Betty Garc¨¦s, soprano colombiana: ¡°Mi tarea es abrir el camino para las generaciones que vienen¡±
La bonaverense hizo parte de la inauguraci¨®n de la COP16 en Cali y volver¨¢ a presentarse el s¨¢bado 26 de octubre
A Betty Garc¨¦s Bedoya (Buenaventura, 41 a?os) la tristeza la transform¨®. En un peque?o cuarto de su casa en el puerto sobre el Pac¨ªfico, rodeada de libros y pinturas, una peque?a ni?a quiso gritar por una tragedia familiar, y termin¨® cantando. As¨ª, sin saberlo, encontr¨® en su voz la forma de tramitar el dolor. D¨¦cadas despu¨¦s, es una de las sopranos m¨¢s importantes de Am¨¦rica Latina y cantar¨¢ en la inauguraci¨®n del evento internacional m¨¢s importante de los ¨²ltimos a?os en el pa¨ªs: la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad en Cali. Antes de ese concierto, en una visita fugaz a su familia, conversa con EL PA?S sobre c¨®mo ha afrontado el racismo, la migraci¨®n y lo que sue?a para su regi¨®n.
Fue all¨ª, en la capital del Valle del Cauca, donde pas¨® su adolescencia y donde estudi¨® en el Conservatorio Antonio Mar¨ªa Valencia. Luego, atrapada en el encanto de la m¨²sica cl¨¢sica, gracias al apoyo de su mentor, busc¨® estudiar en la Escuela Superior de M¨²sica de Colonia, Alemania, su puerta de entrada a los grandes escenarios de la ¨®pera. No fue f¨¢cil, cuenta. Enfrent¨® los prejuicios contra los latinos, el racismo, la gordofobia. Pese a todo, el esp¨ªritu de su tierra natal, donde las oportunidades escasean pero la gente se la rebusca a diario, la impulsa para seguir. Tras 15 a?os en Alemania, ha cantado en prestigiosos escenarios de todo el mundo, desde Tailandia hasta Nueva York.
De tanto en tanto regresa a Colombia y visita a su madre en Cali, una ciudad donde la gente la reconoce en las calles. En medio de esta entrevista, una joven que la observaba de lejos se acerc¨®, la abrazo y rompi¨® en llanto. ¡°Gracias, gracias, maestra¡±, le dijo esa mujer, de un peque?o municipio del atribulado Cauca que, tom¨¢ndola como ejemplo, ahora estudia para ser cantante de ¨®pera. ¡°Es necesario sobrevivir a la violencia para contar nuestra historia, y es necesario contar nuestra historia para sobrevivir a la violencia¡±, contesta Garc¨¦s.
P. Sus primeros acercamientos a la m¨²sica fueron at¨ªpicos, surgieron de una tragedia, ?c¨®mo fue eso?
R. Hubo un periodo dif¨ªcil para mi familia. Mi padre, un hombre maravilloso, tuvo en un momento dificultades con el alcohol. Eso golpe¨® a mi madre, que sufri¨® much¨ªsimo y trat¨® de protegernos, callando lo que ocurr¨ªa. Yo tom¨¦ ese silencio no como protecci¨®n, sino como rechazo, lo que hizo que creciera con un coraz¨®n un poco lastimado. Me aisl¨¦ bastante, me cerr¨¦. Justo por esa ¨¦poca, en la que yo ten¨ªa 10 u 11 a?os, mi abuela enferm¨® y muri¨®. Fue muy dif¨ªcil, porque ella era la que me demostraba cari?o abiertamente. A trav¨¦s de ella experimentaba el amor. Sin ella, yo no ten¨ªa la posibilidad de hablar. Fue como perder mi hogar.
Para poder procesarlo me encerr¨¦ en el cuarto de San Alejo de la casa. Me constru¨ª un refugio con mis juguetes, y all¨ª pasaba la mayor parte del tiempo. En ese proceso, estando all¨ª sola, empec¨¦ a tratar de sacar las cosas que sent¨ªa que no pod¨ªa procesar. Un d¨ªa, desde mis entra?as empezaron a fluir melod¨ªas que me ayudaron a expresar ese dolor, esa tristeza, esas emociones tan fuertes con las que estaba lidiando y que no ten¨ªa la oportunidad de expresar con palabras. Esos fueron mis inicios con el canto.
