Breves apuntes sobre la decencia, el dolor ajeno, las redes sociales y los nuevos congresistas
Con un show barato y fr¨ªvolo, en el que desmont¨® un homenaje a las v¨ªctimas de ¡®falsos positivos¡¯, Miguel Polo Polo demostr¨®, por si alguien lo dudara, que siempre se puede caer m¨¢s bajo
En un pa¨ªs cuya clase pol¨ªtica nos da todos los d¨ªas motivos para la verg¨¹enza, en un Congreso cuyos miembros constantemente rebajan los l¨ªmites de la decencia (o cuyos hombres y mujeres decentes sufren todos los d¨ªas por estar donde est¨¢n), ese personajillo pat¨¦tico que es Miguel Polo Polo demostr¨®, por si alguien lo dudara, que siempre se puede caer m¨¢s bajo. Su rid¨ªcula puesta en escena ¨Cmetiendo en bolsas de basura las botas pintadas que evocaban a las v¨ªctimas de los ¡°falsos positivos¡±, todo entre aspavientos insultantes¨C ya tiene un lugar bien ganado en la larga historia de la imbecilidad pol¨ªtica en Colombia, pero adem¨¢s nos puso a muchos a lamentarnos por en¨¦sima vez del momento en que algo o alguien les permiti¨® a esos influencers con ¨ªnfulas una silla en la mesa de los adultos. Entre los muchos da?os que le han hecho las redes sociales a nuestra vida pol¨ªtica ¨Cno s¨®lo empobreciendo la conversaci¨®n y banalizando los debates importantes¨C, est¨¢ la circunstancia imprevisible de haber dado poder a gente sin br¨²jula moral que nunca sabr¨¢ para qu¨¦ sirve.
Los ¡°falsos positivos¡±: qu¨¦ dolorosas son esas comillas. A m¨ª, por lo menos, me recuerdan la cantidad de veces que los colombianos hemos inventado palabras para disfrazar el horror, para camuflarlo, justificarlo hip¨®critamente o mirar hacia otra parte. ¡°Retenciones con fines econ¨®micos¡±, dec¨ªan las guerrillas cobardes para referirse al obsceno crimen del secuestro, que siguieron obscenamente justificando hasta hace muy poco. Pero ya he visto en alguna parte que las comillas se le empiezan a caer a los ¡°falsos positivos¡±, como si hubi¨¦ramos naturalizado ya la expresi¨®n. A fin de cuentas, nada de esto importa realmente, o no importa mucho: lo que importa es recordar lo que la expresi¨®n designa, los miles de asesinatos cometidos por militares colombianos para hacer pasar a j¨®venes inocentes por subversivos muertos en combate y as¨ª cobrar premios o est¨ªmulos. Entre los muchos momentos de degradaci¨®n de esta guerra nuestra ¨Cque est¨¢n ah¨ª, en el informe de la Comisi¨®n de la Verdad, para todo el que no quiera taparse los ojos: la crueldad inveros¨ªmil de las guerrillas, los paramilitares, el ej¨¦rcito¨C, estos cr¨ªmenes son uno de los m¨¢s espeluznantes.
En alguna p¨¢gina de ese informe est¨¢n las palabras de un grupo de mujeres, las que hemos llamado Madres de Soacha, que hablan de sus hijos asesinados por el ej¨¦rcito de su pa¨ªs. Dan el nombre de la v¨ªctima, la fecha en que desapareci¨® de su casa y la fecha en que lo mataron, a veces con la hora precisa de su muerte, y a veces, pero no siempre, se les quiebra la voz contando ¨Cpor ejemplo¨C que su hijo mayor tuvo que sacar al menor de una fosa com¨²n en Oca?a, y que ni siquiera ten¨ªa una pala para hurgar en la tierra. Estas mujeres que han sufrido lo indecible, que lo vuelven a sufrir para seguir con su causa personal, aparecen en varios videos, declarando ante las c¨¢maras en conversaciones con los comisionados, y hay que ser muy c¨ªnico o estar muy podrido por dentro para conocer esos relatos y hacer lo que hizo Polo Polo: burlarse de esas v¨ªctimas, burlarse de esas madres. No s¨®lo con su negacionismo a la vez pueril e insultante, que ya ser¨ªa lo bastante vergonzoso si lo hubiera exhibido en una declaraci¨®n ante ese Congreso que envenena con su presencia; pero hacerlo como lo hizo, como un show barato y fr¨ªvolo dirigido a sus fr¨ªvolos seguidores ¨Calguna responsabilidad les cabe a ellos, que lo jalean y le aplauden sus majader¨ªas¨C, es una manera particularmente indigna de re¨ªrse del dolor ajeno.
