Esa baldosa que baila
La nueva edici¨®n de ¡®Generaci¨®n 2021¡ä deja patente la vigencia de lo escult¨®rico y la autobiograf¨ªa como g¨¦nero pol¨ªtico
Hay un pato con cascos que da la bienvenida en La Casa Encendida. Est¨¢ enchufado a un walkman y a un casete del Tanguillo del golpe, de Juan Palacios. Al lado, le mira un ni?o desde una carretilla y un tapiz donde la gente fuma. Hay tambi¨¦n una pancarta que recuerda que el agua se acaba y un diorama de m¨®viles que funcionan como una partitura. Son de Sim¨®n Sep¨²lveda (Chile, 1989), artista cuya resoluci¨®n est¨¦tica siempre va de la mano del humor. Lo mismo que Mar¨ªa Alcaide (Huelva, 1992). En su videoinstalaci¨®n, varios j¨®venes alardean de pulseras mientras alguien relata tipos de carne: lomo, solomillo, pluma¡ Pronto el heteropatriarcado se antoja como una carne picada y pasada. Tiene mucho que ver con las formas de Helena Vinent (Barcelona, 1988) en la sala contigua, y esa idea de todo lo que supura en la escucha, incluso las pr¨®tesis auditivas. Un sonido que retumba en la pel¨ªcula de Claudia Claremi (Madrid, 1986): la Cabalgata de Reyes Magos de Alcoy, de fuerte est¨¦tica orientalista y blackface.
En la segunda sala tambi¨¦n hay m¨¢scaras. Algunas tienen forma de calavera y otras de botijo, y todas conectan con esculturas rituales como la yunza, el ¨¢rbol que se decora en carnavales y que simboliza la abundancia en la cultura andina, la de Javier Bravo de Rueda (Per¨², 1989). Al lado, hay una habitaci¨®n con unas Adidas del 36 y un armario lleno de pegatinas del Atl¨¦tico de Bilbao y la Real Sociedad de los noventa. Tambi¨¦n un colch¨®n y un radiador fr¨ªo. Licencia de amor B y P, dice el colectivo nucbeade, formado por Quiela Nuc (Madrid, 1990) y Andrea Beade (A Coru?a, 1988). Un cuarto propio de represi¨®n y vidas no normativas. Isabel Marcos (Madrid, 1986) indaga en la carga pol¨ªtica de los fluidos corporales y del agua, entrando en el hidrofeminismo y en la idea de oasis, y Luc¨ªa Bay¨®n (Madrid, 1994), con su cat¨¢logo tejano y su inventario personal, lanza un canto a lo infraordinario que la coloca en lo mejor de esta muestra.
En realidad, el pato de la entrada es una oca y la exposici¨®n un juego lleno de saltos hacia delante y hacia atr¨¢s, donde no hay certezas. En esos senderos se mueve la Generaci¨®n 2021, especialmente cr¨ªtica, tel¨²rica, viscosa, pol¨ªtica, dispar y referencial. Una genealog¨ªa de artistas que siempre vuelven a esa baldosa que baila, y donde los rituales colectivos tienen tanto peso como la materialidad de las ideas. Lo escult¨®rico en la casilla de llegada.
Generaci¨®n 2021. La Casa Encendida. Madrid. Hasta el 20 de mayo.
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