Miedo y esperanza en las dos Argentinas que esperan a Javier Milei
Casi el 80% de los habitantes de R¨ªo Segundo, en C¨®rdoba, vot¨® por el ultraderechista. El 83% de los vecinos de la Isla Maciel, una barriada pobre de los suburbios de Buenos Aires, eligi¨® al peronista Massa. Todos ven el futuro con incertidumbre
El ultraderechista Javier Milei ha roto el mapa pol¨ªtico de una Argentina que hoy le espera sumida en la incertidumbre. Qued¨® segundo en las elecciones de octubre con el 30% de los votos, pero gan¨® la segunda vuelta con un 56% que busc¨® ¡°un cambio¡±. La incertidumbre la sienten los votantes de ciudades como la cordobesa R¨ªo Segundo, en el coraz¨®n agroindustrial del pa¨ªs, donde arras¨® con el 79% de los votos; tambi¨¦n en los distritos m¨¢s postergados, como Isla Maciel, una viej...
El ultraderechista Javier Milei ha roto el mapa pol¨ªtico de una Argentina que hoy le espera sumida en la incertidumbre. Qued¨® segundo en las elecciones de octubre con el 30% de los votos, pero gan¨® la segunda vuelta con un 56% que busc¨® ¡°un cambio¡±. La incertidumbre la sienten los votantes de ciudades como la cordobesa R¨ªo Segundo, en el coraz¨®n agroindustrial del pa¨ªs, donde arras¨® con el 79% de los votos; tambi¨¦n en los distritos m¨¢s postergados, como Isla Maciel, una vieja barriada portuaria en el cord¨®n sur de la ciudad de Buenos Aires, donde el 83% eligi¨® al peronista Sergio Massa en las elecciones. Esas dos Argentinas se asoman a un pa¨ªs nuevo desde este 10 de diciembre y, aun en veredas opuestas, coinciden en que los a?os que vienen ser¨¢n muy duros.
¡°Ahora, Milei tiene una misi¨®n¡±, dice Milton Palacios, un peluquero de R¨ªo Segundo de 34 a?os. Como muchos en la ciudad, junta las manos sobre el pecho y se encomienda al presidente electo mirando el cielo cuando habla sobre los pr¨®ximos cuatro a?os. Est¨¢ ilusionado. Sigue a Milei desde hace dos a?os, cuando el ultra era solo un economista medi¨¢tico y Palacios viajaba 70 kil¨®metros hasta la ciudad de C¨®rdoba para asistir a sus m¨ªtines y charlas.
Es mi¨¦rcoles 6 de diciembre, faltan cuatro d¨ªas para que Milei tome posesi¨®n y Palacios afirma que vivi¨® su victoria contra el peronista Sergio Massa como el final de ¡°una gran batalla¡±. ¡°Un superaparato contra un espacio nuevo, impulsado a pulm¨®n¡±, cuenta. Desde R¨ªo Segundo, ¨¦l hizo su parte. Empez¨® visitando conocidos en bicicleta para hablarles de liberalismo y despu¨¦s los vecinos empezaron a llegar solos hasta su peluquer¨ªa. Se ofrec¨ªan para controlar la votaci¨®n para La Libertad Avanza, el partido de Milei, y pasaron de ser 12, en las primarias de agosto, a ser m¨¢s de 80 en la segunda vuelta. Afirmaban, entonces, que quer¨ªan ¡°cuidar la democracia¡±.
El descontento convenci¨® a muchos en esta ciudad de involucrarse en pol¨ªtica y votar por Milei. R¨ªo Segundo tuvo su auge a finales del siglo XIX, con la expansi¨®n de la producci¨®n agropecuaria y la llegada de las primeras f¨¢bricas y del ferrocarril. Pero hoy es otra ciudad postergada del interior del pa¨ªs. Con 25.000 habitantes y enclavada en una de las provincias m¨¢s conservadoras del pa¨ªs, R¨ªo Segundo es un departamento agr¨ªcola, pero tiene tambi¨¦n un perfil industrial. La f¨¢brica m¨¢s importante es la alimenticia Georgalos. Hubo ¨¦pocas, recuerda una de sus vecinas, en las que la ciudad tambi¨¦n recib¨ªa m¨¢s turistas. Pero la construcci¨®n de una autopista hace dos d¨¦cadas desvi¨® hacia otro lado el flujo de viajeros que llegaban desde las ciudades pujantes como Rosario o Buenos Aires.
Alejandro Casares, que es operario en la f¨¢brica de Georgalos y delegado sindical, muestra con un ejemplo por qu¨¦ vot¨® a Milei. Estudi¨® una tecnicatura superior en motores y sue?a con armar su propio taller de reparaci¨®n de autom¨®viles en el frente de su casa. ¡°Desde hace 10 a?os no alcanzo el presupuesto para hacerlo¡±, afirma este hombre de 40 a?os, padre de dos ni?os. Al principio, necesitaba 320.000 pesos. Cuando logr¨® ahorrarlos, el presupuesto hab¨ªa subido hasta los 1,7 millones. Volvi¨® a juntar el dinero, pero la cifra necesaria ya era de 5,4 millones de pesos. ¡°Trabajo, me levanto a las tres y media de la ma?ana y no llego¡±, dice. El enojo que sinti¨® el d¨ªa que volvi¨® de recibir el ¨²ltimo presupuesto lo conect¨® con Milei: ¡°Nos representa a todos los que estamos desbordados¡±.
