Dejarse habitar, ahora que no nos podemos tocar
La adaptaci¨®n de la novela ¡®Canto jo i la muntanya balla¡¯, de Irene Sol¨¤, dirigida por Guillem Alb¨¤ y Joan Arqu¨¦, es una de esas funciones que te dejan maravillado y exhausto
La frase que he elegido (o me ha elegido) para titular esta cr¨ªtica es una de las muchas que destellan en las esquinas de Canto jo i la muntanya balla, la novela de Irene Sol¨¤. Todo un ¨¦xito: Premio Llibres Anagrama de Novel¡¤la 2019, traducida a 15 idiomas. El 17 de febrero se estren¨® en el Teatre Biblioteca de Catalunya, y no dirigida por Oriol Broggi, como cab¨ªa esperar. Guillem Alb¨¤ y Joan Arqu¨¦, directores y dramaturgos, fueron a ver a Broggi con el proyecto de adaptar a la escena la novela de Irene Sol¨¤. Se uni¨® al equipo Cl¨¤udia Ced¨®, autora de textos dram¨¢ticos tan sugestivos como Tortugues: la desacceleraci¨® de les part¨ªcules o Una gossa en un descampat, aplaudida en la sala Beckett de Barcelona, en el festival Grec 2018.
Brota la bella y misteriosa m¨²sica de Judit Neddermann. Y en el dosier, como la partitura emocional destilada por Broggi, sus frases, siempre sabias y humildes: ¡°Estos d¨ªas la sociedad est¨¢ instalada en la incertidumbre y en ella vivimos, pero por un rato la sala de ensayo es un refugio que podemos compartir¡±. Hablo de partitura y tambi¨¦n le cuadrar¨ªa ¡°manual de reflexiones teatrales¡±. Broggi no dirige en esta ocasi¨®n, y es muy dif¨ªcil resumir y plasmar el argumento de la pieza de Sol¨¤, pero ah¨ª parecen brotar sus indicaciones y su influencia protectora. ¡°Podemos ver lo que est¨¢ oculto tras las emociones y hacer evidentes los sentimientos¡±. Se tratar¨ªa, pues, de atrapar una atm¨®sfera y mostrar unos lenguajes: las voces de la monta?a. Quiz¨¢s en lo alto, ¡°un esp¨ªritu may¨²sculo y m¨¢gico que se hace ?real ante nosotros¡±, escribe el director del Teatre de la Biblioteca. Y esta frase de clausura que le rob¨¦ en la apertura: ¡°Dejarse habitar, ahora que no nos podemos tocar¡±.
Veo una zona fronteriza, de alta monta?a, con fantasmas y mujeres de agua, entre perros y corzos, entre Camprod¨®n y Prats de Moll¨®. Se desata una tormenta. Nubes narradoras. O cargadas de peligro. Un rayo que fulmina a Dom¨¨nec, el pay¨¦s poeta. Y la navaja que cae de su bolsillo brilla, escribe la autora, ¡°como un tesoro, como una piedra preciosa, como un pu?ado de monedas¡±. Hay cuatro mujeres a las que algunos toman por brujas: Joana, Dolceta, Eul¨¤lia y Margarida. Es dif¨ªcil recordar el nombre de cada una. Pueden ser ni?as y muy viejas. Voces que cuentan distintas historias. Distintos nombres, y tal vez distintas ¨¦pocas. Dolceta r¨ªe y r¨ªe mientras cuenta las historias de cuatro mujeres acusadas y colgadas por brujer¨ªa. Habla de Joana, la m¨¢s vieja, la que consigue las mejores cerezas de pastor. Joana le ense?¨® muchas cosas, siempre por la noche: curar fiebres, mal de ojos, enfermedades de animales. Otra noche le dijo que pod¨ªa hacer llover piedras y acabar con las bestias, y a Joana la tomaron tambi¨¦n, y nunca volvi¨® a decir nada, pero Eul¨¤lia contaba las mejores historias, las que m¨¢s hac¨ªan re¨ªr a Dolceta. Y la Si¨® guardaba guijarros en los bolsillos de su bata violeta. Y hab¨ªa historias terribles, como la de Hilari, pero pocos las contaban. Estas noches pienso que quiz¨¢s haya una mezcla entre el texto de Irene Sol¨¤ y las historias recontadas, quiz¨¢s so?adas, reimaginadas.
Encabezan el reparto actrices estupendas, que pueden ser dulces y feroces, como Laura Aubert (a la que vimos unos d¨ªas antes en el TNC en Testimoni de guerra, de Pau Carri¨®), Anna Sahun (muchas funciones, muchos tonos), Diego Lorca, Ireneu Tranis (a quien recordar¨¢n en La visita de la vella dama, de D¨¹rrenmatt, con Vicky Pe?a), Caterina Tugores (actriz, bailarina, m¨²sica), la guitarrista Amaia Miranda.
Recuerdo la luz color metal crepuscular brotando del fango, con la firma de Sylvia Kuchinow. Sombras de ¨¢rboles contra las paredes. El vestuario de N¨ªdia Tusal puede ser lino del diecinueve o austroh¨²ngaro. La escenograf¨ªa es de Alfred Casas y Laura Clos. Parecen bastar unas cuantas sillas y otras tantas mesas para levantar ese pueblo semioculto, como entre hojas que crujen en manos del viento. Y no cuesta dejarse atrapar por el aroma de las setas.
En el tercio final, no s¨¦ si so?¨¦ un fascinante caballo de madera, como el War Horse del National londinense. Ecos del Th¨¦?tre de Complicit¨¦: The Three Lives of Lucie Cabrol, a partir de Pig Earth, de John Berger. Me hizo pensar (o sentir) de nuevo aquella mezcla entre lo m¨¢gico y lo rotundamente real. M¨¢s ¨¢rboles altos que agitan los relatos rurales de Marcel Aym¨¦ (La Vouivre). Aires de La mort i la primavera, de Merc¨¨ Rodoreda, pero sin tanta oscuridad ni cuerpos r¨ªo abajo. Y una narraci¨®n de negro sobre la nieve: Un roi sans divertissement, de Jean Giono. Y la familia de mi madre, en Capellades. Y la de mi mujer, en Besora, en Tav¨¨rnoles. Una de esas funciones que te dejan maravillado, agotado, exhausto. La escritora Cl¨¤udia Ced¨® habla de su hermana de sangre Irene Sol¨¤: ¡°Una de las m¨¢s potentes, sorprendentes, b¨¢rbaras y deslumbrantes que he le¨ªdo desde hace mucho tiempo¡±.
Canto jo i la muntanya balla. Dramaturgia: Cl¨¤udia Ced¨® sobre la novela de Irene Sol¨¤. Direcci¨®n: Guillem Alb¨¤ y Joan Arqu¨¦. Teatre Biblioteca de Catalunya. Barcelona. Hasta el 4 de abril.
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