Venecia no quiere ser la Eurovisi¨®n del arte
El pabell¨®n espa?ol de Ignasi Aball¨ª critica con contundencia po¨¦tica el modelo de competici¨®n nacionalista de la bienal veneciana
El pabell¨®n-nacional-para-la-Bienal-de-Venecia es ya a estas alturas un g¨¦nero art¨ªstico en s¨ª mismo. Sus premisas son endiabladas y nacieron malditas. Hace un siglo no chirriaba la idea edificante y autosatisfecha de invitar a algunos pa¨ªses a cotejar en competencia m¨¢s o menos amable el estado de sus artes respectivas. Era un mundo antes de dos guerras mundiales, sin comunicaciones globales instant¨¢neas, dominado por Estados-naci¨®n occidentales y coloniales que presum¨ªan de relatos ¡°civilizadores¡± en exposiciones universales a mayor gloria y lucimiento del anfitri¨®n de turno.
En 2022, en un planeta poscolonial, multipolar e hiperconectado pero igual de desigual, desenga?ado de las promesas de progreso lineal de la modernidad, en pleno colapso ecol¨®gico y ahora mismo con una guerra devastadora en suelo europeo, el modelo veneciano hace aguas y tiene mucho peligro: conformarse con el placer fr¨ªvolo y culpable del momento Eurovisi¨®n de un mundillo del arte global que moralmente no puede permitirse jugar a ese morbillo irresponsable y condenarse a la irrelevancia.
Hace un siglo no chirriaba la idea edificante de invitar a algunos pa¨ªses a cotejar en competencia amable el estado de sus artes respectivas
Lo saben en la Bienal desde hace mucho. Cecilia Alemani, la comisaria de esta edici¨®n, ha recordado justamente que el esquema de los pabellones nacionales solo puede persistir para criticar las ideolog¨ªas y la forma de ver el mundo que lo hicieron nacer: a la vista est¨¢ que no han muerto ya, ni much¨ªsimo menos. Y precisamente eso hace con contundencia, brillantez e intuici¨®n po¨¦tica Correcci¨®n, el proyecto de Ignasi Aball¨ª comisariado por Bea Espejo para el pabell¨®n espa?ol. La propuesta, como todo su trabajo anterior, es un gesto enga?osamente simple que desencadena ideas y replanteamientos muy complejos: resulta que el pabell¨®n espa?ol est¨¢ construido siguiendo un eje perpendicular no alineado con el de los pabellones vecinos en los Giardini. Aball¨ª duplica en su interior los muros de carga y las salas de exposici¨®n, endereza esa divergencia respecto al supuesto eje ¡°correcto¡±, despeja los lucernarios del techo para que entre la luz natural y deja vac¨ªos los espacios resultantes. Invita as¨ª al visitante a una meditaci¨®n paseada por los vol¨²menes duplicados, a pensar con el cuerpo mientras recorre los recovecos y puntos ciegos de un pabell¨®n que a la vez est¨¢ vac¨ªo y lleno de su propia enmienda. ?Por qu¨¦ obsesionarse con la posici¨®n de los vecinos? ?Cu¨¢ntas Espa?as y espa?oles cabemos aqu¨ª dentro? ?Las hay m¨¢s o menos correctas o incorrectas? ?Somos incorregibles? ?Tiene sentido pensar en estos t¨¦rminos?
La obra y sus muchas interpretaciones pueden contarse aqu¨ª con m¨¢s o menos claridad. La experiencia real y conmovedora del espacio-como-idea es mucho m¨¢s dif¨ªcil de describir con palabras (buena se?al en cosas de arte) y ¡°corrige¡± el cl¨¢sico reproche contra el arte conceptual ya convertido en academicismo contempor¨¢neo: que basta contar la idea para entender y vivir la obra. La otra pata del proyecto, Venecia, es un cofre pensado para contener seis librillos que el artista ha desperdigado por lugares favoritos de Venecia: librer¨ªas, quioscos o tiendas que hay que buscar lanz¨¢ndose a otro paseo meditativo, abri¨¦ndose as¨ª a la ciudad y al mundo. Otra posible correcci¨®n a la tentaci¨®n autorreferencial y est¨¦ril que a menudo se reprocha al mundillo del arte.
Otros pabellones tambi¨¦n siguen la l¨ªnea cr¨ªtica: es el caso del de Rusia, cerrado tras la dimisi¨®n de artistas y comisario en protesta por la guerra
Otros pabellones siguen esta l¨ªnea reflexiva este a?o: involuntaria y tristemente en el caso del de Rusia, cerrado tras la dimisi¨®n de artistas y comisario en protesta por la guerra, custodiado por un hostil guardia de seguridad que se inquiet¨® cuando intent¨¦ asomarme a la puerta de cristal cerrada a cal y canto; en la hospitalidad de Holanda al ceder su pabell¨®n a Estonia, que se carga de nuevo significado en plena agresi¨®n de Rusia; en el de Alemania, donde Maria Eich?horn desentierra los cimientos del antiguo pabell¨®n nazi siguiendo la l¨ªnea de la intervenci¨®n memoriosa y cr¨ªtica de Hans ?Haacke en 1993; en el de Estados Unidos, donde Simone Leigh roza la obviedad literal al disfrazar de ?appatam o choza de paja africana el edificio original con aires de mansi¨®n de plantaci¨®n sudista y acabar recordando a un gigantesco tren de la bruja.
Francis Al?s en el de B¨¦lgica y Pilvi Takala en el de Finlandia se contentan con presentar ¡°solo¡± buenos proyectos, inteligentes y bien concebidos, que podr¨ªan mostrarse en cualquier otro momento o centro de arte del mundo (ni m¨¢s ni menos). Y la leche de los sue?os, el fluido femenino y materno y visionario que da t¨ªtulo a esta Bienal y que Alemani propone como savia renovada para otros mundos posibles y artes futuras, se derrama por otros pabellones en sinton¨ªa con su tesis: en el proyecto comisariado por Catalina Lozano para M¨¦xico, interesado por saberes vern¨¢culos alternativos al relato hegem¨®nico occidental; en la experiencia colectiva y sensorial del de Chile, donde olemos y palpamos la tierra, el musgo, los sonidos de sus grandes turberas; o en las propuestas en torno a nuevas im¨¢genes de un mundo poshumano, queer o trans de Argentina, Austria, Rumania o Kosovo.
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