Los argentinos repiten historias similares sobre sueldos que no alcanzan, precios que no paran de crecer, el agotamiento, la frustraci¨®n, los j¨®venes que se van por falta de oportunidades. Las cifras salen de memoria: la inflaci¨®n interanual supera el 142%, cuatro de cada 10 personas viven en la pobreza, y el salario m¨ªnimo, hoy en 159 d¨®lares, pas¨® en ocho a?os del primero al pen¨²ltimo de la regi¨®n detr¨¢s de Venezuela. Milei ha atacado los consensos democr¨¢ticos construidos tras la dictadura, ha prometido privatizar empresas p¨²blicas y mano dura a quien se le oponga, pero ninguna de sus promesas ha cautivado tanto al electorado como la de ajustar el gasto p¨²blico para sanear una econom¨ªa que cae en picado. ¡°No hay plata¡±, repite estos d¨ªas entre aplausos. No todos, sin embargo, han elegido seguirlo a esta tierra desconocida.
¡°Votamos a Massa, no hab¨ªa de otra¡±
Eduardo y Florencia, de 28 y 22 a?os, acaban de alquilar un cuarto en un viejo conventillo de la Isla Maciel, un barrio de casas de chapa y madera separado de la ciudad de Buenos Aires por el r¨ªo Matanza, en la cuenca del Riachuelo, una de las m¨¢s contaminadas del mundo. No tienen un contrato, los aceptaron con la promesa de reformar la casa que hace unos meses fue consumida por el fuego, y no saben cu¨¢nto pagar¨¢n de alquiler el pr¨®ximo mes. En diciembre fueron 40.000 pesos, unos 40 d¨®lares, la mitad del ingreso que reciben: una pensi¨®n por invalidez tras un accidente laboral que dej¨® a Eduardo ciego de un ojo. ¡°A Milei no le tengo fe. Van a subir mucho las cosas, pero por suerte en este barrio hay muchos comedores, gente buena que te ayuda con las cosas¡±, dice ella. ¡°Estamos banc¨¢ndola. Hay que ver qu¨¦ hace Milei... Yo agarro cualquier laburo que puedo, aunque sea por un d¨ªa. Pero si me quitan el ingreso fijo no s¨¦ qu¨¦ vamos a hacer¡±, dice Eduardo. Esta pareja, como casi todas las 4.800 personas que votan en Isla Maciel, eligi¨® al peronista Sergio Massa en las pasadas elecciones. ¡°No hab¨ªa de otra¡±, afirma Florencia.
La historia de la ciudad de Buenos Aires se empieza a contar desde barrios como Isla Maciel, levantados entre los conventillos, astilleros y f¨¢bricas construidas por inmigrantes que a mediados del siglo XIX llegaron a la ciudad y abarrotaron el puerto que les daba trabajo. La fiebre amarilla, entre 1850 y 1870, empez¨® a llevarse el dinero hacia norte de la capital, y el desarrollo sigui¨® ese camino hasta hoy. En Isla Maciel conviven barrios de emergencia sin servicios b¨¢sicos, complejos habitacionales donde proliferan la droga y la violencia, y un casco hist¨®rico gemelo de otro barrio con la misma historia y que lo mira desde la otra vera del Riachuelo, La Boca.
El voto peronista en la Isla se explica, en parte, porque muchos de sus habitantes dependen de las ayudas econ¨®micas que impulsaron los Gobiernos de N¨¦stor y Cristina Kirchner desde 2003. Pero no solo, tambi¨¦n por el tejido comunitario que sostiene a sus vecinos: clubes que atienden a los ni?os mientras sus padres trabajan, organizaciones que impulsan desde orquestas musicales hasta servicios dentales, y comedores que reparten comida todos los d¨ªas. Uno de ellos, respaldado por la Fundaci¨®n Isla Maciel, prepara hasta 300 platos por d¨ªa.
Lo explica Andrea Ben¨ªtez, de 55 a?os, que es una de las cocineras desde hace ocho a?os. ¡°Me ayud¨® a levantarme¡±, dice. Comenz¨® como voluntaria despu¨¦s de la muerte del mayor de sus siete hijos, Jonathan, asesinado a sus 21 a?os en un enfrentamiento entre las bandas que venden droga en la periferia del barrio. Despu¨¦s se convirti¨® en su trabajo, por el que cobra a trav¨¦s de un plan del Estado. ¡°Todos mis chicos se criaron en el barrio. Pero hay mucha droga, muchas malas amistades. Poder trabajar ac¨¢ y no tener que irme me ayuda a estar siempre pendiente¡±, cuenta Ben¨ªtez. Pero los cambios se notan. Milei ha asustado con sus promesas de dolarizar la econom¨ªa, y los precios aumentan todos los d¨ªas mientras el presidente electo amenaza con recortar las ayudas sociales que muchos de sus votantes ven solo como un gasto pol¨ªtico en busca de votos. ¡°Se est¨¢ complicando conseguir comida y ya cerraron varios comedores¡±, dice Ben¨ªtez. ¡°Antes hab¨ªa siete en todo el barrio, hoy quedan dos¡±.
