Ni?as prostituidas y extranjeros voraces: la explotaci¨®n sexual en Medell¨ªn
Un recorrido por la noche de esta ciudad colombiana inundada de extranjeros, como el hombre de 36 a?os que fue descubierto en un hotel con dos menores de 12 y 13 a?os
Yenifer est¨¢ parada en una esquina del barrio San Diego, a 15 minutos caminando de la Alcald¨ªa de Medell¨ªn, con un grupo de cinco chicas. Todas tienen tatuajes, todas muestran mucha piel, todas parecen adolescentes: todas son menores prostituidas. Yenifer dice que se llama Yenifer, pero claramente es mentira. Tambi¨¦n dice que tiene 15 a?os, y eso s¨ª parece cierto. Tiene cuerpo de ni?a, cara de ni?a: es una ni?a. Y est¨¢ nerviosa. Una risita revela sus brackets azules. Lleva puesto un top y una minifalda morados que se combinan. No cubren su abdomen ni la mariposa tatuada en la cadera. Dice que lleg¨® a las nueve y se quedar¨¢ ¡°trabajando¡± hasta las cuatro de la ma?ana. Son las 21.30. Llueve. Le espera una noche larga.
Explica que empez¨® a trabajar hace dos meses, que lo hizo ¡°por problemas¡±, y agacha la cabeza. Detr¨¢s de ella, sus amigas casi parecen adolescentes como cualquier otra que simplemente juegan con sus celulares. Yenifer dice que no tiene jefe, que atiende a tres o cuatro clientes ¡ªped¨®filos¡ª cada noche, y que la mayor¨ªa son colombianos. Media hora cuesta 100.000 pesos (unos 26 d¨®lares), la tarifa vigente en San Diego. Cuando llega un extranjero, como ocurre ¡°a veces¡±, multiplica el precio por tres.
¨D?Y qu¨¦ pasa cuando les dice su edad?
¨DDepende de lo que busquen.
Las chicas est¨¢n rodeadas de camiones, talleres cerrados, calles mal alumbradas. No est¨¢n solas: son seis de las cerca de 50 mujeres prostituidas que se encuentran en el barrio. Una decena ronda los 20 a?os, otro par tiene entre 30 y 40, y una que parece tener m¨¢s de 50. Pero la inmensa mayor¨ªa, m¨¢s de 30 de ellas, lucen m¨¢s j¨®venes que Yenifer, todas v¨ªctimas de la explotaci¨®n sexual y el abuso de los clientes. Son delgadas, chiquitas, sus cuerpos no se han formado. El a?o pasado se reportaron m¨¢s de 320 v¨ªctimas en Medell¨ªn por la explotaci¨®n sexual de menores, seg¨²n la ONG Valientes Colombia. Aqu¨ª en San Diego, hay al menos 30 m¨¢s que se podr¨ªan agregar a esa lista.
Las acompa?an algunos vendedores de caf¨¦, habitantes de calle, pero no lo hace la Polic¨ªa. En una hora y media en el barrio, dando vueltas en un taxi, solo pasa una moto con dos uniformados. No piden c¨¦dulas, no hablan con nadie, no paran: no parecen interesados. Yenifer y sus amigas dicen que es lo normal: ¡°Pasa todas las noches. Solo nos miran y se van¡±.
Una hora y media m¨¢s tarde, a las 11, llega la hora pico en San Diego. Empiezan a llegar m¨¢s carros y, poco a poco, van desapareciendo las chicas. Parqueado, observ¨¢ndolo todo, el taxista hace una confesi¨®n: ¡°He venido aqu¨ª dos veces porque me lo pidieron clientes gringos. Ambas veces recogimos a ni?as, muy j¨®venes, de 11 o 12 a?os. Ambas veces los dej¨¦ en un AirBnb¡±.
El esc¨¢ndalo
Es un caso parecido que tiene a Medell¨ªn sumida en un esc¨¢ndalo desde hace m¨¢s de una semana. El pasado 28 de marzo, un ciudadano estadounidense de 36 a?os fue descubierto por la Polic¨ªa en un hotel del barrio El Poblado, junto a dos ni?as de 12 y 13 a?os. Seg¨²n la ley colombiana, el consentimiento sexual en menores de 16 a?os solo existe si la pareja no es tres a?os mayor. Pese a la diferencia de edad de m¨¢s de 20 a?os, Timothy Alan Livinston fue dejado en libertad poco despu¨¦s por las autoridades y regres¨® dos d¨ªas m¨¢s tarde a Florida. Un video publicado en redes muestra a las dos ni?as contando dinero mientras bajan en el ascensor. Este viernes, un juez colombiano expidi¨® una orden de captura contra Livingston. La Fiscal¨ªa ha pedido a la Polic¨ªa Nacional que solicite a Interpol la expedici¨®n de una orden de captura internacional.
