Carmen Maria Machado: ¡°Escribir mi libro no fue sanador, sino un asco¡±
La escritora estadounidense de origen cubano relata en ¡®En la casa de los sue?os¡¯ su traum¨¢tica experiencia con la mujer que la maltrat¨®. Su libro aborda un tab¨²: el de los casos de abuso que se producen dentro de las relaciones l¨¦sbicas
Durante a?os, Carmen Maria Machado (Allentown, Estados Unidos, 1986) trat¨® de relatar su historia a gente que no sab¨ªa escucharla. Por eso acab¨® escribiendo un libro, En la casa de los sue?os (Anagrama), que describe su traum¨¢tica relaci¨®n con la mujer que la maltrat¨® al final de su veintena. No encontr¨®, pese a lo que rezan los t¨®picos sobre la literatura confesional, ning¨²n consuelo. ¡°No fue un proceso cat¨¢rtico ni sanador. Hay escritores que sienten esas cosas, pero no es obligatorio. Me parece aceptable decir que escribir este libro fue un aut¨¦ntico asco. Lo odi¨¦ profundamente y seguramente no volver¨ªa a hacerlo. Fue como una piedra en el ri?¨®n: ten¨ªa que extirparlo para poder escribir otras cosas¡±, sostiene la autora por videollamada desde su casa en Filadelfia, donde da clases de escritura en la Universidad de Pensilvania. Tras su debut literario con la aplaudida antolog¨ªa de cuentos Su cuerpo y otras fiestas, Machado parece aqu¨ª una escritora distinta, igual de l¨²cida al describir el horror que esconde la vida cotidiana, solo que ahora est¨¢ a la intemperie. ¡°Con la ficci¨®n siempre sientes una protecci¨®n. Cuando escribes sobre cosas dif¨ªciles, puedes decir que te lo has inventado todo, incluso si es mentira¡±, responde.
Su historia empieza como una comedia rom¨¢ntica LGTB+: la mujer de sus sue?os es una escritora de coleta rubia reci¨¦n salida del gimnasio, de buena familia y licenciada en Harvard, que habla franc¨¦s con soltura. Machado, una ¡°morenita con gafas y curvas rayanas en la gordura¡±, nieta de exiliado cubano, fan¨¢tica religiosa en su adolescencia, sedienta y hambrienta de un amor que la obligue a atravesar cuatro Estados, siente golpear su coraz¨®n contra su caja tor¨¢cica. Y se rinde en cuesti¨®n de d¨ªas. ¡°?Puedo?¡±, le pregunta su nueva amante en cada paso que da al desnudarla. ¡°No te importar¨ªa nada ahogarte de esa manera, dando permiso¡±, escribe la narradora, dirigi¨¦ndose a su antiguo yo.
¡°La religi¨®n es horror puro: un Dios caprichoso gobierna un mundo de ¨¢ngeles y demonios. Ya no soy creyente, pero me interesa c¨®mo pensamos en lo que supera nuestra comprensi¨®n¡±
Eso es, por descontado, lo que suceder¨¢. Ese romance id¨ªlico no tardar¨¢ en convertirse en un cuento de horror dom¨¦stico: celos enfermizos, cambios de humor inexplicables, agresiones leves que se vuelven graves y una manipulaci¨®n digna de un thriller de sobremesa. Todo ello en el interior de la casa del t¨ªtulo, situada en un verde suburbio universitario de Indiana, que en el relato de Machado cobra rasgos de mansi¨®n g¨®tica. Despu¨¦s de todo, un texto solo necesita ¡°dos cosas para integrarse en el romanticismo g¨®tico: mujer m¨¢s residencia¡±, escribe Machado en el libro, citando a la te¨®rica del cine Mary Ann Doane. Aun as¨ª, su g¨®tico no tiene ra¨ªz sure?a: est¨¢ anclado en el Rust Belt, el oxidado cintur¨®n industrial del noreste de Estados Unidos, donde ella creci¨®, y luego nutrido por su estricta educaci¨®n en el metodismo de sus padres. ¡°La religi¨®n es horror puro: un Dios caprichoso gobierna un mundo de ¨¢ngeles y demonios. Ya no soy creyente, pero me interesa c¨®mo pensamos como sociedad en todo lo que se sit¨²a m¨¢s all¨¢ de nuestra comprensi¨®n¡±, expone Machado.
Su libro es una desgarradora memoir que cuenta c¨®mo logr¨® salir de esa relaci¨®n violenta, pero tambi¨¦n un ensayo sobre la ausencia en el canon literario de otros relatos de abuso en relaciones homosexuales. Cuando Machado empez¨® a escribir, descubri¨® que simplemente no exist¨ªan, m¨¢s all¨¢ de alg¨²n testimonio judicial. Es lo que llama ¡°la violencia del archivo¡±, el hecho de que ciertas historias no merecen ser registradas de cara a la posteridad. Todo est¨¢ en la etimolog¨ªa: la palabra archivo, como record¨® Derrida en su d¨ªa, procede del griego arj¨ªon, ¡°la casa del vencedor¡±. ¡°Hablo en el silencio. Tiro la piedra de mi historia a una vasta grieta; midan el vac¨ªo por el poco ruido que hace¡±, escribe la autora.
