Lecci¨®n de Literatura del R¨¦gimen
Una ficci¨®n pand¨¦mica de Cristina Morales
A MODO DE BREV?SIMA PRESENTACI?N. A la literatura se llega a menudo con miedo porque suele dar sustos. Los da la buena y la mala literatura. Cristina Morales se instala en esa frontera en este relato de ficci¨®n descarnado y provocador donde el yo no es yo, aunque a veces parece el yo m¨¢s veraz posible: nadie lo sabr¨¢ nunca porque la literatura es el territorio de la resonancia y la fertilidad imaginativa (Jordi Gracia, subdirector de Opini¨®n de EL PA?S).
La narradora en primera persona y personaje protagonista de esta ficci¨®n, o sea, aquel ente que en este acto comunicativo llamado ¡°texto literario¡± se ve investido de la potestad de decir ¡°yo¡± y, por tanto, de hablar desde ese ¡°yo¡± (siendo un ¡°yo¡± diferente al ¡°yo¡± de su autora, que no es un ente sino una ¨Dpor esclavitudes tiene hasta la esclavitud del sexog¨¦nero¨D mortal, una mam¨ªfera); ese ente oportunamente investido de todos los poderes expresivos por mor de la literatura, digo, soy yo y me llamo Cristina, Cristina Morales para m¨¢s datos, pero que eso no les confunda a ustedes porque, debo insistir y hacer hincapi¨¦ con esta peque?a lecci¨®n de teor¨ªa de la literatura, yo no soy la autora. La autora est¨¢ soportando aristocr¨¢ticamente los 31 grados Celsius de este 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, en su decimon¨®nica habitaci¨®n de la Academia de Espa?a en Roma, escribiendo en bragas, mir¨¢ndose el bronceado y la curvatura de las tetas de reojo en el espejo, cosa que la distrae humanamente de la escritura y que hace de ellas (de la escritura y de la mam¨ªfera) algo muy apegado al chubasquero que es la piel. La piel es bastante impermeable, se comprueba al salir del agua, que chorreamos. La piel no chupa el l¨ªquido, bien al contrario, lo expulsa. Quiz¨¢s la piel bronceada en las costas amalfitana y del Tirreno (pechos incluidos gracias al topless) tenga un grado de impermeabilidad similar al del asfalto de ¨²ltima generaci¨®n, o sea, repele lo justo para que las carreteras no se conviertan en r¨ªos los d¨ªas de lluvia y absorbe lo justo para que no se inflen como esponjas. No est¨¢ bien, pues, asimilar la piel a la sensibilidad extrema incluso exagerada (err¨®nea sabidur¨ªa popular manifestada en frases hechas del tipo ¡°a flor de piel¡± o ¡°tener la piel muy fina¡±). La piel es, de hecho, un ¨®rgano bastante c¨ªnico, lo que no le interesa lo bota, chao, adi¨®s muy buenas; no lo transforma. La piel no es un ¨®rgano transformador, como por ejemplo transforma el p¨¢ncreas la grasa en energ¨ªa, o como por ejemplo transforma el intestino delgado el alcohol en borrachera. Recordemos, por favor, que la piel es ante todo excretora: del ano sale la caca, de la uretra el pip¨ª, de los canales respiratorios el humo de los porros y de la piel el sudor provocado por este infernal 29 de junio. Yo, la todoposible (m¨¢s acertado que decir ¡°todopoderosa¡±) Cristina Morales protagonista y narradora de esta historia no tengo piel, pero s¨ª que he follado con nueve personas distintas desde que se instaur¨® el R¨¦gimen C¨®vid en marzo de 2020. Sus nombres son los siguientes:
Lorna, Susana, Esteban, Giorgia, L¨ªa, Giuseppe, Gorane, Noelia y Gabriele.
Seis de ellos fueron amantes surgidos y surgidas en pleno R¨¦gimen C¨®vid (en adelante, ¡°el R¨¦gimen¡±), o sea, personas que no pertenec¨ªan a ese reciente concepto creado por las autoridades de ¡°burbuja familiar¡± o de ¡°unidad conviviente¡± al cual todas deb¨ªamos replegarnos. Por supuesto, tal noci¨®n de familia es mon¨®gama (o, cuanto menos, de promiscuidad controlada) y burguesa (de gente que comparte casa, lo que ya es decir que tiene casa y no s¨®lo eso: que tiene casa propia, que se paga o le pagan el alquiler o la hipoteca, que no vive ni con sus padres ni comparte piso con colegas).
