Cuando el arte piensa con las manos
La nueva exposici¨®n de Guillermo Mora en la sala Alcal¨¢ 31 de Madrid resit¨²a su obra a medio camino entre la escultura y la arquitectura
Tambi¨¦n se puede pensar con las manos: lo dijo Guillermo Mora el otro d¨ªa mientras pase¨¢bamos por su exposici¨®n en la sala Alcal¨¢ 31 de Madrid con la comisaria P¨ªa Ogea. Nos encontr¨¢bamos delante de una obra suya de 2009, Hacer tiempo, un revoltijo colorido y amontonado en el suelo de piezas peque?as y pedacitos de cosas: guirnaldas de confeti, papeles plisados o estrujados, cajitas de misteriosos envoltorios, cartuchos, cintas, cuentas de pl¨¢stico. Todas hab¨ªan pasado por sus manos en su estudio, como formas de hacer tiempo y de pensar literalmente con las manos, y las compar¨® con los garabatos que hacemos con la cabeza en otra cosa mientras hablamos por tel¨¦fono. La obra (o suma de obras) era, en ese sentido, una peque?a retrospectiva, un bloc de notas en tres dimensiones, un almac¨¦n de ideas y un mapa mental para orientarse por la cabeza de Mora: el vaiv¨¦n entre lo grande y lo peque?o, lo manual y lo mental, la forma y la idea, de un pintor decidido a cuestionar los l¨ªmites de la pintura.
Si la pieza, vista as¨ª, era una miniexposici¨®n, esta exposici¨®n misma es una gran pieza. Mora ha entendido muy bien la naturaleza endiablada de la sala, t¨ªpica de la arquitectura apabullante de Antonio Palacios, y su intervenci¨®n la amaestra y surfea a su favor: retira por primera vez (?y por fin!) el muro que separaba el gran ?hall del vest¨ªbulo y de la calle, pauta sus espacios con un esquema nuevo de luces y, sobre todo, aprovecha el ritmo y los vol¨²menes de su gran columnata: une por sus bases cada par enfrentado mediante un tercer bloque horizontal a ras de suelo y reviste la serie completa de colores seg¨²n un esquema cuidadosamente graduado.
?Esto ya es escultura o arquitectura? ?Es pintura en 3D, o en el campo expandido, por ponernos estupendos? Quiz¨¢ es una invitaci¨®n a pensar con todo el cuerpo, a entrar literalmente en la pintura, pasearse por ella y entenderla y armarla y desarmarla seg¨²n las reglas de su propia l¨®gica. Hace poco volv¨ª a ver la escena de Mary Poppins en la que los protagonistas entran de un salto en los paisajes pintados sobre la acera y pasan a habitar el espacio y las leyes distintas de los dibujos animados. Y me da que la sensaci¨®n o la met¨¢fora liberadora en Alcal¨¢ 31 est¨¢ emparentada.
En cualquier caso, las preguntas sobre el medio y los recursos propios de la disciplina vienen al caso. Puede que s¨®lo puedan formularse y responderse en t¨¦rminos pl¨¢sticos, y Mora se ha dedicado a eso toda su carrera. A la vista est¨¢ en las piezas de los ¨²ltimos 15 a?os repartidas por la sala: hay atadijos de pintura pl¨¢stica y colores brillantes agazapados por los rincones como golosinas lis¨¦rgicas, hay armazones de tablones fluorescentes como piezas de un mecano que podr¨ªa ensamblarse de muchas formas, hay lienzos plegados y atados hasta formar barras que cuelgan de cuerdas fijadas al techo y caen sobre el suelo al desgaire. Muchos trabajos de Mora son obras que podr¨ªamos plegar o desplegar o llevarnos puestas. Muchos t¨ªtulos estupendos (Dos casi cinco, S¨ª pero no, Otro tras uno, Quiero no quiero¡) animan a pensarlas as¨ª, a desandar los pasos que sigui¨® su autor o anticipar los que podr¨ªan dar ellas si echaran a andar. La publicaci¨®n que ha dise?ado junto a This Side Up replica las formas de la sala y convierte el cat¨¢logo en otra obra que llevarse bajo el brazo.
La muestra quiz¨¢ es una invitaci¨®n a pensar con todo el cuerpo, a entrar literalmente en la pintura y pasearse por ella
Cosa mentale: ya lo dijo Leonardo de la pintura, y con todo lo que ha llovido en cinco siglos sigue viniendo al caso aqu¨ª. Mora ha dicho en alguna entrevista que para ¨¦l la pintura es un ¡°manual de instrucciones¡±, y es verdad que su trabajo es a la vez el kit para armar y el cuadernillo con las indicaciones para hacerlo. Pensando en esa condici¨®n port¨¢til y pr¨ºt-¨¤-porter de su pintura viene a la mente aquella Escultura de viaje que Duchamp arm¨® en 1917 a base de gorros de nataci¨®n de caucho cortados en tiras y atadas entre s¨ª. Formaban una telara?a que colgaba del techo y pod¨ªa armarse y desarmarse y hacer compa?¨ªa en cualquiera de los camarotes y habitaciones que ocup¨® durante la larga traves¨ªa en barco de Nueva York a Buenos Aires. Tambi¨¦n era una manualidad de alguien empe?ado en repensar con las manos los l¨ªmites de lo pict¨®rico, tambi¨¦n ten¨ªa colores brillantes. Y desde luego, como lo que hace Guillermo Mora, ayudaba a hacer tiempo y pensar m¨¢s y mejor durante la larga traves¨ªa de la pintura.
¡®Un puente donde quedarse¡¯. Guillermo Mora. Sala Alcal¨¢ 31. Madrid. Hasta el 24 de julio.
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