La muerte sobrevol¨® la laguna de ?bano
Los miskitos se han visto atrapados por fuerzas que destrozan su forma de vida: el narcotr¨¢fico y la represi¨®n de las autoridades. Una persecuci¨®n a una lancha que supuestamente transportaba droga y que acab¨® con un tiroteo mortal lo demuestra
Eran cerca de las tres de la tarde del 16 de septiembre de 2021, cuando el helic¨®ptero Bell H1-1H 953 de la Fuerza A¨¦rea Hondure?a inund¨® el cielo sobre la comunidad que habita la laguna de ?bano.
Unos segundos despu¨¦s, empez¨® a llover plomo.
Los tiros se hund¨ªan con potencia como enormes gotas de lluvia sobre la tierra seca y la impactaban tirando pedruscos hacia el cielo que luego ca¨ªan de vuelta sobre los techos de l¨¢mina enmohecida.
Los miskitos, la comunidad ind¨ªgena que habita aquel lugar, a¨²n recuerdan aquel sonido de metralla. Una P fuerte y una erre larga y rimbombante.
Prrrrrrrrr, prrr, prrrr.
Aquella tarde, en medio de la selva caribe?a de Honduras, algunos miskitos se hab¨ªan acercado a un objeto que los soldados a bordo de aquel helic¨®ptero intentaban cuidar. Era una lancha gris con tres motores.
La lancha hab¨ªa aterrizado en la playa con una pirueta que la hizo volar por los aires, seg¨²n recuerdan los habitantes. Justo antes de que comenzara la balacera, la lancha hu¨ªa por las orillas del mar del helic¨®ptero que la persegu¨ªa tirando plomo desde el aire.
El helic¨®ptero, seg¨²n recuerdan los miskitos, pas¨® varias veces rociando tiros sobre sus cabezas antes de que el p¨¢nico y el caos se apoderaran de ellos.
A dos kil¨®metros de la playa, donde hab¨ªa encallado la lancha, en una casa hecha de tablas y techo de l¨¢mina, ?lica Berm¨²dez diger¨ªa el ¨²ltimo bocado del pollo frito de su almuerzo cuando escuch¨® la tronaz¨®n y de inmediato pens¨® en su esposo, Erick Bar¨² Rivera.
¡°Me lo mataron¡±, dijo ?lica en ese momento, en voz alta, como si hubiera estado hablando con alguien.
Era una premonici¨®n. En la orilla de la playa, su esposo, yac¨ªa con dos tiros que le entraron por la espalda y se alojaron en su est¨®mago, dej¨¢ndolo tirado sobre la arena, a punto de morir.
De pronto, el traqueteo de los disparos se fue acercando hasta escucharse a unos metros del patio de su casa. ?lica corri¨® hacia el interior del cuarto hecho de tablas y se lanz¨® sobre su hijo menor, intentando protegerlo de las balas que ca¨ªan desde el cielo.
Durante los pr¨®ximos 40 minutos, recuerdan ahora los miskitos, c¨®mo la gente de la comunidad corr¨ªa, se met¨ªa a sus cuartos, se escond¨ªa detr¨¢s de ¨¢rboles. Gritaban. Lloraban. Insultaban. Maldec¨ªan.
Prrrr. Prrrrr. El polvo inundaba las calles. ?Dios m¨ªo! Lluvia de plomo. Balas entrando por el techo. ?Santo! El zumbido del helic¨®ptero. Prrr. Sangre. Otro herido. ?Padre, ay¨²danos! Polvo. Otro herido. Prrr. Prrr. Otro. Zumbido. ?Dios m¨ªo! Gritos. Zumbido. ?Lo mataron!- gritaban.
Ibans
Ibans. Esa es la palabra que usan sus habitantes para nombrar esta peque?a franja de tierra ba?ada por las aguas dulces de la laguna de ?bano, por un lado y por las del mar Caribe por el otro. Su nombre, seg¨²n cuentan los ancianos, se lo debe a la deformaci¨®n del vocablo en ingl¨¦s para nombrar al ¨¦bano, uno de los ¨¢rboles m¨¢s preciados que crece en los bosques de este lugar.
La laguna de ?bano est¨¢ ubicada entre los municipios de Juan Francisco Bulnes y Brus Laguna, en el departamento de Gracias a Dios, en la selva de la Moskitia hondure?a. No es raro que su nombre, al ser pronunciado por sus habitantes, transite entre el ingl¨¦s y el espa?ol, de tal forma que algunos la llaman laguna de ?bano y otros laguna de Ibans. Esto se debe a la gran influencia del imperio brit¨¢nico, quienes mantuvieron un pie en esta regi¨®n desde la ¨¦poca colonial hasta principios del siglo XX. Incluso despu¨¦s de que Espa?a se hab¨ªa retirado de Centroam¨¦rica.
