y de un militar, la mayor de tres hermanos, se crio en los edificios brutalistas reservados para las familias de los uniformados. Sac¨® matr¨ªcula de honor en un colegio de formaci¨®n castrense donde los ni?os se graduaban con una tarjeta militar, no las ni?as. Fue alumna destacada en la universidad, tambi¨¦n militar, donde estudi¨® Ciencia Pol¨ªtica y Relaciones Internacionales. Despu¨¦s hizo una pasant¨ªa de un a?o en el Ministerio de Defensa. Su carrera pintaba verde olivo. Nadie dudaba que era una cerebrito, solo ten¨ªa 21 a?os. Sin embargo, le sobrevino una crisis profunda, la primera de su vida.

El mundo se le volvi¨® oscuro. No se qued¨® trabajando en el Ministerio; no hab¨ªa sitio para ella. Los almuerzos de los domingos se convirtieron en una tortura porque su abuela y sus t¨ªos le dec¨ªan que hab¨ªa estudiado la carrera equivocada, una que no ten¨ªa salidas. Segu¨ªa viviendo en casa de sus padres a una edad en la que mucha gente se ha independizado con un novio y un perro. Mand¨® su curr¨ªculum a todos los lugares que se le ocurri¨®, pero nadie la llamaba. Quiso ingresar en la Fuerza A¨¦rea como administrativa y para eso ten¨ªa que superar un examen. Estudi¨® muchas horas y se entren¨® a fondo para superar las pruebas f¨ªsicas. Pero el d¨ªa de las notas sufri¨® un mazazo: No apta. Pens¨® que esta era su ¨²ltima oportunidad de tener un trabajo serio. Como no ten¨ªa nada mejor que hacer, se qued¨® un a?o entero cuidando a su hermano reci¨¦n nacido, al que le lleva m¨¢s de 20 a?os. Era una de las babysitter m¨¢s cualificadas del planeta.

Le lleg¨® entonces, por medio de unos amigos, una invitaci¨®n para ser voluntaria en la U, el partido que en ese momento estaba en el Gobierno, el del pulcro Juan Manuel Santos. Entr¨® en el centro de pensamiento de la formaci¨®n pol¨ªtica, que en ese tiempo se dedicaba a tiempo completo a la negociaci¨®n de la paz con las FARC. No cobraba ni un peso. Solo iba por las tardes, pero se gan¨® fama de seria y comprometida. Por eso cuando el senador Armando Benedetti, un hombre flaco, explosivo y sentimental que hab¨ªa sido presidente del Congreso y presidente de la U, necesit¨® de alguien que lo ayudara, la recomendaron a ella. Sarabia acept¨® de inmediato, sin saber todav¨ªa que eso iba a cambiarle la vida.

Desde ese momento fue su secretaria privada y descubri¨® una vocaci¨®n que no conoc¨ªa: reconducir vidas ajenas. Controlaba absolutamente toda la vida de Benedetti, uno de los pol¨ªticos m¨¢s conocidos del pa¨ªs. Visto con el tiempo, aquello le sirvi¨® de preparaci¨®n. ¡°Con ¨¦l aprend¨ª todo. Es un zorro pol¨ªtico, una persona compleja. Aprend¨ª a tener cuero¡±, recuerda Sarabia. Juntos recorrieron el pa¨ªs de punta a punta, empezaron a andar 24/7. Compitieron en una elecci¨®n al Senado en las que Benedetti result¨® elegido. Mezclar a dos almas tan distintas tuvo ¨¦xito.

Con el tiempo, Benedetti tuvo un arrebato de clarividencia. Llam¨® a Sarabia para decirle que iban a dejarlo todo y se iban a dedicar a apoyar en su camino a la presidencia a Petro, un hombre melanc¨®lico que de joven hab¨ªa sido un guerrillero miope y enclenque. M¨¢s que un guerrero, parec¨ªa un fil¨®sofo. Era octubre de 2020, ni siquiera hab¨ªa empezado la campa?a. El ahora presidente hac¨ªa una oposici¨®n de baja intensidad, a la espera de su momento. Benedetti tuvo la intuici¨®n de que era el momento de Petro, que el destino pasaba por sus manos. Apoyarle signific¨® que le expulsaran de su partido. A Benedetti le dio absolutamente igual. Su ¨²nico prop¨®sito en la vida, de ah¨ª en adelante, era guiar a Petro como un perro lazarillo.

As¨ª es como esta historia de dos se convierte en una de tres. Sarabia, Benedetti y Petro. Los tres subidos a bordo del Super King Air 300 aterrizando en todos los aeropuertos min¨²sculos de este pa¨ªs. Los tres en camionetas que cruzan los p¨¢ramos. Los tres, de noche, abatidos, preparando los eventos del d¨ªa siguiente. Los tres en m¨ªtines llenos de gente, asustados porque alguien quisiera a matar a Petro. Los tres en costa, sierra y selva.

