Masacre entre rejas en Colombia: ¡°Hab¨ªa uno que otro ¡®apu?aleao¡¯, pero la mayor¨ªa se quemaron vivos¡±
Un incendio provocado en una c¨¢rcel colombiana deja 53 presos muertos, la mayor tragedia carcelaria de este siglo en el pa¨ªs
Lidera uno de los once pabellones de la prisi¨®n de Tulu¨¢, en Colombia. Los presos lo llaman el se?or de ¡°recursos humanos¡±. Se encarga del tr¨¢fico de drogas, de cobrar semanalmente el derecho a dormir en un catre, de repartir la comida y los utensilios de aseo. Si alguien cuestiona su autoridad, eso derivar¨¢ en un enfrentamiento en el patio con cepillos de dientes de mango afilado, a la vista de todos. Como ¨¦l es el jefe y todav¨ªa no lo han desplazado, tiene un tel¨¦fono con el que se comunica con el exterior y puede contar c¨®mo empez¨® ah¨ª dentro el mot¨ªn de esta semana en el que murieron 53 internos: ¡°Pa, eso comenz¨® por una ri?a¡±.
La madrugada del 28 de junio, un novato cuestion¨® el liderazgo del capataz del pabell¨®n 8. Los dos pertenec¨ªan a una banda que se llama Los Plumas, que se dedica al narcotr¨¢fico en esta zona cercana a la ciudad de Cali, en la que se despliegan las mayores extensiones de hoja de coca del mundo. Se enfrentaron con armas prefabricadas, diez contra diez. En mitad de la pelea, alguien tapon¨® la entrada con colchones de espuma y les prendi¨® fuego. Las llamas se extendieron r¨¢pidamente por toda la galer¨ªa provocando la mayor masacre carcelaria ocurrida en Colombia en este siglo.
Lo ocurrido ha puesto en cuesti¨®n a las autoridades, que no pudieron evitar el altercado y m¨¢s tarde se vieron impotentes ante el fuego. Los bomberos tardaron dos horas en extinguir las llamas. ¡°Se escucharon gritos toda la noche. Uno no olvida eso¡±, cuenta al tel¨¦fono el ¡®se?or de recursos humanos¡¯, que controla el patio de al lado. ¡°Los guardias no ten¨ªan extintores ni nada. El fuego les cogi¨® mucha ventaja¡±, a?ade antes de colgar. Su madre, que era la que hab¨ªa recibido la llamada en la puerta de la c¨¢rcel, guarda el m¨®vil en el bolso. No se ha separado de los muros de la prisi¨®n desde lo ocurrido.
La de Tulu¨¢ es una c¨¢rcel de seguridad media en mitad de la ciudad. La rodean viviendas de una planta, cafeter¨ªas y comercios. Tulu¨¢, de m¨¢s de 200.000 habitantes, vivi¨® un bum en los a?os ochenta, cuando operaba el cartel de Cali, la organizaci¨®n que lideraba la familia Rodr¨ªguez Orejuela. Fueron los rivales a muerte de Pablo Escobar, patr¨®n de otra de las grandes ciudades colombianas, Medell¨ªn. Con el dinero del narcotr¨¢fico se construyeron mansiones con m¨¢rmol de Carrara junto a casas humildes. La DEA, las extradiciones a Estados Unidos y la repulsa de la sociedad colombiana provocaron el ocaso de los grandes capos, pero la cultura traqueta, como se conoce a la est¨¦tica narco, prevalece todav¨ªa hoy. Por la calle circulan camionetas con las lunas tintadas conducidas por hombres en ch¨¢ndal de marcas como Gucci o Prada y con cordones de oro al cuello. Ahora, seg¨²n las autoridades, operan muchos peque?os productores y vendedores de nivel medio. Algunos de ellos acaban en prisiones como las de Tulu¨¢ a cargo de pabellones, hasta que otro viene a arrebatarles el poder.
