Asedios a la democracia en Am¨¦rica Latina
A cuarenta a?os del inicio de las transiciones democr¨¢ticas, que deshicieron las ¨²ltimas dictaduras militares, las tendencias autoritarias avanzan desde distintos flancos
La reconfiguraci¨®n del mapa pol¨ªtico de Am¨¦rica Latina, en los ¨²ltimos a?os, ha hecho visible la crisis de la democracia en la regi¨®n. Una crisis que, en contra de una hip¨®tesis muy difundida en la d¨¦cada pasada, no proviene ¨²nicamente de la autocratizaci¨®n de algunos sistemas pol¨ªticos inscritos en el bloque bolivariano, como el venezolano o el nicarag¨¹ense.
A cuarenta a?os del inicio de las transiciones democr¨¢ticas, que deshicieron las ¨²ltimas dictaduras militares, las tendencias autoritarias avanzan desde tres flancos, por lo menos. No necesariamente esas tendencias llegan a conformar una regresi¨®n autoritaria o un tr¨¢nsito a reg¨ªmenes h¨ªbridos o iliberales, como asumen algunos diagn¨®sticos apresurados, pero s¨ª colocan las democracias en una cuerda floja, que pende entre los liderazgos y las instituciones.
Un primer flanco de avance de la impugnaci¨®n democr¨¢tica es el de las nuevas derechas, a veces llamadas, sin demasiada precisi¨®n, ¡°ultras¡±, ¡°extremas¡± o ¡°alternativas¡±. L¨ªderes en el gobierno como Jair Bolsonaro, Nayib Bukele o Javier Milei, o partidos en la oposici¨®n como el Republicano en Chile, Integraci¨®n Social en Per¨² o Centro Democr¨¢tico en Colombia, han mostrado diversas facetas de malestar con las democracias creadas por las transiciones de fin de siglo.
A veces se trata de un malestar que se expresa por medio de una visi¨®n nost¨¢lgica de los autoritarismos de la Guerra Fr¨ªa o de un anti-izquierdismo de acentos macartistas, que no oculta una agenda excluyente de cara al campo pol¨ªtico. En sus versiones m¨¢s cercanas a una desdemocratizaci¨®n, esas derechas apuestan por un retroceso en materia de derechos sociales, por un achicamiento del Estado y, a la vez, por un reforzamiento de los poderes emergentes, los estados de excepci¨®n y las prebendas a los militares, que amenazan el pacto civil de las transiciones.
El otro flanco del deterioro democr¨¢tico es el m¨¢s reconocible de las viejas izquierdas bolivarianas, especialmente en sus versiones venezolana, nicarag¨¹ense y cubana. Aunque cada vez con menos influencia regional, esas izquierdas siguen poseyendo arraigo en bases de otras m¨¢s inscritas en el nuevo progresismo latinoamericano, que reconocemos en Gobiernos como los de Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia y, en menor medida, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador en M¨¦xico.
En alguno de esos gobiernos, emblem¨¢ticamente en el mexicano, hay se?ales de distanciamiento del progresismo, como el enfoque extractivista en la estrategia energ¨¦tica o la falta de compromiso con pol¨ªticas ambientales, comunitarias y de g¨¦nero, que no pocas veces se traducen en tensiones con el activismo feminista, ambientalista e ind¨ªgena. A esos distanciamientos podr¨ªa agregarse una hostilizaci¨®n discursiva, y eventualmente legal o constitucional, de los organismos aut¨®nomos y la sociedad civil, que recuerda el despotismo bolivariano, aunque sin cancelar el marco de pluralismo democr¨¢tico.
El tercer flanco por el que avanza la inestabilidad democr¨¢tica en Am¨¦rica Latina es transversal y se verifica tanto en la izquierda como en la derecha. Las crisis de seguridad provocadas por la expansi¨®n del crimen organizado, el narcotr¨¢fico, las pandillas urbanas y las di¨¢sporas migratorias generan una atm¨®sfera propicia para la seguritizaci¨®n de la pol¨ªtica. Ahora mismo, la concentraci¨®n de superpoderes o facultades delegadas en el ejecutivo tiene lugar en muy diversos contextos nacionales: El Salvador y Nicaragua, Argentina y Ecuador, Venezuela y Per¨².
El reeleccionismo o la permanencia del mismo l¨ªder en el poder afecta sistemas pol¨ªticos distintos, con orientaciones ideol¨®gicas y geopol¨ªticas contradictorias como El Salvador con Bukele, Bolivia con Arce y Morales, Venezuela con Maduro y Nicaragua con Ortega y Murillo. La incapacidad para concertar reacciones diplom¨¢ticas regionales hace evidente la polarizaci¨®n continental y el deterioro de los foros de integraci¨®n.
Una nota positiva, en medio de tantas se?ales de alarma, ha sido la toma de posesi¨®n presidencial de Bernardo Ar¨¦valo en Guatemala, luego del triunfo electoral indiscutible del Movimiento Semilla. Los mecanismos interamericanos, que han exhibido su ineficacia frente a cismas pol¨ªticos recientes como los de Venezuela, Bolivia, Per¨² o Nicaragua, pudieron acompa?ar el proceso guatemalteco, sentando un precedente que ojal¨¢ se pruebe en otros contextos.
El pobre desempe?o de la OEA y otros organismos internacionales, en las ¨²ltimas crisis pol¨ªticas latinoamericanas, se debe a lecturas equivocadas del mapa regional, que s¨®lo ven amenazas a la democracia en la izquierda o, m¨¢s espec¨ªficamente, en Venezuela, Nicaragua y Cuba. Esa limitaci¨®n anal¨ªtica impide constatar que los pactos democr¨¢ticos tambi¨¦n se resienten cuando se desmantela el Estado, se reducen derechos sociales o se atropellan garant¨ªas constitucionales en nombre de la seguridad nacional.
Despu¨¦s de cinco a?os de predominio de la alternancia en el poder o el voto de castigo en las elecciones latinoamericanas, comienza una fase de continuismo que podr¨ªa verificarse en El Salvador, M¨¦xico, Venezuela, Bolivia y Nicaragua. En algunos casos, como el salvadore?o, el venezolano y el nicarag¨¹ense, al reeleccionismo se suma una apuesta por la hegemon¨ªa absoluta o la sub representaci¨®n opositora, que poco contribuye a la preservaci¨®n o rescate del marco democr¨¢tico.
En M¨¦xico tambi¨¦n es perceptible una tendencia poderosamente hegemonista en el nuevo partido oficial, sus medios de comunicaci¨®n y sus redes sociales. Abiertamente se busca un segundo sexenio de Morena, ya no con mayor¨ªa calificada sino absoluta en el congreso federal, con el prop¨®sito de llevar adelante reformas constitucionales dise?adas por la actual administraci¨®n.
Cabr¨ªa preguntarse si para los propios fines del Gobierno sucesor y su declarado rol en la regi¨®n latinoamericana y caribe?a, conviene m¨¢s un proyecto pol¨ªtico tan fuertemente hegemonista o una modalidad que conceda un margen de acci¨®n razonable a la oposici¨®n y la sociedad civil. En todo caso, por ahora, la din¨¢mica electoral mexicana est¨¢ muy lejos de las f¨®rmulas inequitativas y predecibles que, desde las ant¨ªpodas del espectro ideol¨®gico, se observan en Venezuela y El Salvador.
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