Espa?a en el div¨¢n
Los historiadores Jos¨¦ ?lvarez Junco y Pilar Mera Costas y el escritor Sergio del Molino conversan sobre el retorno del ¡°problema espa?ol¡± como tema para una multitud de novedades literarias
A Espa?a han vuelto a tumbarla en el div¨¢n y muchos autores arman un diagn¨®stico a partir de los s¨ªntomas que la aquejan y se preguntan si tiene cura. Los embates de los nacionalpopulismos, el empuje de la globalizaci¨®n y las exigencias de la nueva civilizaci¨®n digital, las varias crisis que arrastra la pandemia, el panorama internacional con una Uni¨®n Europea de la que se ha ido el Reino Unido, cambios geopol¨ªticos, conflictos de toda ¨ªndole¡ y, en medio de todo esto, qu¨¦ ocurre con una Espa?a tocada por sus l¨ªos particulares, como el desaf¨ªo separatista catal¨¢n y el s¨²bito crecimiento de la extrema derecha. El historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco (Viella, Lleida, 78 a?os) explor¨® en su ya cl¨¢sico Mater dolorosa (Taurus) la idea de Espa?a en el siglo XIX, Pilar Mera Costas (Vigo, 43 a?os) ha reconstruido una jornada decisiva de un pasado que sigue alargando sus sombras sobre el presente en 18 julio 1936 (Taurus) y Sergio del Molino (Madrid, 41 a?os) aborda en Contra la Espa?a vac¨ªa (Alfaguara) episodios recientes a partir de los asuntos que trat¨® en su c¨¦lebre libro anterior.
Pregunta. ?Por qu¨¦ este regreso a Espa?a como tema?
Sergio del Molino. Me interesa Espa?a en cuanto comunidad pol¨ªtica y me preocupa porque veo que se est¨¢ disgregando. Desde el progresismo no hemos prestado atenci¨®n a esa disgregaci¨®n y no nos hemos dado cuenta de que toda la parte irracional, la que no tiene que ver con la herencia ilustrada, ha sido aprovechada por unas fuerzas populistas que han resucitado algunos t¨®picos del nacionalismo del siglo XIX para horadar, erosionar y destruir esa comunidad pol¨ªtica. Me interesa reflexionar sobre Espa?a no como nacionalista o espa?olista, sino como alguien que ha entendido que esa comunidad pol¨ªtica que llamamos Espa?a es la mejor herramienta que tenemos ahora mismo para vivir en democracia. Cualquier otra alternativa va en contra, la aminora, la desvirt¨²a. El dilema es c¨®mo hacer frente al populismo volvi¨¦ndose a apropiar de la naci¨®n, pero no a la manera de las grandes esencias que reclamaban los escritores del 98, sino m¨¢s bien a partir del patriotismo constitucional.
Jos¨¦ ?lvarez Junco. ?Por qu¨¦ Espa?a ahora? ?Por qu¨¦ otra vez? No es nada nuevo, es un problema que resurge peri¨®dicamente. Hay que distinguir entre Estado y naci¨®n. El Estado existe, controla un territorio, con sus problemas y carencias. Y la naci¨®n es algo ideal, una creencia, algo subjetivo, basado tanto en bloques culturales como objetivos: una lengua, un folclore, leyendas, h¨¦roes. Hubo una vieja monarqu¨ªa imperial que se llam¨® Espa?a, o a la que se llam¨® Monarqu¨ªa hisp¨¢nica o Monarqu¨ªa cat¨®lica, que nada tiene que ver con el Estado actual. Ten¨ªa territorios en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, en Flandes, en Italia, en Am¨¦rica¡ Era otra cosa. A partir de 1808, con la crisis pol¨ªtica de la invasi¨®n napole¨®nica, el inicio de la revoluci¨®n liberal y la p¨¦rdida de una inmensa parte del imperio, hay que reconstruir eso que es Espa?a y se hace muy dif¨ªcilmente en el siglo XIX. Y surge algo nuevo. La fiscalidad de Fernando VII no tiene nada que ver con la de su padre, Carlos IV ¡ªya no llegan rentas de Am¨¦rica¡ª, ni tampoco la administraci¨®n, ni el territorio, nada que ver. Es otra cosa. Se construye con muchas dificultades, con unos liberales que avanzan en zigzag, con los absolutistas que regresan, con un Estado muy d¨¦bil, con un discurso muy discutido: si somos por encima de todo cat¨®licos o si somos sobre todo liberales. Y eso sigue hasta hoy. A finales del XIX, con la crisis del 98, surgen nacionalismos alternativos: el vasco y el catal¨¢n. Al ver que el barco se hunde y est¨¢ a punto de irse a pique, dicen que son otra cosa y buscan construir una identidad alternativa.
