H¨¦ctor S¨¢nchez y David Morgan: dos pilotos unidos por los recuerdos de la Guerra de Malvinas
En un nuevo aniversario de la guerra entre Argentina y Reino Unido, estos dos veteranos cuentan como el dolor compartido forj¨® una profunda amistad
Se saludan como amigos que se hablan seguido. Frente a la pantalla de su computadora, H¨¦ctor S¨¢nchez, 69 a?os, mueve la palma de su mano y dice ¡°Helloooooo, David¡±. David Morgan, 75 a?os, se conecta puntual con una sonrisa amable y un vaso de whisky junto a su computadora. Por la diferencia horaria, acaba de cenar. La charla comienza en ingl¨¦s y as¨ª seguir¨¢ hasta el final, como un gesto de camarader¨ªa del piloto argentino hacia su amigo que no habla espa?ol.
-?La familia bien, David?- pregunta S¨¢nchez, usando un t¨ªpico saludo argentino, como si estuvieran en una charla privada. Intercambian noticias de salud y de sus familias. Se olvidan de la entrevista, se miran con admiraci¨®n. Es dif¨ªcil imaginar que en 1982, hace 41 a?os, se enfrentaron como enemigos, a bordo de sus aviones de combate, durante la Guerra de Malvinas en el Atl¨¢ntico Sur.
H¨¦ctor S¨¢nchez es piloto de combate y perteneci¨® al II Escuadr¨®n A¨¦reo del Grupo 5 de Caza. El 8 de junio de 1982, la Fuerza A¨¦rea Argentina golpe¨® a los brit¨¢nicos para impedir su desembarco en Bah¨ªa Agradable, en la costa de las islas. La Marina Real vivi¨® su d¨ªa m¨¢s dram¨¢tico, con 61 muertos, cerca de 200 heridos y el hundimiento de sus buques Sir Galahad, Sir Tristran y una lancha de desembarco.
David Morgan, a cargo del Escuadr¨®n A¨¦reo Naval 800, descarg¨® sus misiles contra el escuadr¨®n de S¨¢nchez y derrib¨® a sus tres compa?eros: Danilo Bolz¨¢n, Juan Jos¨¦ Arrar¨¢z y Jorge Alberto V¨¢zquez. S¨¢nchez fue el ¨²nico que logr¨® escapar. Diez a?os m¨¢s tarde, un amigo en com¨²n que viv¨ªa en Londres les ofreci¨® conocerse, aprovechando la oportunidad de que Sanchez estar¨ªa en Inglaterra. ¡°En realidad, el primero de los dos en contactarse fue David. Me envi¨® una postal de Navidad cuando yo estaba en Kuwait, sirviendo en las Naciones Unidas¡±, dice S¨¢nchez, como develando un secreto que Morgan confirma asintiendo con su cabeza.
Para ese momento, David Morgan ya se hab¨ªa retirado como piloto luego de ser diagnosticado, por primera vez. con depresi¨®n por estr¨¦s postraum¨¢tico. ¡°Cuando empez¨® la Guerra del Golfo [1991] me convocaron y yo cre¨ª que ya estaba bien. Pero aparecieron todos los recuerdos de Malvinas, nuevamente, y eso me hizo muy mal. Me di cuenta de que necesitaba ayuda¡±, explica uno de los pilotos m¨¢s condecorados del Reino Unido. ¡°Los profesionales que me atendieron me dieron a elegir entre dejar de volar o entrenar al escuadr¨®n. Fue la decisi¨®n m¨¢s dif¨ªcil de mi vida y decid¨ª retirarme¡±, recuerda con tristeza.
S¨¢nchez acompa?a su relato con empat¨ªa, lo mira y pide hablar ¨¦l, levantando la mano. ¡°Lo mismo me pasaba a m¨ª, es una pel¨ªcula que se repite una y otra vez. La ¨²ltima vez que me pas¨® fue durante la pandemia y estoy en mi tercer tratamiento terap¨¦utico. El encierro me destruy¨®. No pod¨ªa evitar pensar de nuevo en todo y entr¨¦ en depresi¨®n¡±, detalla S¨¢nchez, que se retir¨® como comodoro de la Fuerza A¨¦rea en 2009.
Hoy se dedica a su familia, a la lectura, juega al golf tres veces a la semana, cuida a sus nietos y es convocado por diversas instituciones y medios de comunicaci¨®n para hablar de Malvinas y sus recuerdos como veterano de guerra. ¡°Yo siempre empiezo diciendo, sobre todo a los m¨¢s chicos y a los j¨®venes, que la guerra no es Top Gun, que es la experiencia m¨¢s dolorosa y horrible que puede vivir un ser humano y que es casi imposible salir de ella sin ayuda¡±, explica con seriedad.