P. ?C¨®mo hab¨ªa sido su infancia? ?C¨®mo era crecer en la Buenaventura de los 80?
R. Crec¨ª en El Trapiche, un barrio clase media. Mi padre, Jos¨¦ Garc¨¦s, era profesor de matem¨¢ticas y coordinador de una escuela. Mi madre era artista y artesana, hac¨ªa muchas cosas hermosas con sus manos y fue tambi¨¦n un gran ejemplo para m¨ª. La casa viv¨ªa llena de m¨²sica, de la salsa que amaba mi pap¨¢, pero tambi¨¦n llena de ruidos, de risas, de llantos, de gritos, porque ¨¦ramos una familia grande y particular. Crec¨ª en esa ¨¦poca en la que era posible que los ni?os salieran a jugar a la calle todo el d¨ªa, correr de arriba abajo, andar en la bicicleta. Todo el mundo sab¨ªa qui¨¦n era qui¨¦n, y las puertas de las casas estaban siempre abiertas.
P. Su pap¨¢ fue muy importante en su carrera¡
R. S¨ª. Mucho. A los 16 a?os, cuando volv¨ªa del Conservatorio en Cali, le dec¨ªa: ¡°Creo que yo quiero vivir de esto. Eso es lo que quiero hacer¡±, y me respond¨ªa: ¡°hijita yo entiendo, pero ?de qu¨¦ va a vivir? Los artistas en Colombia no son bien pagos¡±. Yo siempre le contestaba que no sab¨ªa c¨®mo iba a hacer, pero que no me imaginaba haciendo otra cosa. Era una necesidad de mi coraz¨®n. ?l lo entendi¨®, y me dijo: ¡°cuenta conmigo, yo voy a estar all¨ª siempre¡±.
P. En Colombia no es mucha la gente que se dedica a la ¨®pera ni que prefiera ese g¨¦nero ?C¨®mo termin¨® usted en ese ¨¢mbito?
R. Yo llegu¨¦ al conservatorio sin saber qu¨¦ era el canto l¨ªrico y sin saber qu¨¦ iba a cantar. Solo hab¨ªa estado en talleres de canto popular. Le¨ª ¡°canto¡± y solo pens¨¦, ¡°qu¨¦ bonito, vamos a cantar baladas y m¨²sica colombiana¡±, pero no. Todo fue una sorpresa. Luego, me enganch¨¦ de una cantante norteamericana, Jessye Norman. La escuch¨¦ en un casete de una profesora que, como yo no conoc¨ªa el g¨¦nero, me llevaba a su casa y me mostraba. Entre ellas estaba una grabaci¨®n de Norman cantando Wesendonck Lieder, canciones alemanas de Richard Wagner. Las escuch¨¦ y se me reconfigur¨® todo, pese a que no entend¨ªa absolutamente nada de lo que estaba cantando ni sab¨ªa que Norman era afroamericana.
P. ?C¨®mo fue el cambio al vivir en Alemania?
R. Llegu¨¦ en 2009, cuando ten¨ªa 26 a?os. Lo logr¨¦ despu¨¦s de esperar un per¨ªodo, porque me fui con una beca armada entre empresas de Cali, colegas y amigos. Fue una aventura precios¨ªsima ideada por mi profesor Francisco Vergara. ?l fue el culpable de que pudiera irme para Colonia, de que pudiera comenzar a so?ar m¨¢s grande. A los seis meses ya estaba hablando alem¨¢n, con errores gramaticales pero lo hablaba. Hubo muchos momentos y cambios dif¨ªciles y en soledad, y hasta el d¨ªa de hoy algunas cosas me pegan muy duro. Adem¨¢s, en toda la escuela solo hab¨ªa dos personas afro, mi profesora de canto y yo. No pens¨¦ que esto fuera a ser como tan relevante, pero lo fue, se notaba las miradas y los comentarios.
