Los villanos de Disney salen del armario
El estreno de ¡®Cruella¡¯ subraya la identidad ¡®queer¡¯ de los malvados en muchas producciones del estudio, como demuestran los casos de ?rsula, Mal¨¦fica o Jafar
En el curso de su dolorosa inmersi¨®n en las profundidades de una relaci¨®n t¨®xica recogida en su libro En la casa de los sue?os (Anagrama), Carmen Maria Machado acaba top¨¢ndose con el arquetipo de los villanos queer y, de manera inevitable, esa parada en el camino la lleva a la mitolog¨ªa disneyana. ¡°Pienso un mont¨®n en los villanos queer: en los problemas que plantean, el placer que procuran y en su audacia. S¨¦ que deber¨ªa tener una respuesta pol¨ªtica ...
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En el curso de su dolorosa inmersi¨®n en las profundidades de una relaci¨®n t¨®xica recogida en su libro En la casa de los sue?os (Anagrama), Carmen Maria Machado acaba top¨¢ndose con el arquetipo de los villanos queer y, de manera inevitable, esa parada en el camino la lleva a la mitolog¨ªa disneyana. ¡°Pienso un mont¨®n en los villanos queer: en los problemas que plantean, el placer que procuran y en su audacia. S¨¦ que deber¨ªa tener una respuesta pol¨ªtica muy espec¨ªfica con respecto a ellos. S¨¦, por ejemplo, que deber¨ªa sentirme ofendida por el elenco Disney de canallas vanidosos y amanerados (Scar, Jafar), drag queens siniestras (?rsula, Cruella de Vil), y bolleras estre?idas odiahombres (la madrastra de Cenicienta, Mal¨¦fica)¡±, escribe en su libro.
Bajo la direcci¨®n de Craig Gillespie ¡ªun cineasta que no se arrug¨® al explorar las relaciones entre un patol¨®gico incel (c¨¦libe involuntario) y una mu?eca hinchable en Lars y una chica de verdad, o al hurgar con garra c¨ªnica en las turbiedades de Tonya Harding en su reciente biopic¡ª, Cruella recupera a una de esas villanas queer para reexaminarla bajo otra luz. Si en el original animado el personaje evocaba a un imitaci¨®n drag de Marlene Dietrich ce?ida en trazo expresionista, ahora Emma Stone sugiere la corta distancia que podr¨ªa haber entre la peque?a Dorrit y una Vivienne Westwood desaforada. Podr¨ªa pensarse que la Disney intenta lanzar su respuesta feminista al Joker (2019) de Todd Phillips, pel¨ªcula marcada por su nihilismo para masculinidades heridas, si no fuera porque el emporio de Mickey Mouse ya hab¨ªa explorado esa tendencia de reevaluar villan¨ªas bajo el prisma de la ambig¨¹edad con su franquicia Descendants (2015-19), protagonizada por los cuatro hijos adolescentes de Cruella, la bruja de Blancanieves (1937), Jafar y Mal¨¦fica, y con la pel¨ªcula de 2014 en la que Angelina Jolie daba esplendorosa vida camp a la perversa n¨¦mesis de La bella durmiente (1959).
Fue precisamente en Mal¨¦fica, dirigida por un t¨¦cnico de efectos especiales como Robert Stromberg y presumiblemente a salvo de toda pretensi¨®n intelectual, donde pudo detectarse un singular cortocircuito cultural: un transparente producto de consumo, nacido de la necesidad de explotar hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de un universo imaginario, acababa citando, sin pretenderlo, al Robert Coover de la fascinante Zarzarrosa, afilada deconstrucci¨®n de los cuentos de hadas en la que aparec¨ªa una Bella Durmiente so?ando con ¡°una afectuosa vieja bruja, horrorosamente fea y vagamente amenazadora, y sin embargo m¨¢s querida para ella en sus sue?os que cualquier pr¨ªncipe, incluso que los pr¨ªncipes cortejadores¡±.
Cabe pensar que ese amaneramiento en los villanos responde a un program¨¢tico moralismo ¡®lgtbif¨®bico¡¯: Disney ha sido diana recurrente de las miradas progresistas
Esa inesperada relaci¨®n intertextual entre una pel¨ªcula Disney y la obra de uno de los pilares del posmodernismo norteamericano quiz¨¢s sea un elemento m¨¢s que invite a repensar lo disneyano no tanto como el reino de la fantas¨ªa, sino como el reino de la paradoja. Y, en este sentido, la relaci¨®n de ese universo imaginario con lo queer aporta estimulantes fricciones. Por un lado, podr¨ªa pensarse que ese amaneramiento en los villanos y esas corrientes l¨¦sbicas en las villanas Disney que se?alaba Carmen Maria Machado responden a un program¨¢tico moralismo lgtbif¨®bico dentro del estudio. A fin de cuentas, Disney ha sido diana recurrente por parte de miradas progresistas no del todo exentas de cierta repulsa al matiz. Hay, por ejemplo, quien ha visto en Pixar una respuesta al conservadurismo disneyano, cuando, en realidad, ambas firmas proceden del mismo tronco est¨¦tico y quiz¨¢ solo divergen sus maneras de formalizar una visi¨®n moral que, en ambos casos, est¨¢ lejos de ser transgresora o revolucionaria.
