Las p¨¢ginas arrancadas
La literatura latinoamericana sigue completando su canon moderno con nombres y libros que conocieron un prestigio fugaz
Los escritores mueren dos veces, primero sus cuerpos y luego su obra¡±, escribi¨® Leonard Michaels en una oportunidad anticip¨¢ndose a lo que acabar¨ªa sucedi¨¦ndole: menos de 20 a?os despu¨¦s de su muerte, parte de su obra (no muy extensa, toda excelente) ya no est¨¢ disponible, y lo mismo sucede con la de los escritores Gina Becerra y Andr¨¦s Dur¨¢n, quienes ¡°alcanzaron la fama que acompa?a a los premios prestigiosos y los reconocimientos de la cr¨ªtica y el p¨²blico, pero ese resplandor fue demasiado breve¡±.
Una diferencia no menor entre Michaels y los otros dos escritores (¡°conectados por una fe valiente y perdurable en el g¨¦nero del cuento¡±) es que el primero existi¨® realmente, mientras que los otros dos son personajes de un libro en la estela de los de Marcel Schwob, Alfonso Reyes, Jorge Luis Borges y otros autores de ¡°vidas¡± estudiados por Lorena Amaro. Muertes imaginarias es una ¡°barca de muertos¡± en la que navegan Marta Cisternas, que anima una tertulia desde el interior de un pulm¨®n de acero, una hipot¨¦tica secretaria chilena de Mario Vargas Llosa convertida en su viuda y Lena Escuti, quien narr¨® con tanta precisi¨®n las torturas y los asesinatos de la polic¨ªa secreta de Augusto Pinochet que esta utilizaba sus di¨¢logos en los interrogatorios.
¡°Los muertos¡±, escribe Roberto Castillo Sandoval, ¡°siempre encuentran la manera de devolver la atenci¨®n que les brindamos¡±, y esto es lo que sucede con Mar¨ªa Virginia Estenssoro (La Paz, 1903-S?o Paulo, 1970), Pablo Palacio y Armon¨ªa Somers. De la primera, la editorial boliviana Dum Dum recupera El occiso (1937), tres relatos que su autora defini¨® como ¡°una crucifixi¨®n¡±: en el primero, el ¡°difunto p¨¢lido¡± contempla una descomposici¨®n de su cad¨¢ver que, al terminar, es como ¡°un grito de espasmo, una convulsi¨®n de placer, la postrera eyaculaci¨®n¡±; en el segundo, una mujer sue?a con el ni?o o los ni?os que abort¨®, que tal vez fueran del occiso y tal vez no; en el tercero, otra mujer o la misma espera a un hombre que no llega (quiz¨¢s el muerto) con el que alguna vez so?¨® que ¡°navegaba en un transatl¨¢ntico de cristal¡±.
La publicaci¨®n de El occiso provoc¨® un terremoto, y Estenssoro ya no volvi¨® a publicar; hab¨ªa narrado experiencias acerca de las que las mujeres de la ¨¦poca no deb¨ªan hablar, y lo hab¨ªa hecho adem¨¢s con un gesto vanguardista que escandaliz¨® ¡°a los mojigatos, a los tontos, a los moralistas inquisitoriales, a los frailes ignorantes, a las beatas bondadosas, ingenuas y limitadas¡±. Dum Dum completa su edici¨®n con un pr¨®logo de la especialista Mary Carmen Molina Ergueta, una biograf¨ªa, una bibliograf¨ªa exhaustiva y fotograf¨ªas de la autora. M¨¢s escuetos, los editores colombianos de Pablo Palacio (Loja, 1906-Guayaquil, 1947) solo suman un pr¨®logo a la publicaci¨®n conjunta de ¡®Un hombre muerto a puntapi¨¦s¡¯ y las novelas Vida del ahorcado (1932) y D¨¦bora (1927). Palacio no public¨® mucho m¨¢s, en realidad: en 1940 se intern¨® voluntariamente en un psiqui¨¢trico y no volvi¨® a salir de ¨¦l. Sus libros, que C¨¦sar Aira defini¨® en una ocasi¨®n como ¡°extra?as obras maestras¡± por las que circulan homosexuales, antrop¨®fagos, suicidas, ad¨²lteros (un marido deja a su esposa porque esta abusa de la expresi¨®n ¡°?Claro!¡±), asesinos y monstruos abyectos parecen escapar una y otra vez del control del narrador, algo que conecta a su autor con Felisberto Hern¨¢ndez, Juan Emar, Clarice Lispector, Mario Bellatin y otros escritores de lo extra?o y lo singular como el propio Aira y Armon¨ªa Somers (Pando, 1914-Montevideo, 1994), de quien Contrabando recupera estos d¨ªas un volumen de relatos ¡ªEl derrumbamiento¡ª mientras P¨¢ginas de espuma anuncia la inminente publicaci¨®n de sus Cuentos completos. El derrumbamiento (1953) es de un barroquismo hipn¨®tico en el que la sexualidad y la religiosidad aparecen inextricablemente vinculadas, como en el relato que da nombre a la colecci¨®n, en el que un indigente negro libera a una virgen de su cors¨¦ de cera derritiendo esta con sus manos, tambi¨¦n la que cubre la zona genital.
