Suicidio ind¨ªgena: la misteriosa presencia de los chachakunas en Arara
En Colombia, los departamentos de Amazonas, Vaup¨¦s y Guain¨ªa comparten el ¨ªndice m¨¢s alto de suicidio del pa¨ªs. Una intervenci¨®n de medicina ancestral fren¨® el fen¨®meno en una poblaci¨®n
Los caminos de Arara, un caser¨ªo ind¨ªgena al sur del Trapecio Amaz¨®nico, son estrechos y polvorientos. Se funden con la selva tupida que rodea a la poblaci¨®n y, a veces, podr¨ªan dar la impresi¨®n de que quien los transita est¨¢ entrando en la boca de un lobo. Jhornay Iv¨¢n Angarita, 18 a?os, sali¨® de su casa un s¨¢bado en la noche. Al amanecer un vecino, cuando iba por su malla de pesca, lo encontr¨® colgando de una soga por el cuello. ¡°Me asom¨¦ en calzoncillos y cuando llegu¨¦ su cuerpo estaba en el suelo¡±, recuerda Iv¨¢n, su padre. ¡°Ya hab¨ªan cortado la cuerda¡±. Era 6 de junio, d¨ªa del cumplea?os de Iv¨¢n.
Otra ma?ana, esta de agosto, Pompilio Angarita encontr¨® a su hija Sandia, de 16 a?os, suspendida de una rama de un ¨¢rbol de mango. La v¨ªspera, la adolescente discuti¨® con su madre por un amor prohibido con un muchacho de su propio clan.
Ese mismo fin de semana, Alfredo Ramos, de 45 a?os, bebi¨® cacha?a sin descanso hasta el domingo en la tarde, que regres¨® a casa. Discuti¨® con Gladys Beltr¨¢n, su esposa. ¡°Empez¨® a mirar el techo y a hablar solo¡±, dice ella. ¡°Luego fue al ba?o ¡ªuna caseta fuera de la casa¡ª y ah¨ª estuvo por un rato largo¡±. Flor, su ¨²nica hija mujer, se asom¨® por un huequito y lo vio con la boca abierta, morado, ahorcado con su cintur¨®n.
Arara es una poblaci¨®n de algo m¨¢s de 1.000 personas y 200 familias que habitan a orillas del r¨ªo Amazonas. Viven en casas r¨²sticas de madera sobre lomas atravesadas por ca?izales, rodeadas de una fronda verde interminable. En el coraz¨®n del caser¨ªo hay una cancha de microf¨²tbol en cemento y una iglesia donde celebran misas evang¨¦licas en las tardes.
Nunca hab¨ªa ocurrido una seguidilla as¨ª de muertes tr¨¢gicas, todas por ahorcamiento. Eso hizo que chamanes de Arara y Nazaret, un corregimiento contiguo, se reunieran para encontrar soluci¨®n a la tragedia. M¨¢s de una decena de sabedores, en una noche de noviembre de 2022, expulsaron con gu¨ªa de sus guardianes espirituales a los demonios del pueblo. En los ¨²ltimos 30 a?os, las autoridades de esa poblaci¨®n han contado, al menos, 30 suicidios.
En Colombia, los departamentos de Amazonas, Vaup¨¦s y Guain¨ªa comparten el ¨ªndice m¨¢s alto de suicidio. Son tambi¨¦n los de mayor poblaci¨®n ind¨ªgena. Mientras la tasa nacional es de 5 suicidios por cada 100.000 habitantes, en 2020 Amazonas casi quintuplic¨® esa cifra con una tasa de 23.6, seg¨²n datos de As¨ª Vamos en Salud, un proyecto que analiza datos oficiales de salud p¨²blica.
Las cifras podr¨ªan ser a¨²n m¨¢s alarmantes. Gerardo Antonio Ord¨®?ez, coordinador general de la EPS Ind¨ªgena Mallamas, empresa p¨²blica de salud con sede en Leticia, dice que el subregistro de suicidios ind¨ªgenas en el departamento de Amazonas ser¨ªa del 80%. El n¨²mero real parece imposible de determinar pero los testimonios de las comunidades confirman que esta es una epidemia dolorosa y desatendida.
Los expertos lo atribuyen, entre otras, a la destrucci¨®n del h¨¢bitat natural de las comunidades, incluidos sitios sagrados; al consumo de alcohol y nuevas drogas; y lo que algunos describen como desarraigo y aculturaci¨®n: una suerte de degradaci¨®n en las tradiciones y la identidad del ser ind¨ªgena.