Donde Disney coloca a la familia, Pixar coloca a la empresa; en este sentido, trabajos como Monstruos, S.A. (2001), Del rev¨¦s (2015) y Soul (2020) son un libro abierto. En su brillante videoensayo Evil Queens: A Gay Look at Disney History (2020), James Somerton se hace eco de dos evidencias hom¨®fobas en la ¨¦poca dorada del estudio. Por un lado, el momento en que Walt Disney le afe¨® la conducta al animador Art Babbitt por apuntarse a clases de piano durante la producci¨®n de Fantas¨ªa (1940): ¡°?Qu¨¦ demonios te pasa: eres marica?¡±. Por otro, el despido inapelable del joven actor Tommy Kirk tras ser descubierta su homosexualidad. Pero Somerton sabe que la realidad era bastante m¨¢s compleja: muchos de los empleados del estudio eran homosexuales y, en ocasiones, algunos mensajes susceptibles de ser descifrados por una mirada camp ¡ªla mirada del que entiende y lee entre l¨ªneas un gui?o codificado¡ª se filtraban en la obra final, como es el caso del cortometraje El toro Ferdinando (1938) o del heterodoxo largo El drag¨®n chiflado (1941), ambos presididos por personajes que encarnan claras disidencias en relaci¨®n con sus respectivos roles de g¨¦nero. Disidencias que ambas pel¨ªculas aceptan, celebran y no sancionan.
Kaa no era chica
En un post de Facebook, el escritor Alberto Mira rememoraba la importancia que esos mensajes ocultos en el corpus disneyano hab¨ªan tenido en su propia formaci¨®n queer. Mira pone el acento en las voces de doblaje y en la cualidad transgen¨¦rica de la tonalidad vocal de un profesional como Sterling Holloway, voz, entre otras, de la serpiente Kaa de El libro de la selva (1967): ¡°La voz de Holloway (imitada en el doblaje) nos hablaba a los ni?os queer de misterios de g¨¦nero que no se nos acababan de contar. Fue la voz del gato Chesire en la gran Alicia de Disney. Lo dicho: queer hasta la m¨¦dula, como tantas cosas en esa pel¨ªcula. Y yo cre¨ª durante d¨¦cadas que Kaa era ¡®chica¡¯. Y no lo es. La voz de Kaa, inclasificable, pero ciertamente no heterosexual, perteneci¨® a un se?or que las referencias confirman como ¡°soltero¡± pero que nunca sali¨® del armario como homosexual. Muri¨® en 1990 y trabaj¨® para un estudio de valores tradicionales¡±.
Se trata de un paradigm¨¢tico ejemplo de comunicaci¨®n ¡®camp¡¯: el ni?o ¡®queer¡¯ descifra lo que se filtra entre l¨ªneas y lo que el ojo no iniciado jam¨¢s detectar¨¢
Lo que describe Mira es un paradigm¨¢tico ejemplo de comunicaci¨®n camp: el ni?o queer descifra lo que se filtra entre l¨ªneas y lo que el ojo no iniciado jam¨¢s detectar¨¢. Quiz¨¢ el potencial queer de la villan¨ªa Disney no sea m¨¢s que pura herencia de los c¨®digos camp que uno puede reconocer en los malos del cine de g¨¦nero ¡ªVincent Price, Basil Rathbone, Peter Lorre, Charles Laughton¡ª y en las emocionalidades excesivas del melodrama ¡ªBette Davis, Joan Crawford¡ª. Al final, Carmen Maria Machado tambi¨¦n acaba llegando a la conclusi¨®n de que, tras esa equ¨ªvoca asociaci¨®n formal entre lo queer y la maldad, palpita algo liberador: ¡°Dejadlos ser agentes, y luego soltadlos¡±, sostiene la escritora, usando el mismo verbo que entonaba Elsa en Frozen, tal vez la primera producci¨®n de Disney donde la disidencia sexual no la encarnaba el villano, sino la hero¨ªna.
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