Las flores por fin dejan ver el bosque de Georgia O¡¯Keeffe
El Thyssen dedica la primera retrospectiva en Espa?a a una de las mejores artistas estadounidenses del siglo XX. El conjunto de 90 obras trasciende su imagen m¨¢s conocida
La flor de estramonio es peque?a y alucin¨®gena. Su deslumbrante blancura y lozan¨ªa no duran m¨¢s que unas horas. Despu¨¦s se marchita y solo sobrevive su veneno. Cuando Georgia O¡¯Keeffe (Sun Prairie, 1887-Santa Fe, 1986) pint¨® Estramonio. Flor blanca (1932), lo hizo fascinada por su belleza, pero desconoc¨ªa la malicia de la planta que crec¨ªa salvaje en su granja de Nuevo M¨¦xico. Tampoco pod¨ªa saber entonces que esa pintura la convertir¨ªa en 2014 en la mujer artista m¨¢s cotizada despu¨¦s de ser adjudicada en Sotheby¡¯s por 35,4 millones de euros. La obra preside la sala central de la antol¨®gica que el museo Thyssen-Bornemisza dedica a la artista estadounidense hasta el 8 de agosto. Por primera vez en Espa?a, se podr¨¢n ver 90 obras que cubren seis d¨¦cadas de actividad ininterrumpida, desde su juventud hasta las v¨ªsperas de su muerte, con 98 a?os. La exposici¨®n viajar¨¢ despu¨¦s al Museo Pompidou (Par¨ªs) y a la Fundaci¨®n Beyeler (Basilea), coproductores del proyecto.
Esta exposici¨®n, una de las m¨¢s potentes del a?o, comenz¨® a idearse a comienzos de 2000. Y se enmarca entre las muestras casi heroicas realizadas en Espa?a durante este largo a?o de pandemia. Evelio Acevedo, director gerente del Thyssen, explic¨® durante la presentaci¨®n que en Europa hay pocos cuadros de O¡¯Keeffe en colecciones p¨²blicas. El propio museo tiene la suerte de sumar cinco telas, pero el grueso de los pr¨¦stamos han viajado desde Estados Unidos; 35 de ellos, desde el Georgia O¡¯Keeffe Museum de Santa Fe, la capital de Nuevo M¨¦xico, el Estado donde la artista vivi¨® la mayor parte de su vida. ¡°Tuvimos alg¨²n momento de p¨¢nico porque era muy dif¨ªcil coordinarse con museos que estaban cerrados por la pandemia¡±, detalla el gerente, ¡±pero la colaboraci¨®n entre todos los museos del mundo est¨¢ siendo ejemplar. Nos han permitido no trabajar con correo postal y hacer un seguimiento en l¨ªnea del viaje de las obras, de manera que al final, entre todos, hemos conseguido que el milagro fuera posible¡±.
Marta Ruiz del ?rbol, jefa del ¨¢rea de Pintura Moderna del museo, ha organizado la exposici¨®n mezclando el orden cronol¨®gico y tem¨¢tico. La experta ha querido trascender el mito y su vertiente m¨¢s conocida, dedicada a las flores de significado sensual. ¡°Desde mediados de la d¨¦cada de 1920¡±, cuenta Del ?rbol, ¡°O¡¯Keeffe fue ampliamente reconocida como una de las fundadoras del modernismo estadounidense. Fue la primera pintora en obtener tal reconocimiento junto a sus contempor¨¢neos masculinos. En 1946, se convirti¨® en la primera mujer en protagonizar una retrospectiva en el MoMA por su innovadora visi¨®n del arte, a base de paisajes urbanos dram¨¢ticos y paisajes des¨¦rticos audaces sin presencias humanas. Su obra es una gu¨ªa de inspiraci¨®n para muchas artistas posteriores a ella, como Judy Chicago, Yayoi Kusama, Lucy Stein o Elisabeth Peyton¡±.