¡°Los ind¨ªgenas se matan porque no tienen una vida digna¡±, dice Olga Milena Bola?os, ind¨ªgena Consejera de Medicina Tradicional y Salud Occidental de la Organizaci¨®n Nacional Ind¨ªgena de Colombia (ONIC). Hist¨®ricamente en estos territorios la oferta de servicios b¨¢sicos por parte del Estado, entre ellos salud, ha sido precaria, dice Bola?os. A esto se suma la ausencia de un modelo de atenci¨®n que reconozca los saberes medicinales tradicionales.
¡°Se matan por falta de alimentaci¨®n o educaci¨®n, porque no hay recursos. Otras veces es por violencia por parte de los grupos armados que reclutan a los j¨®venes. O porque hay mujeres abandonadas¡±, asegura Bola?os. ¡°Por eso prefieren no existir m¨¢s en el mundo¡±.
Tras el suicidio de Jhornay, la familia Angarita Bernal decidi¨® mudarse a otra casa dentro del mismo barrio. Iv¨¢n, su padre, escuchaba que alguien entraba, iba a la cocina y mov¨ªa los platos. ¡°Siento su presencia a¨²n¡±, dijo. Lo mismo le ocurr¨ªa a Flor con su padre, Alfredo, a quien ha visto alzar a su beb¨¦ desde la hamaca.
Arara se llamaba antes Charat¨¹, en lengua ind¨ªgena ¡°quebrada de los loros azules¡±. Con el crecimiento paulatino pas¨® a llamarse Arara, que traduce Guacamayas y es tambi¨¦n el nombre de uno de sus clanes. El otro es el clan Tigre. Uno con plumas, otro sin.
Hoy, despu¨¦s de su fundaci¨®n en 1966, sus habitantes prefieren llamarse mag¨¹ta porque tikuna es una designaci¨®n cori, de hombre blanco, para la ¡®gente pintada de negro¡¯. Lo recibieron porque en algunos rituales usan el zumo del fruto del huito, que deja la piel negra al secarse, como protecci¨®n. Arara, rodeado de un extenso y h¨²medo bosque tropical, est¨¢ muy lejos de casi todo: no hay se?al celular y est¨¢ a dos horas de Leticia en lancha, cuando la corriente es favorable.
El entierro de los esp¨ªritus junto al r¨ªo azul
Aquel noviembre de 2022, desde la noche y hasta la madrugada, doce curanderos de Arara y otras poblaciones vecinas visitaron barrio por barrio, casa por casa, familia tras familia, para espantar el mal. Las tres muertes seguidas de Jhornay, Sandia y Alfredo fueron, dicho por sus habitantes, producto de un desequilibrio espiritual.
Entre abuelos concluyeron que los suicidios eran provocados por un maleficio enviado a?os atr¨¢s por chamanes de la regi¨®n de Bel¨¦n de Solimoes en Brasil, cuna de algunos pobladores de Arara.
Iv¨¢n Angarita, el padre de Jhornay, cree que los curanderos tienen raz¨®n: recuerda que cuando ten¨ªa diez a?os vio llegar de Vendaval, Brasil, a Ma?arico. ¡°?l era cham¨¢n¡±, dice. ¡°Un d¨ªa domingo Ma?arico tom¨® veneno y al quinto d¨ªa muri¨®¡±. Fue el primero en Arara en suicidarse. Cuatro a?os despu¨¦s comenzaron los suicidios. Algunas familias perdieron a varios. ¡°Mi primo, el sobrino de mi primo, luego una sobrina m¨ªa, luego otro¡¡±, dice Iv¨¢n. Despu¨¦s ser¨ªa su propio hijo.
Por los caminos habitados del caser¨ªo, los chamanes conjuraron sus tabacos, pronunciaron sus rezos y dieron la regla de quietud; lo que tradicionalmente se conoce como ¡°dieta¡±. La instrucci¨®n era que los habitantes de Arara pod¨ªan ¨²nicamente ir a las chagras (o cultivos), pescar, moverse por comida pero nadie pod¨ªa salir del poblado. No m¨¢s baile, ni m¨²sica, ni f¨²tbol.