?Por qu¨¦ estos dos hombres, dos pilotos que intentaron matarse el uno al otro se buscaron y tienen una amistad de tres d¨¦cadas? La antrop¨®loga Rosana Guber, explica en Como un cierre. Igualdad, honor y amistad entre contendientes directos, despu¨¦s de Malvinas que ¡°en estos encuentros entre combatientes funciona una idea compleja del g¨¦nero humano, un principio que los antrop¨®logos conocemos como reciprocidad: conceder al otro un reconocimiento que hace crecer tu prestigio¡±. Esta afirmaci¨®n queda confirmada la noche del primer encuentro entre Morgan y S¨¢nchez, en la casa del amigo en com¨²n que los contact¨® y los reuni¨® en Londres. S¨¢nchez lleg¨® primero y cuando Morgan toc¨® el timbre, quiso ir junto al anfitri¨®n a recibirlo.
¡°Se qued¨® duro¡±, dice S¨¢nchez con una risa contenida mirando a Morgan, que empezaba a re¨ªrse tambi¨¦n. ¡°Estaba parado, muy elegante, de saco azul y me estir¨® la mano para saludarme pero yo, como buen latino, le di un abrazo¡±. Los dos estallan de risa al recordarlo. Lo reviven como si fuera la primera vez que lo cuentan. David agrega: ¡°A m¨ª tambi¨¦n me ayud¨® mucho conocerlo. Recuerdo que me dijiste: ¡®No te preocupes David, est¨¢bamos haciendo nuestro trabajo¡¯, y eso me hizo sentir aliviado¡±, agrega Morgan, habl¨¢ndole a ¨¦l directamente, olvid¨¢ndose de la c¨¢mara y la grabadora. Esa noche fueron a tomar cerveza a un pub y luego se sentaron sobre una alfombra, tomaron un mapa y reconstruyeron lo que hab¨ªan vivido la noche del combate.
La amistad de estos viejos contendientes sigui¨® por mail, luego por redes y hoy es por mensajes o videollamadas en el celular. Hablan de la ¡°vida normal, de lo que est¨¢ haciendo cada uno, de nada en especial¡±, explica Morgan, que hoy dedica su tiempo a volar un biplano 1938 De Havilland Tiger Moth, de su propiedad, ser instructor de acrobacia a¨¦rea y cuidar a sus nietos. S¨¢nchez agrega que nunca hablan de la guerra ni de sus secuelas. ¡°Yo sab¨ªa lo que le hab¨ªa pasado, por nuestro amigo en com¨²n, pero si ¨¦l no lo hablaba yo no preguntaba nada. Lo entend¨ªa sencillamente porque viv¨ªa lo mismo que ¨¦l¡±, a?ade.
Despu¨¦s de 1993 volvieron a verse en febrero de 2019, a?o en el que H¨¦ctor S¨¢nchez fue por primera vez a las Islas Malvinas luego del conflicto. ¡°No quer¨ªa ir, no sab¨ªa lo que me iba a causar¡±, explica. Lo acompa?aron su mujer, su compa?ero Luis Cervera, piloto y veterano de Malvinas y Pablo Bolz¨¢n, hijo de Danilo Bolz¨¢n, el compa?ero del escuadr¨®n que Morgan hab¨ªa derribado aquel 8 de junio de 1982. ¡°Cuando decidimos hacer el viaje, le dije a Luis que lo quer¨ªa invitar a David Morgan. Lo llam¨¦ y acept¨® en el momento¡±, recuerda S¨¢nchez, mientras Morgan asiente.
Vivieron el viaje a las islas como una sanaci¨®n. ¡°Fue muy bueno poder estar juntos e ir con Pablo Bolz¨¢n al lugar donde hab¨ªa ca¨ªdo el avi¨®n de su pap¨¢ para explicarle lo que pas¨® en aquel momento¡±, dice Morgan. Con las piedras del lugar construyeron un memorial y se tomaron una foto todos juntos. ¡°David estaba al lado nuestro y, cada vez que veo esa foto, me emociona¡±, a?ade S¨¢nchez. David irrumpe con una risa incontenible al recordar que S¨¢nchez se hab¨ªa sumergido en las aguas de Bah¨ªa San Carlos, donde hab¨ªa ca¨ªdo el avi¨®n de Bolz¨¢n, por una promesa que casi le cuesta la vida. ¡°Cre¨ªa que se iba a morir de un infarto¡±, dijo y los dos se r¨ªen como adolescentes.
La conversaci¨®n se alterna todo el tiempo entre el humor, la tristeza, la angustia y la complicidad. Al mirar hacia atr¨¢s, David sostiene que la Guerra de Malvinas fue ¡°totalmente innecesaria, una decisi¨®n pol¨ªtica que respondi¨® a intereses sin tener en cuenta a las personas¡±. H¨¦ctor acompa?a asintiendo y agrega que ¡°es muy dif¨ªcil de soportar el recuerdo de salir a matar o morir¡±.
Los dos veteranos de Malvinas se despiden con la misma familiaridad con la que se saludaron al inici¨® de este encuentro y hablan, casi en clave, de un proyecto en com¨²n del que no quieren dar detalles todav¨ªa. Se env¨ªan saludos a sus esposas, nombr¨¢ndolas por sus apodos y prometen encontrarse pronto.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S Am¨¦rica y reciba todas las claves informativas de la actualidad de la regi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.