Siete de mis amantes tienen otros y otras amantes distintos a m¨ª, algunos Prec¨®vid y otros, como yo, establecidos durante el R¨¦gimen.
Me llamo Cristina, Cristina Morales, pero que eso no les confunda a ustedes porque, debo insistir y hacer hincapi¨¦ con esta peque?a lecci¨®n de teor¨ªa de la literatura, yo no soy la autora
Con dos de mis amantes (y uso el t¨¦rmino ¡°amantes¡± con vocaci¨®n estad¨ªstica porque a efectos del R¨¦gimen no es relevante si mis amantes son tambi¨¦n mis maridos, mis esposas o mis novias, o mis hijos o mis hermanos o mis abuelas y vivimos en incestuoso gozo consentido; al R¨¦gimen no le importa lo m¨¢s m¨ªnimo si aparte de irnos juntas a la cama nos amamos o nos odiamos, en ese sentido el R¨¦gimen C¨®vid es bastante guarro: s¨®lo se fija en si hay o no hay refriegue); con dos de mis actuales amantes, digo (uno procedente del Prec¨®vid y otra conocida en pleno R¨¦gimen), hice un tr¨ªo hace poco, mi tr¨ªo m¨¢s m¨¢s reciente. Con otras dos de mis amantes estuve en situaciones orgi¨¢sticas que involucraban el sobeteo, los lametones y los besos a terceras personas, aunque al final acabamos follando s¨®lo una de ellas y yo.
De todos modos, ?qu¨¦ es ¡°acabar follando¡±? ?Y qu¨¦ es follar? ?Puedo considerar amantes m¨ªos a quienes s¨®lo me han besado?
Para la Agencia de Salud P¨²blica de Barcelona, chiringuito p¨²blico-privado vinculado al Ayuntamiento de esa ciudad (que es, adem¨¢s, la ciudad en la que vivo), no hay lugar a dudas:
?La COVID-19 se transmite con los besos?, se preguntaba dicha Agencia en un documento informativo emitido el 15 de septiembre de 2020, cuando en Espa?a acababa de permitirse salir a beberse una cerveza:
S¨ª, se autorrespond¨ªa (claramente era una pregunta ret¨®rica). Durante el sexo es f¨¢cil exponerse a la respiraci¨®n o la saliva, que s¨ª transmiten el virus. Por eso se recomienda no besar ni intercambiar saliva con personas con quienes no se convive. El uso de mascarilla es tambi¨¦n una medida recomendada para reducir el riesgo durante el encuentro sexual.
Este fragmento de literatura burocr¨¢tica enciende mi imaginaci¨®n y me hace recordar cuando hace diez a?os, estudiando en Nueva Delhi, durante cinco meses me estuve yendo a la cama de manera a veces simult¨¢nea, a veces alternativa, con dos primos de religi¨®n sikh que no se quitaban el turbante para follar. Yo me quitaba toda la ropa y ellos se quitaban toda la ropa pero el turbante se lo dejaban. Con el movimiento se les iba deshaciendo y al final, sin quererlo pero sin evitarlo, se liberaban sus cabelleras negras y largu¨ªsimas, pues los sikh no se cortan el pelo. Gracias a la Agencia de Salud P¨²blica de Barcelona puedo imaginar a mis nueve amantes actuales en pelotas pero con mascarilla, baj¨¢ndosela para comerme el co?o, subi¨¦ndosela al acabar y luego limpi¨¢ndomelo igual que se higienizan los micr¨®fonos entre un conferenciante y otro.
Al R¨¦gimen no le importa lo m¨¢s m¨ªnimo si aparte de irnos juntas a la cama nos amamos o nos odiamos, en ese sentido el R¨¦gimen C¨®vid es bastante guarro: s¨®lo se fija en si hay o no hay refriegue
?Qu¨¦ riesgo tienen las relaciones sexuales con personas convivientes?, sigue pregunt¨¢ndose ret¨®ricamente la Agencia Literaria de Salud P¨²blica de Barcelona (no en vano Barcelona fue recientemente nombrada ¡°Ciudad de la Literatura¡± por la UNESCO ¨Ca m¨ª me dieron una beca de 3000 eurillos con esa excusa). Y se responde a s¨ª misma:
En el caso de que las personas convivientes no tengan ning¨²n s¨ªntoma y no hayan estado expuestas al virus, el riesgo de contagiarse es bajo. En cambio, se recomienda reducir al m¨ªnimo las relaciones sexuales con personas no convivientes.
