Un a?o en el destierro: as¨ª se reinventan en Estados Unidos los presos pol¨ªticos expulsados por Daniel Ortega
De Miguel Flores a Evelyn Pinto o Armando Robles, los opositores del r¨¦gimen despojados de su nacionalidad tratan de comenzar desde cero a miles de kil¨®metros de casa: ¡°No voy a dejar que Ortega y Murillo me roben mis sue?os¡±
Miguel Flores vive desde hace tres meses en un s¨®tano que renta en la zona noreste de Washington DC. Adivinar que es un amante de la cocina no es dif¨ªcil al ver c¨®mo ha decorado el peque?o espacio en el que apenas cabe su cama, una cocineta y un ba?o: libros de recetas en un estante, una paellera colgada en una pared, los utensilios sobre la mesa de aluminio ¨Cjunto a la despensa, el pantry¨C ordenados con pulcritud. Y en la puerta de la refrigeradora, pegado, un pop stick en el que se lee: ¡°From across the seas / Your passion follows with hope / A lovely kitchen¡±.
¡°Es una nota que me dieron en un curso de cocina y que guardo con mucho cari?o. Representa mi sue?o de ser chef¡±, cuenta Miguel, un joven de 26 a?os que hace un a?o exactamente, la madrugada del 9 de febrero de 2023, fue desterrado por el r¨¦gimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. En Nicaragua era un dirigente universitario y cay¨® preso por una raz¨®n central que ¨¦l describe con llano desparpajo: ¡°Por ser opositor¡±.
¡°Por estar en contra del Gobierno. Por alzar mi voz. Por defender los derechos humanos. Todo lo que hemos venido haciendo desde las protestas en 2018¡ Y luego vino eso de la condena por conspiraci¨®n y todos esos delitos pol¨ªticos¡±, agrega el muchacho en un tono de voz sosegado, como si los interrogatorios a los que los polic¨ªas lo sometieron en ropa interior, y la sed que sinti¨® durante 48 horas continuas a falta de agua en la celda, hubiesen sucedido hace ya muchas d¨¦cadas.
¡°No voy a dejar que Ortega y la Rosario me roben todos mis sue?os¡±, explica Miguel en una forma que, mientras habla, conduce a pensar en su resiliencia. ¡°Cuando ca¨ª preso yo ten¨ªa sue?os. Me dec¨ªa que cuando saliera de la c¨¢rcel iba a terminar la carrera de Ciencias Pol¨ªticas mientras consolidaba mi negocio de catering, porque yo cocino de todo, y para qu¨¦¡ Me iba bien a pesar del desastre de pa¨ªs. Por eso decid¨ª quedarme adentro y no salir al exilio. Pero bueno, fui apresado en Rivas por agentes del Ej¨¦rcito y luego me entregaron a la polic¨ªa¡±.
Su paso por prisi¨®n finaliz¨® el nueve de febrero de 2023, aquella madrugada en la que escuch¨® desde su celda ruidos de patrullas policiales ingresando al Distrito III, muy inusuales a esa hora. Los carceleros lo sacaron de improviso de la celda, lo montaron en un bus que llevaba las ventanas tapadas con tela y, viendo por los resquicios, Flores vio que lo llevaban hacia el Aeropuerto Internacional de Managua.
Al bajarse del bus vio un avi¨®n enorme sobre la pista y a funcionarios de la embajada de Estados Unidos. ?l nunca hab¨ªa volado en su vida y de inmediato, conversando con los dem¨¢s presos pol¨ªticos, entendi¨® que el Gobierno sandinista los excarcelaba y los enviaba a otro pa¨ªs. Una excarcelaci¨®n agridulce: al destierro y pronto supo, al hablar con los norteamericanos, que el destino final era Washington D. C.
Horas m¨¢s tarde el avi¨®n condujo a los 222 presos pol¨ªticos al destierro y la realidad abofete¨® a Miguel Flores, despu¨¦s del shock inicial de experimentar un vuelo por primera vez en esas extra?as condiciones obligatorias, y darse cuenta tras del aterrizaje de que el r¨¦gimen sandinista lo hab¨ªa despojado de su nacionalidad nicarag¨¹ense.
