Alejandra Mora Mora: ¡°El poder en Am¨¦rica est¨¢ absolutamente masculinizado¡±
La secretaria ejecutiva de la Comisi¨®n Interamericana de Mujeres critica que la justicia en la regi¨®n no tenga perspectiva de g¨¦nero y que la impunidad exacerbe la violencia machista
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Alejandra Mora Mora (San Jos¨¦, Costa Rica, 55 a?os) habla de cuidados y de pol¨ªtica con la misma vehemencia porque, dice, son lo mismo. La secretaria ejecutiva de la Comisi¨®n Interamericana de Mujeres de la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA), afirma, adem¨¢s, que la familia es la ¡°instituci¨®n m¨¢s estrat¨¦gica de la sociedad¡±. En ella empieza la vida y todas las desigualdades que cargan las mujeres: las paternidades no compartidas, las medias jornadas a la fuerza o los trabajos informales, los roles de g¨¦nero... Jurista y ministra de la Condici¨®n de la Mujer de su pa¨ªs desde 2014 al 2018, Mora es cr¨ªtica con cada uno de los tent¨¢culos del patriarcado en la regi¨®n m¨¢s desigual del planeta. En Am¨¦rica Latina, las mujeres solo ocupan el 15% de los cargos directivos y son due?as apenas del 14% de las empresas. Aqu¨ª est¨¢n 14 de los 25 pa¨ªses con mayores tasas de feminicidios del mundo y el mercado laboral que se abre para la mitad de la poblaci¨®n (las mujeres) es siempre el m¨¢s precarizado. Por eso, Mora habla de ¡°violencia pol¨ªtica¡± sin reparos: ¡°No hay una silla vac¨ªa esperando por nosotras. Las sillas est¨¢n ocupadas por hombres y las mujeres se las estamos disputando¡±.
Aunque lamenta que el hombre latinoamericano est¨¢ tardando en subirse a la ola feminista, conf¨ªa en una revoluci¨®n paulatina y en las generaciones venideras. ¡°Los cambios como los que requerimos son lentos, pero Am¨¦rica Latina est¨¢ entrando generacionalmente en algunas transformaciones importantes¡±, asegura en una videollamada con Am¨¦rica Futura desde Washington. En su despacho, con un discurso robusto y m¨¢s de 35 a?os de trayectoria en la abogac¨ªa y en la pol¨ªtica, plantea como hoja de ruta hacia ¡°un mundo que nos sirva¡± una conversaci¨®n pol¨ªtica sobre la correlaci¨®n, instituciones judiciales con perspectiva de g¨¦nero y mayor estrategia en la lucha feminista.
Pregunta. ?Es Latinoam¨¦rica un matriarcado?
Respuesta. Pues depende, si se entiende por matriarcado como el opuesto al patriarcado, no. Pero es inevitable ver que las mujeres somos las que sostenemos el mundo, porque as¨ª es. Lo hacemos desde la familia, que es la instituci¨®n m¨¢s estrat¨¦gica de la sociedad. Cualquier persona que est¨¦ en este momento sentada como CEO de una empresa tomando decisiones, est¨¢ ah¨ª porque alguien le est¨¢ resolviendo todo lo dem¨¢s. Y esa suele ser una mujer.
P. ?Y est¨¢n empezando a ocupar mayores cargos de poder? El proyecto constituyente de Chile se redact¨® de manera paritaria y el Gobierno tiene m¨¢s mujeres que hombres; en Colombia, Francia M¨¢rquez es la primera vicepresidenta afro del pa¨ªs¡ ?Es una tendencia o una excepci¨®n?
R. Lo que ha pasado es bien interesante porque durante la pandemia, a pesar de las limitaciones para avanzar en derechos, los pa¨ªses continuaron discutiendo los temas de paridad y muchos avanzaron en legislaciones al respecto. Hay avances que se van dando, como los que citas y podr¨ªamos decir que, la regi¨®n comparada con los otros continentes, es la que tiene el mayor porcentaje de mujeres diputadas. Pero al mismo tiempo solo hay tres mujeres presidentas en m¨¢s de 30 pa¨ªses. Cuando las seguimos contando con los dedos de las manos, siguen siendo excepciones. El poder en nuestra Am¨¦rica est¨¢ absolutamente masculinizado. Nuestra forma de liderar no es valorada. Y pasa igual en la gobernanza local, la presencia de mujeres no pasa del 10% de alcaldesas. Esto es una contradicci¨®n enorme, porque los liderazgos de las mujeres son comunitarios.