De tan estricta como es la moral cov¨ªdica, tan estricta como la moral judeocristiana (?ser¨¢n, acaso, la misma cosa?), cualquier m¨ªnima desviaci¨®n de las consignas socioprofil¨¢cticas incurre en pecado de contagio a toda la comunidad. Al igual que con la moral judeocristiana, cabe la expiaci¨®n: cinco, diez, veinte e incluso m¨¢s d¨ªas de cuarentena para el sujeto que cree haber establecido un contacto demasiado profundo con alguien indebido (o sea, de fuera de la burbuja), y sus buenos 100 euros en PCR para comprobar si es positivo, y, si lo es, 100 euros cada semana hasta que el resultado sea negativo.
El doctor William F. Marshall, de la prestigiosa Cl¨ªnica Mayo de Rochester, Minnesota, avala la opini¨®n de la catalana Agencia. Cuando pones en Google ¡°sexo covid¡±, el primer resultado que te sale es el m¨¦dico ese diciendo si no est¨¢s vacunado y tienes relaciones sexuales con alguien fuera de tu casa, considera estas precauciones para reducir el riesgo de contraer el virus de COVID-19:
Minimiza el n¨²mero de parejas sexuales que tienes.
Evita los besos.
Evita los comportamientos sexuales que tengan riesgo de trasmisi¨®n fecal-oral o que involucren el semen o la orina. (Lo de no involucrar el semen es feminista, t¨¢ntrico y t¨® lo que t¨² quieras).
Usa preservativos y protectores dentales durante el sexo oral y anal. (Fantas¨ªa sexual donde las haya porque, hasta donde yo s¨¦, un protector dental es lo que se ponen los luchadores de deportes de contacto para que no les destrocen los dientes durante el combate: afinad¨ªsima asimilaci¨®n, Dr. Marshall, de lucha y sexo).
Usa una mascarilla durante la actividad sexual. (No nos permite bajarla para la felaci¨®n ni el cunnilingus salvo que llevemos protector bucal a lo kickboxer, lo que para las comidas de polla supone la ventaja a?adida de reducir a cero el riesgo de mordisco).
L¨¢vate las manos y d¨²chate antes y despu¨¦s de la actividad sexual.
Usa jab¨®n o toallitas alcoholadas para limpiar el ¨¢rea donde tienes actividad sexual. (En esto s¨ª hab¨ªamos acertado, ?bingo!).
La promiscuidad, y eso lo saben muy bien tanto el Viejo como el Nuevo Testamento, se desarrolla por fases: primero se desea, luego se ejecuta el deseo. Ahora tengo muy claro que desear a la mujer del pr¨®jimo es ya una pr¨¢ctica sexual, es ya un peligro
Gracias a la moral c¨®vid se ha ensanchado el concepto de sexualidad del personaje de ficci¨®n que protagoniza este texto, que soy yo y que me llamo Cristina Morales. El R¨¦gimen C¨®vid asimila promiscuidad con riesgo para la convivencia colectiva (exactamente como el cristianojuda¨ªsmo). La promiscuidad, y eso lo saben muy bien tanto el Viejo como el Nuevo Testamento, se desarrolla por fases: primero se desea, luego se ejecuta el deseo. Ahora tengo muy claro que desear a la mujer del pr¨®jimo es ya una pr¨¢ctica sexual, es ya un peligro. Ahora, a los treinta y cinco a?os de este personaje de ficci¨®n que se llama Cristina Morales y que ni haciendo cuentas recordar¨ªa con cu¨¢ntas personas se ha acostado, es cuando empiezo a tener claro que con las miradas tambi¨¦n se folla, que con las palabras tambi¨¦n se folla, y que por supuesto los besos son sexo del duro. Los besos son la cosa que m¨¢s me excita del mundo, sobre todo los primeros besos con desconocidos y desconocidas. Gimo m¨¢s cuando me besan que cuando me penetran, o, lo que es seguro, gimo con m¨¢s