P. ?Vivi¨® actos de racismo?
R. S¨ª, de manera indirecta y directa. Por ejemplo, a la hora de repartir los roles, mi voz pod¨ªa funcionar para muchas cosas. Pero era negra, pero tambi¨¦n por venir de donde ven¨ªa, por ser latina y ser mujer de talla grande, entonces no era posible que cantara ciertos g¨¦neros, a pesar de que estaba en mi derecho como estudiante de m¨¢ster de ¨®pera. Eso sigue siendo una lucha, a pesar de que hoy en d¨ªa hay directores esc¨¦nicos que est¨¢n m¨¢s abiertos a conceptos diferentes, menos cl¨¢sicos o tradicionales. Pero fue una l¨¢stima que no hubiese tenido las oportunidades que merec¨ªa, como estudiante y en la primera ¨¦poca de mi vida profesional.
M¨¢s adelante pas¨¦ por Berl¨ªn y mi primera experiencia all¨ª fue un poco traum¨¢tica con el racismo. Me sub¨ª a un bus y me sent¨¦ junto a alguien, y esa persona inmediatamente se par¨® y se sent¨® en otro lugar. Fueron experiencias odiosas que no vale la pena resaltar.
P. Del otro lado, ?la ha sorprendido la acogida en alg¨²n lugar?
R. Recuerdo mucho unos conciertos que tuvimos en Bangkok, en Tailandia, con la filarm¨®nica de all¨¢. Fue bastante especial porque tuve la oportunidad de cantar canciones latinoamericanas. Hay un par de fotos que me muestran afuera, despu¨¦s del concierto, dando aut¨®grafos. El teatro entero se qued¨® recibi¨¦ndolos, todos quer¨ªan tomarse fotos.
P. ?Hay alg¨²n otro concierto que le gener¨® un afecto particular?
R. S¨ª, uno que di en la catedral de Buenaventura. Ese d¨ªa todo el mundo fue a la misa, a coger puesto para el concierto. Fue superlindo ver la iglesia llena, con unas mil personas donde caben 400. Yo ten¨ªa la preocupaci¨®n de que iba a cantar un repertorio cl¨¢sico del mundo, en italiano, en franc¨¦s, en alem¨¢n ?y qu¨¦ pasaba si la gente no entend¨ªa? Pero eso no import¨®, la gente estaba contenta y atenta a ver qu¨¦ era lo que yo me hab¨ªa ido tan lejos a aprender. La m¨²sica traspas¨® las barreras del idioma, cerramos con Mi Buenaventura, y toda la iglesia se par¨®. Cantaron juntos, incluso los que se hab¨ªan quedado afuera. Fue inolvidable.
P. Quiz¨¢ esa euforia tiene que ver con que las historias de logros de ese tipo no son muy comunes en el puerto. ?Qu¨¦ ense?anzas le ha dejado ese ¨¦xito?
R. He sentido mi historia como la que va por el mundo abriendo un camino que no existe, con el machete en la mano abriendo para poder pasar. Mi tarea es abrir el camino para las generaciones que vienen y regresar como observadora, a ver d¨®nde encuentro esos diamanticos para contarles de esta historia. Que sepan que as¨ª como ellos son, yo era, y que ellos tambi¨¦n tienen la oportunidad de hacer algo mucho m¨¢s grande de lo que el entorno les est¨¢ ofreciendo. Romper cadenas de opresi¨®n, de esclavitud y de escasez con el simple hecho de llevar un poco de luz para que ellos mismos vean lo grandes que son.
P. ?Ha pensado en volver a vivir en su tierra?
R. S¨ª, pero no todav¨ªa. Por ahora, tengo muchos proyectos para el Pac¨ªfico colombiano. Deseo de que se pueda conectar con el mundo, que se puedan generar intercambios culturales y musicales con el prop¨®sito de que se conozca en profundidad cada una de nuestras culturas.
P. ?A qu¨¦ le suena Buenaventura? ?A qu¨¦ le suena el Pac¨ªfico?
R. El Pac¨ªfico me suena a casa, casi que ni lo puedo expresar con palabras. Es un estado de calma, de ¡°todo est¨¢ bien¡±, de ¡°es aqu¨ª donde pertenezco y donde quiero estar¡±.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.