En uno de sus viajes en el avi¨®n de campa?a ocurri¨® algo que ahora, con la luz del presente, adquiere otro significado. Los senadores Roy Barreras, Alex¨¢nder L¨®pez y Benedetti hablaban de un hipot¨¦tico Gobierno de izquierdas. Lo ve¨ªan cerca, estaba ah¨ª, a la mano. ¡°La ¨²nica que tiene el puesto asegurado¡±, reflexion¨® Petro, ¡°es Laura¡±, a?adi¨®. Nadie le tom¨® en serio, ni la propia Sarabia.

Un d¨ªa descubri¨®, con sorpresa, que estaba embarazada. No hab¨ªa sido planeado. Pero nada cambi¨®, sigui¨® con el mismo ritmo. A partir del s¨¦ptimo mes, Petro comenz¨® a vaticinar con poco atino cu¨¢ndo iba a nacer. ¡°Creo que hoy¡±, anunciaba cada d¨ªa. Una tarde, le pregunt¨® a Sarabia c¨®mo se iba a llamar el ni?o. ¡°Federico¡±, le dijo. Era un nombre bonito, pero el problema es que Petro andaba enfrascado esos d¨ªas con uno de sus rivales, un exalcalde de derechas embutido en trajes estrechos y repeinado hacia atr¨¢s al que sus padres bautizaron as¨ª.

¡ªLaura, imposible que le pongas ese nombre¡ª sentenci¨® Petro.

¡ªEntonces, ?cu¨¢l?

¡ªA m¨ª me gusta Alejandro.

Y Alejandro se llam¨®.

Por recomendaci¨®n de los m¨¦dicos, Sarabia dej¨® de volar a partir del octavo mes de embarazo. Desped¨ªa a Benedetti y a Petro a pie de pista por la ma?ana y los recib¨ªa de noche para explicarles el plan del d¨ªa siguiente (¡±como ni?os chiquitos¡±). Que ella no viajara no significaba que fuera ciega. Mand¨® a Andr¨¦s, su esposo, a todos los viajes. Era sus ojos. ?l le contaba lo que ocurr¨ªa por WhatsApp y ella le respond¨ªa con lo que ten¨ªa que hacer. Hab¨ªa infiltrado una sombra de ella misma: ¡°Ten¨ªa que mandar a alguien que hiciera el trabajo que yo hac¨ªa¡±.

¡ª?El presidente tiene horarios?

¡ªNo, no los tiene. Digamos que tiene sus prioridades.

¡ª?No madruga?

¡ªNo te voy a decir que es el hombre m¨¢s madrugador, que a las cuatro est¨¢ despierto. Pero en la noche siempre est¨¢ l¨²cido mientras que el resto nos estamos muriendo de cansancio.

¡ª?C¨®mo llevas el uso que hace de su cuenta de Twitter?

¡ªAh¨ª vamos.

¡ª?Por qu¨¦ es tan impuntual?

¡ªSe toma mucho tiempo para hablar con la gente. Es muy dif¨ªcil cortarle. No existen las entrevistas de 10 minutos con el presidente. Eso le pasa con el general, con el ministro, con cualquier persona. Vas sumando el tiempo que invierte en cada una de esas personas y al final vas tarde. Yo soy puntual y madrugadora. Pero empiezo a entender las din¨¢micas del presidente, puedo ver c¨®mo le dedica tiempo a la gente. Lo m¨¢s valioso que se le puede dar a alguien es el tiempo. En ¨¦l lo veo real.

La semana antes de las elecciones, Sarabia ingres¨® en el hospital. Por estr¨¦s no pod¨ªa controlar el az¨²car y sufri¨® diabetes. El l¨ªquido amni¨®tico disminuy¨®. ¡°No par¨¦ ni un solo d¨ªa¡±, dice. Con el bat¨ªn del hospital, con un cat¨¦ter intravenoso conectado, evitando las miradas de las enfermeras, llamaba a todo el mundo. Su familia y los m¨¦dicos le aconsejaban reposo, pero ella no solt¨® el m¨®vil ni un segundo.

Petro gan¨® las elecciones el 19 de junio frente a un extravagante empresario de piel anaranjada que hizo una semana de final de campa?a tan desastrosa que mucha gente cree que fue a prop¨®sito, que a sus 78 a?os no ten¨ªa ningunas ganas de gobernar un pa¨ªs. Ella sigui¨® el d¨ªa de la votaci¨®n en un espacioso apartamento de grandes ventanales que Petro ten¨ªa en el norte de Bogot¨¢. Sigui¨® el recuento con su familia en el sal¨®n, con el coraz¨®n acelerado. ?l se encerr¨® solo en su cuarto y se enter¨® que hab¨ªa ganado por los gritos. Laura fue de las primeras en entrar en su habitaci¨®n: ¡°Felicidades, presidente. Se lo merece¡±.