P. ?Y por qu¨¦?
R. Hay varios elementos. El primero es que el ejercicio de liderazgo que se cree que cambia el mundo es el de los hombres. El segundo es que la sociedad se ha cre¨ªdo el estereotipo de que a las mujeres se les da bien ciertas cosas y que tomar decisiones no es una de ellas. Tambi¨¦n existe una resistencia de los hombres a ceder estos espacios de poder. No hay una silla vac¨ªa esperando por nosotras. Las sillas est¨¢n ocupadas por hombres y somos nosotras las que nos las estamos disputando.
P. ?Cu¨¢l deber¨ªa de ser el rol del hombre latinoamericano, ese que est¨¢ acostumbrado a su privilegio y a su silla?
R. En t¨¦rminos de investigaci¨®n, nos hemos preguntado muchas veces ?qu¨¦ hab¨ªa hecho diferente Europa en relaci¨®n con la Am¨¦rica? Y a pesar de que tiene las mismas crisis de discriminaci¨®n y violencia contra las mujeres, hay una cosa completamente distinta. Y es que los hombres all¨¢ ten¨ªan una relaci¨®n diferente con el cuidado. No estaban tan distantes de esa participaci¨®n en los temas de cuidados, sobre todo en los ejercicios de la paternidad. Creemos que cuando los hombres ejerzan otras masculinidades y paternidades en las que prevalezcan los cuidados, donde lo filial tenga que ver con los sentimientos, proteger, respetar... Esto tendr¨¢ un efecto inmediato en tus relaciones con las iguales. Los cambios as¨ª son lentos y Am¨¦rica est¨¢ entrando generacionalmente en algunas transformaciones. Por supuesto, hay muchos que se resisten y otros que est¨¢n absolutamente comprometidos. Para romper los estereotipos, la escuela, los medios de comunicaci¨®n y la familia son fundamentales.
P. En Espa?a se aprob¨® hace unas semanas la Ley del ¡°solo s¨ª es s¨ª¡± en la que se pon¨ªa como centro de la sexualidad el consentimiento expl¨ªcito. ?Cu¨¢nto queda ac¨¢ para normas similares?
R. Cuando yo empezaba hace m¨¢s de 35 a?os a atender a v¨ªctimas, parec¨ªa que la violencia machista era un tema entre la mujer y el hombre, y que el Estado no ten¨ªa que inmiscuirse en las relaciones privadas. La gran transformaci¨®n que incluye la Convenci¨®n de Bel¨¦m do Par¨¢ [un encuentro de pa¨ªses latinoamericanos, celebrado en 1994, con el foco puesto en la erradicaci¨®n de la violencia machista] es que esto es un tema p¨²blico, porque tiene que ver con el cuidado, la integridad y la vida. Sin embargo, ac¨¢ parece que hay una prevalencia de las relaciones de poder asim¨¦tricas. Y la impunidad tambi¨¦n exacerba la violencia. Cuando una mujer pone una denuncia, la tiene que ratificar siete veces, tiene que firmar no s¨¦ cu¨¢ntos testigos, pasan dos a?os para que pueda llegar a una sentencia y luego ni siquiera es emblem¨¢tica en t¨¦rminos de que disuade el hecho¡ Mientras el sistema siga lleno de recovecos como estos, el mundo est¨¢ tranquilo porque la agresi¨®n se puede seguir perpetrando.
El derecho penal tiene que entender que no puede seguir investigando las muertes de las mujeres como investiga el robo de una computadora en una oficina. La violencia machista no se perpetra de una forma espont¨¢nea; existe una planificaci¨®n estrat¨¦gica detr¨¢s. Y, por eso, las vidas privadas de las familias son privadas hasta que uno sienta que alguien est¨¢ en riesgo. Ah¨ª la comunidad ya tiene que actuar y organizarse. Y la justicia tiene que garantizar medidas ejemplarizantes. Cuando aqu¨ª la v¨ªctima dice ¡°no es no¡±, se investiga si consinti¨® o no, en lugar de poner la lupa en el perpetrador. El C¨®digo Penal est¨¢ dise?ado desde las necesidades de los hombres y tiene que tener cambios important¨ªsimos.
P. Hemos visto la fragilidad del derecho al aborto en EEUU. En un continente en el que hay tantas diferencias en torno a esta legislaci¨®n ¡ªen El Salvador est¨¢ criminalizado en cualquier circunstancia con hasta 30 a?os de c¨¢rcel y en Colombia se permite en las primeras 24 semanas de gestaci¨®n¡ª, ?teme que esto marque sendero?
