30.000 desaparecidos en la dictadura argentina: Milei cuestiona la cifra y agita el negacionismo
Los militares que gobernaron Argentina entre 1976 y 1983 no dieron informaci¨®n sobre sus v¨ªctimas. El n¨²mero que postulan organismos de derechos humanos intenta dimensionar el horror e insta al Estado a dar las respuestas
La dictadura argentina puso en marcha un plan sistem¨¢tico para secuestrar, torturar y desaparecer a miles de personas entre 1976 y 1983. Con el regreso a la democracia, los responsables de los cr¨ªmenes empezaron a ser juzgados y condenados, pero jam¨¢s entregaron las listas de las v¨ªctimas ni contaron qu¨¦ hicieron con sus cuerpos. La Comisi¨®n Nacional sobre la Desaparici¨®n de Personas, creada para investigar los cr¨ªmenes de la dictadura, registr¨® 8.961 denuncias de familiares de desaparecidos en 1984. ¡°Tenemos todas las razones para suponer una cifra m¨¢s alta¡±, dejaron escrito en un informe presentado al presidente Ra¨²l Alfons¨ªn los autores del Nunca m¨¢s. Ese n¨²mero provisorio ha sido usado en los ¨²ltimos a?os para relativizar los cr¨ªmenes de la dictadura y cuestionar una cifra can¨®nica, la de los 30.000 desaparecidos que postulan organismos de derechos humanos.
La m¨¢s reciente de las pol¨¦micas la abri¨® el Gobierno de Javier Milei, que eligi¨® el 24 de marzo, d¨ªa que Argentina conmemora a las v¨ªctimas del golpe de 1976, para difundir desde la Casa Rosada un video que relativiza el terrorismo de Estado y niega que haya habido 30.000 desaparecidos. En la grabaci¨®n, se escucha al exguerrillero Luis Labra?a atribuirse la gesta de la cifra y decir que el n¨²mero es ¡°falso¡±. Durante el Gobierno del conservador Mauricio Macri, en 2016, se abri¨® un debate similar cuando el ministro de Cultura porte?o, Dar¨ªo Lop¨¦rfido, dijo que el n¨²mero ¡°se arregl¨® en una mesa cerrada¡± para ¡°obtener subsidios¡±. ¡°Que ¨¦l nos d¨¦ la lista de qui¨¦nes son los desaparecidos¡±, le espetaron entonces Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que desde los a?os setenta reclaman saber d¨®nde est¨¢n sus hijos y nietos desaparecidos.
Una de ellas, Vera Jarach, le expuso el reclamo a Angela Merkel, de visita en Argentina poco despu¨¦s. Jarach, que escap¨® del nazismo cuando era una ni?a, llevaba su pa?uelo blanco en la cabeza y un cartel que dec¨ªa ¡°son 30.000¡å cuando se dirigi¨® a la excanciller alemana: ¡°Mi abuelo se qued¨® [en Europa] y termin¨® en Auschwitz. No hay tumba. En Argentina, le toc¨® a mi hija: 18 a?os, secuestrada, torturada y [arrojada al mar en] los vuelos de la muerte. Tampoco hay tumba. Son analog¨ªas, la historia se repite. (...) Nosotras no sabemos cu¨¢ntos fueron [los desaparecidos]. Los militares lo saben, quisi¨¦ramos que nos digan¡±. Pero la informaci¨®n completa sobre los detenidos y desaparecidos jam¨¢s fue entregada por los represores, que a partir de 1985 empezaron a ser juzgados y condenados por cr¨ªmenes de lesa humanidad en procesos que dieron un ejemplo al mundo.
La cifra postulada por organismos de derechos humanos no pretende ser una estad¨ªstica, sino que busca dar cuenta de la magnitud del horror. El intelectual Mart¨ªn Kohan ha dado una de las definiciones m¨¢s populares al respecto. ¡°La cifra de 30.000 es una interpelaci¨®n al Estado, es una exigencia de respuesta. (...) Hay caracter¨ªsticas particulares que tuvo la represi¨®n del terrorismo de Estado respecto de otras tragedias pol¨ªticas: no tenemos muertos, tenemos desaparecidos porque la represi¨®n fue clandestina, porque se siguen buscando los cuerpos y se siguen buscando los ni?os apropiados. La cifra est¨¢ abierta por eso. No es solo que no sabemos, no es que inventamos 30.000, como se dice tontamente o macabramente¡±, dijo en una entrevista.
