Los ignorados y los imprescindibles brillan en la nueva colecci¨®n del Reina Sof¨ªa
La nueva ordenaci¨®n del museo se aleja del eclecticismo y el historicismo de la mayor¨ªa de sus pares internacionales y apuesta con valent¨ªa por vincular las obras de arte a su contexto social y pol¨ªtico
En el Reina Sof¨ªa no hay un solo artista que sea el centro de la colecci¨®n, nacional e internacional, m¨¢s bien hay un duelo de colosos en el que cualquiera, un autor colectivo, merecer¨ªa ese honor. Y aunque todos estamos de acuerdo en que el principal atractivo es el Guernica, de Picasso, y las muy ambivalentes pinturas de Dal¨ª y Mir¨®, en ...
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En el Reina Sof¨ªa no hay un solo artista que sea el centro de la colecci¨®n, nacional e internacional, m¨¢s bien hay un duelo de colosos en el que cualquiera, un autor colectivo, merecer¨ªa ese honor. Y aunque todos estamos de acuerdo en que el principal atractivo es el Guernica, de Picasso, y las muy ambivalentes pinturas de Dal¨ª y Mir¨®, en la nueva presentaci¨®n titulada Vasos comunicantes (2.000 obras agrupadas en seis plantas, entre Nouvel y Sabatini) surge una dial¨¦ctica ineludible, en l¨ªnea con la habitual querencia de Manuel Borja-Villel por enriquecer tanto a las grandes como a las peque?as personalidades del arte espa?ol de los ¨²ltimos 100 a?os, aline¨¢ndolas con otras, mayoritariamente del continente latinoamericano, Estados Unidos y Europa (con algunas citas a Oriente Medio y China), pues el director del museo defiende la necesidad de hacer brillar los trabajos de hombres y mujeres imprescindibles ¡ªun elemento clave por el que se gana nuestra admiraci¨®n¡ª y a la vez representar a los ofendidos, desplazados, migrantes y furiosos a causa de las intolerables desigualdades que provocan la violencia asociada al colonialismo, las guerras y la supuesta universalidad de la l¨®gica del mercado (capitalismo).
Dicho esto, la cuesti¨®n cr¨ªtica es ?de qu¨¦ forma las obras de arte musealizadas evitan la manipulaci¨®n y el enga?o (del comisario, del receptor) en la medida en que no son autorreferenciales (en oposici¨®n a, dij¨¦ramos, un brancusi, aunque sabemos que incluso su propia materialidad puede ser falsificada), sino que se refieren al mundo exterior? La nueva colecci¨®n da una respuesta ¡°posible¡±, mejor dos; la primera es asumiendo que el mundo, lo que est¨¢ ah¨ª afuera, no tiene por qu¨¦ ser ¡°verdad¡± ya que no siempre la realidad se manifiesta a nuestra vivencia. Y parad¨®jicamente, fuera del museo se puede ganar la experiencia que se le suele negar al visitante de estas nuevas catedrales del arte. Aunque los museos se blinden dentro de paredes y fronteras, envoltorios triunfales dise?ados por grandes firmas con costes escandalosos, podemos experimentar ese arte en las calles y plazas. Porque desde Baudelaire, la ciudad moderna es el lugar de fantas¨ªas y conflictos, un museo de fecundidad infinita que podr¨ªa parecer vulnerable a las cr¨ªticas culturales y que sin embargo, como se ha ido demostrando en la ¨²ltima d¨¦cada (15-M, Me Too, primaveras ¨¢rabes, Black Lives Matter), ha conseguido modificar la cr¨ªtica. La segunda cuesti¨®n tiene que ver con el tiempo. En el Reina Sof¨ªa, la historia se re-presenta como genealog¨ªa, anacronismo, ruptura, una discontinuidad radical que mira al futuro en las diferentes formas de resistencia. Y es en esas donde se afirma la fuerza de las diversas modernidades producidas por esa memoria involuntaria de la que habla Georges Didi-Huberman, por la que se invita al espectador a que contemple evocadoramente el pasado (la memoria no es historia) preparado para el shock, esa irrupci¨®n o apariencia de tiempo que se manifiesta ¡°como el desgarro de un velo¡±. Esta es la sensaci¨®n que tendr¨¢ el visitante, la de estar en un laberinto sin saber d¨®nde empieza y terminan los espacios, inmerso en un tiempo plet¨®rico, entre lo consciente y lo inconsciente, como los ¡°vasos comunicantes¡± a los que hace referencia el texto (1932) de Andr¨¦ Breton.
