Jonathan Franzen: ¡°El sexo es uno de los retos m¨¢s dif¨ªciles para un escritor¡±
El autor estadounidense publica ¡®Encrucijadas¡¯, comienzo de una trilog¨ªa sobre el ¨²ltimo medio siglo en su pa¨ªs. En su casa de California, defiende la novela tradicional frente a la experimentaci¨®n
Var¨®n. Heterosexual. Blanco. Miembro econ¨®micamente privilegiado de la clase media alta, obsesionado con la observaci¨®n del comportamiento de las aves, especialista en levantar pol¨¦micas gratuitas que hacen de ¨¦l f¨¢cil objetivo de burlas, como su desd¨¦n hacia programas de televisi¨®n inmensamente populares que se hacen eco de la importancia de su obra, o su aversi¨®n a internet, o su abierta hostilidad hacia las redes sociales. Protagonista de una trayectoria que en su momento culminante lo se?al¨® como el escritor norteamericano vivo m¨¢s importante de su tiempo. Autor de valiosos ensayos sobre el futuro de la literatura, en particular el destino de la novela como forma de representar la cultura en la era de la informaci¨®n. Ignorado por los m¨¢s j¨®venes, fuera del radar de quienes se mueven en la periferia del canon. No son las mejores credenciales en los tiempos que corren y sin embargo, pese a ello y pese a s¨ª mismo, Jonathan Franzen (Western Springs, Illinois, 1959) acapara como nadie la atenci¨®n de los medios con solo anunciar la aparici¨®n de una nueva novela suya.
Meses antes de su publicaci¨®n, Encrucijadas hab¨ªa despertado una expectaci¨®n pocas veces vista en los c¨ªrculos literarios dentro y fuera de Estados Unidos. La formidable operaci¨®n de marketing montada alrededor del lanzamiento del libro desborda el ¨¢mbito de la cultura. Los suplementos literarios m¨¢s prestigiosos del mundo le reservaron un espacio de privilegio antes de que la cr¨ªtica se pronunciara acerca de la calidad de la novela (el declive de su trayectoria como escritor no auguraba nada bueno).
¡°Me llama la atenci¨®n el mensaje cristiano de que es malo ser poderoso y bueno ser d¨¦bil¡±
En un ambiente en el que predomina el inter¨¦s por toda forma de expresi¨®n marginal, el fen¨®meno resulta dif¨ªcil de explicar. ?Qu¨¦ tiene que decir el viejo monstruo, heredero de los grandes dinosaurios de anta?o, como Mailer, Vonnegut o Updike, todos ellos varones, heterosexuales y blancos, como ¨¦l? Inicialmente, hubo dos tipos de reac?ciones. Los medios independientes, m¨¢s en sinton¨ªa con las preocupaciones de las nuevas generaciones, lo ten¨ªan en el punto de mira, ¨¢vidos por condenarlo; los m¨¢s asentados, como The New Yorker o The Atlantic, le otorgaban un voto de confianza de antemano, esperando lo mejor de ¨¦l. Cuando por fin llegaron las cr¨ªticas, el consenso ha sido un¨¢nime. Encrucijadas es una novela excelente, la mejor de Franzen.
Una novela sobre la libertad amenazada
La conversaci¨®n tiene lugar en una elegante colonia en las afueras de Santa Cruz, California, donde el escritor vive en una casa suspendida sobre una vertiginosa garganta en cuyas paredes crece una frondosa flora que sirve de refugio a las innumerables especies de aves que el autor, experto conocedor de sus costumbres, no se cansa de observar.
¡ª?C¨®mo caracterizar¨ªa Encrucijadas?
¡ªNo hay nada verdaderamente extraordinario en este libro. Es una novela sin estridencias ni pirotecnias estil¨ªsticas ni alusiones sat¨ªricas al presente. Los personajes son gente normal y corriente con problemas normales y corrientes. Siguen teniendo interacciones cargadas de tensi¨®n, pero he bajado un poco la temperatura con respecto a los libros anteriores. Es el final de un largo proceso de abandono de las preocupaciones de orden pol¨ªtico y la representaci¨®n social del presente. En este libro soy fiel a m¨ª mismo. Tengo mis opiniones, estoy atento a lo que ocurre en el mundo, soy un tipo brillante, leo sobre asuntos de actualidad acuciantes, pero en mi vida privada soy una persona normal y corriente.
El camino recorrido para llegar aqu¨ª no fue f¨¢cil. Tras dos novelas que se mov¨ªan en la ¨®rbita del posmodernismo, Ciudad veintisiete (1988) y Movimiento fuerte (1992), Franzen lleg¨® a la conclusi¨®n de que se encontraba en un callej¨®n sin salida y dio un giro a su ficci¨®n. El resultado fue Las correcciones (2001), novela un¨¢nimemente celebrada por la cr¨ªtica y el p¨²blico que lo situ¨® a la altura en la que sigue movi¨¦ndose hoy. Despu¨¦s vinieron Libertad (2010), que fue bien recibida, y Pureza (2015), novela duramente criticada en muchos sectores. Franzen repasa as¨ª su trayectoria: ¡°Aunque supuso un cambio, Las correcciones se segu¨ªa moviendo en la ¨®rbita de lo que se hac¨ªa en la d¨¦cada de los sesenta y los setenta. El peso de la escritura segu¨ªa siendo excesivo. He cambiado mucho como escritor. De Thomas Pynchon y William Gaddis he pasado a Elena Ferrante y Alice Munro¡±.
