Robert Schumann: todos los cantos del ruise?or
Muy bien acompa?ado, el bar¨ªtono Christian Gerhaher encabeza la haza?a de completar la grabaci¨®n de las canciones completas del compositor
El Lied alem¨¢n pas¨® de la infancia a su esplendor gracias, sobre todo, a tres nombres: Franz Schubert, Robert Schumann y Hugo Wolf. Sus logros fueron sucedi¨¦ndose escalonadamente a lo largo de las nueve ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XIX, hallazgo tras hallazgo, milagro tras milagro, espoleados por su pasi¨®n por algunos poetas compartidos (con Goethe a la cabeza) y cada uno de ellos con al menos otro en el que entrevieron a un esp¨ªritu af¨ªn: en el mismo orden, Wilhelm M¨¹ller, Heinrich Heine y Eduard M?rike. En un art¨ªculo aparecido en la Neue Zeitschrift f¨¹r Musik en 1843, Schumann escribi¨®: ¡°Y, en realidad, el Lied es quiz¨¢s el ¨²nico g¨¦nero en que se ha producido un progreso realmente significativo desde Beethoven¡±. Estaba pensando, sin citarse, en ¨¦l mismo, porque a rengl¨®n seguido se refiere, como un elemento acelerador de esa eclosi¨®n de un nuevo tipo de canci¨®n alemana, a la aparici¨®n de una nueva escuela de escritores, entre cuyos integrantes cita expresamente a Friedrich R¨¹ckert, Joseph von Eichendorff y Heinrich Heine, tres de sus poetas de cabecera.
Tras coquetear fugazmente con el g¨¦nero con poca fortuna en su adolescencia, Schumann lo dej¨® aparcado por completo mientras escrib¨ªa una obra maestra pian¨ªstica tras otra. Fue pocos meses antes de cumplir treinta a?os cuando, de repente, el volc¨¢n estall¨® y empezaron a brotar las canciones con una efervescencia inusitada. El torrente de creatividad comenz¨® el 1 de febrero de 1840 y concluy¨® abruptamente casi un a?o despu¨¦s, el 16 de enero de 1841. En estos meses vieron la luz nada menos que 139 canciones, adem¨¢s de doce d¨²os y canciones a varias voces, cuya visita a la imprenta se dilatar¨ªa en un goteo constante hasta 1858, ya de forma p¨®stuma, en 23 publicaciones diferentes. Anticipando una pr¨¢ctica habitual en algunos cantantes y compositores actuales de m¨²sica popular, y consciente de que la canci¨®n era uno de los g¨¦neros musicales comercialmente m¨¢s rentables de su tiempo, Schumann administr¨® con tino la difusi¨®n p¨²blica de los frutos de la inspiraci¨®n aparentemente inagotable de aquellos meses.
Nada tiene m¨¢s l¨®gica ni inter¨¦s, por tanto, que hacer lo que acaban de culminar Christian Gerhaher y Gerold Huber (secundados por otros cantantes en aquellas piezas que demandan voces femeninas o que est¨¢n compuestas para m¨¢s de una voz): ofrecer una visi¨®n unitaria de la totalidad de todos los Lieder de Robert Schumann, como proclama con orgullo la cubierta del ¨¢lbum con 11 discos que acaba de publicar el sello Sony: Alle Lieder. Con ello se sumergen tanto en aquel mar de canciones nacidas en los meses de desafuero creativo de 1840 como en algunas colecciones nacidas en su ¨²ltima ¨¦poca, ¡°m¨¢s radicales y sombr¨ªas¡± seg¨²n Gerhaher, cuando reverdeci¨® la pasi¨®n de Schumann por el g¨¦nero, con cimas inalcanzables y desoladas como los Seis Poemas de Nikolaus Lenau (1850) o los Poemas de la Reina Mar¨ªa Estuardo (1852). Que las canciones no nac¨ªan a partir de la nada, sino tras un proceso de identificaci¨®n con el contenido de los poemas, es algo que queda corroborado en una carta dirigida a su entonces prometida Clara el 24 de febrero de 1840: ¡°En su mayor parte los compongo de pie o paseando, no al piano. Es un tipo de m¨²sica completamente diferente que no surge inicialmente a trav¨¦s de los dedos, sino de forma mucho m¨¢s directa y melodiosa¡±. Regalarse canciones en fechas se?aladas fue, tras su boda en septiembre, una pr¨¢ctica habitual en los primeros a?os de convivencia de la pareja.