Ibans, dentro de la Moskitia, es una de las zonas a las que la naturaleza premi¨® m¨¢s. No solo est¨¢ rodeada de la riqueza de la Reserva Bi¨®sfera del R¨ªo Pl¨¢tano, que la convierte en una zona f¨¦rtil ba?ada por aguas dulces que riegan los bosques. Su inmensa laguna est¨¢ llena de pescado y caracol. Y del otro lado, es ba?ada por el mar con abundancia de cangrejos, langosta y medusas que los pescadores venden a una empresa china que desde hace unos a?os explota esa costa.
Quiz¨¢ por su posici¨®n geogr¨¢fica, tal vez por la orientaci¨®n de la brisa marina o probablemente por un capricho del mar, Ibans es tambi¨¦n, desde hace muchos a?os, un lugar al que constantemente las olas arrojan fardos de coca¨ªna que los narcotraficantes sueltan en su trayecto de sur a norte, mientras viajan aguas adentro. No solo unos cuantos fardos. En ocasiones, seg¨²n cuentan los lugare?os, cuando los lancheros se quedan sin gasolina, sin agua o sin comida, terminan encallando en la blanca arena de este lugar, dejando los cargamentos completos a merced de los miskitos que caen sobre ellos como ni?os sobre una pi?ata.
Sin embargo, los costos de esas pi?atas son altos.
¡®Somos pobres¡¯
Cuando llegu¨¦ a Ibans por primera vez, en marzo de 2023, casi un a?o y medio despu¨¦s de que aquel helic¨®ptero atacara este poblado, todo parec¨ªa en calma. Para llegar a Ibans desde Tegucigalpa, la capital hondure?a, hay que viajar durante tres d¨ªas. Moverse de un pueblo a otro dentro de la Moskitia depende de varias cosas. Del clima, de si hay medios de transporte disponibles y de si hay suficiente gente queriendo ir al mismo lugar como para que valga la pena mover una camioneta o hacer zarpar una lancha.
Mi viaje desde Tegucigalpa hacia la Moskitia comenz¨® con una hora en avioneta a Ceiba, la ciudad m¨¢s grande vecina de aquella selva. Aunque llamarla ciudad es un cumplido. Luego hay que esperar hasta la madrugada del d¨ªa siguiente para abordar una camioneta que viaja durante ocho horas hasta el primer poblado de la Moskitia llamado Batalla. En Batalla hay que esperar otro d¨ªa para poder viajar en lancha durante una hora hasta Ibans.
La otra forma de llegar es yendo desde Puerto Lempira en un viaje de seis horas en lancha mar adentro. En mi segunda visita, durante el trayecto en lancha, llovi¨® casi sin parar. Pero al llegar el agua del lago de Ibans, estaba quieta como un espejo y sobre ¨¦l se hac¨ªa una inmensa alfombra de nen¨²fares verdes flotantes que adornaba los costados del muelle principal. Fui recibido por uno de los l¨ªderes que pronto me present¨® con los miembros del consejo de ancianos que dirige aquel lugar y luego con una docena de sobrevivientes y testigos de aquella balacera.
En Ibans habl¨¦ con los sobrevivientes que me mostraron sus cicatrices, radiograf¨ªas, ex¨¢menes m¨¦dicos, videos y fotograf¨ªas de lo que ocurri¨® aquella tarde. Adem¨¢s, escuch¨¦ el relato de m¨¢s de una docena de testigos, y examin¨¦ el expediente de 113 p¨¢ginas abierto por la Fiscal¨ªa de Etnias de Honduras, habl¨¦ con abogados, polic¨ªas, militares, l¨ªderes ind¨ªgenas y funcionarios p¨²blicos.
A pesar de lo dicho por los oficiales militares, que afirman que aquello se trat¨® de un enfrentamiento entre soldados y narcotraficantes, todo apunta a que lo que ocurri¨® fue algo m¨¢s parecido a un ataque directo.
La primera persona a la que entrevist¨¦ en Ibans fue a ?lica Berm¨²dez, la viuda de Erick Bar¨², quien muri¨® dos d¨ªas despu¨¦s producto de las balas del helic¨®ptero, mientras estaba internado en un hospital de Tegucigalpa. Adem¨¢s de Bar¨², seg¨²n relatan los habitantes de Ibans y la causa penal abierta por el caso, Launder L¨®pez y H¨¦ctor Derich, dos miskitos adultos, murieron producto de un infarto en la playa tras escuchar aquel sonido de guerra. Al menos otros 11 miskitos resultaron heridos por las balas aquella tarde.
?lica es una mujer miskita de 32 a?os. El d¨ªa que la encontr¨¦ luc¨ªa sucia, con la piel p¨¢lida y el pelo enmara?ado y lleno de tierra. Parada al lado de la tumba de su esposo, sollozaba y contaba que hab¨ªa quedado sola y sin esperanzas.
