Cal¨ªgula impone su normalidad

Un espect¨¢culo inquietante pero luminoso sobre la verdad un¨ªvoca, la normalidad prevalente y las ideas de talla ¨²nica, tejido por la dramaturga Cl¨¤udia Ced¨® y el director Marco Paiva a partir de la primera obra dram¨¢tica de Albert Camus. Cal¨ªgula muri¨®. Yo no, drama metateatral coproducido por el Centro Dram¨¢tico Nacional y el Teatro Nacional Do?a Maria II de Lisboa, gira en torno a la compa?¨ªa de un director obsesionado con hacer de Cal¨ªgula una obra de arte total. Sus actores se han abierto camino compensando cada uno con fuerza y sensibilidad una desventaja f¨ªsica o ps¨ªquica: la sordera de Andr¨¦, por ejemplo, queda paliada por su presencia y su elocuencia gestual. Sus int¨¦rpretes en la vida real tambi¨¦n han tenido que enfrentarse a tales problemas: Andr¨¦ Ferreira, int¨¦rprete de Andr¨¦, que a su vez encarna a Cal¨ªgula en la ficci¨®n metateatral, es sordo pero se hace o¨ªr soberanamente mediante lenguaje de signos sobretitulado.

Paiva crea un clima inquietante, como el de los dramas simbolistas de Maeterlinck: en boca de Jes¨²s Vidal, actor cuasi invidente que interpreta al director con el magnetismo de un or¨¢culo, los mon¨®logos de Ced¨® tienen el enigma de los parlamentos de Los ciegos. Frente a la apisonadora normativa, a la inmensa variedad de lo mismo que se les impone, el coro de este Cal¨ªgula propone una revuelta contra el d¨¦spota sobrevenido, el cual viene a ser una extensi¨®n de la tiran¨ªa de la imagen y del dinero, simbolizada por el actor televisivo al que Jes¨²s ha llamado para reemplazar a Andr¨¦.

Ced¨® entreteje con habilidad realidad y ficci¨®n: en ambas, Jes¨²s Vidal ha hecho una carrera reconocida medi¨¢ticamente; Maite Brik ve que por cada papel para mayores de 60 a?os hay sesenta papeles para j¨®venes, y as¨ª sucesivamente. Con guante de seda, Paiva imprime unidad a un elenco de una gran diversidad funcional y biogr¨¢fica. A su agilidad felina, Paulo Azevedo suma exactitud en la prosodia y en el gesto. El escen¨®grafo interpretado por Rui Fonseca tiene la presencia misteriosa de un Golem de Praga. Lu¨ªs Garcia es la encarnaci¨®n viva de la amenaza que pende sobre sus compa?eros. Fernando Lape?a imprime espontaneidad a las marcas de su director. ?ngela Ib¨¢?ez, actriz magn¨¦tica, toda ella p¨¢lpito, le da dimensi¨®n coreogr¨¢fica a la lengua de signos. Paiva consigue empastar teatralidades tan opuestas como la de Brik, tan zigzagueante, y la de Vidal, lac¨®nica como una esfinge.

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