¡°Seis nos quedamos en la maloca y otros seis chamanes salieron a buscar chachakunas enviados por envidia¡±, recuerda, sentado bajo el techo de palma caran¨¢ de la maloca de Arara, el m¨¦dico ind¨ªgena Camilo Ramos Manuel, de 66 a?os, quien particip¨® en la curaci¨®n.
Chachakuna, en tikuna, significa demonio y es el esp¨ªritu que induce al suicidio. Los chamanes lo describen como un ni?o de mediana estatura que hipnotiza. ¡°Cuando aparece¡±, explica Ramos ¡ªconocido como el abuelo Camilo¡ª, ¡°el chachakuna lleva Baig¨®n (un insecticida), Decol (cloro), cuerdas, hachas y, cuando se incorpora en el cuerpo, se siente un mareo de cabeza¡±. Son seres que pueden habitar un insecto, un p¨¢jaro, cualquier criatura.
Los chachakunas denigran la autoestima, merman el apetito y, cuando se est¨¢ d¨¦bil, ¡°se montan en la corona de la cabeza y succionan energ¨ªa¡±, explica Abel Santos Angarita, ind¨ªgena tikuna de Arara, doctor en lenguas y profesor de la Universidad Nacional en Leticia, donde atiende la entrevista. ¡°Este esp¨ªritu maligno tiene el poder de cambiar la percepci¨®n, llevar a la tristeza, la rabia, el desespero. Causar dolores de cabeza, fiebre, v¨®mito e invitar a jugar o comer¡ a jugar es con una cuerda y a comer es a tomar veneno. Hasta que, jugando y comiendo, llevan a la muerte¡±, contin¨²a mientras le da una calada a un cigarrillo Pielroja.
En la cosmovisi¨®n tikuna toda la naturaleza tiene vida. ¡°Un granito de arena es un ser vivo. La piel es un ser vivo y, todo lo que tiene vida, tiene due?o, es decir: tiene un ser que lo habita¡±, contin¨²a Santos. Esos seres, due?os de la tierra, est¨¢n ah¨ª sin ser visibles. Solo los chamanes o y¨¹¨¹e (en tikuna) pueden convocar o disuadir esp¨ªritus y otorgarles una misi¨®n. Hay y¨¹¨¹es superiores que pueden convertirse en boas, tigres, ¨¢guilas y otros que saben hacer maldiciones espirituales con chachakunas. Su especialidad es, en palabras del profesor, mandar virotes, sustancias, l¨ªquidos espirituales.
Al terminar la dieta, dice Santos, los chamanes cogieron a estos seres desordenados y los enterraron debajo de las lomas de la selva de Arara. ¡°No los amarraron ni juguetearon f¨ªsicamente, pero s¨ª espiritualmente. All¨¢ est¨¢n, con tinajas grandes que guardan toneladas de agua¡±.
Desde entonces no ha vuelto a haber intentos de suicidio en Arara.
Seg¨²n el profesor, las desarmon¨ªas son producto de distintos atropellos al territorio. La miner¨ªa, la tala, la siembra de coca con fines il¨ªcitos y los pozos petroleros, entre otros, han destapado energ¨ªas que deben permanecer guardadas. ¡°Se est¨¢n tocando lugares sagrados¡±, advierte, lo que inevitablemente causa desequilibrios entre las comunidades y sus territorios.
Las principales causas de deforestaci¨®n en el territorio amaz¨®nico seg¨²n la WWF son la miner¨ªa y la explotaci¨®n de hidrocarburos; la agricultura y la ganader¨ªa; y la construcci¨®n de carreteras e hidroel¨¦ctricas. En Colombia, adem¨¢s, mucho del bioma amaz¨®nico es sustituido por cultivos il¨ªcitos. Los cultivos de coca para uso il¨ªcito en Colombia aumentaron de 143.000 en 2020 a 240.000 en 2022, un incremento sin precedentes, y seg¨²n el Observatorio de Conflictos Socioambientales de la Amazon¨ªa, el 70% de esa cifra fue en la regi¨®n amaz¨®nica.