Lo mismo dicen otros siete sobrevivientes a quienes entrevist¨¦ durante cinco meses, entre marzo y julio de 2023. Todos creen que la investigaci¨®n penal abierta por aquella balacera nunca llegar¨¢ a obtener justicia. Unos creen que esto se debe a que el Estado hondure?o no tiene la menor intenci¨®n de investigar.
¡°Es que nosotros somos pobres¡±, dice ?lica.
El helic¨®ptero
Cherlito Platino se?ala con su dedo ¨ªndice la cicatriz ubicada justo en el medio de la parte posterior de su cuello.
¡°Los doctores no pod¨ªan sacar la bala porque dec¨ªan que estaba en un lugar delicado. Muy peligroso sacarla¡±, dice haciendo un esfuerzo por gesticular bien sus palabras en espa?ol.
Conoc¨ª a Cherlito una tarde a principios de julio. ?l es uno de los sobrevivientes de aquella balacera y para demostrarlo, adem¨¢s de sus cicatrices, tiene una radiograf¨ªa donde se ve la bala alojada entre sus v¨¦rtebras. Me lo present¨® uno de los l¨ªderes ind¨ªgenas de la comunidad de Ibans luego de preguntarle si pod¨ªa conocer a los sobrevivientes del helic¨®ptero. No fue dif¨ªcil dar con ¨¦l. En esta comunidad casi todos saben y recuerdan aquel d¨ªa como si fuera ayer.
Aquel 16 de septiembre, Cherlito hund¨ªa su red para pescar en las aguas del mar Caribe frente a las costas de Ibans y la sacaba rebosante de medusas. En su embarcaci¨®n, una lancha mediana empujada por un motor de 200 caballos de fuerza, lo acompa?aban otros tres pescadores y un conductor. Juntos llevaban cerca de seis horas mar adentro, llenando de medusas las cubetas que luego ir¨ªan a vender al plantel a un precio de 21 lempiras cada una, unos 80 centavos de d¨®lar.
Sin embargo, aquel d¨ªa, ocurri¨® algo inesperado.
¡°Prrr Prrr, sonaban los balazos. Ven¨ªan unos soldados y por los dos lados del helic¨®ptero tiraban, por las dos puertas¡±, recuerda Cherlito.
Debajo del helic¨®ptero, en las aguas del mar caribe?o, una enorme lancha gris viajaba a toda velocidad en direcci¨®n hacia la costa de Ibans, empujada por la fuerza de tres motores marca Yamaha de 300 caballos de fuerza cada uno.
Sobre la arena, en la orilla del mar, unos doscientos miskitos, entre hombres, mujeres, ni?os y ni?as ve¨ªan la escena y detuvieron sus actividades de pesca de golpe. Bajaron las cubetas de sus hombros, soltaron sus redes y levantaron la mirada hacia el horizonte, observando aquella escena no con temor sino con la alegr¨ªa de quien ha encontrado un tesoro.
Al llegar a la orilla, la lancha impact¨® a la velocidad que le daban los tres motores y salt¨® por los aires en una espectacular pirueta cayendo sobre la arena, a unos 20 metros costa adentro. De la lancha se bajaron espantados tres hombres que desaparecieron como el humo, escurri¨¦ndose por los montes y veredas.
Al ver la lancha encallar, los miskitos se abalanzaron sobre ella con la esperanza de tomar para ellos mismos algo de aquel tesoro de coca¨ªna que imaginaban dentro de la lancha.
Antes de que el primero de aquellos ind¨ªgenas alcanzara a llegar a la lancha, las balas que sal¨ªan del helic¨®ptero impactaron la playa y cayeron levantando la arena y creando una enorme nube dorada que inund¨® todo el lugar.
Las balas atravesaron la lancha en la que pescaba Cherlito, a unos 200 metros mar adentro, y una de ellas le peg¨® justo en la parte posterior del cuello.
¡°Como las balas son r¨¢pidas, cuando yo sent¨ª ya me hab¨ªan pegado¡±, cuenta Cherlito que a¨²n herido y desangr¨¢ndose, ayud¨® a sus compa?eros a llevar la lancha a la playa. ¡°Todos nos bajamos de la lancha y entonces sent¨ª que perd¨ª las fuerzas y vi todo negro¡±.
Se desmay¨®.
La Lancha
Sergio Herrera es un profesor de primaria. Tambi¨¦n es sobreviviente del ataque y me describi¨® lo que pas¨® despu¨¦s. ?l hab¨ªa salido a comprar unas brochas para pintar su casa aquella tarde cuando se sorprendi¨® al ver corriendo a tanta gente hacia la playa.
¡°La gente gritaba ¡®Cay¨® una lancha, cay¨® una lancha¡¯. Y cuando salgo yo a la playa, veo que estaba una lancha sentada en la arena. Y miro tambi¨¦n que ven¨ªa un helic¨®ptero disparando del lado del plantel de medusa. Y sale la gente corriendo. La mayor¨ªa mujeres y ni?os¡±, recuerda Sergio.
