¡®Qu¨¦ hicimos mal¡¯: Historias de amor y fantasmas
?Por qu¨¦ perdemos a las personas que amamos? ?C¨®mo y por qu¨¦ sucedi¨®? ?Fue por algo en concreto? La nueva pel¨ªcula de Liliana Torres intenta dar respuesta a esas preguntas que ya se plantearon otros artistas, de Jim Jarmusch a Nan Goldin
Perdemos muchas cosas. Trenes, mecheros, las llaves, el turno, las gafas. El hilo, la paciencia, la cabeza. El tiempo, al ni?o, el norte, la chaveta. Perdemos tantas cosas ¡ªdemasiadas¡ª que incluso existe un poema llamado ¡®El arte de perder¡¯, de Elizabeth Bishop, que nos adiestra en el noble y necesario arte de seguir adelante cuando cosas que no son trenes o mecheros se quedan atr¨¢s, escondidas, agazapadas en ese pa¨ªs extra?o que es el pasado, un pa¨ªs al que, muy a pesar de nuestros intentos, no podemos regresar. ¡°Pierde algo cada d¨ªa¡±, dice en uno de sus versos. Y sigue: ¡°Ninguna de esas p¨¦rdidas ocasionar¨¢ el desastre¡±. ?Verdad?
Perdemos tambi¨¦n un amor, o el amor, qui¨¦n sabe qu¨¦ nombre reciben las cosas que perdemos y no podemos recuperar. El pasado es tierra de irrealidades y fantasmas, y sobre pedirle cuentas a las personas que lo habitaron, que a¨²n habitan esos territorios de proyecciones y memoria, ahonda la interesante Qu¨¦ hicimos mal. La segunda pel¨ªcula de Liliana Torres (Barcelona, 1980) es una sugestiva reflexi¨®n sobre nuestras relaciones con antiguas parejas y de los motivos por los que se terminaron.
?Por qu¨¦ perdemos a las personas que amamos? ?c¨®mo y por qu¨¦ sucedi¨®? ?fue por algo en concreto? ?hubo un punto de no retorno que no supimos intuir? ?y si dijimos para siempre por qu¨¦¡ por qu¨¦ no fue as¨ª? En un juego de fronteras entre la ficci¨®n y el documental, Qu¨¦ hicimos mal parte de una serie de entrevistas de Torres con sus propias exparejas, a las que no ve desde que dejaron de serlo, y con cada una de ellas se enfrenta al relato del otro, un relato alejado de la justificaci¨®n y la indulgencia que completa la versi¨®n de una historia. Sobre principios y finales, sobre qu¨¦ es amar y las hipot¨¦ticas vidas que se escinden entre el irse o el quedarse pivota esta pel¨ªcula que me retrotrajo a las primeras l¨ªneas del espl¨¦ndido libro Conjunto vac¨ªo, de Ver¨®nica Gerber: ¡°Mi expediente amoroso es una colecci¨®n de principios (¡) Cuando te conviertes en coleccionista de inicios tambi¨¦n puedes corroborar, con precisi¨®n casi cient¨ªfica, la poca variabilidad de los finales¡±. Porque los principios suelen ir acompa?ados de ese brillo de la novedad y de estrenar algo, del c¨®mo nos conocimos, pero los finales son menos complacientes y cuentan mejor la historia de las propias carencias, y es en ellos donde se detiene especialmente Qu¨¦ hicimos mal. Y son esas preguntas sencillas y cotidianas que Torres les plantea a sus ex las que terminan por alcanzar al espectador que, en la comodidad de su butaca, se revuelve. Porque¡ y t¨², y yo, y nosotros, ?qu¨¦ hicimos mal?
El fruct¨ªfero tema de revisitar al pasado, de rebuscar entre las cenizas de los amores perdidos, o desechados, es ciertamente universal. En ¡®Un ¨²ltimo poema para Richard¡¯, la poeta mexicana Sandra Cisneros dice as¨ª: ¡°Richard, es Nochebuena de nuevo /y los viejos fantasmas vuelven a la casa./ Estoy sentada al lado del ¨¢rbol de Navidad/ pregunt¨¢ndome qu¨¦ hicimos mal¡±. De manera que el cine, la literatura, la poes¨ªa, el arte, todos ellos est¨¢n llenos de ese poso nost¨¢lgico que nos dejan los otros, de la pregunta de qu¨¦ hace uno con el pasado, con los fantasmas, porque si les abre la puerta quiz¨¢s arrollen al presente, aunque si se los deja apolillados en el armario de lo que podr¨ªa haber sido, el riesgo de colapso ser¨ªa a¨²n mucho mayor.