La Amazonia colombiana concentra hace a?os entre el 60 y el 70% de deforestaci¨®n de todo el pa¨ªs. Estudios acad¨¦micos se?alan que la deforestaci¨®n en la Amazon¨ªa colombiana es la mayor despu¨¦s de Brasil, y que la mayor causa de deforestaci¨®n son la ganader¨ªa y la expansi¨®n de la frontera agr¨ªcola. Entre 1985 y 2020 hubo un aumento del 656% de miner¨ªa en la Amazon¨ªa colombiana, seg¨²n report¨® la Red Amaz¨®nica de Informaci¨®n Socioambiental Georreferenciada (Raisg). Y, seg¨²n el Instituto Amaz¨®nico de Investigaciones Cient¨ªficas (Sinchi), una entidad estatal, muchos de los t¨ªtulos se otorgaron en ¨¢reas de protecci¨®n especial, como los resguardos ind¨ªgenas.
Cacha?a, coca¨ªna y otros demonios
Hasta hace poco los suicidas inger¨ªan barbasco o malambo, planta nativa de las selvas tropicales de Sudam¨¦rica que sirve como insecticida natural. Hace cinco a?os, sin embargo, empezaron a reportarse casos de suicidio por ahorcamiento. Dentro o fuera de la casa, en el monte, la selva, los tambos o junto a la chagra se encuentra a los suicidas colgados.
Argelis Bautista, profesora del caser¨ªo, dice que su hija se ahorc¨®. ¡°Un inquilino escuch¨®. La puerta estaba cerrada. La abr¨ª, ella estaba colgando¡±. La adolescente se salv¨®. Estudiaba en el Colegio Mar¨ªa Auxiliadora, r¨ªo abajo, en Nazaret. Es un colegio cat¨®lico, como la mayor¨ªa en esta extensa regi¨®n, producto de la evangelizaci¨®n que empez¨® con misiones jesuitas en el siglo XIV y a¨²n persiste. Un psic¨®logo de la instituci¨®n le oy¨® mencionar que hab¨ªa le¨ªdo un cuaderno de su madre. ¡°Y no quiso volver a ver a su pap¨¢¡±, dice la profesora, ¡°porque supo que tuvo un hijo con mi propia prima¡±.
Martilio Ramos, reforestador de plantas maderables y frutales en el pueblo, cuenta en la maloca del caser¨ªo que cuando encuentran a alguien estrangulado, le aprietan la gl¨¢ndula en la garganta y hacen tres veces respiraci¨®n boca a boca para que no muera. Su padre sabe de primeros auxilios y se lo ense?¨®. Martilio mismo es un sobreviviente. Ten¨ªa problemas con el licor y lo mezclaba con coca¨ªna. ¡°Una noche cog¨ª un machete y yo iba a tumbar mi casa¡±, recuerda. Busc¨® a un cham¨¢n que le mand¨® una dieta a base de pescados con espinas, no perseguir mujeres y ba?arse con agua de Basauri, una planta purificadora.
¡°Como en todas las culturas¡± asegura Martilio, ¡°el trago fue lo ¨²nico que pudo desarmonizar el poder. En el pueblo mag¨¹ta es una bebida creada por una mujer para desequilibrar a un dios. Por eso se le llama la bebida de la perdici¨®n¡±.
Martilio explica que el licor detuvo el flujo sangu¨ªneo de su cuerpo y cuando el cerebro colaps¨®, su esp¨ªritu se desvaneci¨®. ¡°Ah¨ª es cuando entran otros seres y el m¨¢s peligroso es el chachakuna¡±. El cham¨¢n, dice, es el ¨²nico que puede retirarlo e invocar el propio esp¨ªritu.
En noviembre de 2020, dos a?os antes de que los abuelos hicieran su trabajo de armonizaci¨®n en Arara, Augusto, de 47 a?os, esposo de Policarpa Angarita Garc¨ªa, se suicid¨® por envenenamiento.
¡°Un d¨ªa mi pareja fue a ayudar a una se?ora con una antena. Desde las 10 de la ma?ana sali¨® y nada, hasta que vino un ni?o y me dijo que Augusto estaba muy borracho en una tienda¡±.
Pens¨® que si ella no lo hab¨ªa mandado, no ten¨ªa por qu¨¦ ir por ¨¦l. ¡°Cuando volvi¨® se me qued¨® mirando, se puso a pelear con mi nuera, no se quer¨ªa callar¡±, recuerda desde su casa de paredes de tabla donde cuelgan estampitas y s¨ªmbolos cat¨®licos. Augusto, cuenta, cogi¨® una botella de Gramoxone, un qu¨ªmico industrial para controlar la maleza, y comenz¨® a beberlo.