Al ver los impactos, los miskitos se replegaron. Algunos se tiraron al monte que crece a la orilla del mar, otros se lanzaron de panza en la arena, haci¨¦ndose los muertos, otros se escondieron bajo un matorral y otros huyeron, escurri¨¦ndose por los callejones que dan a la playa.
Pero apenas unos minutos despu¨¦s, Sergio avanz¨® hacia la lancha y vio que un grupo de unos 50 miskitos rodeaban la embarcaci¨®n que ya estaba siendo custodiada por un grupo de unos ocho soldados. Eran los soldados destacados en un peque?o e improvisado puesto militar instalado en Ibans desde hace cuatro a?os como parte del plan ¡°Escudo¡±. Su presencia ah¨ª fue ordenada por el gobierno del ahora expresidente hondure?o Juan Orlando Hern¨¢ndez, que buscaba cerrar el paso para avionetas y embarcaciones con droga provenientes de Suram¨¦rica.
Los militares, que hab¨ªan aparecido en apoyo al helic¨®ptero, seg¨²n recuerdan los miskitos, resguardaban la lancha y con sus fusiles apuntaban a quien intentara acercarse a ella.
¡°Todos los que est¨¢bamos ah¨ª, los soldados y tambi¨¦n la poblaci¨®n, asumimos que la lancha estaba repleta de droga. Por eso los soldados estaban cuid¨¢ndola. El mensaje era claro: si intentan llegar a la lancha, no lo vamos a permitir¡±, recuerda Sergio, sentado bajo la sombra de un ¨¢rbol frente a su casa..
Para los miskitos, la droga que llega del mar es un recurso m¨¢s de la naturaleza. Hablan incluso de ¡°temporada alta¡± y ¡°temporada baja¡± de paquetes de coca¨ªna. Consideran estos paquetes algo a lo que de alguna forma tienen derecho, como la carne de los peces, como la madera de los ¨¢rboles y los frutos que de estos se desprenden.
Por eso, aquel d¨ªa se acercaban a la lancha y husmeaban desde lejos su contenido.
De pronto, el plomo volvi¨® a llover del cielo.
Seg¨²n los relatos de los testigos y sobrevivientes, en medio de aquel alboroto, un miskito en estado de ebriedad se abalanz¨® sobre uno de los soldados que cuidaba la lancha e intent¨® quitarle su fusil, a lo que el soldado respondi¨® abriendo fuego, pero no precisamente sobre el borracho.
¡°Entonces sent¨ª un punz¨®n¡±, recuerda Sergio, mientras se pone la mano a la altura del pecho. ¡°Me mir¨¦ y vi que me sal¨ªa sangre del coraz¨®n. Mi amigo Franklin, que estaba al lado m¨ªo, me vio sangrando y me dijo: ¡®A m¨ª tambi¨¦n me dieron¡¯, pero yo ya no pod¨ªa reaccionar. Luego sent¨ª que me fui desvaneciendo¡±, cuenta.
Se desmay¨®.
Al lado de Sergio estaba Tecxi Jackson, otro de los pescadores de medusa que estaba trabajando en la playa aquella tarde. ¡°Empez¨® a disparar el helic¨®ptero y con el alboroto de la gente unos se aventaron sobre la lancha. Entonces, yo solo sent¨ª que me peg¨® un balazo en la mano. Sent¨ª lo caliente¡±, dice Texci.
Cerca de Sergio, Tecxi y Franklin, otro hombre acababa de caer en la arena luego de ser atravesado por una bala. Su nombre era Eric Bar¨² Rivera. Eric se acababa de bajar de una peque?a embarcaci¨®n pesquera y corr¨ªa hacia la lancha intentando agarrar un poco de aquel tesoro.
¡°Al ver que el helic¨®ptero estaba disparando, yo le dije que no nos acerc¨¢ramos¡±, recuerda Wilmer Rivera, su primo, mientras se?ala su tumba, en el peque?o cementerio de Ibans, un lugar tan peque?o y con tan pocos muertos que las tumbas ni siquiera tienen nombre. Cada quien sabe d¨®nde est¨¢ su muerto. ¡°?l nos dijo que ¨¦ramos cobardes y sali¨® corriendo en direcci¨®n a la lancha. Unos pasos hab¨ªa avanzado nom¨¢s cuando le cay¨® el tiro en la espalda¡±.
El helic¨®ptero descendi¨® un poco hasta quedar flotando por unos segundos, apenas a unos cuantos metros por encima de la lancha, y luego volvi¨® a ascender.
