Las heridas que no terminan de cicatrizar para las v¨ªctimas de los ¡®falsos positivos¡¯ en el Casanare
Un documental retrata su desencanto, frustraci¨®n y reparos frente a la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz. Afirman que la verdad que piden les sigue siendo esquiva
Ni parques, ni monumentos, ni devoluci¨®n de medallas. En el Casanare, las familias de las v¨ªctimas de los llamados ¡®falsos positivos¡¯ ¡ªasesinatos de civiles que fueron presentados por militares como bajas en combate¡ª quieren conocer los detalles: saber qu¨¦ pas¨® entre el momento en que capturaron a sus familiares y los fusilaron, c¨®mo los ficharon, si los amarraron, si los torturaron, por qu¨¦.
¡°Por doloroso que sea, las familias necesitan esos detalles para terminar de construir la historia¡±, asegura Margarita Arteaga, hermana de una de las v¨ªctimas. Su voz es una de las m¨¢s potentes del documental Justicia transicional: siembras de impunidad, que recoge lo que se vivi¨® en las audiencias de reconocimiento de verdad que lider¨® la Jurisdicci¨®n Especial para la Paz (JEP) el 18, 19 y 20 de septiembre en Yopal, la capital del departamento.
En las im¨¢genes aparecen, de un lado, las familias de las 303 v¨ªctimas de ¡°falsos positivos¡± identificadas en el departamento ganadero del oriente del pa¨ªs. Tienen diez minutos para hablar. Del otro, en silencio, los 23 exmilitares que la JEP considera como los m¨¢ximos responsables de estos cr¨ªmenes. Cabizbajos, los generales, sargentos, cabos y soldados que se han declarado culpables del asesinato de los civiles que deb¨ªan defender.
Para los afectados, que ellos hayan admitido su culpabilidad ¡ªla mayor¨ªa de veces leyendo un papel escrito por otros, que varias v¨ªctimas consideran que recitan como una tarea aprendida¡ª no es reparaci¨®n suficiente. Tampoco se acerca a la verdad plena que les ha prometido la justicia transicional surgida tras el acuerdo de paz con las extintas FARC.
Cuando las v¨ªctimas decidieron hacer parte de este proceso, sab¨ªan que los culpables que admitieran su responsabilidad no ir¨ªan a la c¨¢rcel. Aceptaron renunciar al castigo a cambio de saber la verdad, incluso cuando la justicia ordinaria estaba a punto de condenar a los oficiales de mayor rango a penas entre los 40 y los 50 a?os de prisi¨®n. Sin embargo, sienten que esas respuestas no han llegado.
El magistrado ?scar Parra, relator del subcaso Casanare del Caso03 ¡ªque investiga los hechos m¨¢s graves de esos asesinatos¡ª, asegura que no todas las v¨ªctimas est¨¢n inconformes, y que el mayor logro de la JEP ha sido dar cuenta de la sistematicidad de los hechos, unir las historias y romper con ¡°el negacionismo que exist¨ªa al considerar eran hechos asociados a manzanas podridas¡±. En un documento compartido con este diario, destaca que se ha ¡°identificado un aparato criminal complejo al interior de la Brigada XVI, con involucramiento de miembros del DAS [la extinta polic¨ªa secreta] y civiles¡±.
Jos¨¦ Hilario L¨®pez, un abogado que representa a varias familias y hace parte de dhColombia, la organizaci¨®n no gubernamental que produjo el documental, propone otra tesis jur¨ªdica: los ¡°falsos positivos¡± no deber¨ªan hacer parte de la justicia transicional, ya que no se dieron en el marco del conflicto armado. ¡°No fueron actos de guerra¡±, argumenta, sino hechos que evidencian su corrupci¨®n y degradaci¨®n.
En la d¨¦cada del 2000, marcada por la lucha f¨¦rrea contra las guerrillas, la presi¨®n de los altos mandos y los incentivos por lograr muertes, militares por todo el pa¨ªs secuestraron a j¨®venes vulnerables para luego asesinarlos y presentarlos como guerrilleros muertos en combate. La JEP ha establecido que eso ocurri¨® cuando menos 6.402 veces, m¨¢s del doble de todos los asesinatos y desapariciones cometidos por la dictadura de Augusto Pinochet en Chile. Distintas organizaciones apuntan que los falsos positivos fueron muchos m¨¢s. En Casanare, v¨ªctimas y defensores se?alan un subregistro de cerca de 150 casos, sobre los que los acogidos a la justicia transicional no han entregado informaci¨®n. El magistrado Parra destaca que en 2024 se han entregado cuatro cuerpos.
Para las v¨ªctimas, los testimonios son et¨¦reos, ambiguos. Los exmilitares han respondido que no recuerdan lo que sucedi¨®, que el responsable no est¨¢ all¨ª, que no sab¨ªan qu¨¦ les pasaba en ese momento. Muchas veces, se contradicen entre ellos. Cuando les preguntan por las quemaduras en los cuerpos, dicen que fue el sol. ¡°Muchas quemaduras eran terribles, en las yemas de los dedos; cortaron cabezas¡±, cuenta Arteaga. Sobre las marcas de golpes, argumentan que se deben a que los cuerpos se sacud¨ªan cuando los met¨ªan a los furgones, rumbo a los cementerios. ¡°Las v¨ªctimas saben que eso no es verdad¡±, responde la entrevistada. Por eso, sostienen la teor¨ªa de que los exmilitares hicieron ¡°un pacto de silencio¡±.