El caso despert¨® ira en el pa¨ªs, y el alcalde, Fico Guti¨¦rrez, tuvo que actuar. El Sheriff, como se hace llamar, firm¨® este lunes dos decretos que proh¨ªben por seis meses la ¡°oferta sexual¡± en El Poblado, una zona muy tur¨ªstica ¨Den Colombia la prostituci¨®n no es ilegal ni est¨¢ penalizada¨D. En una rueda de prensa, Guti¨¦rrez dijo que el Parque Lleras, un lugar cerrado con rejas en que se concentran discotecas y restaurantes muy visitados por turistas, se ha convertido en un sitio en que se cometen delitos ligados a la trata de personas, el narcotr¨¢fico y la explotaci¨®n de menores de edad. Tambi¨¦n decret¨® que, desde este lunes, todos los bares del Parque Lleras tendr¨ªan que cerrar por el pr¨®ximo mes a la una de la ma?ana, y no a las cuatro, como previamente dictaba la ley.
Esa misma noche, antes de que ese decreto entre en vigor, Alexa G¨®mez est¨¢ parada en la calle diez, en El Poblado, a una cuadra del Parque Lleras. Usa un min¨²sculo vestido negro y est¨¢ acompa?ada de dos mujeres vestidas iguales. Tras menos de cinco minutos de conversaci¨®n, sin mucha dificultad, delata los detalles de su profesi¨®n: ¡°Yo manejo chicas, mi amor¡±.
La proxeneta
Alexa se sienta en la terraza de un bar en El Poblado. Llueve duro. Bajo la protecci¨®n de una sombrilla grande y amarilla, y con una cerveza en la mano, empieza a coger confianza. ¡°?T¨² sabes lo fuerte que es vender tu cuerpo? ?Lo horrible que es estar con hombres que no te interesan nada?¡±, dice. Alexa tiene el pelo liso y oscuro, ojos negros, la mirada penetrante, labios gruesos, el cuerpo delgado, la palabra Bill¨®n tatuada en la mano derecha. De golpe le da fr¨ªo y se cubre con una chaqueta roja que combina con sus zapatillas.
Alexa tiene una vida muy complicada. Dice que naci¨® en Manizales (Caldas) y se crio en Medell¨ªn, en Villa Hermosa, un barrio popular pero no precario, cerca al centro. ¡°Vengo del lado oscuro, de una familia humilde¡±, explica. Maneja un grupo de 40 prostitutas y se acuesta con clientes tres veces por semana. Para hacer eso, dice, necesita consumir drogas: el tusi ¨Dcoca¨ªna rosada¨D es la que m¨¢s la ayuda. ¡°Te pone feliz, y a todo el mundo le gusta una sonrisa¡±, asegura. Tambi¨¦n usa coca¨ªna, cuando est¨¢ muy cansada; sus d¨ªas no son f¨¢ciles: ¡°Yo soy sola. Toda la vida he estado sola. Mi mam¨¢ muri¨® cuando yo era muy chiquita. Tengo cuatro hermanos, pero no hablo con ellos, se dedican a cosas il¨ªcitas¡±.
¨DBueno, pero usted es proxeneta.
¨DS¨ª, pero no me gusta ese t¨¦rmino. Prefiero que me digan dealer.
¨D?Y c¨®mo funciona ser dealer?
¨DTe cuento.
Dice que el 90% de sus clientes son extranjeros a los que conoce en discotecas, principalmente en el Parque Lleras. Ella se les acerca y se presenta. ¡°Siempre trato de formar una amistad primero. Que no sean solamente negocios¡±, comenta. Cuando entran en confianza, les pregunta si est¨¢n buscando una chica; les ofrece a todas sus mujeres antes de ofrecerse a ella misma. ¡°Si seis de mis chicas est¨¢n con hombres, gano lo mismo que gano haci¨¦ndolo yo, pero sin tener que hacerlo¡±, aclara. Dice que gana unos 4.000 d¨®lares al mes cobrando 120 d¨®lares la hora: la prostituta se queda con 100 y Alexa con 20. Por ese precio pueden tener ¡°sexo oral y sexo normal. Todo tiene que ser con protecci¨®n¡±. Una vez que consigue a un cliente, este tiene que elegir a una chica, o m¨¢s.
¨D?Eso c¨®mo se hace?
¨DTe muestro.