R. S¨ª, todos los derechos pueden ser arrebatados, pero el que m¨¢s me preocupa perder es el del trabajo. Nosotras somos las invitadas de segunda en el mundo del empleo remunerado. Cuando se habla de tener una jornada, hemos estado siempre en los servicios m¨¢s precarizados, en condiciones informales, en el ¨¢mbito de servicios... Hay que arreglar los temas de las informalidades, que las mujeres tengan acceso a cr¨¦ditos, que puedan llevar a cabo su propio emprendedurismo... La econom¨ªa tiene que empezar a hablar del sector de los cuidados. Se debe profesionalizar tambi¨¦n esta labor, porque ha reca¨ªdo solo en los hombros de las mujeres. La soluci¨®n es la correlaci¨®n y esa es la conversaci¨®n m¨¢s urgente que tenemos.
Los actores m¨¢s importantes son el Estado y los hombres. Y para eso hay que generar instancias de paternidad. Este giro tiene un efecto claro en las personas que cuidan, en quienes son cuidados y en la econom¨ªa, porque libera el tiempo de la mitad de la poblaci¨®n, cuyo talento puede aprovecharse en el mercado laboral. La cuarta ola feminista es esta: estamos hablando de cosas muy profundas que no pueden ser s¨®lo temas de las mujeres.
P. ?Tiene la interseccionalidad mayor peso cuando se habla de feminismos en Latinoam¨¦rica y el Caribe?
R. El movimiento de mujeres es global. De manera que cuando vemos el movimiento MeToo, de un momento a otro, es esparcido por todos lados. El himno de ¡®El violador eres t¨²' se hizo viral hasta en los rincones m¨¢s conservadores. ?Y estaba responsabilizando al Estado por las violaciones! Lo que est¨¢ pasando con el movimiento feminista a nivel global es que hay es una juventud que interpela de una forma diferente. Y s¨ª, claro que tiene en cuenta la interseccionalidad, y por eso entiende mejor las necesidades de la poblaci¨®n m¨¢s diversa, de las afro, de las ind¨ªgenas¡ Pero siento que estas juventudes dialogan poco con las feministas tradicionales. Eso refleja una debilidad estructural, porque a veces sienten que est¨¢n haci¨¦ndolo todo por primera vez y hay una historia milenaria detr¨¢s. Ellas son las herederas.
P. ?Cree que hace falta una mayor conversaci¨®n intergeneracional?
R. Totalmente. Nosotras tenemos que aprender a entender los nuevos planteamientos, la fluidez del sexo, la nueva necesidad de transgredir el lenguaje para plantear las cosas de una manera distinta¡ Y las m¨¢s j¨®venes tienen que respetar un poco m¨¢s nuestra trayectoria hist¨®rica y colectiva. Requerimos unas grandes conversas. Porque si nos desunen las peque?as diferencias que hay, nos estamos olvidando que tenemos todo lo dem¨¢s que nos une, que es que queremos cambiar el mundo. Eso s¨ª est¨¢ clar¨ªsimo, porque este no nos sirve. Ni a nosotras ni a ellos.
P. ?Y ve cerca ese mundo que nos sirva?
R. Lo maravilloso del feminismo es creer que todo lo que existe se puede cambiar. Si no crey¨¦ramos eso apaga y v¨¢monos, nos hubi¨¦ramos guardado hace mucho. (Risas). Pero mi abuela tiene un mundo distinto al que yo tengo y as¨ª seguir¨¢ siendo. A lo mejor deber¨ªan de ser m¨¢s r¨¢pidos estos cambios, pero solo hace falta recordar la historia. Eso s¨ª, esta historia es una historia de continuas luchas. Nada nos lo han regalado.
P. ?Y dejar¨¢ de ser alguna vez una lucha? ?Dejaremos de tener que defender nuestros derechos siempre con u?as y dientes?
R. No. Siempre ser¨¢ una lucha. No hay de otra porque el poder no se cede, se interpela. Lo que hay que a?adir a esa pelea es mucha m¨¢s estrategia. Porque la de los fundamentalismos antiderechos es una estrategia muy bien armada. Solo podemos reaccionar con acciones concretas que le recuerden al mundo que la ruta nuestra es la correcta. Y para eso hay que incluir a los hombres; para que vean que la igualdad tambi¨¦n les beneficia a ellos.