El car¨¢cter ilegal y clandestino del accionar del Estado durante la dictadura hace improbable llegar a un n¨²mero definitivo de desaparecidos sin la informaci¨®n de los perpetradores. Esa misma dificultad aparece al intentar contabilizar las v¨ªctimas de otros horrores: tampoco existe, por ejemplo, una lista cerrada de 6 millones de muertos en el Holocausto. El jurista Luis Moreno Ocampo se?ala, sin embargo, que la cifra ¡°no cambia la gravedad de lo que pas¨®¡±: ¡°No cambia los cr¨ªmenes y no cambia los responsables¡±. Advierte, tambi¨¦n, de que el debate sobre la cifra ¡°no genera ninguna reflexi¨®n interesante¡±. ¡°La violencia de 2024 no es m¨¢s guerrillera, no es m¨¢s dictadura. La violencia hoy en toda Am¨¦rica Latina es el crimen organizado y no estamos trabajando bien en c¨®mo enfrentarla¡±, dice a EL PA?S.
¡°Estamos volviendo a discutir cosas que ya se discutieron y se resolvieron bien¡±, contin¨²a el jurista. Fiscal adjunto de Julio C¨¦sar Strassera en el Juicio a las Juntas, que en 1985 conden¨® a las c¨²pulas militares tras el regreso a la democracia en Argentina, Moreno Ocampo recuerda que en el proceso bastaron 709 casos para probar un plan sistem¨¢tico de secuestro, tortura y desaparici¨®n puesto en marcha por los jerarcas militares. ¡°Strassera dijo en la acusaci¨®n: sean 10.000, 15.000 o 30.000 el crimen es igual¡±, recuerda Moreno Ocampo, que a?os despu¨¦s se convirti¨® en el primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional. ¡°El tema no es el n¨²mero. Un genocidio puede cometerse sin tener ning¨²n muerto¡±, afirma.
Contar el horror
Ezequiel Ipar, profesor de la Universidad de Buenos Aires y director del Laboratorio de Estudios sobre Democracia y Autoritarismos de la Universidad de San Mart¨ªn, se?ala que los registros de v¨ªctimas en procesos como dictaduras o genocidios ¡°son siempre dif¨ªciles de construir por la magnitud del horror y la necesidad de encubrirlo¡± de los perpetradores. El acad¨¦mico pone el ejemplo de uno de los principales centros de documentaci¨®n de la Sho¨¢, el Yad Vashem de Jerusal¨¦n, que acepta la cifra can¨®nica de 6 millones de v¨ªctimas del Holocausto, aunque en sus registros haya 4,8 millones de nombres. ¡°La fuerza de la cifra viene de intentar contar la magnitud del da?o en el doble sentido de narrar y cuantificar. Cuando la combaten quieren que no se cuente en los dos sentidos: que no se cuente la magnitud y que no se siga narrando ese horror¡±, dice Ipar.
La antrop¨®loga Ludmila Da Silva Catela escribi¨® en un art¨ªculo reciente que es ¡°indigno¡± que se le reclame a las v¨ªctimas ¡°un n¨²mero que ellas no pueden saber ni tienen por qu¨¦ investigar¡±. La investigadora se?ala en el texto que para llegar a la cifra de 30.000 se tuvo en cuenta que por cada denuncia realizada ¡°hab¨ªa por lo menos otras dos que no se hab¨ªan hecho¡±, se consideraron las denuncias recibidas por organismos internacionales en el exterior y se tom¨® informaci¨®n de las propias Fuerzas Armadas, que en documentos desclasificados tiempo despu¨¦s y revelados por la prensa reconocieron 22.000 cr¨ªmenes entre 1975 y 1978, cuando a¨²n faltaban cinco a?os para el fin de la dictadura.
Adem¨¢s, se tuvo en cuenta ¡°la extensi¨®n de la violencia¡± materializada en m¨¢s de 800 centros clandestinos de detenci¨®n en todo el pa¨ªs. Una estimaci¨®n hecha por El gato y la caja calcula que por solo cinco de esos lugares pasaron 15.000 personas, una cifra similar a la que menciona el periodista Rodolfo Walsh en su Carta a la Junta Militar de 1977. El escritor, asesinado por la dictadura tras publicar ese texto, enumera ¡°15.000 desaparecidos, 10.000 presos, 4.000 muertos, decenas de miles de desterrados¡± a un a?o del golpe. ¡°30.000 era (...) una estimaci¨®n que se hac¨ªa en medio del miedo, la soledad y la persecuci¨®n¡±, escribe Da Silva Catela.