Pilar Mera Costas. Espa?a vuelve a aparecer como problema desde hace m¨¢s o menos 10 a?os. Es una mezcla de crisis generacional con crisis econ¨®mica y con crisis del mundo occidental. Tiene que ver con esa especie de muerte de ¨¦xito de la socialdemocracia. Es como la crisis que se tiene a los 40, pero le ocurre a Espa?a cuando descubre que algo no funciona. Es como un equipo de f¨²tbol: tienes a una generaci¨®n maravillosa que lo gana todo. Lo que ocurre inmediatamente despu¨¦s es volver a jugar como nunca y perder como siempre. As¨ª que tienes que hacer un recambio para que las cosas sigan funcionando, para adaptarse a todo lo que se est¨¢ transformando. Hacer cambios cuando algo no funciona no nos gusta. ?C¨®mo dejar a Sergio Ramos y no convocarlo? ?C¨®mo podemos dejar a Villa con lo que significa? La responsabilidad no puede caer siempre en los mismos porque las condiciones son distintas. Y es entonces cuando nos preguntamos qui¨¦nes somos y qu¨¦ queremos ser de mayores, y cuando descubrimos que hay historias en el pasado que nos permitir¨ªan participar de algo com¨²n.
El dilema es c¨®mo reapropiarse de la naci¨®n, pero no desde las esencias, sino desde el patriotismo constitucionalSergio del Molino
P. ?Cu¨¢les son esas historias, hay manera de construir referentes comunes?
S. del M. Hay una historia que mi generaci¨®n desprecia mucho y es la de la construcci¨®n de la actual democracia y la Constituci¨®n del 78. Y se ha puesto de moda demonizarla. En cuanto se ha visto que la democracia ten¨ªa problemas graves, estructurales o coyunturales (como la corrupci¨®n), la respuesta ha sido una propuesta de refundaci¨®n absoluta en lugar de intentar ver el enorme logro que se consigui¨® durante la Transici¨®n. Es necesario llenar de sex appeal ese momento extraordinario, convertirlo en un relato compartido. Los nacidos en los setenta, mi generaci¨®n, la desprecian profundamente. Es uno de los grandes fracasos de la democracia. Hoy parece que todo estaba hilado y que respond¨ªa a un plan engrasado, a una concatenaci¨®n l¨®gica. Pero entonces no fue as¨ª. No hubo ¨¦pica, es cierto, eran solo unos se?ores que fumaban y se llevaban mal. No hemos sabido contarla bien: se cerr¨® una ¨¦poca cargada de violencia y se abri¨® el futuro.
P. M. C. Todos podemos llegar a un acuerdo: lo que vino despu¨¦s del 78 es mucho mejor de lo que hab¨ªa antes. Pero no estoy de acuerdo en que la valoraci¨®n sea del todo negativa: hasta los mismo que hablaban del r¨¦gimen del 78 hicieron campa?a electoral con la Constituci¨®n en la mano.
S. del M. Fue puro oportunismo.
P. M. C. Las intenciones me dan igual si los resultados pueden aprovecharse. A veces hay que ser un poco pragm¨¢ticos para poder encontrarse en alg¨²n punto. Y ese puede ser un buen lugar de partida. La ¨¦pica est¨¢ sobrevalorada. A lo mejor tenemos que rebajarla. Tendemos a hacer lecturas muy gritonas y que son contrarianistas: estamos contra todo. T¨² dices s¨ª, ellos dicen no. Y viceversa. Nos distraemos con el ruido y ahora mismo todos son discursos sobre la batalla cultural y sobre la imposibilidad de acuerdos. Mucha polarizaci¨®n, mucha crispaci¨®n, mucha discusi¨®n, pero en esta legislatura en el Congreso tambi¨¦n se toman decisiones. Se ha aprobado por mayor¨ªa el ingreso m¨ªnimo vital (solo con la abstenci¨®n de Vox) o la Ley de Protecci¨®n de la Infancia con una mayor¨ªa bastante amplia. Y unas cuantas leyes m¨¢s. Si hablamos todo el rato de lo que no somos capaces de construir, caemos en la trampa de hablar del qui¨¦n y no del qu¨¦. Y hay algunos qu¨¦s que se hacen.