v¨¦rtigo, gimo de absoluta p¨¦rdida del control, de absoluto salto al vac¨ªo es que gimo. Los besos son puertas de entrada a lo desconocido, a lo gran desconocido que es otro ser humano, gimo de pura vulnerabilidad de no saber nada y de estar aprendiendo a la velocidad del rayo, a la velocidad del beso, el cual, aunque sea lento (cuanto m¨¢s lento, m¨¢s crucial y m¨¢s gimo) revela con cada vibraci¨®n lo que los amantes eran antes de conocerse, lo que est¨¢n siendo en ese instante y lo que ser¨¢n despu¨¦s. Veinte a?os de vida sexual, dij¨¦ramos, adulta, dij¨¦ramos, consciente, tiene este personaje de ficci¨®n, y veinte a?os que la besan y se pone a temblar y no sabe qu¨¦ hacer con la lengua. Tiene miedo de que la amante o el amante, tras el beso, se vaya, porque esta narradora y personaje siempre quiere m¨¢s, para esta personaje y narradora follar es lo m¨¢s importante del mundo. Veinte a?os en los que cada primer beso le ha parecido un milagro, en los que cada segundo beso le ha parecido asimismo un milagro dada la dificultad neoliberal con la que nos han criado para no sentirnos seguros de nosotros mismos ni de la posibilidad de ser queridos. Le gustas a alguien y no te lo crees, nos sentimos tan absolutamente alejadas de nuestros semejantes que cuando alguien se enrolla contigo piensas que es por un calent¨®n ocasional, por una borrachera, por aburrimiento, y, v¨ªctimas del romanticoneo rampl¨®n, denostamos esos disparaderos del contacto. Cuando quieren repetir contigo te parece una broma, piensas mal del otro: que te utiliza, que se va contigo porque otra le ha dado plant¨®n (y si otra le ha dado plant¨®n, ?qu¨¦? Nos han enfermado de complejo de exclusividad: yo acced¨ª a mi amante mejor ¡ªuno de los nueve¨D porque otro me hab¨ªa dado plant¨®n). En mi caso, siempre quiero repetir con todo el mundo, excepci¨®n hecha de un par de veces: una en que efectivamente estaba aburrida y el pavo no me gustaba pero nos acostamos igual, era un compa?ero de la carrera, nos llev¨¢bamos bien y nos re¨ªamos mucho, era de noche y era verano y empez¨® a meterme mano con mucha pericia en la Plaza Trinidad sita en la ciudad natal de este personaje de ficci¨®n y narradora en primera persona, Granada se llama la ciudad. Y otra vez, muchos a?os despu¨¦s, en Barcelona, con una chica lesbiana que me foll¨® junto a un amante de los que a¨²n conservo. Ella no quer¨ªa follar con ¨¦l pero estuvo muy de acuerdo en follarme a cuatro manos con el chico (para m¨ª resultaba evidente que, aunque entre ellos no se tocaban, estaban compartiendo y multiplicando su energ¨ªa sexual, escuchando los gemidos del otro, viendo al otro encaj¨¢ndoseme, ayudando en la comodidad de las posturas; era claro, pues, que entre ellos tambi¨¦n estaban follando). Un voluptuoso cuerpo femenino me follaba y un voluptuoso cuerpo masculino me follaba y los dos a la vez me follaban, hasta cuando uno de ellos ¨²nicamente miraba, me estaba follando, es evidente eso, con los ojos tambi¨¦n se folla. Me vapuleaban con dulzura o me preguntaban mis deseos. ?Qu¨¦ tendr¨ªa o qu¨¦ estar¨ªa haciendo yo para gustarles tanto (?a esa inseguridad aprendida me refer¨ªa!)