La d¨¦cada sombr¨ªa
La gran lecci¨®n de los ¨²ltimos 10 a?os es que, tanto en la arena internacional como en la nacional, la falta de pantalones se paga caro
Algo pas¨® en 2015. Nada volvi¨® a ser igual. En el mundo, alrededor de ese a?o hubo varios eventos clave. China dej¨® atr¨¢s los crecimientos espectaculares de su econom¨ªa, mayores al 10% al a?o, que animaban el crecimiento en las llamadas econom¨ªas emergentes. El milagro exportador chino llev¨® su producci¨®n manufacturera del 5 al 35% del producto mundial entre 1995 y 2015. Posterior a 2015 ese porcentaje se estabiliz¨®.
En geopol¨ªtica, a mediados de la d¨¦cada pasada Barack Obama y Angela Merkel reaccionaron pasivamente frente a la invasi¨®n de Vlad¨ªmir Putin a Crimea y su posterior anexi¨®n a Rusia; lo mismo hicieron frente a la militarizaci¨®n del Mar del Sur de China por Xi Jinping y al uso de armas qu¨ªmicas en Siria. El analista Gideon Rachman atribuye la guerra actual en Ucrania, las tensiones sobre Taiw¨¢n y el deterioro de la situaci¨®n en Oriente Pr¨®ximo a esa actitud acomodaticia de EE UU y Alemania.
En Europa, el triunfo del Brexit en 2016, permitido y promovido por los juguetones j¨®venes conservadores David Cameron y Boris Johnson revel¨® ser un pastel envenenado. Por su parte, en 2016, Donald Trump reinstaur¨® la Guerra Fr¨ªa, esta vez con China, basada en el comercio, la tecnolog¨ªa y los microchips.
Por esos a?os, Estados Unidos revolucion¨® los mercados energ¨¦ticos con la producci¨®n masiva de petr¨®leo y gas con base en fracking, que m¨¢s que duplic¨® su producci¨®n de hidrocarburos, mejor¨® su capacidad competitiva y desplom¨® el precio internacional del crudo, de 100 d¨®lares por barril a menos de 30. Los pa¨ªses productores de petr¨®leo se vieron forzados a un fuerte apret¨®n del cintur¨®n, y las empresas del sector pasaron de inversiones fara¨®nicas a la austeridad, la eficiencia y el foco en lo que produce valor.
La agenda de cambio clim¨¢tico se extendi¨® de los activistas callejeros a las juntas directivas, de la mano del partido dem¨®crata americano, los dirigentes de Bruselas y el cambio de enfoque de big money hacia una agresiva agenda de ambiente, social y gobernanza (ESG, por su sigla en ingl¨¦s).
Las redes sociales como Snapchat, TikTok, Facebook, Instagram y Twitter (ahora X), reemplazaron a los medios tradicionales tanto para entretener a los ni?os y adolescentes como para informar a los mayores, y trajeron una insospechada creatividad y falsedad en las noticias. Desinformar se volvi¨® tan importante como informar.
Ese fue solo el comienzo de la d¨¦cada sombr¨ªa. En Colombia, en 2016 se firm¨® la tan esperada paz con las FARC, que prob¨® ser m¨¢s una lista de buenas intenciones, tan excesivamente cara y complicada, que le ha quedado grande a dos gobiernos y parece que le va a quedar grande al pa¨ªs. Los otrora perpetradores de cr¨ªmenes innombrables llevan seis a?os en el congreso; la justicia ad hoc se ha llenado de folios, prensa y ruido, pero ha dado pocas nueces. El tiempo pasa y nada pasa.
En 2018 y 2019 la econom¨ªa empez¨® a salir de la recesi¨®n causada por el colapso de los precios del petr¨®leo, pero en marzo de 2020 lleg¨® una pandemia de otra ¨¦poca, de otro siglo, casi de novela, como la peste del olvido de Cien a?os de soledad o la epidemia del Ensayo sobre la ceguera. Un mundo de espanto, dist¨®pico e impensable se nos vino encima.
La alcaldesa dijo que no se pod¨ªa ir al supermercado y los ni?os no pod¨ªan ir a los parques; las calles estaban vac¨ªas, las empresas paradas, la gente se comunicaba a gritos de edificio a edificio; eso suced¨ªa no en un pa¨ªs sino en el mundo entero. Perdimos las caras detr¨¢s de los tapabocas. Las unidades de cuidados intensivos se llenaban de gente y, tristemente, muchos de ellos no sal¨ªan con vida. No hab¨ªa sal ni papel higi¨¦nico. Las vacunas eran m¨¢s buscadas que el oro, y la paranoia se extendi¨®.