J. A. J. He dedicado mi vida a ser un historiador cr¨ªtico con los mitos, con visiones idealizadas del pasado en t¨¦rminos de buenos y malos, para¨ªsos, ca¨ªdas y redenciones. Un amigo que hizo la carrera conmigo y que se dedic¨® a la banca y se ha forrado me suele decir: ?por qu¨¦ te dedicas a destruir mitos con lo que ganar¨ªas construy¨¦ndolos? Tiene raz¨®n. Vamos a construir alguno ahora. Est¨¢ desde luego el de la Transici¨®n. La pregunta hay que hacerla hacia adelante: ?qu¨¦ queremos ser? El futuro no son los Estados naci¨®n, comunidades aisladas y homog¨¦neas culturalmente. El futuro va a ser multicultural: comunicarse ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil, vamos a saber m¨¢s idiomas que nuestros padres, vamos a viajar y a casarnos con personas que viven a miles de kil¨®metros. Para acostumbrarnos a ese futuro, ?por qu¨¦ no potenciamos los aspectos multiculturales de nuestro pasado? ?Por qu¨¦ no hablamos de la Espa?a de las tres culturas? Algo rechina ah¨ª: habr¨ªa que hablar de la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, Espa?a no exist¨ªa entonces. Pero hab¨ªa una unidad pol¨ªtica en ese territorio de frontera entre el cristianismo y el islam en la Edad Media, y en el que se hab¨ªan refugiado grandes comunidades jud¨ªas. En Toledo funcionaba una escuela de traductores que hubiera sido impensable en Par¨ªs.
Volvamos al Estado de bienestar. Los populismos funcionan con el miedo y la inseguridad que trae la pobrezaPilar Mera Costas
S. del M. Aquello termin¨® como el rosario de la aurora.
J. A. J. Una minor¨ªa se impuso sobre las otras dos y las expulso y tiraniz¨®. Pero aqu¨ª hubo tres culturas. Luego est¨¢ aquel se?or, Bartolom¨¦ de las Casas, que se pas¨® su vida defendiendo a los indios y criticando que se los esclavizara. Olvidemos que propuso para resolver aquel problema que el trabajo lo hicieran negros de ?frica, pero destaquemos su lucha por los indios. Vinieron las Cortes de C¨¢diz y vino el liberalismo, a los espa?oles les toc¨® salir fuera y hubo varias oleadas de exiliados pol¨ªticos, que terminaron en 1939. Esos espa?oles que salieron por el mundo aportaron cosas a los pa¨ªses por donde pasaron. En M¨¦xico sus aportaciones culturales fueron enormes y se reconocen m¨¢s all¨ª que aqu¨ª. Elaboremos ese mito, ense?¨¦moslo en la escuela. Y, por supuesto, la Transici¨®n. Entonces funcionaban todav¨ªa los caracteres nacionales, y un par de brit¨¢nicos que estuvieran en Londres tomando un t¨¦ o un whisky pudieron decirse en el a?o 1936: ?te has enterado de lo que est¨¢ pasando en Espa?a? Se est¨¢n matando. ?Por qu¨¦? Porque los espa?oles son as¨ª. ?Y por qu¨¦ son as¨ª? Porque se matan cuando no se entienden. Un argumento circu?lar, absurdo, pero que se repiti¨® al morir Franco. Hubo ilustres hispanistas, como Richard Herr, al que tengo un gran respeto, que dijo que la Guerra Civil era inevitable. Esa generaci¨®n hizo una cosa que desment¨ªa esos estereotipos y de la cual podemos enorgullecernos.
P. En una sociedad tan fragmentada como la actual, ?qu¨¦ puede servir de pegamento ante el futuro?
S. del M. En una sociedad abierta y compleja, las identidades son m¨²ltiples, inasibles, et¨¦reas, uno se identifica con much¨ªsimas cosas. Nadie se identifica solo como espa?ol, ni solo como catal¨¢n, tampoco como murciano. Te identificas con m¨²ltiples referencias transversales y contradictorias. El populismo simplifica mucho, barre la complejidad para construir una identidad completamente un¨ªvoca, y a eso, desde un punto de vista democr¨¢tico, es dif¨ªcil oponerse. La democracia ofrece complejidad y est¨¢ disgregada, no tiene pegamento. Lo que une a sus miembros es un contrato social basado en la raz¨®n. Ese componente irracional que aprovechan los populismos, los dem¨®cratas lo despreciamos. ?C¨®mo enfrentarse entonces a ellos? Es casi imposible. Nos enfrentan a un dilema pr¨¢cticamente irresoluble. Si la democracia liberal se planta defendiendo su complejidad, el populismo f¨¢cilmente la arrasa. Y si se enfrenta al populismo con sus mismas armas, se convierte tambi¨¦n en populista, que es lo que estamos viendo en la sociedad espa?ola ahora. El populismo atraviesa todos los discursos pol¨ªticos. Si triunfa alguno, por la derecha o por la izquierda, contagia a todos los dem¨¢s. Habr¨ªa que insistir mucho en el legado racionalista, en el legado ilustrado, pero nos falta ese apego, ese aspecto de lo nacional que hemos dejado en manos de los enemigos de la sociedad abierta. Soy consciente del peligro y s¨¦ que solo con las armas de la raz¨®n y del legado ilustrado y del legado liberal no hacemos nada. Estamos perdidos.