Argumentando en contra del historicismo, un artista crea la obra en un momento y lugar, y el espectador (¡°las masas son el artista¡±, anuncia el ep¨ªgrafe del influyente historiador alem¨¢n Carl Einstein en uno de los ¨¢mbitos del recorrido) ha de situarla dentro de un horizonte pol¨ªtico, motivado por la ambici¨®n de entender nuestra condici¨®n actual y poder cambiarla. Esto hace que podamos ver la colecci¨®n como una interrupci¨®n del eclecticismo y relativismo de la mayor¨ªa de las colecciones m¨¢s importantes ¡ªel MoMA, el Pompidou y la Tate¡ª donde los movimientos art¨ªsticos y tendencias ¨¤ la page, convenientemente ordenados por temas o periodos, presentan la misma validez.
¡°El arte no tiene ninguna importancia, es la vida la que cuenta, es la historia de estos a?os que vienen, la creaci¨®n de la obra colectiva m¨¢s gigantesca de la historia¡±, leemos en un mensaje del artista argentino Roberto Jacoby (Manifiesto sobre pizarra en una acci¨®n para el Instituto Di Tella, 1968/2011) en uno de los ocho episodios de la colecci¨®n, en l¨ªnea con las portadas de El Correo de Euclides, de Max Aub, con las frases impresas en tipos diferentes: ¡°Nuestro pasado es el ma?ana. La expansi¨®n del Universo, espejismo. Vivimos al rev¨¦s. El caos es nuestro porvenir. Lo m¨¢s viejo es el pasado, luego hacia ¨¦l vamos. Y si no, al tiempo¡±. Son solo dos ejemplos que resumen el ¨¦lan de la colecci¨®n donde cobran relevancia las revistas, carteles, planos y maquetas arquitect¨®nicos, fotolibros y lo underground, porque sin estos documentos dejamos de pensar.
El Reina Sof¨ªa es un museo que colecciona ¡°museos¡± con la idea de cuestionar su propio orden, y esta es una de las l¨ªneas de su acci¨®n restringida (Mallarm¨¦): mostrar constelaciones de trabajos donde los medios tradicionales no son prioridad, fijarse en c¨®mo han sido recibidas determinadas muestras ¡ªla Documenta 7 (1982) de Rudi Fuchs, las ferias internacionales, exposiciones universales y muestras de arte espa?ol en el MoMA y el Guggenheim de Nueva York (1961), Picabia en las galer¨ªas Dalmau (1922) o los cr¨ªticos Carl Einstein, Bataille y Breton interpretando cada uno a su modo la obra de Dal¨ª, Picasso y Mir¨®¡ª.
Cobran relevancia las revistas, carteles, planos y maquetas arquitect¨®nicos, fotolibros y lo underground,
Hay abundantes trabajos que merecen una apreciaci¨®n aparte, algunas perturbadoras, como la ¡°sala del padre¡± de Dal¨ª, o la confrontaci¨®n entre la casa suburbana de los Eames, que refleja el prototipo del individualismo americano en la sociedad de masas y su fascinaci¨®n por los electrodom¨¦sticos y muebles en un espacio neutro (de acuerdo con los criterios del MoMA), y la sala con la exposici¨®n de Richard Hamilton, Man, Machine and Motion (1955), un estudio visual de la relaci¨®n de los humanos con las m¨¢quinas, formado por 54 paneles fijados en una estructura de acero dividida en secciones (acu¨¢tica, terrestre, a¨¦rea, interplanetaria) con fotograf¨ªas pertenecientes a una ¨¦poca en la que estos ingenios ten¨ªan algo de m¨¢gico y todav¨ªa no se hab¨ªan convertido en una trampa consumista.
Hacen falta buenas dosis de vitalidad, intelecto y emociones para disfrutar de esta colecci¨®n no definitiva del Reina Sof¨ªa. Como el cuadro de Poussin, es una danza para la m¨²sica del tiempo, especialmente en nuestra ¨¦poca en que todo es redundancia.
¡®Vasos comunicantes. 1881-2021. Nueva colecci¨®n¡¯. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sof¨ªa. Madrid.
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