¡°Para sacar un mal vot¨¢s otro mal¡±
A casi 700 kil¨®metros, en una provincia conservadora como C¨®rdoba, la ciudadan¨ªa rechaza al kirchnerismo que potenci¨® esas ayudas sociales. El enfrentamiento entre el sector agropecuario y el Gobierno de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner en 2008 termin¨® de consolidar esa antipat¨ªa. Tercer distrito electoral del pa¨ªs, la provincia le dio la elecci¨®n a Mauricio Macri en 2015 y desbanc¨® al kirchnerismo. Los cordobeses volvieron a votar en masa al conservador en 2019 en contra de la mayor¨ªa del pa¨ªs que eligi¨® al peronista Alberto Fern¨¢ndez y en esta elecci¨®n se volc¨® con Milei. En R¨ªo Segundo, con m¨¢s o menos convicci¨®n, han puesto su esperanza en Milei.
¡°Ojal¨¢ que tengamos suerte y cumpla todo¡±, desea Zulema Barrionuevo, kiosquera, de 74 a?os. Sus vecinas, le han contado, tienen ¡°terror¡± de perder la jubilaci¨®n con los recortes que promete Milei. ¡°Yo no creo que la quite¡±, valora Barrionuevo. Ailin Cuartara, estudiante, de 18 a?os, le pide a Milei que ¡°cambie la econom¨ªa¡±. En los ¨²ltimos meses, dej¨® de estudiar y empez¨® a trabajar como camarera. Ese empleo fue para ella un salvavidas porque hab¨ªa noches en las que se iba a dormir habiendo cenado pan y una infusi¨®n. Gabriel Ariosa, carpintero, 58 a?os, siente que hace demasiado tiempo que no progresa. Ha visto a j¨®venes, como sus sobrinos o sus hijos, hacer planes para irse del pa¨ªs y espera que ahora, tras el triunfo de Milei, ¡°se puedan quedar¡±. En su almac¨¦n al borde de la carretera, Carina Tesela, de 52 a?os, piensa todos los d¨ªas en cerrar. Vot¨® a Milei ¡°porque no hab¨ªa otra cosa¡±: ¡°Para sacar un mal vot¨¢s otro mal¡±. ¡°No me gusta, es un poco agresivo y denigra a la mujer, pero espero que saque a los acomodados¡±, pide Tesela.
¡°Siempre puede ir a peor¡±
¡°Ac¨¢ nadie te va a decir que lo vota a Milei, pero hay¡±, afirma Liliana Romano, de 55 a?os, que atiende un almac¨¦n en la puerta de su casa familiar en Isla Maciel. ¡°?C¨®mo no va a haber? Entre los j¨®venes, sobre todo. Es dif¨ªcil decirles algo si hace a?os que est¨¢ todo mal¡±.
Llovi¨® todo el mi¨¦rcoles en Isla Maciel y hay tiempo para charlar. Romano dice con orgullo que fue votante de los Kirchner, que durante esa ¨¦poca fue profesora voluntaria y que milit¨® en el movimiento de trabajadores de la econom¨ªa popular. En 2015, cuando Macri lleg¨® a la presidencia, lo dej¨® y puso un almac¨¦n. ¡°Me da verg¨¹enza cuando tengo que subir precios, pero todos los d¨ªas me los aumentan los distribuidores a m¨ª¡±, dice. A Romano le gustar¨ªa volver a militar pol¨ªticamente, pero hoy no sabe a qui¨¦n. ¡°Massa no era mi primera opci¨®n. Me parece que Cristina present¨® un candidato perdedor¡±, dice sobre el ministro de Econom¨ªa del Gobierno que ceder¨¢ el poder este 10 de diciembre. ¡°Yo lo vi a Milei en la tele hace a?os y me gustaba. Dec¨ªa que no hab¨ªa plata, que iban a faltar cosas. Ten¨ªa raz¨®n. Pero desvar¨ªa y no tiene coraz¨®n. Creo que mucha gente no se da cuenta de que el ajuste lo vamos a pagar nosotros y muchos van a quedar en la calle¡±.
Enrique Elizondo, de 53 a?os, toma una cerveza en un banco frente al almac¨¦n y tiene su propia visi¨®n sobre el abismo que ha abierto Milei. ¡°Yo trabajo de limpieza todos los d¨ªas ah¨ª en los astilleros¡±, dice. ¡°Lo militamos a Massa. Muchos compa?eros sabemos que aunque estemos mal, si nos quedamos solos, puede ir peor. Pero otros, que nunca lo van a admitir, hablan de cambio y yo s¨¦ que votaron a Milei. Entiendo, hace a?os que no me alcanza¡±, dice, y toma un trago de la litrona. ¡°Ni qu¨¦ hacer, puede ser el ¨²ltimo a?o que me pueda dar el gusto de aunque sea tomar cerveza¡±.
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