¡°Puede que la intoxicaci¨®n con licor sea el paso a un intento de suicidio no intencionado¡±, confirma ?rika de la Rosa, coordinadora de la dimensi¨®n de convivencia social de la Secretar¨ªa de Salud en Leticia. ¡°Al ingerir alcohol en exceso o con psicoactivos se envenenan, tambi¨¦n lo hacen con Barbasco o insecticidas comerciales. Ese, despu¨¦s del ahorcamiento, es el otro m¨¦todo recurrente¡±.
Uno de los ¨²nicos documentos oficiales que abordan el tema del suicidio en comunidades ind¨ªgenas es el de los Lineamientos para el cuidado de la salud mental y las armon¨ªas espirituales de los pueblos y comunidades ind¨ªgenas (2019). Fue desarrollado por el Ministerio de Salud y la Mesa Permanente de Concertaci¨®n. Ah¨ª, la violencia intrafamiliar se destaca como factor principal, seguido de ¡°las dificultades en el acceso a los servicios de salud que les brinden atenciones oportunas y con enfoque intercultural¡±.
Angustiada, Policarpa le prepar¨® agua azucarada a Augusto; ¨¦l vomit¨® y cag¨®. ¡°Pero el olor a veneno no se iba¡±. El curaca, autoridad pol¨ªtica de la comunidad, los mand¨® a Leticia. En el viaje ¨¦l alcanz¨® a contarle a Policarpa que no la hab¨ªa reconocido. ¡°Por eso s¨¦ que fue un chachakuna¡±, asegura. ¡°Pero si no hubiera estado borracho, no habr¨ªa hecho lo que hizo. Los suicidios se han calmado, pero no el alcoholismo¡±.
Augusto lleg¨® con vida a Leticia pero no sobrevivi¨®. La Alcald¨ªa de Leticia le entreg¨® a Plolicarpa el cuerpo de Augusto en un ata¨²d de cart¨®n. Una oficina de asistencia social del Gobierno le regal¨® uno de madera para que pudiera llevar el cuerpo de regreso a Arara.
La Secretar¨ªa de Salud Departamental del Amazonas identific¨® que en Arara, igual que en otras poblaciones, el consumo de licor y de sustancias ha estado relacionado de forma predominante en los casos de 2020 a 2023. Tambi¨¦n lo fue el consumo de coca¨ªna e incluso de pasta b¨¢sica de coca¨ªna (PBC) que va en aumento en los j¨®venes ind¨ªgenas de este territorio trifronterizo. Asimismo, la entidad se?ala la violencia intrafamiliar y, dentro de esta, destaca la violencia de g¨¦nero.
La coca¨ªna, un derivado de la hoja de coca, y otras drogas como el basuco o el ¨¦xtasis, est¨¢n cada vez m¨¢s disponibles en centros poblados de la Amazon¨ªa, como Leticia, Tabatinga y hasta Arara. Esta es una preocupaci¨®n para de la Rosa quien en su oficina de la Secretar¨ªa de Salud se pregunta c¨®mo trabajar en la reducci¨®n de consumo de sustancias en ind¨ªgenas cuando est¨¢n en medio de corredores de droga.
¡°Sabemos que en muchas comunidades hay pocas o nulas oportunidades de estudio, de trabajo, de ingreso econ¨®mico. Pasa un grupo ilegal que ofrece oficio como raspach¨ªn de coca y tan solo eso provoca deserci¨®n e incentiva el consumo¡±.
En su tesis sobre suicidio ind¨ªgena tikuna, Olga Luc¨ªa Corzo Vel¨¢squez confirma que en estas comunidades las labores asociadas con cultivo de coca son pagadas con cacha?a o psicoactivos, lo que refuerza el consumo como en la ¨¦poca de los caucheros en el Trapecio que, entre 1870 y 1920, recib¨ªan caucho y trago como salario.
?Un asunto de doctores o chamanes?
?Puede la medicina occidental, realmente, atender el suicidio en pueblos ind¨ªgenas cuando su concepci¨®n de la enfermedad mental y los m¨¦todos para tratarla son distintos a los aceptados por las comunidades? El consenso entre fuentes arroja una sola respuesta: no.
La palabra ?suicidio? no existe en lengua tikuna.
¡°La cosmovisi¨®n de la vida y la muerte en los ind¨ªgenas es distinta a la nuestra y eso es determinante para explicar la desconfianza en su acceso al sistema de salud p¨²blico¡±, dice ?rika de la Rosa de la Secretar¨ªa de Amazonas.