¡°Cuando pasa el shock inicial y nos explican el proceso migratorio para poder vivir en Estados Unidos, que fue el Parole Humanitario, me doy cuenta que no tengo ni ropa ni a nadie en este pa¨ªs. Ten¨ªa mucho fr¨ªo¡±, recuerda el universitario. En efecto, era una ma?ana de invierno en Dulles y la incertidumbre volv¨ªa todo m¨¢s glacial para los presos pol¨ªticos como ¨¦l, quienes no contaban con familiares en Estados Unidos. La imagen sigue intacta en los recuerdos de este reportero: los presos hurgaban en una pila de abrigos que la solidaridad dispuso para ellos. Encontrar uno de su talla daba calor, un poco de certidumbre en medio de ese torbellino.
Un grupo de j¨®venes se reunieron para ver a qui¨¦n llamar. Buscar qui¨¦n los pod¨ªa alojar despu¨¦s que se agotaron los tres d¨ªas de hotel que el Departamento de Estado (la instituci¨®n del Gobierno de Joe Biden que coordin¨® el rescate de estos reos de conciencia despu¨¦s de que Ortega y Murillo decidieran expulsarlos de Nicaragua) les dio. Miguel Flores encontr¨® a unos amigos que viv¨ªan en Washington D. C. y ellos le ofrecieron techo y comida sin costo durante meses.
¡°?Qu¨¦ hago? No tengo empleo, no tengo nada¡±
¡°La verdadera historia en el destierro comienza cuando yo me pregunto, ?qu¨¦ hago? No tengo empleo, no tengo nada¡±, recuerda Miguel Flores un a?o despu¨¦s de su expulsi¨®n. La entrevista es parte de un documental que produzco para Raza e Igualdad, una organizaci¨®n que defiende presos pol¨ªticos en las Am¨¦ricas y que, a pedido del Departamento de Estado, fue clave para recibir a los 222 presos pol¨ªticos y ayudarlos a instalarse en Estados Unidos. ¡°A los pocos d¨ªas me fui a caminar largo, me sent¨¦ en un caf¨¦ y me encontr¨¦ con la primera barrera: el idioma. Me dije tengo que aprender ingl¨¦s y apliqu¨¦ a mi permiso de trabajo¡±.
El permiso de trabajo tard¨® m¨¢s de dos meses en llegarle a Miguel Flores. Sent¨ªa pena con sus amigos porque segu¨ªan cubriendo su manutenci¨®n. Aprovech¨® ese tiempo para estudiar ingl¨¦s, aprender a moverse en Washington D. C. y descubrir, a grandes y peque?os rasgos, un pa¨ªs tan distinto para un joven que nunca hab¨ªa salido de Nicaragua. El primer trabajo que encontr¨® fue de jardiner¨ªa y no lo desde?a para nada, aunque en sus manos tiene algunas marcas del trabajo que realiz¨® en calores sofocantes, a m¨¢s de 37 grados cent¨ªgrados, y otros d¨ªas con temperaturas bajo cero.
¡°Mi pensamiento era que estaba en este pa¨ªs de vacaciones. Yo no relacionaba que ten¨ªa que empezar a vivir aqu¨ª. Pero cuando empec¨¦ a trabajar me orden¨¦, y tambi¨¦n me di cuenta que no quer¨ªa hacer jardiner¨ªa. Que no iba a permitir lo que yo me dije: que Ortega y la Rosario me quiten mis sue?os¡±, dice Miguel Flores. ¡°Yo so?aba con abrir un restaurante en Nicaragua. A m¨ª me gusta hacer ¨¦nfasis en eso, porque yo me ve¨ªa en mi pa¨ªs invirtiendo. Entonces empec¨¦ a hacer nacatamales y comida t¨ªpica ac¨¢, a recomenzar con lo que me gustaba. Fue incre¨ªble la respuesta de la comunidad nicarag¨¹ense. Me iniciaron a comprar, a apoyarme, y logr¨¦ vivir de eso¡±.
Mientras hac¨ªa comida nicarag¨¹ense para sobrevivir, y lidiar con una enfermedad que lo envi¨® al hospital y le gener¨® una factura que hasta el d¨ªa de hoy sigue pagando en abonos, Miguel Flores ¡°buscaba otras oportunidades¡±. El universitario encontr¨® una beca en entrenamiento culinario para personas en proceso de asilo. Era ¡°perfecto¡± porque le pagaban las horas de estudio como trabajo.
