Contra la Espa?a vac¨ªa
Sergio del Molino retoma en su nuevo libro, que se publica esta semana, algunos de los argumentos de su famoso ensayo. Adelantamos un fragmento del cap¨ªtulo ¡®Banderas deste?idas¡¯
Uno de los peores rasgos del populismo es la frivolidad. Rosa Parks y los activistas por los derechos civiles en cuyo ejemplo se miran los nacionalistas arriesgaban sus vidas por una causa justa. Ante la opresi¨®n, s¨®lo cab¨ªa una lucha que pod¨ªa ser violenta sin dejar de reclamarse leg¨ªtima. Los populistas, en cambio, se inmolan (o arrastran a otros a la inmolaci¨®n) en nombre de nader¨ªas. Ah¨ª est¨¢n, como 857 losas en la conciencia nacional, los 857 asesinados por ETA en nombre de la nader¨ªa m¨¢s grosera, recordatorio l¨²gubre de lo lejos que puede llegar el nacionalismo en su obstinaci¨®n. Se puede adornar con toda la ret¨®rica guerrera que se quiera y se pueden encargar los poemas ¨¦picos que sean menester, pero ir a la c¨¢rcel y agrietar una comunidad pol¨ªtica democr¨¢tica por ofensas subjetivas y kitsch que no responden a ninguna situaci¨®n tasable de dictadura u opresi¨®n es una cumbre de la frivolidad. Si valoramos que muchos est¨¢n dispuestos a ir a la c¨¢rcel para que sus impuestos no se inviertan en la construcci¨®n de escuelas en Badajoz, lo fr¨ªvolo deviene ruin.
La rebeli¨®n en s¨ª tiene poca importancia, pues las grietas de la comunidad llevan agrand¨¢ndose mucho tiempo, no son obra de cuatro aventureros infantiloides. La construcci¨®n nacional de Catalu?a y Euskadi (y las m¨¢s atenuadas de otras autonom¨ªas) ha erosionado el principio de igualdad y ha abierto conflictos ins¨®litos. La mayor¨ªa, peque?os, poco visibles y casi ¨ªntimos, pero todos juntos vac¨ªan de razones la convivencia. Una naci¨®n es una comunidad imaginada, como propon¨ªa Benedict Anderson, que necesita una mitolog¨ªa com¨²n para comunicarse y funcionar. El historiador Eric Hobsbawn estableci¨® que esa mitolog¨ªa era una tradici¨®n inventada, el cemento ret¨®rico que une a los ciudadanos. Los espa?oles tenemos cada vez menos tradici¨®n inventada com¨²n y m¨¢s tradiciones inventadas particulares.
Una propuesta como la que lanzaba en ¡®La Espa?a vac¨ªa¡¯ (la exploraci¨®n de los lazos que unen a los espa?oles a trav¨¦s de la memoria campesina) no tiene fuerza para oponerse a la marea nacionalista
En ese sentido, una propuesta tan et¨¦rea y literaria como la que lanzaba en La Espa?a vac¨ªa (la exploraci¨®n de los lazos que unen a los espa?oles a trav¨¦s de la memoria campesina y la mitolog¨ªa de los ¨¦xodos rurales, como cimiento de una tradici¨®n inventada) no tiene fuerza para oponerse a la marea nacionalista y cuajar en un articulado pol¨ªtico. La disoluci¨®n simb¨®lica del pa¨ªs es tan profunda que se necesita una armaz¨®n previa para que ese cruce de mitos y leyendas familiares entre la ciudad y el campo pueda cumplir su funci¨®n. Hay que anotar aqu¨ª que esa vertebraci¨®n basada en la Espa?a vac¨ªa no es una soluci¨®n definitiva. Al depender de la memoria, se desvanece con el paso de las generaciones. Conforme los espa?oles pierden los v¨ªnculos biogr¨¢ficos con el pasado campesino, el lazo comunitario se afloja, pero eso, lejos de ser un problema, es una virtud, pues permite renovar los cuentos que la comunidad se cuenta a s¨ª misma para convivir. No hay verdades universales e inamovibles: corresponde a cada generaci¨®n encontrar un hilo com¨²n.
No me quiero desviar mucho por esos barrancos. La cuesti¨®n es que Espa?a ha perdido buena parte de su arquitectura ritual y simb¨®lica, lo cual no tendr¨ªa la menor importancia si hubiera otros rituales y s¨ªmbolos que vinculasen a los ciudadanos entre s¨ª. Antes de marzo de 2020, hab¨ªa varios indicios que apuntaban hacia la creaci¨®n de una identidad europea. Tony Judt identific¨® tres fen¨®menos o instituciones importantes: la Champions League de f¨²tbol, el programa de becas Erasmus y los vuelos de bajo coste. Las dos ¨²ltimas est¨¢n amenazadas por la pandemia. Nadie sabe si la industria de la aviaci¨®n se recuperar¨¢ y ser¨¢n viables las compa?¨ªas como Ryanair, que conectaban y vertebraban el continente. Tampoco est¨¢ claro que una Europa preocupada por rescatar unas econom¨ªas noqueadas por ca¨ªdas impresionantes del PIB vaya a esforzarse mucho en mantener ese programa de intercambio universitario. La Champions tiene mejor pron¨®stico, siempre que vuelva a haber p¨²blico en los estadios.