¡°Yo vi que iba subiendo cuando empez¨® a rafaguear de nuevo. Alcanc¨¦ a ver a los dos pilotos y a los dos soldados que iban en las puertas disparando con ametralladoras M60¡å, dice Sergio, mostrando en su tel¨¦fono un video subido a Facebook por algunos habitantes que denunciaron el hecho p¨²blicamente.
El helic¨®ptero se levant¨® y luego de que los militares dispararan contra los Miskitos que intentaban acercarse a la lancha, el plomo empez¨® a llover sobre toda la comunidad de Ibans, contaron los Miskitos de la comunidad.
Vanesa Duarte, directora de la guarder¨ªa infantil Celso Castillo, en la comunidad de Coyoles, un caser¨ªo aleda?o a Ibans, sac¨® su tel¨¦fono celular y me mostr¨® el video del helic¨®ptero rondando en las cercan¨ªas de su casa. Como este, hay otros videos, filmados por los lugare?os, que muestran im¨¢genes del helic¨®ptero y se escuchan las r¨¢fagas de disparos sobre Ibans.
Minutos antes de grabar el video, su esposo, un hombre que se dedica a trabajar la madera, hab¨ªa corrido con direcci¨®n a la lancha con la intenci¨®n de pescar algo del supuesto bot¨ªn. Pero en el camino se top¨® con el helic¨®ptero escupiendo fuego y tuvo que aventarse hacia unas l¨¢minas viejas para cubrirse.
¡°Al o¨ªr el helic¨®ptero, mis ni?os salieron a verlo. Ellos siempre sal¨ªan a decirle adi¨®s cuando pasaban. Pero de repente, veo que salen corriendo para adentro porque escucharon la balacera y se ve¨ªan las balas, se ve¨ªan como rayitos de luz que ca¨ªan hacia la tierra y se escuchaba la tronaz¨®n¡±, recuerda Vanesa.
La casa de Vanesa tiene un muelle que da a la laguna de ?bano. Minutos antes de la balacera, su primo hab¨ªa amarrado su lancha al muelle para descansar. ?l trabaja de repartir costales de comida, en uno de los p¨ªrricos proyectos del Gobierno hondure?o para paliar la hambruna que asola la Moskitia. Su lancha estaba en ese momento llena de aquellos costales.
¡°Como en la lancha de mi cu?ado hab¨ªa un mont¨®n de sacos, quiz¨¢ los del helic¨®ptero pensaron que era la droga. Y se pusieron enfrente de mi casa. ?Enfrente de mi ventana! ?Como si fuera una pel¨ªcula! Y apuntaron. Mis ni?os me gritaban: ¡®?Mami, mami, nos van a tirotear!¡¯, pero gracias a Dios los hombres no nos dispararon y levantaron de nuevo el helic¨®ptero¡±, recuerda la mujer.
La lluvia de tiros cay¨® por todas partes. Incluso en la guarder¨ªa donde trabaja Vanessa. En una de las paredes del lugar que cada d¨ªa alberga a 32 ni?os de entre 2 y 5 a?os todav¨ªa hay restos de aquella balacera: un impacto de bala en las paredes de una de las aulas.
Modesto Morales, un l¨ªder ind¨ªgena de la Moskitia, recuerda aquello como un caos. ¡°Empieza a rafaguear el helic¨®ptero. Empieza a rafaguear a la gente y a las casas. A m¨ª tambi¨¦n me rafague¨®. Yo me avent¨¦ de la moto cuando vi que me cay¨® un tiro en la llanta y otro en la moto. Entonces le grit¨¦ a uno que iba conmigo: ¡®?Me mataron!¡¯ Y me avent¨¦ a la arena, haci¨¦ndome el muerto. Parec¨ªa que est¨¢bamos en guerra¡±.
Una investigaci¨®n ¡®demasiado pobre¡¯
En la tarde de aquel 16 de septiembre, mientras los heridos de Ibans a¨²n eran trasladados a diferentes lugares del pa¨ªs para ser atendidos por personal m¨¦dico, las fuerzas armadas de Honduras dieron su versi¨®n de los hechos a trav¨¦s de un breve comunicado. Era de un poco m¨¢s de 100 palabras y fue publicado en su p¨¢gina de Facebook titulado ¡°Aseguramiento de lancha que transportaba supuesta droga¡±.
La publicaci¨®n de la instituci¨®n castrense plante¨® fundamentalmente tres ideas. La primera es que aquella tarde uno de sus helic¨®pteros persegu¨ªa una lancha con ¡°supuesta droga¡±. A esos fines publicaron fotos de la lancha con barriles de pl¨¢stico en la parte de atr¨¢s del bote y con militares armados a su alrededor.
La segunda, es que luego de ser abandonada por sus tripulantes, ¡°c¨¦lulas ligadas a la narcoactividad que pretend¨ªan descargar la droga¡± de la embarcaci¨®n dispararon al helic¨®ptero. Como ¡°pruebas¡± publicaron dos fotos de una aeronave muy de cerca con dos agujeros que podr¨ªan haber causado por balazos.