¡°Tuve dudas y miedos de aplicar porque no dominaba el idioma; no me sent¨ªa capacitado. Aunque no sab¨ªa qu¨¦ estaba haciendo, lo hice y me aceptaron. Me fui de la casa de mis amigos, me mud¨¦ de Maryland a D. C., y comenc¨¦ a profesionalizarme, porque yo quiero ser chef. Todo lo hice solo y fue duro; la navidad fue otro golpe duro, pero me repet¨ªa que no iba a dejar que Ortega y la Rosario me hicieran sentir como un gusano. Me desterraron y me quitaron mi nacionalidad, pero no me iban a robar mi alegr¨ªa¡ ni mis metas ni mis sue?os¡±, afirma el universitario.
Cuando termin¨® el curso uno de sus profesores le dio el pop stick con esa frase que Miguel Flores guarda como una especie de amuleto porque le trajo pronto buena suerte: ¡°From across the seas / Your passion follows with hope / A lovely kitchen¡±. De inmediato encontr¨® trabajo en un hotel de cinco estrellas de Washington y ya ha logrado que lo nombren jefe de una estaci¨®n de cocina. ¡°Miguel Flores¡±, dice con una sonrisa que le aliviana el destierro, ¡°tiene un sue?o que cumplir¡±.
***
De acuerdo con una base de datos construida por la Mesa de trabajo NY/NJ - Di¨¢spora Nicarag¨¹ense, la mayor¨ªa de los presos pol¨ªticos desterrados se instalaron en el estado de Florida, en espec¨ªfico en Miami, donde el ingl¨¦s no es tan indispensable. 68 personas viven en Florida, 33 se afincaron en Maryland, 21 en California y el resto se encuentran repartidos en Carolina del Norte, Colorado, Georgia, Illinois, Indiana, Minnesota, Nebraska, New York, New Jersey, Oreg¨®n, Ohio, San Diego, Pensilvania y Tennessee.
Esta diseminaci¨®n por Estados Unidos responde a una condici¨®n b¨¢sica: se mudan donde encuentren trabajo. A pesar de las jornadas laborales extenuantes, algunos de ellos persisten en su activismo opositor. Otros se han sumado como v¨ªctimas a procesos de justicia universal, como Evelyn Pinto, una matriarca de 63 a?os que promete ¡°que no descansar¨¢ hasta encontrar justicia¡±.
¡°Desde que me liberaron he estado en comunicaci¨®n con organizaciones como la Unidad de Defensa Jur¨ªdica, la UDJ, unos abogados que ahora est¨¢n revisando el expediente de cara a poder presentar una denuncia futura para que haya justicia por todo lo que me hicieron¡±, detalla Pinto con aplomo en Glen Burnie, Maryland, una tranquila localidad en la que vive con su hija y donde trabaja en l¨ªnea en pedagog¨ªa. La presa pol¨ªtica es muy creyente y se aferra a ello cuando se siente muy sola, e intenta valerse por s¨ª misma hasta en aquellas cosas cotidianas como ir por su cuenta al supermercado.
M¨¢s al sur en la costa este de Estados Unidos, en Miami, el campesino Armando Robles encontr¨® sosiego en el exilio hasta hace un par de meses. Logr¨® la reunificaci¨®n familiar con su esposa y su hijo de siete a?os, un peque?o vivaracho que ya dice sus primeras palabras en ingl¨¦s; un idioma con el que su padre batalla ¡°para poder darle un mejor futuro¡±.
¡°Si un d¨ªa tuviera lugar regresar a Nicaragua, si fuera hoy o ma?ana, yo ese mismo d¨ªa me regreso, pero ahora lo pienso. Hay otras cosas que me motivan, como tener a mi hijo chiquito en el colegio. Este es un pa¨ªs de oportunidades, oportunidades que nosotros no tuvimos en Nicaragua. En Estados Unidos la vida es dura, aqu¨ª vamos a estar, pero no puedo olvidar mi pueblo, mi familia, mi pa¨ªs y mi vida¡±, asegura Robles en un sof¨¢ en el que cada domingo por la noche, junto a las otras dos familias con las que comparte el apartamento en Miami, ven noticias en canales hispanos para ¡°entender m¨¢s¡± el pa¨ªs que los asila. La entrevista se realiza precisamente un domingo, despu¨¦s del noticiero, y el hombre nos despide con una sonrisa y un bostezo. Ma?ana, lunes, toca madrugar para trabajar en el cuarto fr¨ªo de una compa?¨ªa que importa flores de Guatemala.
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