En Encrucijadas Franzen hace gala de un dominio absoluto del oficio de narrar, construyendo un relato en clave realista que se abre a numerosas perspectivas. En el centro, como es habitual en ¨¦l, se encuentra una familia blanca de clase media cuyas interacciones y psicolog¨ªa analiza el autor meticulosamente. Lo novedoso es el contexto: la religi¨®n desempe?a un papel central en la vida de los personajes. El protagonista, Russ Hildebrandt, es un pastor menonita que comparte sus preocupaciones con el resto de los personajes, con el trasfondo de un grupo religioso integrado por j¨®venes, cuyo nombre, Encrucijadas, da t¨ªtulo a la novela.
¡°La religi¨®n me interesa como experiencia emocional, como sentimiento, no como estructura. No hay nada que me interese menos que las disquisiciones teol¨®gicas, aunque el mensaje fundamentalmente irracional del cristianismo, seg¨²n el cual es malo ser poderoso y bueno ser d¨¦bil, es una paradoja que me llama mucho la atenci¨®n. En los setenta form¨¦ parte de un grupo religioso como el que figura en la novela. De alg¨²n modo la inmersi¨®n en algo as¨ª sigui¨® viva en m¨ª. Aunque no soy creyente, siempre me han interesado los escritores de impronta religiosa como Flannery O¡¯Connor, Dostoievski o incluso Kafka, para quien la idea de Dios es un concepto operativo, as¨ª que no me dio miedo meterme ah¨ª¡±.
La religi¨®n es un elemento m¨¢s de un rompecabezas que resulta perfectamente manejable para el lector. Lo interesante es el tratamiento que aplica Franzen a todos estos ingredientes. Aunque se trate de elementos muy dispares, hay un denominador com¨²n en la manera en que Franzen aborda la religi¨®n, el sexo o el consumo de drogas como modo de profundizar en la psicolog¨ªa de los personajes y sus relaciones.
¡°Es humanamente imposible que un autor escriba m¨¢s de seis novelas buenas¡±
¡°Se le olvida la m¨²sica¡±, puntualiza tras escuchar el comentario. ¡°Sexo, drogas, rock and roll¡ y Dios¡±. La m¨²sica, en efecto, juega un papel destacado en la novela en el ¨¢mbito simb¨®lico, no solo el rock, sino tambi¨¦n el blues. ¡°Lo que hay por detr¨¢s de todo eso es mi aversi¨®n a repetirme. Nunca hab¨ªa escrito sobre esas cosas. Con respecto al sexo, tengo que decir que el primer principio que invoco cuando me siento a escribir un libro es que la gente tiene que disfrutar ley¨¦ndolo y la tensi¨®n sexual hace que el libro sea divertido, aunque es algo que hay que saber resolver. El sexo es uno de los retos m¨¢s dif¨ªciles a los que se puede enfrentar un escritor, pero creo haber dado con la manera adecuada de hacerlo. Hay que verlo desde la perspectiva del personaje, no del escritor¡±.
En cuanto a las drogas, Franzen lo ve como un trasunto de la ¨¦poca en que transcurre la acci¨®n del libro. ¡°Nac¨ª en 1959. Ten¨ªa 13 a?os cuando estaba en s¨¦ptimo grado y las drogas eran una presencia real. Hab¨ªa chicos que iban a clase bajo sus efectos. Es algo que estaba ah¨ª, y hubo crisis en muchas familias por eso, incluida la m¨ªa. Era parte de la ¨¦poca. Si uno escribe sobre adolescentes a principios de los setenta, hay que escribir sobre drogas. Y si no experimentas t¨² mismo la paranoia que provocan las drogas, es muy raro. Me interesaba experimentar con situaciones como hacer que un reverendo de 47 a?os pruebe la marihuana por primera vez y se vuelva totalmente paranoico y eche a perder todo con la mujer a la que quiere seducir¡±.
De manera insistente, Franzen subraya la idea de que Encrucijadas es parte de una trilog¨ªa: ¡°Esto no es un libro, son tres. Aunque la novela funciona por s¨ª misma, por detr¨¢s estoy trabando elementos narrativos que tendr¨¢n desarrollo en el futuro. Hasta el segundo volumen no doy a conocer el concepto central del libro. La trilog¨ªa tiene un subt¨ªtulo rid¨ªculo: Una clave para todas las mitolog¨ªas. Lo tom¨¦ de Middlemarch, la novela de George Eliot. En realidad es un chiste, una alusi¨®n al personaje de Casaubon, que titula as¨ª una novela que no logr¨® terminar. Qui¨¦n sabe, tal vez tampoco yo logre poner fin a mi proyecto¡±.
