Visibilidad de lo invisible
Tomoko Yoneda fotograf¨ªa lo que ya no existe, lo que estuvo durante mucho tiempo y ya no est¨¢ o lo que sucedi¨® atrozmente y no ha dejado ni un solo rastro

Lo espec¨ªfico del arte de la fotograf¨ªa es atestiguar lo que ha existido: ¡°?a a ¨¦t¨¦¡±, dice cada foto, en las palabras de Roland Barthes, en s¨ª mismas tocadas de melancol¨ªa, porque eso que ha sido ya no es, alterado por cada uno de los minutos que han pasado desde que se dispar¨® la c¨¢mara. M¨¢s tarde o m¨¢s temprano no hay foto que no sea el retrato de un fantasma. La fot¨®grafa japonesa Tomoko Yoneda hace algo distinto. Lo que ella retrata no es la visibilidad de las cosas y de las personas presentes sino su ausencia, su ya lejana desaparici¨®n. Tomoko Yoneda se crio en Jap¨®n, pero emigr¨® muy joven a Estados Unidos y luego a Inglaterra, donde vive ahora, y desde donde viaja con su c¨¢mara a lugares con frecuencia remotos para fotografiar lo que ya no existe, algunas veces las huellas d¨¦biles de un hecho o una presencia y muchas m¨¢s lo borrado por completo, lo que estuvo durante mucho tiempo y ya no est¨¢ o lo que sucedi¨® atrozmente y no ha dejado ni un solo rastro.
En una de sus fotos m¨¢s sobrecogedoras, toda de azules y grises tamizados de bruma, se ve el mar desde la orilla, una l¨ªnea de olas que van form¨¢ndose al acercarse a ella, un horizonte encapotado como de inminencia de amanecer. Es una lejan¨ªa sin referencias, sin figuras, un amanecer en el mar que puede ser de ayer mismo o de hace un mill¨®n de a?os. Podr¨ªamos estar viendo uno de los horizontes marinos de Hiroshi Sugimoto, pero en ellos hay una serenidad que en este no percibimos. Los mares de Sugimoto son intemporales. Este mar de Yoneda lo parece tambi¨¦n, pero algo turbulento y hasta ominoso intuimos en ¨¦l antes de mirar el pie de la foto: este es exactamente el mar que ve¨ªa cada amanecer Josef Mengele, el viejo vigoroso y met¨®dico asesino que pas¨® sus ¨²ltimos a?os refugiado en Brasil y se ahog¨® cuando sali¨® a nadar muy temprano una ma?ana de 1978. Desde el final de la guerra, con la ayuda de su familia, y de ciertas autoridades de la Cruz Roja y la Iglesia cat¨®lica, el doctor Mengele se hab¨ªa esforzado con ¨¦xito en volverse invisible. Su desaparici¨®n fue tan perfecta que sus perseguidores tardaron a?os en saber que estaba muerto. En la foto de Tomoko Yoneda esas tinieblas azul oscuro del amanecer se convierten en las del Reino de los Muertos, el anonimato definitivo, la huida sin rastro del criminal que nunca recibi¨® castigo: la ausencia que nos estremece en la foto es tambi¨¦n la de las v¨ªctimas innumerables de las que no qued¨® rastro alguno; lo inmenso del espacio sin nadie atestigua la inmensidad del crimen y de la tragedia: tambi¨¦n lo trivial de la presencia humana sobre la faz del mundo.
Yoneda se educ¨® en Occidente, pero su est¨¦tica es del todo japonesa, entre tao¨ªsta y budista, porque en su centro est¨¢ la plenitud del vac¨ªo, el magnetismo de la ausencia. Un parasol debajo del cual no hay nadie o el hueco de la huella de un pie sugieren respetuosamente la presencia de Buda. La mirada se educa para apreciar la cualidad de tr¨¢nsito incesante que hay en todas las cosas, su impermanencia, la interconexi¨®n entre todos los fen¨®menos y todos los seres, humanos y no humanos, vegetales y animales, vivos y muertos. Un bosque de ¨¢rboles fornidos y altos como columnas de un templo ¡ªde un espacio como el de la mezquita de C¨®rdoba, para ser m¨¢s precisos, donde no existe una direcci¨®n forzosa, sino una pluralidad de itinerarios¡ª resulta ser uno de los escenarios de la batalla del Somme, en la que murieron m¨¢s de 20.000 soldados tan solo en el primer d¨ªa, el 1 de julio de 1916. En las fotograf¨ªas el campo de batalla es un barrizal de cr¨¢teres, de trincheras abiertas como cicatrices en la tierra pelada, de mara?as de alambre espinoso. Un siglo despu¨¦s, un bosque de arces resplandece con el verdor fragante de la savia en verano: los ¨¢rboles, tan pr¨®ximos entre s¨ª, alcanzan con sus ra¨ªces los restos org¨¢nicos m¨¢s resistentes de la batalla, el esti¨¦rcol antiguo de los muertos: son los muertos los que parecen alzarse de la tierra, transmutados en ¨¢rboles, en una nutrida procesi¨®n m¨¢s solemne que la de las cruces blancas en los cementerios militares.
Yoneda pertenece a la estirpe de los fot¨®grafos errantes. Pero sus viajes la llevan por el tiempo tanto como por el espacio, y su punto de destino es casi siempre el de un acontecimiento atroz de monumentalidad invisible. Del verano de la batalla del Somme en 1916 viaja unos centenares de kil¨®metros para explorar el escenario de otra gran carnicer¨ªa ocurrida tan solo 26 a?os despu¨¦s. (Hay que se?alar que Yoneda no est¨¢ cautiva de la superstici¨®n del estilo: sus fotos cambian seg¨²n la ¨¦poca o el asunto que trata; cambia su est¨¦tica y hasta la c¨¢mara que usa. Ella misma es tan mudable en su manera de mirar como el mundo hacia el que mira). Ahora lo que vemos no es un bosque deshabitado y umbr¨ªo, sino una playa en toda la claridad de una ma?ana de verano, con el espect¨¢culo pl¨¢cido y vulgar de los ba?istas, las tumbonas rayadas, los cuerpos enrojecidos, los flotadores con figuras de animales. Muy al fondo, en la l¨ªnea del horizonte, se distingue la silueta diminuta de lo que debe de ser un enorme crucero. Otras siluetas innumerables de buques se vieron en esta misma playa el 6 de junio de 1944, en una ma?ana que no era de sol sino de cielos oscuros y mal tiempo: es la playa Sword, en la que murieron millares de hombres en las primeras horas del desembarco aliado. El cielo y el mar tienen azules muy saturados de postales de veraneo de los a?os sesenta. Tomoko Yoneda, quiz¨¢s cubierta con una pamela contra el sol, va discretamente con su c¨¢mara por esa playa, oyendo el mar al fondo de las risas y las voces de la gente, y quiz¨¢s ella es la ¨²nica persona que en ese momento se acuerda de lo que sucedi¨® all¨ª mismo 60 a?os atr¨¢s, y no ha dejado rastro alguno. En los antiguos campos de batalla, en la frontera entre las dos Coreas, en Beirut, en Sarajevo, en Argel, en las dependencias abandonadas de la polic¨ªa secreta en Se¨²l, Tomoko Yoneda se dedica con perseverancia a la extra?a tarea de retratar el olvido.
Tomoko Yoneda. 17 proyectos fotogr¨¢ficos. Fundaci¨®n Mapfre. Madrid. Hasta el 9 de mayo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.