Robert Schumann pose¨ªa una importante cultura literaria. De hecho, durante alg¨²n tiempo dud¨® entre ser m¨²sico o escritor: ¡°Ni yo mismo tengo a¨²n claro lo que soy realmente¡±, escribi¨® en su diario a los diecisiete a?os. ¡°Ser¨¢ la posteridad la que decida si soy un poeta, porque no es algo que se pueda llegar a ser¡±. Cuando por fin empieza a escribir Lieder en 1840, habita d¨ªa tras d¨ªa en los poemas que elige: ¡°?Ah, Clara, escribir canciones es realmente una bendici¨®n!¡±, le confiesa atrapado en un derroche febril de creatividad. ¡°Ah, no puedo hacer otra cosa, me gustar¨ªa cantar hasta morir como un ruise?or¡±, puede leerse en otra carta fechada el 15 de mayo de aquel a?o. ¡°El ciclo de Eichendorff [op. 39] es probablemente la m¨¢s rom¨¢ntica de todas mis obras, y en ¨¦l hay mucho de ti, mi querida y amada prometida¡±, escribi¨® a Clara una semana despu¨¦s. A nadie extra?ar¨¢ que su primera gran colecci¨®n de canciones, Myrthen, fuera concebida por Schumann como el regalo de bodas a su mujer. El t¨ªtulo se explica porque el mirto era la planta con que se confeccionaba la guirnalda que se pon¨ªan las novias el d¨ªa de su boda.
Tambi¨¦n en este ambicioso proyecto, cuya grabaci¨®n se ha dilatado durante 16 a?os, Christian Gerhaher sigue la estela de uno de sus maestros, Dietrich Fischer-Dieskau, que acometi¨® hace ya casi medio siglo una empresa semejante, aunque mucho menos exhaustiva, con el pianista Christoph Eschenbach. Ambos son cantantes reflexivos, superdotados de la dicci¨®n alemana, profundos analistas de los poemas e incapaces de no impregnar de sentido musical a cada frase. Es posible que, por su propio car¨¢cter, Gerhaher sienta una identificaci¨®n personal a¨²n mayor con el compositor, al que le gustaba ocultarse en dos yoes escindidos: Eusebius (el ser nost¨¢lgico e introspectivo) y Florestan (el hombre apasionado). O, en palabras de uno de sus primeros bi¨®grafos, Gustav Jansen, ¡°el delicado joven que siempre se mantiene modestamente en segundo plano¡± y ¡°el impetuoso, turbulento y lleno de vida, un alma honesta, pero presa frecuentemente de los m¨¢s extra?os caprichos¡±. Gerhaher tiene mucho m¨¢s del primero que del segundo, pero cuando la m¨²sica se vuelve torrencial y exaltada, sabe hacer cre¨ªble siempre, sin excesos, el frenes¨ª rom¨¢ntico. Los poemas nos llegan susurrados, declamados, confesados, proclamados, envueltos en m¨²sica que por momentos parece invisible, de tan natural y tan adherida a su piel. En todo ¨Clo f¨ªsico y lo espiritual¨C le sigue el extraordinario pianista Gerold Huber, su fiel compa?ero de siempre y casi su otro yo. Tardar¨¢ mucho tiempo en nacer, si es que nace, una integral de los Lieder de Schumann tan clara, tan rica de emociones po¨¦ticas y musicales.
Schumann: Alle Lieder. Christian Gerhaher y Gerold Huber. Sony, 11 CD.
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