? Por la ma?ana el masculino se fue no sin antes foll¨¢rmelo a horcajadas mientras ella se desperezaba y sonre¨ªa y se masturbaba, y luego ella me sigui¨® follando hasta las dos de la tarde, lo pas¨¦ de maravilla, almorzamos desnudas. La he vuelto a ver mil veces, es mi colega, es list¨ªsima, es guap¨ªsima y tiene unas tetas que flipas, pero por alguna raz¨®n no tengo ganas de repetir, qu¨¦ raro eso en m¨ª que siempre tengo ganas de repetir, ?y encima con lo f¨¢cil que me lo pone, siendo como es que ning¨²n primer ni segundo beso (o un beso despu¨¦s de haber pasado mucho tiempo del ¨²ltimo) es f¨¢cil! Los besos son or¨¢culos, esos or¨¢culos que en las obras de la Antig¨¹edad Cl¨¢sica conoc¨ªan no s¨®lo el futuro sino sobre todo el pasado. El primer beso es una cuenta, un inventario de lo que ha pasado entre los besantes hasta que el beso se dio: cu¨¢ntas ganas se ten¨ªan, si se esperaban estar ah¨ª bes¨¢ndose o no, si tienen prisa o no, si sienten o no culpa. A?os de catequismo en la infancia y luego a?os de politizaci¨®n transfeminista y hasta que no se ha instaurado el R¨¦gimen actual no me hab¨ªa dado cuenta de que el deseo, de que la imaginaci¨®n, de que la proyecci¨®n, eran en s¨ª mismas pr¨¢cticas sexuales y, en tanto que pr¨¢cticas sexuales, pr¨¢cticas peligrosas, suspensiones de la individualidad. El sexo es para m¨ª un m¨¦todo de conocimiento individual y colectivo, de las cosas y de los seres y, por supuesto, el cristianismo y el R¨¦gimen C¨®vid censuran el conocimiento. Normal que desaconsejen los besos.
A?os de catequismo en la infancia y luego a?os de politizaci¨®n transfeminista y hasta que no se ha instaurado el R¨¦gimen actual no me hab¨ªa dado cuenta de que el deseo, de que la imaginaci¨®n eran en s¨ª mismas pr¨¢cticas sexuales y, en tanto que pr¨¢cticas sexuales, pr¨¢cticas peligrosas, suspensiones de la individualidad.
En noviembre de 2020, cuando las estad¨ªsticas colocaban a Espa?a como el tercer pa¨ªs de Europa con m¨¢s muertes y contagios por c¨®vid (saco los datos de la web del Gobierno), yo me estaba pasando un hielo con toda la concurrencia de un bar anarquista en el coraz¨®n de Madrid. Bail¨¢bamos reguet¨®n y Beyonc¨¦. A efectos c¨®vid, pues, a todas esas y esos anarcas y filoanarcas me los y las foll¨¦. Mi cuenta de nueve amantes, por mor del c¨®vid, empezaba a elevarse a cifras propias de estrella del porno o del Marqu¨¦s de Sade.
Desde que se instaur¨® el R¨¦gimen he deseado a veces fervientemente, a veces en un destello, a las siguientes personas con las que, hasta el momento, no ha pasado nada:
Fabrizio, Domenico, Chiara, Malik, Guillem, Andrej, Diana y alguien cuyo nombre desconozco.
Con dos de esas personas es muy probable que pase algo. Con una de ellas es menos probable pero sigue siendo probable. Otra de ellas me hizo la cobra pero, aun as¨ª, hay alta probabilidad de que nos enrollemos en el futuro. Con otras tres de ellas es pr¨¢cticamente imposible, pero uno de esos casi imposibles compa?eros sexuales bail¨® conmigo un agarrao, no recuerdo si un tango o un pasodoble o un agarrao t¨ªpicamente italiano que no hab¨ªa escuchado antes, pero los cuatro, cinco o diez minutos de danza, de su mano en mi espalda empapada (aunque era invierno y nos acab¨¢bamos de conocer y en Roma est¨¢bamos en zona naranja, ¨¦l abrazaba sin escr¨²pulos mi sudor), de mi ment¨®n clavado en su hombro y de su mejilla desliz¨¢ndose por mi sien, de sus ojos y los m¨ªos cerrados, esos diez, cuatro u ocho minutos quiz¨¢s fueron, digo, (ahora lo s¨¦ gracias a la apertura de miras que me ha proporcionado el R¨¦gimen), a efectos de salud p¨²blica, lo mismo que follar.