Aunque esta pr¨¢ctica se extendi¨® por todo el pa¨ªs, Arteaga comenta que los acusados han asegurado que ¡°en Casanare se sofistic¨®. Se dieron cuenta d¨®nde estaban cometiendo los errores¡±. No seleccionaban las v¨ªctimas al azar: hab¨ªa un patr¨®n de crueldad contra los diferentes. Eleg¨ªan a los habitantes de calle, a j¨®venes de la periferia, a personas con discapacidad, a campesinos. ¡°Era un genocidio social¡±, a?ade. ¡°Las v¨ªctimas fueron fichadas porque decidieron habitar el planeta de otra forma¡±. Y su hermano, Kemel Mauricio Arteaga, reun¨ªa varias de esas caracter¨ªsticas: era artesano, hippie y punketo.
En la madrugada del 28 de marzo del 2007 fue raptado junto con un amigo mientras tomaba cerveza en una tienda del municipio de Tauramena. Lo llevaron hasta las afueras de Yopal y le dieron un primer disparo. Kemel cay¨® vivo. Un cabo lo remat¨® con un tiro de gracia. Ese d¨ªa llevaba una camiseta de Bob Marley que le cambiaron por una chaqueta de marca para presentarlo como un extorsionista. En un bolsillo le pusieron un rev¨®lver; en el otro, una granada.
¡°?Ustedes qu¨¦ recibieron?¡±, les pregunt¨® Margarita a los asesinos apenas los tuvo al frente. ¡°Uno me dec¨ªa: es que nos dieron 15 d¨ªas de permiso (...). Un premio bueno era el viaje al Caribe, o un curso en el exterior. Pero lo que no me han respondido bien era por qu¨¦ mataron as¨ª, ?de verdad por un viaje?, ?de verdad por una caja de arroz chino? Yo todav¨ªa no concibo tal capacidad de maldad¡±.
Durante la ¨²ltima audiencia los ¨¢nimos se encendieron. Los familiares cuentan que se enteraron por medios de comunicaci¨®n que el general en retiro Henry Torres Escalante, responsable de 191 v¨ªctimas, estaba sembrando ¨¢rboles como acto de compensaci¨®n a cientos de kil¨®metros de Casanare, en el Sumapaz. Aunque reconocen a la naturaleza como agente de derechos, no creen que una siembra sea proporcional a las profundas heridas causadas. ¡°Hay da?os que no se reparan con nada¡±, dice Margarita, pero han llegado a un consenso: el ¨²nico acto reparador posible es crear una universidad p¨²blica en la regi¨®n.
Desde que fue publicado el documental, el magistrado Parra se ha mantenido en conversaciones con las v¨ªctimas, sobre todo para aclarar que la siembra de ¨¢rboles no era una sanci¨®n, sino un proyecto exploratorio. Se?ala que el 13 de diciembre la JEP le orden¨® a la Gobernaci¨®n de Casanare la creaci¨®n de una mesa de articulaci¨®n restaurativa en la que, junto a la Alcald¨ªa de Yopal y a las v¨ªctimas, se establezca cu¨¢l ser¨ªa el mejor proyecto restaurativo.
¡°Es que no acabaron con una sola persona¡±, comenta Arteaga. Las familias quedaron rotas: padres de v¨ªctimas, que llevaban d¨¦cadas de matrimonio, decidieron separarse; muchas madres enfermaron, una y otra vez. Otros miembros del n¨²cleo cayeron en ¡°silencios muy profundos¡±. Hijos crecieron sin su padre, o tuvieron que negarlo ante sus compa?eros de colegio, que lo se?alaban de guerrillero. Lucy Yadira Ochoa cuenta en el documental: ¡°Mi abuela muri¨® creyendo que su hijo era un informante¡±. En muchos casos, no se trata solo de la verdad, sino de limpiar un nombre.
El barbudo
¡°Yo me voy a andar el polvo de los caminos¡±, les dijo Kemel Mauricio a sus padres antes de irse a recorrer Colombia, con su mochila y sus artesan¨ªas. Era un andariego. ¡°Pero siempre volv¨ªa a casa¡±, cuenta Margarita. El d¨ªa previo a su asesinato habl¨® con su mam¨¢ por tel¨¦fono. Su familia, que viv¨ªa en Manizales, sigui¨® aquella ¨²ltima coordenada: la llamada desde Yopal. Reparti¨® folletos con su foto y, durante cuatro a?os, tapiz¨® los postes del departamento con letreros con la palabra ¡®Desaparecido¡¯. Hasta que los contact¨® un grupo de abogados: ¡°?Ustedes son los familiares del barbudo?¡± Volvieron a ver su foto, pero en el juzgado penal militar del Batall¨®n No 44 Ram¨®n Nonato P¨¦rez, donde figuraba como extorsionista. Entonces lo dieron por muerto.
Aparec¨ªa enterrado como NN, en Man¨ª, otro municipio de Casanare. Las diligencias judiciales para recuperar su cuerpo tomaron otros cuatro a?os. En la primera exhumaci¨®n, ¡°las mam¨¢s se tiraron al suelo a rascar la tierra¡±. No hab¨ªa nada. Finalmente, la esposa del sepulturero hizo memoria: ¡°Esos muchachos est¨¢n por aqu¨ª¡±. Anochec¨ªa. Margarita cuenta que en esa ¨²ltima excavaci¨®n, cuando su mam¨¢ ¡°vio el cr¨¢neo y vio los dientes, ella dijo: ¡®Esos son los dientes de mi hijo. Ese es mi hijo. Ah¨ª est¨¢¡±. Los cotejos de ADN habr¨ªan de demostrar que estaba en lo cierto, en un 99,9%.