Encuentran asesinados y quemados los cuerpos de los cuatro ni?os secuestrados en Ecuador por militares
La Asamblea ha declarado tres d¨ªas de luto y pide al Gobierno de Daniel Noboa que ejerza todo el peso de la ley sobre los 16 uniformados acusados del secuestro y desaparici¨®n
Durante semanas, Ecuador no exigi¨® otra cosa que la aparici¨®n con vida de los cuatro ni?os que el 8 de diciembre fueron detenidos por una patrulla militar. Desde ese momento desaparecieron sin dejar rastro. Este 31 de diciembre, cuando el pa¨ªs ya se preparaba para despedir el a?o, la esperanza se desmoron¨®. A unas horas de la medianoche, se confirm¨® la tr¨¢gica noticia: los restos incinerados hallados en una zona pantanosa de Taura pertenecen a Steven Medina (11 a?os), Nehem¨ªas Arboleda (15), y los hermanos Ismael (15) y Josu¨¦ Arroyo (14). La indignaci¨®n y la rabia, que hab¨ªan sido la t¨®nica durante este tiempo, se exacerb¨® con la confirmaci¨®n oficial de que los ni?os fueron asesinados y sus cuerpos, quemados.
El dolor se materializ¨® en un grito desgarrador que silenci¨® de golpe la protesta social que se llevaba a cabo esa ma?ana frente al edificio judicial, al sur de Guayaquil. La Fiscal¨ªa hab¨ªa dado la noticia a los familiares: los an¨¢lisis periciales no dejaban duda. No estaban vivos. La desaparici¨®n, que durante 23 d¨ªas aliment¨® la exigencia de justicia, se transformaba en una pesadilla irreversible para sus familiares. La Asamblea ecuatoriana ha declarado tres d¨ªas de luto y ha exhortado al Gobierno de Daniel Noboa a ejercer todo el peso de la ley por el crimen de los menores.
Pocos minutos antes de esta fat¨ªdica revelaci¨®n, un centenar de personas hab¨ªa irrumpido en las afueras del complejo judicial, reclamando a gritos: ¡°?Los entreguen vivos!¡±. Hab¨ªan llegado temprano para vigilar la audiencia de formulaci¨®n de cargos contra los 16 miembros de la Fuerza A¨¦rea de Ecuador involucrados en la desaparici¨®n forzada de los menores. En la sala de audiencias, el juez Deniss Ugalde acept¨® la solicitud de la Fiscal¨ªa y proces¨® a los militares por desaparici¨®n forzada, un delito que, seg¨²n la ley ecuatoriana, puede conllevar penas de hasta 26 a?os de prisi¨®n. El magistrado dict¨® prisi¨®n preventiva durante 90 d¨ªas, tiempo en el que se investigar¨¢ el caso.
El 24 de diciembre, la polic¨ªa ecuatoriana sigui¨® una pista en la remota localidad de Taura, un pueblo situado a 46 kil¨®metros de Guayaquil, marcado por la pobreza y la desatenci¨®n estatal. En este rinc¨®n olvidado, el crimen organizado opera con total impunidad a sombras de una base militar. En la conocida zona del kil¨®metro 26, los agentes de investigaci¨®n llegaron para intentar dar con el paradero de los cuatro ni?os desaparecidos, que la ¨²ltima vez que fueron vistos estaban sometidos y eran golpeados en el balde de una camioneta llena de militares. Todo qued¨® grabado por c¨¢maras de videovigilancia, que fueron la evidencia para que las autoridades del Gobierno de Daniel Noboa reconozcan la participaci¨®n de los soldados, tras varios d¨ªas de negaci¨®n.
Seg¨²n la versi¨®n de los soldados, ellos llevaron a los ni?os hasta el pueblo de Taura y los soltaron con vida, sin dar cuenta a las autoridades competentes ni seguir los procedimientos legales establecidos, como la entrega a la polic¨ªa especializada en menores. Sin embargo, un testigo clave dio otros detalles: un hombre al que han denominado como ¡°el samaritano¡± fue el ¨²nico dispuesto a abrir la puerta a los menores. Golpeados, desnudos y aterrados, los ni?os llegaron hasta ¨¦l. El hombre les prest¨® su tel¨¦fono m¨®vil para que uno de ellos pudiera llamar a su padre. Eran las 22:59 del 8 de diciembre cuando los chicos tocaron la puerta de su casa.
El ¡°samaritano¡± les dio agua y unos boxers para que pudieran vestirse. En su testimonio anticipado ante la Fiscal¨ªa, detall¨® que, a pesar de su ayuda, les pidi¨® que no entraran a su casa. Les sugiri¨® que se escondieran mientras esperaban ser rescatados por sus padres. Sin embargo, antes de que una patrulla policial pudiera llegar, la tragedia dio un giro a¨²n m¨¢s oscuro. Unos minutos despu¨¦s de que uno de los adolescentes llam¨® a su padre, un par de hombres encapuchados llegaron en motocicleta y se llevaron a los menores. Esa fue la ¨²ltima vez que se les vio, y la direcci¨®n en que fueron llevados parec¨ªa clara, hacia un r¨ªo. All¨ª encontraron la muerte.
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