Trabajar cansa y descansar nos tiene agotados
Las esferas de lo lectivo y lo l¨²dico, cada vez m¨¢s confundidas, llevan al arte a proteger el tiempo improductivo frente a la obligaci¨®n moral de aprovecharlo
Olfateando el mundo poscovid, el lobo corporativo ya asoma la patita bajo la piel de peluche achuchable del teletrabajo. Vale, de acuerdo. Pero ?qu¨¦ pasa con su rabo, el teleocio? ?Es igual de inevitable? ?Tan salv¨ªfico y mir¨ªfico como se dice? Quedadas para cenar el s¨¢bado y ocio de masas monopolizados y cobrados a domicilio y distancia segura por plataformas online, donde Netflix ser¨ªa el macrocine palomitero de centro comercial y Filmin la sala cuca ...
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Olfateando el mundo poscovid, el lobo corporativo ya asoma la patita bajo la piel de peluche achuchable del teletrabajo. Vale, de acuerdo. Pero ?qu¨¦ pasa con su rabo, el teleocio? ?Es igual de inevitable? ?Tan salv¨ªfico y mir¨ªfico como se dice? Quedadas para cenar el s¨¢bado y ocio de masas monopolizados y cobrados a domicilio y distancia segura por plataformas online, donde Netflix ser¨ªa el macrocine palomitero de centro comercial y Filmin la sala cuca e indie donde quedar bien llevando al ligue cultureta en la primera cita. Maratones de videojuegos que duran semanas y meses, celebrados por gamers (perd¨®n por la cursilada) que sustituyen a las benditas pandillas empoderadas de los pringaos de la clase de toda la vida. Descomposici¨®n de la experiencia cultural colectiva (teatro, conciertos, t¨ªteres de cachiporra) en burbujas caseras que anulan su esencia. Charlas, lecturas y presentaciones retransmitidas por redes para un mundillo literario que ahora practica por Twitter el autobombo, el peloteo y el despelleje de los corrillos de siempre. Ferias y galer¨ªas que inauguran y muestran sus obras en viewing rooms (m¨¢s cursiler¨ªa) donde no falta la horterada simb¨®lica del pase vip. Museos que se visitan interactivamente (??) desde el sof¨¢. Viajes de ciudadanos de a pie hostigados cuando no directamente prohibidos seg¨²n reglas abstrusas y a menudo incoherentes o ineficaces (daneses a Madrid, ok; murcianos a Pamplona, no way)¡
Y Zoom como nueva plaza mayor (gratuita por ahora, pero p¨²blica para nada) que sin pensar todos hemos adoptado como lugar de (des)encuentro. La amenaza ?real de la covid, o sobre todo la reacci¨®n pol¨ªtica global, arrastrada primero por la emergencia y ahora por la inercia de los intereses creados, ha acelerado una tendencia a la atomizaci¨®n y monetizaci¨®n (otro feo palabro) del tiempo l¨²dico, improductivo y de descanso que ya se ven¨ªa imponiendo desde hace una d¨¦cada.
?Qu¨¦ tiene que decir sobre esto el arte reciente? El nuevo proyecto de C¨¦line Condorelli (Par¨ªs, 1974) en el TEA de Santa Cruz de Tenerife plantea la pregunta y propone alguna respuesta. Ha coincidido un mes con la exposici¨®n doble junto a June Crespo que mostr¨® Nogueras Blanchard en Barcelona. Y lo ha hecho en todo su trabajo, entre la arquitectura, la instalaci¨®n, lo relacional y lo performativo. Seg¨²n su l¨²cido y articulado planteamiento glocal al frente del TEA, su director, Gilberto Gonz¨¢lez, le propuso una investigaci¨®n que hablase de t¨² a t¨² en las salas con la excelente colecci¨®n permanente y con la identidad simb¨®lica y econ¨®mica de las islas como patio de recreo y ocio de Europa.