El punto de partida de la pel¨ªcula Flores rotas, de Jim Jarmusch, una revisi¨®n moderna del mito de Don Juan, es parecido al de Qu¨¦ hicimos mal. Todo empieza con una carta que le env¨ªan al protagonista, encarnado por Bill Murray, en la que una antigua amante le comunica que tuvo un hijo suyo, y que el chico, ahora de 20 a?os, ha ido en su busca. Murray emprende un viaje para visitar a cuatro de las novias de aquellos tiempos para averiguar qui¨¦n de ellas le escribi¨®, y ese periplo le sirve para conformar en un mosaico de incomunicaci¨®n y soledades, de las vidas de aquellas ex ¡ªSharon Stone, Frances Conroy, Jessica Lange y Tilda Swinton¡ª que le confrontan, no tanto con ellas, sino con la persona que fue Murray. En fin, lo que dice la sabidur¨ªa popular: quien busca, encuentra. Pero lo que descubre es a veces muy distinto a lo que deseaba encontrar.
Uno de los grandes libros de exparejas es el m¨ªtico Alta fidelidad, en el que Nick Hornby nos introduce a la vida de Rob Fleming con una lista de sus cinco rupturas m¨¢s memorables, y despu¨¦s de citar los nombres de todas ellas, dice: ¡°Estas son las ¨²nicas que realmente me dolieron. ?Qu¨¦, Laura?, ?no esta tu nombre en esa lista? Calculo que por los pelos podr¨ªas entrar entre las diez primeras¡¡±. Rob, desairado despu¨¦s de que Laura lo abandone, realiza un viaje al pasado en busca de los motivos de sus anteriores rupturas y las consecuencias que estas tuvieron en su vida. Incapaz de asumir sus propios actos, culpa a las dem¨¢s de sus actuales circunstancias. De nuevo, el pasado se la devuelve y Alta fidelidad un qu¨¦ hicisteis mal que termina desembocando en un qu¨¦ hice mal.
Pero en ocasiones, uno regresa a una relaci¨®n pasada desde la incertidumbre m¨¢s absoluta. Es el caso de Oscuridad total, ese libro l¨²cido y desasosegante en el que la escritora Renata Adler desgrana una historia con un hombre casado y se pregunta: "No s¨¦ si alguna vez ¨¦l se lo plantear¨ªa, si se dir¨ªa a s¨ª mismo: bueno, ella no ped¨ªa la luna, ?por qu¨¦ la dej¨¦ marchar?". O aquel mantra que recorre el libro: "?Puede ser que, accidentalmente tirara lo m¨¢s importante?". En el caso de Adler, el relato se construye, como apunta su t¨ªtulo, desde la oscuridad m¨¢s absoluta, y la escritura funciona aqu¨ª como exploraci¨®n, como el punto que nos da las coordenadas de nuestra situaci¨®n actual y lo que permite poner nombre, a?os despu¨¦s, a aquello que nos convirti¨® en los que somos ahora. As¨ª, la escritura le sirve a Adler para responder, al fin, esa pregunta: no tir¨® lo m¨¢s importante. Al fin y al cabo, es ella la que escribe esas l¨ªneas.
La mayor parte de estas historias est¨¢n marcadas por un deseo de retener. La fot¨®grafa Nan Goldin contaba lo siguiente: ¡°Sol¨ªa pensar que nunca perder¨ªa a alguien si lo fotografiaba lo suficiente¡±, para ella, la imagen es el soporte que retiene lo que se va y muchas de ellas ¡ªpor ejemplo, las incluidas en uno de sus proyectos m¨¢s famosos, The Ballad of Sexual Dependency¡ª surgen de ese deseo de retratar a sus examantes, exparejas. Pero Goldin sigue con esta conclusi¨®n; ¡°Aunque, en realidad, mis fotograf¨ªas muestran todo lo que he perdido¡±. Muy certera, Goldin apunta a esa frase que dice que todas las historias de amor son historias de fantasmas. Atribuida a David Foster Wallace ¡ªaunque no se sabe si en realidad pertenece a Christina Stead, o a los dos¡ª, hace referencia a eso que pocas veces decimos, a la irrealidad del relato. Nuestras historias de amor, especialmente las pasadas, est¨¢n llenas de fantasmas. Porque son parte del relato y el relato no existe, es nuestro constructo para contarnos, para justificarnos, para vivir de esa ilusi¨®n que nos dan los subjuntivos. Las soluciones nunca est¨¢n, o no solo, en el pasado, pero s¨ª es cierto que a menudo parten de ah¨ª. Y, en definitiva, el qu¨¦ hicimos mal, aplicado a las rupturas en particular y, a la vida en general, no sirve de demasiado si no es para ser capaces de reformular esa misma pregunta desde un tiempo verbal un poco m¨¢s arriesgado pero real: el del presente.
¡®Qu¨¦ hicimos mal¡¯, de Liliana Torres, se estrena en cines el 10 de diciembre.
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