Pero ese es el grupo del que viene Polo Polo: as¨ª son sus c¨®mplices del Congreso, los que comparten con ¨¦l pupitres, ideolog¨ªas, videos de redes sociales. Desde luego que ya no puede sorprender a nadie el negacionismo que se ha expandido por todas partes como manera de hacer pol¨ªtica (o de reemplazar la pol¨ªtica cuando algunos se dan cuenta de que la realidad no est¨¢ de su lado). Todo el mundo niega la existencia de lo inconveniente, y si lo hacen es porque pueden: porque suficientes seguidores son lo suficientemente ignorantes, ideologizados o bobos. Mar¨ªa Fernanda Cabal hizo el rid¨ªculo hace ya varios a?os tratando de negar que hubiera existido la Masacre de las Bananeras, que llam¨® risiblemente ¡°mito de la narrativa comunista¡±, y la reacci¨®n de los historiadores la puso en evidencia. Ahora Polo Polo niega otra masacre, u otro tipo de masacre, con las mismas motivaciones de esa derecha indecente que tenemos, y lo hace, como lo hizo Cabal, cuestionando las cifras. Pero el espacio es distinto: Polo Polo lo hace de otra forma, m¨¢s infantil y m¨¢s boba si cabe.
Un d¨ªa sabremos cu¨¢nto nos han envilecido o idiotizado (o las dos cosas al mismo tiempo) las redes sociales. Pero lo que ser¨¢ m¨¢s dif¨ªcil medir es cu¨¢nto les creen los ignorantes, los fan¨¢ticos o los incautos a personajes como este congresista. Alguno habr¨¢ que le crea, seguramente, no por convicci¨®n, sino por odio o prejuicio o envenenamiento: porque el odio ajeno es el material que alimenta los comportamientos en redes de estos individuos. No s¨¦ si odio sea una palabra demasiado grande o incluso noble para lo que puede ser mera maldad, mero envilecimiento. Entre las razones que daba Jaron Lanier, un viejo pionero de Silicon Valley, para cerrar las redes sociales, estaba una que me viene a la mente cuando pienso en Polo Polo y los que se le parecen, tanto en la derecha como en la izquierda: ¡°Las redes sociales te est¨¢n convirtiendo en un idiota¡±. ?Por qu¨¦? Porque han hecho que sea rentable comportarse de manera indigna.
Y as¨ª pasan cosas como la que pas¨® en el patio del Congreso. Se trata de herir, de agredir, de mentir a mansalva, y de exhibir ese negacionismo facil¨®n que ni siquiera espera entrar en un debate. No sirve de nada dar pruebas en contrario: no sirve de nada decirle mentiroso a Polo Polo, ni tampoco decir que su comportamiento es indecoroso, ni que su presencia en el congreso de mi pa¨ªs me da verg¨¹enza y deber¨ªa d¨¢rsela a todo congresista decente. No sirve tampoco hacer el inventario de las confesiones de los soldados culpables, ni remitir al negacionista ¨Ces un ejemplo entre miles¨C al peri¨®dico El Tiempo, en cuya primera p¨¢gina, el 11 de mayo de 2022, se public¨® la foto de una de esas madres de Soacha con la imagen de su hijo asesinado y la siguiente leyenda: ¡°Catorce a?os despu¨¦s de los asesinatos de j¨®venes inocentes llevados desde Soacha hasta Norte de Santander, los militares responsables de los falsos positivos llegaron hasta esta poblaci¨®n vecina de Bogot¨¢ para reconocer sus cr¨ªmenes y pedir perd¨®n¡±.
Tambi¨¦n Polo Polo deber¨ªa pedir perd¨®n. Pero eso pasar¨ªa solamente si estuvi¨¦ramos en otro pa¨ªs: un pa¨ªs con sentido de la verg¨¹enza, un pa¨ªs menos envenenado por el odio y la sinraz¨®n de todos, y un pa¨ªs donde el odio y la sinraz¨®n no pudieran rentabilizarse a punta de clics y de likes y de frivolidades semejantes. Donde no baste tener seguidores para ser congresista: donde se necesite, adem¨¢s, tener cierta m¨ªnima decencia.
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