Para los mag¨¹ta, explica el profesor Santos, cuando alguien se suicida ahorcado o envenenado, no viaja a los mundos de arriba. No llega a ser luz. ¡°Aquellos que se suicidan se quedan debajo de la tierra, penando, y empiezan a da?ar a otros y a la naturaleza¡±. Estas entidades deben ser curadas por y¨¹¨¹e que, espiritualmente, realizan una cirug¨ªa de laringe a los ahorcados y otra cirug¨ªa a los envenenados que deambulan todav¨ªa con mareo. ¡°Si logran curarles, ascienden al mundo de los c¨®ndores y, si no, se quedan en este mundo y algunos los toman como esclavos para enfermar a otros e inducirlos al suicidio¡±.
Aunque existe hace a?os la intenci¨®n, tanto del Gobierno como de los ind¨ªgenas, de tejer un sistema de salud intercultural, esto no ha prosperado; los esfuerzos parecen estancados en la lentitud laber¨ªntica de las instituciones.
Uno de los mayores avances ha sido la creaci¨®n del Sistema de Salud Propio Intercultural (SISPI), mediante el Decreto 1953 de 2014, el cual reconoce que ¡°la sabidur¨ªa ancestral es fundamental para orientarlo en armon¨ªa con la madre tierra y seg¨²n la cosmovisi¨®n de cada pueblo¡±. El SISPI es una herramienta para que cada comunidad, explica el antrop¨®logo Pablo Mart¨ªnez, tenga su propio modelo de salud articulado con el sistema p¨²blico pero basado en sus propios conocimientos y tradiciones.
Dentro de ese esfuerzo de di¨¢logo entre el Ministerio de Salud y las organizaciones ind¨ªgenas priorizaron en 2019 la salud mental en la agenda de la Mesa Permanente de Concertaci¨®n (MPC). Surge entonces el documento de los Lineamientos (2019). Con eso, el Ministerio dijo que ten¨ªa claro qu¨¦ programas implementar para prevenir el suicidio, asegura la mayora Bola?os, de la ONIC. Sin embargo, es m¨¢s f¨¢cil decirlo que llevarlo a la pr¨¢ctica. Aunque en 2020 el CONPES 3992 asign¨® 8.000 millones de pesos a 16 entidades territoriales para promover la salud mental, mediante acciones de vigilancia y prevenci¨®n, los casos no han disminuido. ¡°Pas¨® el tiempo y nada se logr¨®¡±, advierte Bola?os.
Juan Alberto S¨¢nchez Patria, Coordinador de Salud y Medicina tradicional de la Organizaci¨®n Nacional de los Pueblos Ind¨ªgenas de la Amazonia Colombiana (OPIAC), explica que si bien con la Ley 100 se otorgaron facultades a los pueblos ind¨ªgenas y lograron atenci¨®n a trav¨¦s de sus instituciones y prestadores (IPSI - EPSI), as¨ª como sus administradores (ARSI), la presencia del Estado no se traduce en que lo ancestral se apoye en la capacidad del modelo institucional si no es con un ¨¢nimo colonial.
S¨¢nchez es uno de los l¨ªderes ind¨ªgenas que ha manifestado la urgencia de atender el tema de los suicidios. ¡°El Estado mira estad¨ªsticas pero el impacto es nulo y no hay una red de apoyo comunitario¡±, asegura. En eso est¨¢ de acuerdo Ord¨®?ez de Mallamas, para quien el problema del suicidio ¡°no se resuelve llevando tres blancos m¨¢s al territorio, eso es racismo estructural, sino revitalizando sistemas ancestrales¡±.
Lo que se busca con el SISPI, insiste S¨¢nchez, es que todo el pa¨ªs tenga farmacias con plantas curativas, escuelas de parteras, de sabios y sabias y centros de atenci¨®n en salud en boh¨ªos, donde est¨¦ el cham¨¢n, el brujo. Y que el Estado garantice los recursos a las estructuras ind¨ªgenas. Pero en la Amazon¨ªa est¨¢n lejos de ese objetivo.
Un auxiliar para 1.200 habitantes
En Arara conf¨ªan en que la dieta ordenada por los chamanes siga ahuyentando a los chachakunas. No pueden esperar nada m¨¢s, pues el ¨²nico centro de salud, construido hace m¨¢s de dos d¨¦cadas por los militares, solo a veces est¨¢ abierto y casi nunca abastecido. Es una casa derruida cuya puerta permanece con candado. Por el techo, comido por termitas, se cuela el agua.