Y tercero, que, tras el enfrentamiento, la embarcaci¨®n qued¨® asegurada por elementos de las fuerzas armadas ¡°a la espera de hacer una inspecci¨®n en los barriles y el fuselaje¡±.
El comunicado, que hasta hoy ha sido el ¨²nico pronunciamiento oficial de las autoridades al respecto, omiti¨® mencionar alguna palabra sobre heridos y muertos durante aquel encuentro. Tampoco dice nada sobre ni?os aterrados, guarder¨ªas e iglesias tiroteadas.
A mediados de noviembre, Insight Crime solicit¨® entrevista con un representante del alto mando de la Fuerza A¨¦rea Hondure?a para hablar sobre la responsabilidad de la instituci¨®n en los hechos ocurridos en Ibans en septiembre de 2021. Tambi¨¦n pidi¨® a voceros del Ministerio P¨²blico y de la Polic¨ªa Hondure?a que explicaran por qu¨¦ a dos a?os de los hechos, ninguna autoridad ni siquiera ha visitado la comunidad de Ibans para investigar. Al momento de la publicaci¨®n, no recibimos respuesta de ninguna de estas instituciones.
Un d¨ªa despu¨¦s de la balacera, once l¨ªderes ind¨ªgenas de diferentes organizaciones miskitas se trasladaron hasta Tegucigalpa e interpusieron una demanda de dos p¨¢ginas ante la Fiscal¨ªa Especial de Protecci¨®n de Etnias y Patrimonio Cultural. En la denuncia, dirigida a la entonces fiscal Jany del Cid, los l¨ªderes exig¨ªan esclarecer los hechos, destituir al vocero de las Fuerzas Armadas y resarcir los da?os f¨ªsicos y psicol¨®gicos a los miskitos afectados, as¨ª como reparar los da?os hechos por los impactos en techos y paredes de casas, escuelas e iglesias.
La denuncia, adem¨¢s de estar firmada por 11 l¨ªderes ind¨ªgenas de la Moskitia, est¨¢ reforzada por 11 relatos de testigos directos y familiares de v¨ªctimas. En sus relatos, todos aseguran que ning¨²n misquito estaba armado aquella tarde y que nunca nadie dispar¨® contra el helic¨®ptero.
Apenas cinco d¨ªas despu¨¦s, la Fiscal¨ªa Especial de Etnias se declar¨® incompetente y traslad¨® el expediente a la Fiscal¨ªa Especial de Derechos Humanos. En un memorando que consta en el expediente, la instituci¨®n argumenta que no cuenta con los recursos suficientes para continuar con la investigaci¨®n y que ¡°es de conocimiento p¨²blico¡± que la Fiscal¨ªa de Derechos Humanos ya hab¨ªa iniciado algunas diligencias, seg¨²n lo hab¨ªa anunciado a trav¨¦s de sus redes sociales. La investigaci¨®n se hab¨ªa vuelto una piedra caliente que nadie quer¨ªa sostener.
Dos d¨ªas despu¨¦s de que el expediente fuera trasladado a la Fiscal¨ªa de Derechos Humanos, el 23 de septiembre, esta envi¨® un memorando a la Agencia T¨¦cnica de Investigaci¨®n (ATIC), una unidad de investigaciones especiales del Ministerio P¨²blico dedicada a la investigaci¨®n y persecuci¨®n de los delitos graves y de fuerte impacto social. En el memo, la Fiscal¨ªa solicit¨® la agencia que designara cinco agentes para iniciar con las diligencias. Tres agentes investigadores, un experto en inspecciones oculares y un t¨¦cnico en decomiso y extracci¨®n de evidencia estaban programados para una visita a Ibans el 16 de octubre. Sin embargo, la visita nunca se dio. La piedra segu¨ªa muy caliente.
El 30 de septiembre, un asistente de la Fiscal¨ªa de Derechos Humanos adjunt¨® otro memorando al expediente de investigaci¨®n en el que hace constar que ese d¨ªa intent¨® contactar a una de las v¨ªctimas v¨ªa telef¨®nica, pero ¡°no sali¨® la llamada¡±, por lo que procedi¨® a consignarlo sin m¨¢s.
El 13 de octubre de 2021, el coordinador regional del Ministerio P¨²blico de Ceiba solicit¨® al jefe seccional de la Fiscal¨ªa de Derechos Humanos un informe sobre lo ocurrido en Ibans. En el informe, que tiene fecha del 15 de octubre la unidad responde que, seg¨²n las investigaciones realizadas y las consultas hechas a los polic¨ªas de Puerto Lempira, la ciudad m¨¢s grande de la Moskitia hondure?a y donde se encuentra el ¨²nico puesto de polic¨ªa preventiva de la zona, no se ten¨ªa informaci¨®n de los hechos porque nunca se pudieron trasladar al lugar dado que la Polic¨ªa no contaba con los recursos log¨ªsticos para el traslado.