P. M. C. Quiz¨¢ parte de la respuesta est¨¦ en el pasado. ?Qu¨¦ es lo que funcion¨® tras la II Guerra Mundial? Si no perdemos la perspectiva, lo que pas¨® entre 1914 y un poquito m¨¢s all¨¢ de 1945 es bastante peor de lo que tenemos ahora. Y lo que funcion¨® despu¨¦s de la guerra fue la creaci¨®n del Estado de bienestar y empezar a construir poco a poco la Europa unida. Quiz¨¢ recuperar esas ideas sea bueno. Los populismos funcionan cuando hay miedo, divisi¨®n e inseguridad. Y hay miedo e inseguridad cuando hay pobreza. As¨ª que lo primero es intentar evitar que la crisis econ¨®mica sea muy grande tras la pandemia. Y hay un signo positivo: esta vez se aprendi¨® algo respecto a la crisis de 2008 porque la respuesta de Europa ha sido distinta. Quiz¨¢ fue m¨¢s f¨¢cil porque el mal afecta a muchos. Pero lo que a m¨ª me importa no son tanto las intenciones y las razones como las consecuencias de las decisiones. Y hay consecuencias: lo positivo es que se reconstruya y se fortalezca el Estado. Es cierto que hay ese temor a que suban los impuestos y que es mejor el dinero en el bolsillo de los ciudadanos. No somos capaces de darnos cuenta de que, si ese dinero no est¨¢ en el bolsillo del Estado, ser¨¢ el ciudadano el que tenga que gast¨¢rselo en el m¨¦dico, la escuela, en tantas cosas. Nos sobra raz¨®n, s¨ª, pero ?c¨®mo nos llenamos de sentimientos sin caer en el populismo? A lo mejor tenemos que ser m¨¢s blanditos, incluso ser un poco m¨¢s tiernos. A veces somos tan duros con el otro y con nosotros mismos que solo advertimos lo malo, lo malo, lo malo. Es dif¨ªcil encontrar un hueco si todo el rato somos negativos.
J. A. J. ?Qu¨¦ pegamento puede unirnos? El que a m¨ª me atrae es el patriotismo constitucional. No se trata de decirle a la gente que somos los mejores y los m¨¢s listos, se trata de ser capaces de apreciar lo que somos y de tolerar al disidente, hemos hecho ese tipo de cosas en el pasado y se trata de hacerlo en el futuro. Y eso hay que ense?¨¢rselo a los ni?os. Tambi¨¦n a mirar los horrores del pasado. La Transici¨®n se hizo en buena parte por miedo, por miedo a que se repitiera la Guerra Civil.
S. del M. Aquella generaci¨®n guardaba una memoria de la guerra que ahora ya no existe.
Creo en una soluci¨®n federalista. Es la mejor manera de gobernar pa¨ªses extensos y culturalmente complejosJos¨¦ ?lvarez Junco
J. A. J. Por eso digo que hay que ense?ar lo que ocurri¨®. Pero eso es muy complejo frente al discurso de un populista, que dice que somos los mejores, que viva Espa?a y le da al bombo. Ese gana las elecciones seguro.
P. ?Hacia d¨®nde apuntar entonces?
J. A. J. Creo firmemente en una soluci¨®n federalista con las competencias bien delimitadas en cuatro niveles: los ayuntamientos, las comunidades aut¨®nomas, el Estado, Europa. Competencias y recursos claramente establecidos: cada ¨¢mbito debe saber qu¨¦ impuestos cobra. Es una soluci¨®n maravillosa que inventaron los americanos en el siglo XVIII y que es la mejor manera de gobernar estructuras muy amplias geogr¨¢ficamente y muy complejas culturalmente.
S. del M. Espa?a sigue a caballo de varios modelos. Es extempor¨¢neo plantear un Estado centralista y es probable que la federal sea la estructura razonable, siempre que avancemos hacia una Europa con esos mimbres. Pero en esa v¨ªa nos hemos quedado a medio camino. El autonomismo es una soluci¨®n provisional para no tomar ninguna decisi¨®n.
P. M. C. No creo que el Estado auton¨®mico haya ido tan mal. A lo mejor ya no es suficiente, pero durante mucho tiempo funcion¨® y en t¨¦rminos de solidaridad territorial sigue funcionando. Muchas veces lo que hay que solucionar son cuestiones t¨¦cnicas, que mi tarjeta sanitaria sirva en todas partes, por ejemplo. Mientras nos quejamos no buscamos soluciones. Dejar de quejarnos implica empezar a buscar soluciones
J. A. J. Pero los problemas siguen estando ah¨ª. Las ¨¦lites catalanas siguen planteando una ruptura con el Estado.
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