La idea resulta intrigante porque, seg¨²n una reciente y cr¨ªptica declaraci¨®n de Franzen, el n¨²mero de novelas que es capaz de albergar en s¨ª un escritor es seis (en su caso, la trilog¨ªa ser¨ªa exactamente la entrega n¨²mero seis). ¡°As¨ª es. Con todos mis respetos para John Updike, consumado prosista, maestro de la met¨¢fora y agudo observador de la vida cotidiana, no ten¨ªa una sola buena novela dentro. Fij¨¦monos en los m¨¢s grandes. ?Cu¨¢ntas novelas verdaderamente buenas ten¨ªa dentro Nabokov? ?Tres? Faulkner quiz¨¢ seis. No es posible tener m¨¢s. Es cuesti¨®n de l¨ªmite humano¡±.
¡°Si te deshaces del realismo, pierdes la conexi¨®n ¨ªntima entre lector y personaje¡±
En alg¨²n momento de la conversaci¨®n ten¨ªa que aparecer David Foster Wallace, con quien Franzen mantuvo una amistad tan estrecha como conflictiva hasta la muerte del autor de La broma infinita. ?Cabr¨ªa ver en ellos a los dos polos alrededor de los cuales gir¨® la ficci¨®n norteamericana hasta la desaparici¨®n de su amigo? ¡°En los noventa est¨¢bamos muy unidos y juntos intentamos dar con una teor¨ªa que justificase la validez de la ficci¨®n, pero nuestras respuestas diverg¨ªan. ?l sigui¨® arraigado en la tradici¨®n formalista, cultivando un tipo de ficci¨®n muy intelectual, incluso acad¨¦mica. Yo estar¨ªa en el polo que presta atenci¨®n a la creaci¨®n de personajes. No es mi intenci¨®n denigrar los logros de los escritores posmodernos, pero creo que se perdieron cuando intentaron escribir novelas eliminando lo m¨¢s importante: crear un fuerte sentimiento de identificaci¨®n entre personaje y lector. Lo que hace de la novela algo distinto de cualquier otra forma de arte es su capacidad para propiciar el sentido de inmersi¨®n ¨ªntima en otra vida. La conexi¨®n entre lector y personaje es esencialmente una transacci¨®n de realismo y, si te deshaces de demasiado realismo se pierde esa conexi¨®n, y sin esa conexi¨®n el proyecto de la ficci¨®n se convierte en algo est¨¦ril y atrofiado. No leemos Guerra y paz para saber qu¨¦ pensaba Tolst¨®i sobre la guerra, sino porque nos implicamos profundamente en la vida de los inmensos personajes que logr¨® crear¡±.
A la pregunta de qu¨¦ cree que hubiera podido escribir David Foster Wallace de no haberse quitado la vida, Franzen responde: ¡°En M¨¢s afuera afirmo que David era consciente de que necesitaba hacer algo nuevo y de hecho lo intent¨®, sin conseguirlo. No fue la raz¨®n por la que se suicid¨®, pero tampoco le ayud¨® el hecho de que no pudiera encontrar cu¨¢l era el siguiente paso que deb¨ªa dar. Es muy dif¨ªcil especular sobre algo as¨ª, pero el final de su vida estaba relacionado con el final del camino de su ficci¨®n y lo que sucedi¨® da la impresi¨®n de que ten¨ªa que suceder¡±.
En defensa del entretenimiento
La aversión de Jonathan Franzen a las redes sociales ha hecho de él blanco de burlas e ironías, pero el escritor tiene las cosas claras: “Es importante recordar que los que usan Twitter son una minoría ruidosa que da la casualidad de que está íntimamente conectada con los medios de comunicación, de modo que su impacto es desproporcionado, en parte porque muchas veces son los periodistas quienes magnifican las cosas haciéndose eco de las declaraciones ultrajantes que hace la gente. Es mucho más jugoso contar algo escandaloso que informar de lo que resulta ser verdadero, honesto y matizado. Si estás metido en la burbuja de las redes sociales da la impresión de que el mundo es así, pero no es cierto. Hay personas escépticas con todo eso, y da la casualidad de que muchas veces se trata de gente a la que le gusta leer. Hace 25 años publiqué un ensayo en 'Harper’s' en el que afirmaba que la novela estaba en trance de extinción, pero el tiempo ha demostrado que estaba equivocado. Se necesitan novelas aunque solo sea para entretenerse”. Esta última afirmación pone el dedo en la llaga de lo que para muchos es el punto flaco de la poética de Franzen. ¿No es la literatura algo más que mero entretenimiento? Su reacción es fulminante: “Pero empieza por el entretenimiento, que es una palabra sucia que resulta muy fácil manipular. Nadie que no forme parte de un entorno académico lee una novela por obligación. La gente lee novelas porque quiere disfrutar. Me educaron para no excluir, y mi objetivo es escribir libros que se pueden apreciar de muchos modos. Hay lectores que lo único que quieren es una buena historia. Otros también disfrutan niveles más profundos. Por lo que se refiere a mí, no quiero dejar a nadie fuera”.
Encrucijadas
Editorial: Salamandra, 2021.
Formato: 640 p¨¢ginas. 24 euros. Se publica el 21 de octubre.
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