Nada de esto tiene aparentemente que ver con las vidas de Sylvia Plath, Ted Hughes, Assia y David We?vill, pero Jorge Volpi demuestra que s¨ª en un juego de espejos en el que los personajes seducen y son seducidos, rechazan y son rechazados, lastiman y encajan el da?o en el transcurso de 40 a?os, desde su primer encuentro hasta los suicidios de Plath y de Assia. Las agujas dementes (como Hughes defini¨® en una ocasi¨®n a sus dos parejas, ambas poetas extraordinarias) es una reflexi¨®n acerca de la vocaci¨®n y la pulsi¨®n y el suicidio. ¡°Desde que salimos de casa me promet¨ª que vendr¨ªa a seducirte¡±, le dice Assia a Ted, y a Sylvia, en un aparte: ¡°Pensar¨¢s que soy una perra. Y tendr¨¢s raz¨®n¡±. ¡°?Ven ustedes lo mismo que yo? ?Verdad que no estoy loca?¡±, pregunta Sylvia dirigi¨¦ndose al p¨²blico. Los personajes se lanzan agujas de bordar con las que tambi¨¦n se puede herir, y un hombre puede ser ¡°un h¨¦roe griego. Un dios. Una alima?a. Un cerdo¡± sin dejar de ser el mismo, y adem¨¢s un gran poeta.
David Markson insinu¨® en una oportunidad ¡°que Sylvia Plath no esperaba que su suicidio fuera un ¨¦xito¡±; comoquiera que haya sido, la autora de La campana de cristal tambi¨¦n es protagonista del nuevo libro de la escritora mexicana en espa?ol y ladino Myriam Moscona. En ¨¦l, Hemingway es ¡°el gran narciso envuelto en sue?os de ginebra¡±, e. e. cummings ¡°siempre / est¨¢ haciendo / poemas / en el regazo / de la muerte¡±, Dylan Thomas ¡°razona en el whisky 18?¡±, Frank O¡¯Hara, ¡°como una fruta / en plena madurez se malogra / en el momento de su punto¡± y la lengua inglesa es ¡°derramada / bifronte / dominante¡±, pero tambi¨¦n ¡°londinense / tejana / dublinesa¡±, ¡°negra / jazzeada / prestigiosa¡±, ¡°blanca / puntual / mestiza¡±, ¡°hiphopera / dreamer / negociante¡±, ¡°pegajosa / punkera / sofista¡±, ¡°vapuleada / great again / inabarcable¡±, ¡°sucia / hermosa / muerta¡±.
La muerte de la lengua inglesa est¨¢ inspirada en la Antolog¨ªa de Spoon River de Edgar Lee Masters y re¨²ne epitafios de los escritores mencionados, as¨ª como tambi¨¦n de William Carlos Williams, Mark Twain, Emily Dickinson, Wilfred Owen, Robert Lowell (¡°el coraz¨®n / como una media de nylon / se rasg¨® / iba a verse / con su segunda esposa¡±), Anne Sexton (¡°?por qu¨¦ envidiabas a tu amiga sylvia? / ?por qu¨¦ la llamaste ladrona? / ?te gan¨® la idea del horno?¡±), Elizabeth Bishop, Wallace Stevens y otros. ¡°Toda la humanidad es de un solo autor y forma un solo volumen, cuando alguien muere parece que una p¨¢gina le ha sido arrancada¡±, escribi¨® John Donne. Pero las cosas son algo m¨¢s complejas en el caso de los escritores, y estos regresan a veces, con la recuperaci¨®n de su obra (Estenssoro, Palacio, Somers) o su inclusi¨®n como personajes (Volpi, Moscona) en los libros de otros. Lo hacen tambi¨¦n cada vez que un lector restituye, mediante el acto de leer, la p¨¢gina arrancada. Y esa restituci¨®n es la que proponen estos libros.
Lecturas
'Muertes imaginarias'?
Roberto Castillo Sandoval??
Laurel
'El occiso'?
Mar¨ªa Virginia Estenssoro??
Dum Dum
'La vida del ahorcado. Antolog¨ªa m¨ªnima'?
Pablo Palacio.
Pr¨®logo de Adolfo Villafuerte??
Favila
'El derrumbamiento'?
Armon¨ªa Somers
Pr¨®logo de Gustavo Espinosa??
Contrabando
'Las agujas dementes'?
Jorge Volpi??
Almad¨ªa
'La muerte de la lengua inglesa'?
Myriam Moscona??
Almad¨ªa / UNAM
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