Pensaba que era de las ¨²ltimas palabras que le dir¨ªa a Petro en mucho tiempo. Los presidentes se suelen elevar hasta un lugar inalcanzable para el resto. Ocho d¨ªas despu¨¦s, el 27 de junio, dio a luz. Benedetti fue nombrado embajador en Venezuela y ella pens¨® que tendr¨ªa que irse a vivir a Caracas. Pero una tarde, Petro la llam¨® para felicitarla por el beb¨¦. Aprovech¨® para decirle que se tomara el tiempo de baja y que al volver fuese su jefa de gabinete. No lo propuso, ni lo ofreci¨®, sencillamente lo orden¨®. ¡°Presidente, un honor estar a su lado¡±, fue todo lo que ella respondi¨®.

Ejerci¨® desde el primer momento. El beb¨¦ en una mano y el tel¨¦fono en la otra. Llam¨® a quienes iban a ser los ministros. Se preocup¨® por el traspaso de carteras y se sent¨® con los partidos que pod¨ªan ser aliados en el Congreso. ¡°Me da un poco de ira cuando me dicen que soy cuota de Benedetti. No lo soy. Petro lo hizo todo directo conmigo. Estoy aqu¨ª porque ¨¦l lo quiso. Uno no negocia ni tranza el puesto m¨¢s cercano al presidente¡±, explica, en el momento en que empieza a hacerse de noche en la Casa de Nari?o.

¡ª?C¨®mo es su d¨ªa a d¨ªa?

¡ªMe levanto a las cuatro de la ma?ana. Voy al gimnasio o salgo a correr hasta las seis. M¨¢s tarde ser¨ªa imposible porque tendr¨ªa llamadas y mensajes que responder. Cuando vuelvo, mi hijo se ha despertado y comparto un rato con ¨¦l. Despu¨¦s empiezo a recibir los informes de seguridad, hablo con los ministros, y hago monitoreo de medios. Llamo a Petro y le digo lo que ha pasado. Me vengo a Palacio sobre las 7 o 7.30. Me voy de noche, cuando ¨¦l se va.

Una madrugada que nunca se le va a olvidar fue cuando la despert¨® una llamada de Francia M¨¢rquez, la vicepresidenta. M¨¢rquez hab¨ªa sido contactada por el alcalde de Buenos Aires, un pueblo del Cauca, para informarle de que hab¨ªa un combate en los alrededores, aunque todav¨ªa no se sab¨ªa muy bien lo que hab¨ªa ocurrido. Sarabia se comunic¨® con el ministro de Defensa y se enter¨® de que unos soldados hab¨ªan sido emboscados por las disidencias de las FARC. A las seis llam¨® al presidente y decidieron que Petro viajara al lugar del ataque. Viajaron hasta all¨ª en helic¨®ptero y el piloto tuvo muchos problemas al aterrizar sobre una pendiente. Sarabia baj¨® con el helic¨®ptero en marcha y fue entonces cuando vio a sus pies seis bolsas funerarias con seis cad¨¢veres dentro.

¡ª?Ha sentido machismo o edadismo en este tiempo?

¡ªA m¨ª me dan los dos. Uno, soy mujer. Dos, soy joven. Y tres, no tengo el bagaje pol¨ªtico que puede tener mucha gente del Gobierno (se lleva 50 a?os con algunos). Que venga yo a dar ¨®rdenes o articular ciertas cosas produce resistencias. Que yo tenga este puesto fue una sorpresa para todo el mundo, de la derecha a la izquierda. Mucha gente no lo entiende. A cuento de qu¨¦ tengo yo tanto poder, dicen muchos. Me dicen Laurita, muchachita. Siento que lo hacen con desprecio, para minimizar. ¡®Ven, te cuento¡¯, me dicen. Es una forma de decirte t¨² no sabes, yo si s¨¦. Creo que mucha gente me subestima.

Se calla un momento porque en televisi¨®n van a pasar un mensaje a la naci¨®n del presidente. Por supuesto, ella estaba presente cuando se ha grabado, hace tan solo unas horas, y conoc¨ªa de sobra lo que iba a leer en el telepr¨®nter, pero quiere ver el resultado. Petro aparece en un atril delante de una bandera de Colombia y unas flores rojas y amarillas. Sarabia no est¨¢ del todo satisfecha con la puesta en escena:

¡ªLa luz se le refleja en las gafas.

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