Consultado, el jefe policial de Puerto Lempira, comisario Mario Posadas, me dijo que la Polic¨ªa no tiene ni una sola lancha para movilizarse en toda la Moskitia. ¡°Para movernos tenemos que canjear los bales de gasolina a cambio de que los pescadores nos lleven¡±, coment¨® Posadas.
Pedro Mej¨ªa, abogado de la organizaci¨®n Litigio Estrat¨¦gico que lucha por la defensa de derechos humanos en Honduras, es el apoderado legal de 11 de las v¨ªctimas sobrevivientes de los familiares de los muertos en aquella balacera. Cuando habl¨¦ a finales de julio con el abogado, se mostr¨® desanimado y calific¨® la investigaci¨®n como ¡°demasiado pobre¡±.
Las 113 p¨¢ginas que componen el expediente al cual tuve acceso revelan que, dos a?os despu¨¦s de que ocurrieron los hechos, las autoridades ni siquiera han visitado el lugar ni una sola vez.
Ocultamiento
La pobreza del expediente, a decir del abogado Mej¨ªa, no solo se debe a la falta de investigaci¨®n fiscal sino tambi¨¦n al ocultamiento de informaci¨®n por parte de la Fuerza Armada y posiblemente la destrucci¨®n de pruebas. El 17 de marzo de 2022, seis meses despu¨¦s de los hechos, la instituci¨®n castrense anunci¨® en un escueto comunicado a trav¨¦s de sus redes sociales que el helic¨®ptero Bell H1-1H matr¨ªcula 953, el mismo que, seg¨²n el abogado Mej¨ªa, particip¨® en el operativo en Ibans, se accident¨® y se quem¨® por completo. Sus ocupantes apenas salieron con quemaduras leves.
Adem¨¢s, seg¨²n los testimonios de los miskitos, 40 d¨ªas despu¨¦s de los hechos, un grupo de militares se present¨® a Ibans. Fueron puerta a puerta, exigiendo a los habitantes que entregaran los casquillos que hab¨ªan recogido tras el tiroteo.
¡°Llegaron soldados y polic¨ªas casa por casa y pidieron que, si ten¨ªamos las balas que hab¨ªan quedado, las ten¨ªamos que entregar. Nos dijeron que era para hacer justicia. Pero justicia nunca lleg¨®¡±, dice uno de los l¨ªderes comunales de Ibans que prefiri¨® no ser identificado con su nombre por temor a represalias.
Su temor no es infundado. Al menos dos l¨ªderes miskitos de esa comunidad han tenido que huir por amenazas de muerte. El ¨²ltimo fue Modesto Morales. En una llamada telef¨®nica a finales de julio, Morales asegur¨® que un grupo de hombres armados y vestidos de negro llegaron a su casa por la noche luego de que ¨¦l denunciara ante las autoridades a las fuerzas militares por vej¨¢menes a los derechos humanos de la comunidad.
Sin embargo, en una de mis visitas a la regi¨®n, logr¨¦ encontrar algunos casquillos que a¨²n permanecen en Ibans. Un habitante me mostr¨® algunos de ellos mientras se?alaba los agujeros en el techo de su casa por donde asegura que entraron los disparos. El casquillo del proyectil ten¨ªa en su base el n¨²mero 7,62 mm, que es el calibre que usan las ametralladoras M60 empotradas en los helic¨®pteros que describen los testigos de los hechos. Un artilugio potente, usado en conflictos b¨¦licos como arma de apoyo a las tropas en tierra. Un arma poderosa, sobre todo, si se dispara contra escuelas de lata y personas desarmadas.
El abogado Mej¨ªa cree que la investigaci¨®n no avanzar¨¢ nunca. En parte, dice, porque las mismas autoridades tienen miedo de investigar a una instituci¨®n tan poderosa y temida en Honduras como las Fuerzas Armadas.
¡°No es necesario que alguien reciba una amenaza. Se sabe que la Fuerza Armada [sic] es una instituci¨®n de temer¡±, me dice el abogado.
La falta de colaboraci¨®n de las fuerzas armadas, seg¨²n los sobrevivientes, tambi¨¦n puede tener relaci¨®n con un hecho contundente: la lancha abandonada en Ibans aquel 16 de septiembre ni siquiera ten¨ªa droga.
De acuerdo con los relatos de los testigos, luego de la balacera, los Miskitos acecharon enfurecidos la lancha hasta que uno de los l¨ªderes intervino. All¨ª se acercaron al comandante de los militares que cuidaban la lancha, quien era conocido en el ¨¢rea. Seg¨²n Modesto, el comandante se hab¨ªa presentado antes como parte de la Fuerza de Tarea Bravo, una unidad de cooperaci¨®n conjunta bajo la direcci¨®n del Comando Sur de los Estados Unidos (SOUTHCOM, por sus siglas en ingl¨¦s). InSight Crime tambi¨¦n solicit¨® comentario sobre el incidente al Departamento de Estado de Estados Unidos. Al momento de la publicaci¨®n, no recibimos respuesta.