Sin embargo, ese no iba a ser el punto m¨¢s bajo de esta d¨¦cada 2015-2025. Chile lo hab¨ªa anunciado en 2019, antes de la pandemia: est¨¢bamos por descubrir la tremenda capacidad de organizaci¨®n que ten¨ªan las fuerzas del caos. J¨®venes encapuchados, aparentemente espont¨¢neos, recortaron las calles y carreteras con palos y piedras, quemaron, destruyeron, asolaron y robaron. Muchos pol¨ªticos y comentaristas justificaron ese vandalismo y lo abanderaron.
El llamado estallido social se vio espont¨¢neo, pero con el paso del tiempo se revel¨® bien financiado y oscuramente motivado. El desorden se sum¨® a la pandemia para crear una sensaci¨®n de vulnerabilidad y pesadumbre. Si un pu?ado de gente puede impedir que llegue a su destino la papa, las legumbres, los huevos, la leche y hasta las ambulancias, queda al descubierto lo vulnerable y fr¨¢gil que son la econom¨ªa y la sociedad. Faltaron pantalones del lado del Gobierno y sucedi¨® lo que sucede cuando a alguien le bajan los pantalones.
As¨ª est¨¢bamos a principios de 2022, dudosos de si pod¨ªamos volver a caminar por las aceras y circular por calles y carreteras, volver al supermercado y viajar por avi¨®n, cuando una invasi¨®n a Ucrania produjo de nuevo una guerra caliente en suelo europeo. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial hubo la Guerra de los Balcanes (1991-2001), Kosovo (1998-1999) y Chechenia (1994-1996 y 1999-2009). Pero ninguno de esos conflictos tuvo las consecuencias geopol¨ªticas y econ¨®micas de la guerra de Ucrania.
Otra guerra avanz¨®, pero en suelo norteamericano. La guerra cultural DEI, que quiere decir Diversidad, Equidad e Inclusi¨®n, arm¨® con esos tres conceptos una nueva inquisici¨®n intelectual. No se debe desconocer el alcance de esa sigla. Al punto que la frase emblem¨¢tica del reciente triunfo de Donald Trump fue: They care about they-them, he cares about you. Eso puso de presente la imposici¨®n cultural de los dem¨®cratas-progresistas, que obliga a cada persona a declarar al lado de su firma si se considera un ¨¦l, ella, elle, ellos, o lo que sea. El gerente de la campa?a de Kamala Harris dijo, luego de la derrota: ¡°llamamos raros (weird) a los republicanos, pero somos el partido que oblig¨® a la gente a poner pronombres en sus emails¡±. Algo similar sucedi¨® con el eslogan de quitar los fondos a la polic¨ªa. Fueron actitudes pol¨ªticamente costosas que motivaron el movimiento pendular hacia la derecha.
Volvamos al covid, pues tuvo otras consecuencias: la inflaci¨®n de dos d¨ªgitos, los abultados d¨¦ficits fiscales y deuda p¨²blica y las altas tasas de inter¨¦s. Es lo t¨ªpico cuando los pa¨ªses se embarcan en fases keynesianas de gasto p¨²blico e impresi¨®n de dinero. En Colombia la inflaci¨®n y los problemas fiscales se agravaron por una reca¨ªda del crecimiento, ante la incertidumbre que enfrentan los empresarios y los padres de familia.
Esta seguidilla de eventos complejos tuvo en nuestro medio un reto adicional con la llegada al Gobierno en 2022 de un grupo de personas quiere cambiarlo todo a cualquier precio. Inclusive a costa de destruir instituciones que funcionaban bastante bien, e imponer inmensos costos sobre la vida cotidiana de la gente. La construcci¨®n de vivienda, la educaci¨®n superior, la electricidad, la salud, las pensiones, la infraestructura, el gas, el petr¨®leo, la seguridad en las calles, los derechos de propiedad en los campos, el control territorial del estado en la mitad del pa¨ªs, la estabilidad fiscal, todo ha sido puesto en tela de juicio.
El Gobierno de Gustavo Petro no cree en nada del pasado, y tiene una receta bastante oscura para el futuro. Al final de esta d¨¦cada sombr¨ªa, Colombia se encontrar¨¢ con un pa¨ªs que habr¨¢ pr¨¢cticamente que reconstruir.
Una gran lecci¨®n de la d¨¦cada sombr¨ªa 2015-2025, es que tanto en la arena internacional como en la nacional, en la geopol¨ªtica mundial como en la seguridad nacional, la falta de pantalones se paga caro. Guerras fr¨ªas y calientes se derivan de ella. Acomodarse y hacer concesiones a criminales que tienen p¨¦simas intenciones nunca es una buena receta para el futuro. Ojal¨¢ la hayan aprendido los candidatos presidenciales que se preparan a iniciar campa?a, de manera que, ojal¨¢, 2025 sea el ¨²ltimo a?o de esta d¨¦cada sombr¨ªa.
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