Hija de una familia de granjeros de Wisconsin y segunda de siete hermanos, estudi¨® en el Instituto de Arte de Chicago y la Liga de Estudiantes de Arte de Nueva York. En 1915 empez¨® a dibujar unas composiciones abstractas al carboncillo que la convirtieron en una de las artistas estadounidenses pioneras en explorar la abstracci¨®n. Estos dibujos fueron mostrados al poderoso comerciante de arte, fot¨®grafo y galerista Alfred Stieglitz, quien fue el primero en exponer su trabajo y solo un a?o m¨¢s tarde, en 1916, se convirti¨® en su esposo.
Entre estambres, pistilos, conchas, cr¨¢neos y pelvis, la obra de Georgia O¡¯Keeffe supone un gigantesco paseo por la naturaleza. ¡°Ella es una caminante a la que le gusta recorrer a pie los lugares que visita¡±, cuenta la comisaria. ¡°Tanto cuando recorre los paisajes estadounidenses como cuando, a partir de 1953, decide viajar por el mundo (estuvo en Espa?a en dos ocasiones), ella es una paseante que mira lo que tiene ante sus ojos, toma alg¨²n apunte y carga con objetos en su bolsa. Despu¨¦s, en el estudio, trabaja sobre la obra. Si tuviera que definirla de alguna manera dir¨ªa que es la pintora de la naturaleza por excelencia. Incluso cuando retrata los edificios neoyorquinos, cede el protagonismo al trozo de cielo que se cuela entre las construcciones¡±.
Cody Hartley, director del museo Georgia O¡¯Keeffe intervino en la presentaci¨®n por videoconferencia para destacar el car¨¢cter genuinamente americano de la obra de O¡¯Keeffe. ¡°De su mano descubrimos Estados Unidos, la inmensidad y la dureza del paisaje norteamericano, desde las planicies y ca?ones de Texas a los paisajes urbanos, en los que capt¨® la r¨¢pida transformaci¨®n de Manhattan en la ciudad de los rascacielos. Sus obras permiten tambi¨¦n contemplar las famosas tormentas del lago George, en el Estado de Nueva York, o las espectaculares formaciones geol¨®gicas del Sudoeste americano.¡±
La parte final de la exposici¨®n est¨¢ dedicada a la serie de pinturas inspiradas en las vistas desde la ventanilla del avi¨®n en el que viajaba. ¡°Son im¨¢genes obtenidas a vista de p¨¢jaro¡±, explica la comisaria, en las que vemos sendas de nubes que trazan formas caprichosas. ¡°Trasladadas despu¨¦s al cuadro, parecen abstracciones, pero son representaciones formales de las vistas que ella ha guardado en su memoria¡±.
Ausencia de la musa
De Georgia O¡¯Keeffe todo el mundo conoce sus ambiguos cuadros de flores y su sofisticada imagen. Alta, huesuda y angulosa, su atractivo rebasaba la belleza convencional. Desde muy joven opt¨® por prendas amplias y geom¨¦tricas que, sin ser ce?idas, destacaban su estilizada figura. Su armario estaba nutrido de t¨²nicas, vaporosos vestidos camiseros, trajes de dos piezas y blusones que ella paseaba con estilo de modelo.
Fue retratada tanto desnuda como vestida por numerosos fot¨®grafos de la ¨¦poca como Paul Strand o su propio marido, Alfred Stieglitz. Siempre aparece con la barbilla hacia arriba retando a la c¨¢mara. Su fuerte imagen inspir¨® a los dise?os de otros artistas. El propio Alexander Calder cre¨® un broche en espiral en su honor, como si se tratara de la mism¨ªsima Greta Garbo. En los tiempos de las redes sociales, tambi¨¦n hubiera arrasado por su imagen.
Su poderosa est¨¦tica contribuy¨® enormemente a la creaci¨®n de su mito, una vertiente que ha sido expresamente excluida en la exposici¨®n por deseo de la comisaria. ¡°Solo hemos incluido una copia de la famosa imagen en la que aparece embozada con una gran capa. Nos interesaba destacar su importancia como pintora. Lo dem¨¢s, es otro mundo¡±.
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