Mientras los cad¨¢veres esperan en la morgue a ser identificados y entregados a sus familias, los supervivientes respiran aliviados. Edwin Dovan Rey, de 22 a?os, sale por la puerta con un peinado militar. Es su primer d¨ªa en libertad despu¨¦s de seis a?os de encierro por un homicidio. Cuenta que estaba fumando marihuana con sus compa?eros de celda del pabell¨®n 5 cuando escucharon los gritos. Se asomaron a ver lo que ocurr¨ªa en el patio 8. ¡°Una bandola contra otra bandola. A cuchillo. Hasta que un loco prendi¨® la colchoneta. Ah¨ª hubo una llamarada¡±, dice. Los guardias no se atrev¨ªan a entrar, cuenta. El fuego se propag¨® por el techo a toda velocidad y los 180 internos de ese m¨®dulo se arrinconaron en la parte de atr¨¢s, donde est¨¢ el ba?o. ¡°Se quemaron vivos. Hab¨ªa alg¨²n que otro ¡®apu?aleao¡¯, pero la mayor¨ªa por el fuego¡±.
Juan Pablo Llano estaba esperando a que su hijo saliera de prisi¨®n para que se pusiera a trabajar con ¨¦l como transportista. Se imaginaba a los dos, padre e hijo, a bordo de un cami¨®n recorriendo todo el pa¨ªs. ?l le contar¨ªa todo lo que sabe del oficio, que no es poco. Le heredar¨ªa un empleo digno y lo sacar¨ªa de los malos pasos que le hab¨ªan llevado a estar encerrado. El a?o pasado, Esteban Llano lanz¨® por encargo una pelota de marihuana desde fuera hacia el interior de la c¨¢rcel. Lo agarraron. Dentro le dec¨ªan la hormiguita porque siempre estaba ayudando a todo el mundo para tratar de sacarse un dinero para comprar comida, su gran pasi¨®n. ¡°Ese era el delirio de mi hijo, comer¡±, dice el padre. En lugar de tenerlo de copiloto, estos d¨ªas ha ido a recoger su cad¨¢ver a la morgue.
Seg¨²n el informe preliminar, el chico muri¨® de asfixia. En dos meses iba a cumplir 22 a?os. Fue de los presos del m¨®dulo 8 que trat¨® de salvarse escondi¨¦ndose en el ba?o. Los testigos con los que ha hablado este peri¨®dico cuentan que los guardias no pudieron controlar la situaci¨®n y que lanzaron gases lacrim¨®genos para dispersar a la multitud. El asunto est¨¢ siendo investigado por la Procuradur¨ªa, pero Llano pide que sea el propio presidente electo, Gustavo Petro, quien se ocupe personalmente del asunto. ¡°Yo le di mi voto y tengo la convicci¨®n firme de que no defraudar¨¢ al pa¨ªs por el amor que nos tiene a los colombianos. Solo le pido que esto se esclarezca. Se lo pido, se?or Petro, ay¨²denos¡±.
El brigadier Tito Castellanos, el director del Inpec, el organismo encargado de la vigilancia de las c¨¢rceles, asegura en entrevista con este peri¨®dico que todos los protocolos se cumplieron, a pesar de la evidencia de que no funcionaron. Explica que al tratarse de un centro de mediana seguridad, la vigilancia a los presos ¡°es m¨ªnima¡±. Un solo funcionario se encarga del control de un pabell¨®n completo, aunque si se produce un incidente cuenta con el apoyo de ¡°un cuerpo de vigilancia¡±, cuyo n¨²mero no especifica.
¡°Colocaron 10 colchonetas en la entrada, en el pasillo. Metieron candela y como es un lugar cerrado la candela brinc¨® y prendi¨® todas las camas, que son 159. Ellos no previeron esa situaci¨®n y se sali¨® de control. No midieron las consecuencias. De ah¨ª el resultado tr¨¢gico¡±, explica Castellanos sobre lo ocurrido.
Las llamas se han llevado por delante la vida de muchos j¨®venes. Entre ellas la de un chico que el a?o pasado estuvo en la primera l¨ªnea, como se conoce a los adolescentes que levantaron barricadas contras las autoridades durante el estallido social del a?o pasado. O la de un muchacho venezolano cuya familia ha dicho que no tiene dinero para pagar la repatriaci¨®n del cad¨¢ver. Las autoridades lo tendr¨¢n que enterrar en una fosa com¨²n en Cali.
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