El registro de denuncias
La Comisi¨®n Nacional sobre la Desaparici¨®n de Personas (Conadep), creada pocos d¨ªas despu¨¦s del retorno de la democracia para investigar los cr¨ªmenes de la dictadura, ofreci¨® la primera cifra oficial y p¨²blica de v¨ªctimas. ¡°De estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de 9.000. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra m¨¢s alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y a¨²n vacilan, por temor a un resurgimiento de las fuerzas del mal¡±, dice el pr¨®logo de la primera edici¨®n del Nunca m¨¢s, firmada, entre otros, por el escritor Ernesto S¨¢bato, que presid¨ªa la comisi¨®n.
Ese n¨²mero fue revisado en 2015 en un informe del Registro Unificado de V¨ªctimas del Terrorismo de Estado, que ajust¨® errores y contabiliz¨® 8.631 desaparecidos y asesinados. Desde entonces, no se ha hecho p¨²blica una nueva actualizaci¨®n del listado oficial. Hay investigadores y familiares de personas desaparecidas que prefieren este registro y cuestionan ¡°la diferencia de 20.000¡å que existe con la postulaci¨®n de los 30.000. El n¨²mero de casos, sin embargo, contin¨²a siendo actualizado permanentemente porque los juicios a los responsables est¨¢n abiertos y las denuncias siguen llegando. El Registro Unificado de V¨ªctimas del Terrorismo de Estado advierte en su informe de que el c¨®mputo ¡°no constituye la totalidad de las v¨ªctimas¡± porque no incluye a beb¨¦s apropiados ni a personas secuestradas, torturadas y finalmente liberadas.
Ana Jemio, doctora en Ciencias Sociales, estudi¨® la represi¨®n en la provincia de Tucum¨¢n, en el norte del pa¨ªs, donde antes de 1985 se registraron 609 v¨ªctimas. La acad¨¦mica apunta al incremento ¡°exponencial¡± en las denuncias hechas en los ¨²ltimos a?os, sobre todo por personas cautivas y despu¨¦s liberadas. ¡°Apareci¨® una figura de v¨ªctima que estaba invisibilizada¡±, dice la acad¨¦mica. La base de datos que Jemio e investigadores del Centro de Estudios sobre Genocidio y la Fundaci¨®n Memorias e Identidades del Tucum¨¢n construyen desde hace una d¨¦cada suma ya 1.826 desaparecidos, asesinados y supervivientes en esa provincia, un n¨²mero tres veces mayor al inicial. La relaci¨®n no es extrapolable al resto del pa¨ªs, pero permite ver la din¨¢mica en los procesos de denuncias.
¡°Se sabe que las denuncias recibidas no son todas¡±, dice la soci¨®loga Elizabeth Jelin, autora de La lucha por el pasado (Siglo XXI Editores, 2017). ¡°Much¨ªsima gente no denunci¨® por miedo; en otros casos, destruyeron a familias ¨ªntegras¡ Hay una cifra sobre la que hay una certeza, la de la Conadep, y hay tambi¨¦n toda una zona gris¡±, contin¨²a. ¡°Que 30.000 sea una estimaci¨®n¡±, asegura Jelin, ¡°no le quita el car¨¢cter emblem¨¢tico a la cifra¡±. Despu¨¦s agrega: ¡°En este momento, nos encontramos con que discursos que quieren minimizar la represi¨®n de la dictadura, justificarla o negarla est¨¢n en la palestra p¨²blica. Siempre lo han estado. Lo nuevo es cu¨¢n vociferante son. Lo m¨¢s nuevo todav¨ªa es que el Estado lo tome como discurso oficial¡±.
El video que difundi¨® el Gobierno de Milei mientras decenas de miles de personas sal¨ªan en todo el pa¨ªs a marchar en el D¨ªa de la Memoria por la Verdad y la Justicia fue la ¨²ltima de las provocaciones del Ejecutivo. ¡°Abrir la cifra a una discusi¨®n para seguir construyendo una memoria contra el horror me parece absolutamente aceptable y hasta interesante para seguir pensando¡±, dice Ezequiel Ipar, y sigue: ¡°Ahora, discutir para relativizar, negar, desprestigiar o revictimizar... Ese el camino del negacionismo de Holocausto en Alemania y es el camino del negacionismo en Argentina. Ese tipo de relativizaci¨®n no te lleva a muchos otros lugares¡±. ¡°Cuando relativiz¨¢s los cr¨ªmenes¡±, agrega el soci¨®logo, ¡°habilit¨¢s la posibilidad de la repetici¨®n¡±.
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