Alexa saca su celular, abre WhatsApp y entra a un grupo que se llama ¡°Bichotas¡±; un homenaje a Karol G, la colombiana favorita de las colombianas. ¡°?Qui¨¦n est¨¢ disponible esta noche?¡±, pregunta en el grupo. Las chicas no tardan ni cinco segundos en contestar. Al menos seis responden ¡°Yo¡±. Alexa escribe ¡°Fotos¡±, y de golpe su tel¨¦fono se inunda de notificaciones. Las mujeres env¨ªan selfis, algunas muy expl¨ªcitas. De repente la din¨¢mica cambia. Ahora Alexa es la que hace las preguntas.
¨D?C¨®mo la quieres?
¨D?C¨®mo as¨ª?
¨DF¨ªsicamente, ?C¨®mo quieres que sea?
¨DNo s¨¦¡
¨D?C¨®mo que no sabes?
¨DNunca he hecho esto.
Alexa entra a una conversaci¨®n con una chica que se llama Mar¨ªa. Muestra varias fotos que Mar¨ªa le ha mandado. En una est¨¢ en un ba?o, otra en un billar, otra al lado de una piscina. ¡°Si fueras un cliente podr¨ªas estar con ella esta noche, pero primero tendr¨ªas que hacer un par de cosas¡±, dice como quien busca demostrar que act¨²a distinto a otros proxenetas.
Explica que, con ella, todos los clientes le tienen que dar su nombre completo y la direcci¨®n en la que se est¨¢n hospedando. Luego, tienen que pagar el dinero por adelantado y tambi¨¦n el transporte de la chica. Una vez que eso est¨¢ hecho, Alexa dice que la recoge y la deja en el lugar donde har¨¢ su trabajo. Al cabo de una hora la llama. Si ya han terminado, la pasa a buscar. Si no, puede ponerse de acuerdo con el cliente para extender el servicio.
Alexa define la suya como una forma ¡°m¨¢s virtual y m¨¢s segura¡± para los clientes y las trabajadoras. Justamente, las dem¨¢s formas virtuales han causado problemas ¨²ltimamente en Medell¨ªn. La cuna de Pablo Escobar y alguna vez una de las ciudades m¨¢s peligrosas del mundo, Medell¨ªn se ha convertido en los ¨²ltimos a?os en un lugar deseado por viajeros internacionales. Es conocida en Colombia por ser la ciudad de innovaci¨®n, de la belleza, de la fiesta, de la narcocultura. Eso ha tra¨ªdo consecuencias positivas y, por supuesto, tambi¨¦n negativas, como el turismo sexual y la explotaci¨®n sexual de menores.
En enero, la Embajada de Estados Unidos alert¨® a sus ciudadanos de no usar varias aplicaciones de citas como Tinder, Bumble y Grindr en Medell¨ªn, despu¨¦s de que ocho hombres norteamericanos perdieran la vida all¨ª en dos meses en diversas y extra?as circunstancias. No hab¨ªa evidencia de un v¨ªnculo entre los casos, pero s¨ª hab¨ªa un factor que se repet¨ªa: varios de ellos hab¨ªan salido en sus ¨²ltimas horas de vida con personas que conocieron a trav¨¦s de aplicaciones de citas. ¡°Numerosos ciudadanos estadounidenses han sido drogados, robados e incluso asesinados por sus citas colombianas¡±, se lee en la alerta. La violencia ha afectado a las colombianas tambi¨¦n: varias mujeres han sido asesinadas en el ¨²ltimo a?o en Medell¨ªn por hombres extranjeros. Alexa dice que sus chicas no se meten en nada de eso. Con ella, argumenta, todo funciona a la perfecci¨®n. Seg¨²n ella, sus chicas son buenas, mayores de edad, no roban y trabajan bien.
¨D?Y c¨®mo son sus clientes?
¨DBorrachos y t¨ªmidos. Vienen buscando cosas que no pueden conseguir en casa.
¨D?La mayor¨ªa est¨¢n divorciados?
¨DMi amor, la mayor¨ªa est¨¢n casados ¨Dcontesta y suelta una carcajada.
El cliente
A pocos metros de donde est¨¢ sentada Alexa, dentro del Parque Lleras, se encuentra Bob, uno de sus potenciales clientes. Bob tiene 78 a?os, la cara de gringo, la barba blanca, el pelo corto, la camiseta negra manchada. Es alto con la barriga hinchada, y es de Estados Unidos.
¨DNo hay otro lugar en el mundo como este¨D dice en ingl¨¦s.
¨D?Por qu¨¦ lo dice?
¨DPues mira a tu alrededor.