Estos tres elementos estaban creando, a ojos de Judt, una especie de conciencia prenacional, al menos en una capa de la poblaci¨®n, los j¨®venes con estudios universitarios, una parte de los cuales socializaba en un marco europeo. Las becas Erasmus ampliaron la noci¨®n de hogar para muchos j¨®venes y fomentaron una polinizaci¨®n cruzada muy intensa entre ellos (no en vano se llamaban becas Orgasmus). Los vuelos baratos hicieron f¨¢cil y posible una vida internacional, acortando la sensaci¨®n de lejan¨ªa. Por ¨²ltimo, no hay que explicar el enorme poder identitario y tribalista que tiene el f¨²tbol y c¨®mo vertebra las comunidades pol¨ªticas a trav¨¦s de la divisi¨®n, lo que es una paradoja. Los forofos de un equipo detestan a los rivales, pero a la vez los necesitan. La dial¨¦ctica de una liga de f¨²tbol se reproduce c¨ªclicamente, siguiendo el esquema del eterno retorno, y proporciona una sensaci¨®n de continuidad y estabilidad circular a un mundo lineal, huidizo e imprevisible. Las temporadas de f¨²tbol sustituyen a las temporadas agr¨ªcolas como organizadoras de un tiempo compartido.
Siendo estos tres rasgos muy poderosos, no bastan por s¨ª solos. En su ensayo-alegato sobre el futuro de Europa, Judt concluye que hace falta mucho m¨¢s para que cuaje una conciencia. Esas tres fuerzas culturales han surgido de forma m¨¢s o menos espont¨¢nea y como efectos imprevistos de la apertura de las fronteras y la desregulaci¨®n aduanera, pero al no haber un nacionalismo europeo movilizado que dise?e instituciones de gobierno fuertes, como sucedi¨® en las unificaciones de Italia y Alemania, es muy improbable que el continente avance hacia una forma de unidad pol¨ªtica. Las peleas constantes entre pa¨ªses y la hegemon¨ªa de Alemania, que impone sus intereses particulares a toda la UE y la utiliza como un instrumento de su pol¨ªtica exterior y econ¨®mica, colocan la posibilidad de una Europa posnacional en el armario de las quimeras.
Si Europa no tienen la fuerza suficiente para compactar una comunidad, no queda m¨¢s remedio que seguir jugando a las naciones
Otro historiador, Orlando Figes, desde un esquema de an¨¢lisis cultural muy parecido al de Judt, sostiene que esa identidad prenacional empez¨® en el siglo XIX, coincidiendo con el auge de los nacionalismos. Figes tambi¨¦n se?ala tres elementos precursores de la conciencia europea: el ferrocarril, la industria del libro y la ¨®pera. El primero vertebr¨® el continente, permitiendo la difusi¨®n r¨¢pida de las ideas y disparando la producci¨®n cultural. No s¨®lo se conectaron las grandes capitales, sino estas con las provincias, facilitando un flujo de libros y espect¨¢culos que unific¨® como nunca la vida de los europeos. Gracias a los trenes y a la alfabetizaci¨®n, los editores aumentaron las tiradas y la cantidad de t¨ªtulos en circulaci¨®n. La armonizaci¨®n de los derechos de autor en la mayor¨ªa de los pa¨ªses dot¨® de seguridad jur¨ªdica a los escritores, que por primera vez pudieron vivir de los ingresos de sus libros sin depender de mecenas ni otras rentas. La ¨®pera cre¨® un repertorio que giraba por los principales teatros, popularizando las obras de Verdi o Puccini. Los europeos cada vez eran m¨¢s cultos, le¨ªan las mismas novelas y disfrutaban de las mismas ¨®peras de moda. En ese sentido, es curioso que los grandes teatros nacionales tuvieran desde el principio una vocaci¨®n internacional. El Teatro Real de Madrid no se abri¨® para dar salida a las producciones locales, sino para atraer a los grandes int¨¦rpretes y t¨ªtulos que triunfaban en Par¨ªs, en Mil¨¢n y en Londres.
Desde el siglo xix, esta integraci¨®n cultural no ha dejado de estrecharse, pero no ha desembocado en una disoluci¨®n de las naciones. Una comunidad pol¨ªtica necesita algo m¨¢s para formarse como tal, no es suficiente un espacio intelectual com¨²n. Al proveer de una pulsi¨®n religiosa, pasional y ¨¦pica a la vida comunitaria, el nacionalismo se impone siempre a lo ecum¨¦nico. La religi¨®n es un agente movilizador poderos¨ªsimo contra el que no se puede competir. Por eso Jos¨¦ ?lvarez Junco llam¨® a los credos nacionalistas ¡°dioses ¨²tiles¡±.
Si Europa y lo europeo no tienen la fuerza suficiente para compactar una comunidad, no queda m¨¢s remedio que seguir jugando a las naciones, porque la alternativa, en un mundo dominado por los flujos financieros internacionales y por empresas tecnol¨®gicas omniscientes y sin patria, es la tiran¨ªa corporativa. Rearmar la naci¨®n se ha convertido en un horizonte pol¨ªtico incluso para la izquierda que m¨¢s ha trabajado por disolverla. Este rearme es una tarea tan urgente como improbable, pues debe oponerse por igual a las presiones de un mercado libre universal y a la fuerza de los populismos nacionalistas. La ¨²nica posibilidad de supervivencia de la democracia liberal como expresi¨®n pol¨ªtica y marco de referencia de la comunidad pasa por reapropiarse de lo nacional, evitando tanto su disoluci¨®n en el logotipo de Apple como su estrangulamiento en la turba nacionalista.
¡®Contra la Espa?a vac¨ªa¡¯. Sergio del Molino. Alfaguara, 2021. 280 p¨¢ginas. 17,95 euros. Se publica el 3 de junio.
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