Un ministro militar: una respuesta pragm¨¢tica pero insuficiente
Los grupos armados ilegales se mueven cada vez m¨¢s en la esfera del crimen organizado con conexiones transnacionales, enfrentan menos a las fuerzas del Estado y se disputan entre ellos el territorio y sus rentas
El nombramiento del general (r) Pedro S¨¢nchez como ministro de Defensa Nacional representa un giro de 180 grados en la pol¨ªtica del Gobierno Petro frente a los grupos armados ilegales. El centro de gravedad ya no ser¨¢ la paz total, sino el uso de la fuerza. Mandar este mensaje tiene sentido en momentos en que enfrentamos ...
El nombramiento del general (r) Pedro S¨¢nchez como ministro de Defensa Nacional representa un giro de 180 grados en la pol¨ªtica del Gobierno Petro frente a los grupos armados ilegales. El centro de gravedad ya no ser¨¢ la paz total, sino el uso de la fuerza. Mandar este mensaje tiene sentido en momentos en que enfrentamos la m¨¢s seria crisis de orden p¨²blico de los ¨²ltimos tiempos y en que las aspiraciones grandilocuentes de la paz total se han reducido a negociar con el que se pueda. Hace meses que jugadores significativos como el ELN y las disidencias de alias Mordisco patearon el tablero de negociaci¨®n, mientras que el Clan del Golfo sigue en coqueteos con poco futuro a la vez que avanza sin pausa en la conquista de territorio.
M¨¢s all¨¢ del efecto medi¨¢tico inmediato de esta movida presidencial, es importante pensar en las consecuencias que puede tener el haber nombrado a un militar a la cabeza del sector de defensa y seguridad. La primera de ellas y la m¨¢s obvia es la ruptura de la tradici¨®n de liderazgo civil que se construy¨® en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas en clave de dos asuntos fundamentales: la responsabilidad pol¨ªtica y el control externo sobre militares y polic¨ªas.
Hoy, la dimensi¨®n pol¨ªtica es especialmente sensible dados los serios desaf¨ªos que atraviesa el sector en materia de financiaci¨®n y capacidades, lo que adem¨¢s se ve afectado por el debilitamiento de la cooperaci¨®n con Estados Unidos e Israel. El exministro Juan Carlos Pinz¨®n lo explic¨® clarito en X: ¡°El papel del ministro de Defensa es trazar y liderar las pol¨ªticas de seguridad y defensa en el pa¨ªs, gestionar los recursos, hacer la defensa pol¨ªtica de las instituciones y tramitar las normas ante el legislativo, as¨ª como coordinar con la rama judicial. Es importante que quien asuma el cargo tenga el peso y la credibilidad pol¨ªtica e internacional, si no la tiene ser¨¢ peor para los militares y para los colombianos¡±.
Otra consecuencia, asociada con lo anterior, tiene que ver con la visi¨®n estrat¨¦gica y de futuro del sector. El general (r) S¨¢nchez, en una de sus primeras entrevistas p¨²blicas, indic¨® que su prioridad es contener el avance de los grupos armados ilegales y recuperar el control territorial, algo que reclaman los colombianos en el campo y las ciudades. El enfoque militar para avanzar en esta tarea inaplazable es de la mayor importancia, pero no suficiente. Hay acciones urgentes dentro de este prop¨®sito como, por ejemplo, la prevenci¨®n del reclutamiento que ha crecido a un promedio del 60% o m¨¢s en los ¨²ltimos a?os, que requieren de una visi¨®n m¨¢s amplia y de la concurrencia de otras autoridades nacionales y locales.
Ahora, si pensamos en una perspectiva de mediano y largo plazo hay que empezar por reconocer que enfrentamos cambios no solo por el avance territorial de los grupos armados ilegales, sino sobre todo por el tipo de amenaza h¨ªbrida que representan. Se trata de facciones que se mueven cada vez m¨¢s en la esfera del crimen organizado con conexiones transnacionales, que enfrentan menos a las fuerzas del Estado y se disputan entre ellas el territorio y sus rentas. Estos grupos reclaman reconocimiento, pero no con proyectos pol¨ªticos nacionales como era el caso de las FARC, sino con demandas locales y en virtud del control que ejercen sobre la poblaci¨®n.
Se trata de un escenario en el que se requiere elevar de manera sustancial los esfuerzos en el campo policial y de justicia, de investigaci¨®n criminal y de la persecuci¨®n penal del crimen organizado. Frente a este panorama se necesitan menos bombardeos como lo ha advertido el propio general (r) S¨¢nchez, y menos capturas a tutipl¨¦n a cambio de m¨¢s inteligencia e investigaciones estrat¨¦gicas para dislocar redes criminales, atrapar corruptos y perseguir activos. Tambi¨¦n se necesitar¨ªa bajarle el foco a las negociaciones de paz y propender por encontrar v¨ªas jur¨ªdicas para lograr acuerdos en torno al sometimiento a la justicia.
Por supuesto que se requieren esfuerzos desde el campo militar, sobre todo en las fronteras donde se concentra una parte sustancial de la operaci¨®n de estos grupos. Adem¨¢s, es indispensable avanzar en la tarea, por a?os pendiente, de fortalecer a la Polic¨ªa con capacidades para cuidar el campo, lo que no es f¨¢cil ya que se trata de proteger a poblaci¨®n dispersa en grandes extensiones territoriales. Y, finalmente pero no menos importante, hay que insistir en avanzar en las transformaciones territoriales mejorando la calidad del Estado en lo local y generando oportunidades para que la gente se integre a econom¨ªas legales.
El haber nombrado a un militar como ministro de Defensa es una respuesta pragm¨¢tica del presidente Petro para enfrentar la crisis actual de seguridad, pero un retroceso que favorece la idea de que esto se resuelve a plomo. Nos deja atrapados en la falsa dicotom¨ªa entre paz o seguridad. Si queremos ganar el territorio para el Estado de Derecho en un entorno h¨ªbrido como el que tenemos, adem¨¢s del esfuerzo militar, hay que dinamizar la acci¨®n de otros actores e instituciones civiles indispensables en la gobernanza de la seguridad.
Esperemos que el nuevo ministro logre avanzar en la mitigaci¨®n de da?os, pero que en el proceso no perdamos la visi¨®n de la responsabilidad civil sobre el sector, sin la cual no podremos salir de la queja usual de militares y polic¨ªas de que se quedan solos en la tarea de la recuperaci¨®n del control territorial.