Hay piernas tatuadas por todos lados. Unas 200 mujeres se protegen de la lluvia bajo los toldos del Parque Lleras: un enorme prost¨ªbulo al aire libre. Visten camisetas transparentes, faldas cort¨ªsimas, fuman cigarrillos, inhalan tusi desde los tubos de su rimel. Entre la multitud de piel expuesta camina uno que otro extranjero. Entablan conversaciones con las chicas en un espa?ol muy pobre. ¡°Me gusta¡±, suelta uno mientras se?ala la cola de una de ellas. Otro tipo mira con sensualidad y le coge la mano a una mujer que le dice ¡°Mi amor¡±. Poco despu¨¦s desaparecen juntos. Y ac¨¢ disfrutando del show est¨¢ Bob, sentado con tres venezolanas que insisten que no son prostitutas, sino ¡°damas de compa?¨ªa¡±. Le tocan la pierna, tratan de convencerlo de que pase otra noche con ellas; la segunda en seis d¨ªas. Pero Bob no est¨¢ seguro de irse con ellas. Bob dice que le gusta la variedad.
Bob cuenta que lleva a?os viajando por el mundo. Pagar por sexo para nada le es ajeno, y dice que el Parque Lleras es un lugar especial: ¡°Aqu¨ª hay una libertad muy poco com¨²n. Puedes hacer lo que te d¨¦ la gana¡±. Es lunes, son las once de la noche. En dos horas la prostituci¨®n estar¨¢ prohibida en este lugar, pero a Bob no le preocupa eso, dice que ser¨¢ mejor para los turistas como ¨¦l. ¡°Habr¨¢ m¨¢s control sobre las chicas, menos chances de que te roben. Nosotros podremos seguir solicitando¡±, asegura. Mientras Bob cuenta todo esto, una venezolana de Valencia, llamada Yuliet, le acaricia la cara. Dice que tiene 24 a?os, y que lleva dos como ¡°dama de compa?¨ªa¡±.
¨D?Qu¨¦ hac¨ªa antes?
¨DPedir en la calle.
Durante dos horas Bob se sienta al lado de Yuliet y dos compa?eras suyas. Toman cervezas, fuman cigarrillos, se comunican por Google Translate. En la mesa de al lado ocurre una situaci¨®n similar. Una chica vestida de una camiseta de los Chicago Bulls acaricia la cabeza calva de un hombre blanco. El calvo se sienta con dos hombres mayores, de 60 para arriba, que no hablan espa?ol y tampoco con los medios. ¡°Por favor, estamos de vacaciones. No queremos preguntas. Solo queremos pasarla bien¡±, declaran.
A las 00.50, la Polic¨ªa ¨Daqu¨ª s¨ª hay polic¨ªa¨D se acerca y saca a todos. Entre sirenas se produce un ¨¦xodo masivo hacia la salida que lleva a la calle 10. Parece una peregrinaci¨®n religiosa, pero con valores muy distintos. Las chicas se apresuran a emparejarse con extranjeros; no pueden perder una noche de trabajo. Justo fuera de la salida, Yuliet sigue al lado de Bob, que no quiere irse con ella. El hombre apunta a otras dos chicas, dice ¡°Hotel¡± en ingl¨¦s y se van. Yuliet se quedar¨¢ sin trabajo esta noche.
La prohibici¨®n
Dos d¨ªas despu¨¦s, el sitio se ve muy diferente. Son las 23.30. La ¡°oferta sexual¡± ya est¨¢ prohibida en el Parque Lleras, que se ha llenado de enormes c¨¢rteles amarillos en contra de la medida. ¡°#SOS. No apoyamos la explotaci¨®n sexual infantil. No al decreto 0247 de 2024. 5.000 familias sin empleo¡±, se leen. Seg¨²n los empresarios, el decreto les costar¨¢ mucho dinero. Seg¨²n Alexa, muchos de ellos ¡°son puteros¡±.
Pese al decreto sigue habiendo muchas mujeres en el parque: unas 70, acompa?adas de una veintena de extranjeros. Intercambian n¨²meros de tel¨¦fono, toman cervezas en los bares, se cogen de la mano, se van caminando juntos. Vigilando la escena est¨¢n funcionarios de la Alcald¨ªa, que paran a los turistas para explicarles las nuevas medidas, adem¨¢s de muchos polic¨ªas. Los uniformados, sin embargo, no detienen a nadie: solo revisan las c¨¦dulas de las chicas a la entrada.
¨DDisculpe, oficial. ?La prostituci¨®n no est¨¢ prohibida ac¨¢ desde el lunes?
¨DS¨ª, pero no tenemos c¨®mo demostrar que se est¨¢n prostituyendo.
Nota del editor: el lunes 8 de abril se modific¨® el titular del reportaje para reflejar mejor su contenido.
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