Como personaje de ficci¨®n protagonista y narradora en primera persona de esta historia, puedo afirmar y afirmo que he vivido los quince meses de hierro del c¨®vid incumpliendo sistem¨¢ticamente la ley, y ahora que no son de hierro pero son de plomo, igual. Me he saltado el toque de queda y nunca me han multado. He estado sin mascarilla delante de docenas de polic¨ªas y nunca me han multado. He viajado por toda Espa?a, sola y acompa?ada, en tren, en bus, en barco y en avi¨®n sin atender a las limitaciones de movilidad. He alternando salvoconductos falsos y aut¨¦nticos. He estado en Alemania, en Colombia, en Francia y en Italia. He hecho, pues, uso de mis privilegios de adulta joven blanca europea sin obligaciones familiares acuciantes, mujer de la que no se espera que incumpla la ley. He aderezado mis privilegios con ropa ejecutiva para viajar cuando s¨®lo estaba permitido hacerlo por trabajo, o con ropa de deporte para salir a la calle cuando s¨®lo estaba permitido hacerlo para hacer deporte, o con ropa m¨¢s modesta y un chaleco reflectante cuando quer¨ªa salir en bici y as¨ª me tomaban por una honrada currante que se iba a ganarse el pan en el turno de noche en vez de a la fiesta psicotr¨®pica a la que iba.
El personaje de ficci¨®n que protagoniza esta historia considera violent¨ªsimas las pruebas diagn¨®sticas c¨®vid porque su sistematizaci¨®n para poder trabajar supone un estrago econ¨®mico, la mayor parte de las veces sufragado por el trabajador, y una invasi¨®n f¨ªsica constante y dolorosa.
El personaje de ficci¨®n que protagoniza esta historia dej¨® de presentar pruebas diagn¨®sticas reales el d¨ªa en que descubri¨® que en ning¨²n aeropuerto del mundo se comprobaban esos papelillos. Adem¨¢s, considera violent¨ªsimas las pruebas diagn¨®sticas c¨®vid porque su normalizaci¨®n y sistematizaci¨®n para poder trabajar en todos los sectores productivos supone un estrago econ¨®mico, la mayor parte de las veces sufragado por el trabajador, y una invasi¨®n f¨ªsica constante y dolorosa. Los argumentos de ¡°es un momento¡± y ¡°es por el bien de todos¡±, los compartamos o no, no le restan un ¨¢pice de violencia laboral y f¨ªsica al trance diagn¨®stico. La protagonista de esta historia no quiere vacunarse. Si en un futuro no del todo hipot¨¦tico la obligan a ello, har¨¢ lo posible por burlar la prohibici¨®n. Nuestra protagonista es asm¨¢tica y ha sufrido una media de dos neumon¨ªas cada a?o, pero desde que se instaur¨® el R¨¦gimen C¨®vid s¨®lo ha pillado una, y la pill¨® porque donde trabajaba ten¨ªan el aire acondicionado a 18 grados mientras en la calle hab¨ªa 32. Como presentarse en Urgencias era algo que, parad¨®jica pero reveladoramente, hasta el R¨¦gimen desrecomendaba, se trat¨® automedic¨¢ndose con la cortisona y el antibi¨®tico que le sobraron del ¨²ltimo arrechuche, ba?¨¢ndose desnuda en Krumme Lanke y sec¨¢ndose al sol. Qued¨® como nueva y, encima, bronceada, aunque de un bronceado distinto al del Tirreno, ni que decir tiene que el sol berlin¨¦s es muy diferente al sol mediterr¨¢neo, ni mejor ni peor, diferente. No tiene que ver con el sol, pero en los lagos berlineses te puedes desnudar y la luz, aunque es menos fuerte, te calienta el marginado culo y el marginado pubis, y si abres ligeramente las piernas te calienta la vulva, qu¨¦ placer ese: es un relajante instant¨¢neo, los rayos de sol abren una autopista (sin l¨ªmite de velocidad, como pasa en Alemania) del co?o al cerebro. El cerebro se te broncea co?o a trav¨¦s. El co?o, a diferencia de la piel, s¨ª que es un ¨®rgano transformador.
Roma, 30 de junio de 2021
Cristina Morales es escritora espa?ola. Su novela ¡®Lectura f¨¢cil¡¯ (Anagrama, 2018) fue Premio Herralde y Premio Nacional de Literatura.
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