¡°Hace tres a?os no ten¨ªa a nadie a cargo y ahora tiene a mi primo, Camargo Angarita¡±, dice Policarpa, ¡ªla mujer que viaj¨® con su esposo agonizante a Leticia ¡ª. Un solo auxiliar a cargo de m¨¢s de 1.000 habitantes. Si est¨¢ de viaje, nadie responde, ni por el centro, ni por nadie. ¡°Si uno tiene algo aqu¨ª en el pensar, en el cuerpo, en la familia, si tiene problemas¡¡± a?ade con desconsuelo, ¡°?a qui¨¦n va a acudir uno aqu¨ª si no hay ni un psic¨®logo?... Uno mismo como persona aguanta ese dolor que uno siente¡±.
No hace mucho tiempo, Ang¨¦lica, una habitante mayor de Arara, sali¨® del caser¨ªo hacia Leticia con fiebre y s¨ªntomas de dengue. Dos d¨ªas despu¨¦s, a las 3 de la ma?ana, las campanas de la iglesia anunciaron su muerte. No regres¨® sino su cuerpo en un ata¨²d que su familia llor¨® sobre una balsa en el R¨ªo Amazonas. A ella, igual que a otros enfermos, los tienen que remitir a otros centros poblados a dos o m¨¢s horas en lancha, para dolencias que podr¨ªan atender in situ. Ang¨¦lica, en todo caso, tuvo suerte. Otros enfermos no pueden trasladarse cuando el ¨²nico motor de la comunidad no funciona o no hay gasolina.
El ej¨¦rcito hace brigadas de vacunaci¨®n y llegan otros profesionales que, seg¨²n Policarpa, se van despu¨¦s de llenar formularios con datos sobre nutrici¨®n, vacunaci¨®n, desparasitaci¨®n, dimensiones de peso y estatura o perfiles epidemiol¨®gicos.
¡°A nosotros como amaz¨®nicos el tema de la atenci¨®n primaria en salud es lo que m¨¢s nos interesa¡±, dice S¨¢nchez, representante de Salud de la OPIAC. ¡°Antes de la Ley 100 ¡ªpropuesta en 1993 por el entonces Senador ?lvaro Uribe V¨¦lez¡ª lo ten¨ªamos con centros que funcionaban en el departamento y que desaparecieron¡±. Hab¨ªa m¨¦dicos, bacteri¨®logos y laboratorios con m¨ªnimas garant¨ªas para hacer unos ex¨¢menes. ¡°Ahora no, tienen que remitir absolutamente por todo a otras ciudades, un negocio porque cobran hasta el traslado¡±.
Aunque la Ley 100 incluye a los ind¨ªgenas en un nivel especial del r¨¦gimen subsidiado y les excluye de pagar para tener beneficios, el tr¨¢nsito del sistema ha sido mortal. No cuentan con infraestructura para atender a poblaci¨®n local y solo en dos de los seis departamentos de la regi¨®n Amaz¨®nica, Caquet¨¢ y Putumayo, hay un nivel de atenci¨®n que supera el segundo nivel ¡ªpediatr¨ªa, gineco-obstetricia, medicina interna y cirug¨ªa¡ª, asegura S¨¢nchez.
Hoy hay solo 5 Empresas Prestadoras de Salud Ind¨ªgena (EPSI) para la cobertura de 115 pueblos distribuidos en Colombia. 5 para las casi 2 millones de personas ind¨ªgenas que viven en resguardos en todo el territorio nacional, seg¨²n el DANE. Adem¨¢s, todos los pueblos cuentan con una instituci¨®n de salud propia menos la Amazon¨ªa debido a, seg¨²n el mayor S¨¢nchez, falta de consenso entre las 64 etnias del territorio.
Los intentos de suicidio siguen en aumento. La informaci¨®n no es p¨²blica aunque se mencion¨® en el Consejo Nacional de Salud Mental de 2022. En lo que va del 2023, seg¨²n de la Rosa, se han presentado 28 casos en el Amazonas. Los casos reales de suicidio ind¨ªgena seguir¨¢n siendo un rengl¨®n vac¨ªo en cualquier portal de estad¨ªstica nacional. Sus muertos no tienen qui¨¦n los cuente.
Producci¨®n general: Pedro Samper
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