El d¨ªa de los hechos, Modesto afirma que los habitantes pidieron al comandante permiso de tomar la gasolina que hab¨ªa en la lancha.
¡°[?l] me dijo ¡®Calma a tu pueblo¡¯. Yo le expliqu¨¦ que el pueblo exig¨ªa quedarse con lo que hab¨ªa en la lancha, ya fuera droga o gasolina porque el da?o que le hab¨ªan hecho era demasiado. ?l me dijo, ¡®Est¨¢ bien, lo autorizo para que vea qu¨¦ hay en la lancha y si es gasolina se la pueden llevar. Si es droga no. Ni tampoco se pueden llevar los motores porque tengo que entregar la lancha a inspecci¨®n¡¯¡±, explica Modesto.
Morales asegura que se subi¨® a la lancha y retir¨® el pl¨¢stico con el que estaban cubiertos los barriles. Ah¨ª se dio cuenta de que en la embarcaci¨®n hab¨ªa 18 barriles. Los primeros 14 estaban vac¨ªos y otros cuatro ten¨ªan un poco de gasolina en su interior.
¡°Entonces, el pueblo se avent¨® sobre los barriles y se los llevaron. Incluso me botaron a m¨ª y no pod¨ªa pararme porque yo peso casi 300 libras¡±, recuerda Morales.
Sus palabras son reforzadas por un video subido a YouTube titulado Lancha sube en Ibans la Moskitia en tiroteo, publicado el 6 de octubre de 2021 por el usuario @franklinlopez4042. En el video se ve una horda de miskitos desvalijando la lancha color gris plata. Algunos de ellos se llevan incluso los barriles o lazos que encuentran en el interior de la nave.
Las autoridades hondure?as tampoco consignaron ning¨²n decomiso de drogas ese d¨ªa en Ibans.
Los miskitos, entre dos fuegos
Los miskitos se han visto atrapados entre fuerzas que de una forma u otra destrozan su forma de vida, su salud y su selva. Este evento de septiembre de 2021 no es ¨²nico.
En 2012 una lancha piloteada por un agente de la Administraci¨®n de Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en ingl¨¦s) y dos agentes antinarc¨®ticos hondure?os abrieron fuego tras chocar con un barco de pasajeros. Al o¨ªr los disparos, un agente de la DEA en un helic¨®ptero de apoyo orden¨® a los agentes hondure?os que dispararan contra la embarcaci¨®n de pasajeros. Los disparos mataron a dos mujeres embarazadas, un ni?o de 14 a?os y un adulto. Todos Miskitos, todos civiles.
Se lograron esclarecer los hechos gracias a videos desclasificados por el departamento de justicia de Estados Unidos. Sin embargo, los l¨ªderes miskitos hablan de varios casos m¨¢s que no han sido reportados. Cuentan sobre otros helic¨®pteros disparando sobre civiles, de golpizas a manos de los militares, torturas y robos. Insisten en que el pueblo miskito es vejado tanto por los narcotraficantes como por las autoridades hondure?as y extranjeras.
Casi dos a?os despu¨¦s de este ¨²ltimo atentado, y tras decenas de intentos por parte de los miskitos y los abogados querellantes por alcanzar la justicia ante las cicatrices y las muertes de los suyos, en el pueblo de Ibans solo hay desesperanza, trauma y dolor.
Durante la ¨²ltima conversaci¨®n con ?lica, la viuda de Erick Bar¨², antes de irme de ese pedazo de para¨ªso y de su laguna de ?bano, me cuenta una infidencia, una especie de secreto que hab¨ªa guardado para ella y que ahora cree a bien compartir. Bajando un poco la voz para que solo lo escuche yo me dice:
¡°Miskito tiene creencias¡ y, a veces, cuando mi ni?o se enferma, se le hincha la panza. Miskito dice que es porque el pap¨¢ muerto le viene a dar de comer¡±. Pero los muertos no comen lo mismo que los vivos. Por eso, seg¨²n los Miskitos, los ni?os se enferman. ¡°Nuestra creencia dice que si yo quemo la ropa que ¨¦l dej¨® y saco humo, ¨¦l se va. Pero mi ni?o no se cura. Se vuelve a enfermar y se vuelve a enfermar. Ahora ha ca¨ªdo con otra enfermedad. Est¨¢ bien triste. Yo digo que ha de ser el pap¨¢ que anda molestando en esp¨ªritu¡±.
Todos los fantasmas que dej¨® aquel helic¨®ptero tardar¨¢n mucho tiempo en irse del pueblo que habita la laguna de ?bano.
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