Una escaramuza: el Congreso de Escritores J¨®venes de 1955

A Manuel Aznar Soler ¡ª?que acaba de jubilarse de su c¨¢tedra de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona¡ª le debemos estudios muy renovadores del teatro de Valle-Incl¨¢n, de la literatura revolucionaria del siglo pasado y, sobre todo, del exilio cultural espa?ol de 1939. Todos ellos han generado libros, ediciones cr¨ªticas, organizaci¨®n de congresos y creaci¨®n de revistas porque Aznar cree tanto en el valor de la letra impresa como en la virtud taumat¨²rgica del trabajo colectivo: por eso su nombre es...

A Manuel Aznar Soler ¡ª?que acaba de jubilarse de su c¨¢tedra de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona¡ª le debemos estudios muy renovadores del teatro de Valle-Incl¨¢n, de la literatura revolucionaria del siglo pasado y, sobre todo, del exilio cultural espa?ol de 1939. Todos ellos han generado libros, ediciones cr¨ªticas, organizaci¨®n de congresos y creaci¨®n de revistas porque Aznar cree tanto en el valor de la letra impresa como en la virtud taumat¨²rgica del trabajo colectivo: por eso su nombre es inseparable de la fundaci¨®n del Gexel (Grupo de Estudios del Exilio Espa?ol) o de Laberintos y Sansue?a, evocadores nombres de revistas que ha fundado y dirige.

No hace mucho ha compilado los resultados de una de sus dedicaciones, El Partido Comunista de Espa?a y la literatura (1931-1978), en un importante libro que ronda las 600 p¨¢ginas y ha visto la luz en febrero de 2021. Pero uno de los art¨ªculos que acoge, ¡®Resistencia est¨¦tica y realismo literario: el Bolet¨ªn del Congreso Universitario de Escritores J¨®venes¡¯, se ha transformado en otro nuevo libro de este mismo a?o, al haber localizado su autor una colecci¨®n completa de aquel Bolet¨ªn (que solo tuvo tres n¨²meros) y acopiado algunos nuevos datos de su azarosa historia. El resultado ha sido otro volumen, La resistencia silenciada. Historia del Congreso Universitario de Escritores J¨®venes, cuyo colof¨®n lo da como impreso el 14 de abril de 2021: no deja de ser una traviesa coincidencia.

Aquel congreso no se celebr¨® nunca, pero desemboc¨® en la revuelta universitaria de 1956 que llev¨® a la c¨¢rcel a muchos de sus promotores, cost¨® la vida de un falangista contrario a los insumisos (seguramente le dispar¨® un polic¨ªa que estaba a su favor) e hizo caer del Ministerio de Educaci¨®n Nacional a Joaqu¨ªn Ruiz-Gim¨¦nez y a Pedro La¨ªn Entralgo del rectorado de la Universidad de Madrid. Tras la invenci¨®n de aquel congreso estuvo el Partido Comunista y el inevitable Federico S¨¢nchez (Jorge Sempr¨²n), pero tambi¨¦n algunos ilusos camaradas del SEU (Sindicato Espa?ol Universitario), atrevimiento que pronto cost¨® el puesto a su jefe nacional, Jorge Jordana de Pozas.

Fue la primera defecci¨®n del r¨¦gimen protagonizada por v¨¢stagos de familias burguesas: algunas, de vencedores de 1939; bastantes, de vencidos

Fue la primera defecci¨®n del r¨¦gimen protagonizada por v¨¢stagos de familias burguesas: algunas, de vencedores de 1939; bastantes, de vencidos. Pocos de aquellos estudiantes (Julio Diamante, Jes¨²s L¨®pez Pacheco, Enrique M¨²gica Herzog¡­) se adhi?rieron al partido; la mayor¨ªa no lo hicieron y algunos abandonaron el barco antes del naufragio, como el seuista Gabriel Elorriaga, siempre m¨¢s oportunista que otra cosa, o como Claudio Rodr¨ªguez, el joven poeta que gan¨® el Adon¨¢is de 1953 con un libro precioso y so?ador, Don de la ebriedad, pero que no ten¨ªa vocaci¨®n de conspirador.