¡°No basta con que los homosexuales seamos seres humanos para merecer derechos. Tambi¨¦n debemos ser personas ejemplares. Es c¨ªnico y asqueroso¡±
Machado considera que las historias de abuso l¨¦sbico han sido silenciadas por ser ¡°relatos que crean complicaciones¡±, como sucedi¨® con el suyo. ¡°Necesitamos que las narraciones gais sean universalmente inspiradoras y positivas. Al seguir luchando por la respetabilidad, debemos presentar siempre una cara respetable¡±, opina Machado. ¡°No basta con que seamos seres humanos para merecer derechos. Tambi¨¦n debemos ser personas ejemplares. Es c¨ªnico y asqueroso. El resultado es que los homosexuales, igual que otros grupos oprimidos, se terminan callando sus experiencias. Es la angustia de la minor¨ªa: si no tienes cuidado, alguien te ver¨¢ haciendo algo humano y lo usar¨¢ contra ti¡±.
Pulsi¨®n de muerte
En la casa de los sue?os usa una estructura fragmentada, llena de saltos de continuidad, que recuerda a los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau al reformular una misma historia seg¨²n las convenciones de distintos g¨¦neros, del Bildungsroman y la novela er¨®tica a la comedia porreta y los libros de Elige tu propia aventura. ¡°Se trataba de hacer luz de gas al lector para crear en ¨¦l un sentido de la inestabilidad parecido al que ten¨ªa yo en la cabeza¡±, explica Machado. En las notas al pie, la autora a?ade referencias a la tradici¨®n de los cuentos populares, dando a entender que predeterminan nuestros patrones de conducta, en medio de digresiones que la llevan a hablar de las hero¨ªnas torturadas por sus maridos en el cine de los cuarenta, de los villanos queer en las producciones Disney o de la pel¨ªcula El desconocido del lago, de Alain Guiraudie, para evocar esa pulsi¨®n de muerte tan cl¨¢sica en los relatos homosexuales, tal vez porque sus protagonistas, acostumbrados a las vejaciones, no se creen merecedores de la vida.
¡°Odio a Biden, aunque sea mejor que Trump. Para hacer cambios radicales se necesita una imaginaci¨®n radical, y no creo que ¨¦l la tenga¡±
Machado, que no habla bien espa?ol, pero se siente ¡°muy cercana¡± a autoras como Mariana Enriquez y Samanta Schweblin, contempla el mundo desde un cristal oscuro. ¡°Cuando lo observo, veo una historia de horror. Por ejemplo, mi pa¨ªs me parece una distop¨ªa. Odio a Biden, aunque sea mejor que Trump. Biden es un anciano blanco y perfectamente formal que posiblemente haya toqueteado a alguien. Otro m¨¢s¡¡±, dice. ¡°Para hacer cambios radicales se necesita una imaginaci¨®n radical, y no creo que ¨¦l la tenga¡±. En las primarias dem¨®cratas vot¨® por Elizabeth Warren ¡°por principios¡±, aunque ya se hubiera retirado de la carrera.
Recuerda que rompi¨® con su ex el mismo d¨ªa que Obama anunci¨® que apoyaba el matrimonio homosexual, un mi¨¦rcoles de mayo de 2012. Es decir, hace menos de 10 a?os. Entonces parece que ella haya tocado fondo, pero un giro argumental le aguarda en el ¨²ltimo tramo. Aunque ese relativo final feliz no haya resuelto el problema. ¡°Han pasado siete a?os y a¨²n sigo so?ando con ello¡±, aclara. Su c¨®rtex cerebral y su sistema nervioso no se han olvidado de nada. ¡°El trauma ha alterado el ADN de mi cuerpo, como un antiguo virus¡±, escribe en la recta final. No hay solaz en sus palabras, aunque s¨ª la sensaci¨®n de haberse liberado de una tarea pendiente, de la carga de lograr decirlo todo en voz alta. El libro se abre con una cita de Zora Neale Hurston, la prodigiosa autora de Sus ojos miraban a Dios, otra especialista en poner por escrito cosas que nadie se hab¨ªa atrevido a decir antes: ¡°Si mantienes tu dolor en silencio, te matar¨¢n y encima dir¨¢n que te gust¨®¡±. Superado el virus, siempre llega el ansiado lapso, por breve e ilusorio que sea, de la inmunidad.
En la casa de los sue?os
Traducci¨®n de Laura Salas.
Anagrama, 2021. 320 p¨¢ginas. 19,90 euros.
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