El tiempo de trabajo y el de ocio, compartimentados en el siglo XX, se han mezclado en el XXI, f¨ªsica y simb¨®licamente. Cuando la gente actualiza sus perfiles en redes a hurtadillas mientras trabaja, ?est¨¢ ¡°descansando¡± o sigue trabajando para corporaciones que hacen caja con sus datos? ?Y ¡°descansa¡± y deja de ¡°producir¡± viendo series compulsivamente en sus alcobas? En la sala m¨¢s brillante de su proyecto en el TEA, Condorelli yuxtapone su mobiliario de reposo dise?ado espec¨ªficamente e inspirado en los artilugios para parques de juegos de posguerra del holand¨¦s Van Eyck con el m¨ªtico v¨ªdeo Semi¨®tica de la cocina, de Martha Rosler, y con la filmaci¨®n de la salida de obreros de una f¨¢brica de Allan Sekula, ambas del TEA: las formas de explotaci¨®n mutan para poder seguir el patr¨®n de las filmadas por los Lumi¨¨re en 1895; la cocina hogare?a ahora es ¡°industria de los cuidados¡± no remunerada y atribuida por inercia a las mujeres doblemente confinadas en casas donde el var¨®n se apropia del mejor cuarto; en el paseo por el centro de arte todo parece ocio as¨¦ptico y edificante, pero se invisibiliza el trabajo de los t¨¦cnicos que lo hacen posible.
Sexo a distancia
La alusi¨®n a Van Eyck recuerda la colectiva seminal Playgrounds del Reina Sof¨ªa, que en 2014 vindicaba su trabajo y la urgencia pol¨ªtica de preservar espacios f¨ªsicos y mentales para el ocio: esa no-actividad ineficiente que el tardocapitalismo poscovid aprovecha para optimizar (y venga palabros). Otra expo del Reina, Manhattan, uso mixto, daba hace 10 a?os contexto hist¨®rico y sentido pol¨ªtico a las noticias que ahora anuncian los batacazos del precio de las oficinas en Nueva York y otras urbes globales. A las empresas inquilinas y las inmobiliarias que gentrificaron a marchas forzadas tantos barrios baratos ya no les interesa pagar esos alquileres que ellas mismas encarecieron. ?Claro que no! Ahora pueden atomizarlos y deslocalizarlos entre sus millares de trabajadores-burbuja, al calor de un teletrabajo cuya regulaci¨®n har¨ªa necesarias negociaciones colectivas que pillan a los empleados con estructuras y leyes obsoletas o desmanteladas. Los riders (otro palabro mol¨®n para el chico de los recados de toda la vida) ya viven en sus carnes y sus muslos y pelean y pedalean judicialmente el resultado del cierre de bares y restaurantes y peque?as tiendas. El sexo, ocioso y glorioso, cuyos espacios f¨ªsicos y pol¨ªticos analizaba en 2017 1.000 m2 de deseo en el CCCB, se produce y consume ahora a distancia, en OnlyFans o Chaturbate o Cam4, donde se confunde la idea de prostituci¨®n y todos pueden ser trabajadores sexuales y clientes respetando las distancias sanitarias. Ya no hace falta la pregunta fat¨ªdica: ?tienes sitio?
?Es el juego una estrategia creativa? O, Dios nos libre, ?es arte? ?Puede seguir siendo una forma de resistencia pol¨ªtica? ?O estamos convirtiendo el ocio en negocio hasta el ¨²ltimo resquicio, y parad¨®jicamente a los adultos en ni?os perennes, adictos a juguetes ultrasofisticados y prisioneros de una vida social y pol¨ªtica trivializada en burbujitas de pantallas sin fin? Cuando Pavese dec¨ªa, sibilino y prof¨¦tico, que ¡°trabajar cansa¡±, quiz¨¢ expresaba en negativo una paradoja que Condorelli y su generaci¨®n de artistas puedan ayudarnos a dilucidar. Descansar nos tiene agotados. O nos tomamos y defendemos muy en serio nuestro ocio y nuestros juegos, o con covid o sin ella perderemos su poder pol¨ªtico y liberador.
¡®Dos an?os de vacaciones¡¯. Ce?line Condorelli. TEA. Santa Cruz de Tenerife. Hasta el 13 de junio.
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