Manuel Aznar ha contado toda la historia con la maestr¨ªa (e incluso el humor) de un buen narrador, apoy¨¢ndose siempre en los documentos que ha tenido a mano: especialmente, la correspondencia personal de Enrique M¨²gica Herzog, un militante tan candoroso como entusiasta; las estupendas y ya conocidas cartas de Dionisio Ridruejo y las memorias escritas y los recuerdos orales del director de cine Julio Diamante, que hab¨ªa abandonado sus estudios de Medicina pero dirig¨ªa el teatro del SEU. Aquel congreso ten¨ªa demasiadas ambiciones y poco esp¨ªritu pr¨¢ctico. No hay sino leer el profuso repertorio de ¡®Temas¡¯ que relaciona el primer Bolet¨ªn, a medias entre el doctrinarismo marxista y el ingenuo entusiasmo. Pero lo avalaban otras cosas: el a?o 1953 Jos¨¦ Hierro public¨® Quinta del 42, en 1954 Jes¨²s Fern¨¢ndez Santos su novela Los bravos, y en 1955, Blas de Otero, Pido la paz y la palabra, todo marcado por la memoria de la guerra y el fervor de la reconciliaci¨®n. Y estaban cercanas las conversaciones salmantinas sobre el cine espa?ol, donde Juan Antonio Bardem hab¨ªa enunciado un provocativo diagn¨®stico de sus dolencias¡­ y exigido la construcci¨®n de ¡°?un cine de Estado!¡± (lo reprodujeron las p¨¢ginas de nuestro Bolet¨ªn). En 1954 estrenar¨ªa Muerte de un ciclista, que ¡ª?adem¨¢s de otras cosas¡ª ofrec¨ªa un desolador, aunque esperanzado, panorama de la vida universitaria. Lo coment¨® oportunamente una nota an¨®nima del tercer Bolet¨ªn.

La previsi¨®n era celebrar el congreso en la Facultad de Letras de Madrid entre el 31 de octubre y el 6 de noviembre de 1955 (luego se cambi¨® al 21-28 del mismo mes). Aquel a?o muri¨® Ortega y Gasset y nuestro Bolet¨ªn public¨® una esquela a toda p¨¢gina cuyos t¨¦rminos determinaron la dura represalia: sin referencia religiosa alguna, bajo el nombre del pensador se le¨ªa ¡°Fil¨®sofo liberal espa?ol¡± y las palabras ¡°El Congreso Universitario de Escritores J¨®venes lamenta la p¨¦rdida de tan insigne espa?ol, en los momentos en que era m¨¢s necesaria su aportaci¨®n¡±. No era la ¨²nica apelaci¨®n al mundo de los maestros a?orados: en la misma entrega, un trabajo sin firma (de Jes¨²s L¨®pez Pacheco) dec¨ªa de P¨ªo Baroja: ¡°Trasciende a nuestra generaci¨®n y representa para nosotros una visi¨®n clara, una tradici¨®n eterna, un no conformismo radical, y una negaci¨®n total de viejos valores anquilosados¡±. Y en la primera p¨¢gina, un ¡®Editorial¡¯ an¨®nimo comentaba la reproducci¨®n del ¨²ltimo dibujo de Picasso (que el pintor hab¨ªa regalado a la revista comunista Les Lettres Fran?aises). Representaba a don Quijote y Sancho a la vista de los molinos que hab¨ªa de derribar el caballero: ¡°Peligrosos gigantes que muchos, equivocadamente, llamaban molinos¡±, apostillaba el an¨®nimo redactor. Pronto lo comprobar¨ªan a su costa¡­

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