El otro lado de Mary Poppins
El estreno de la pel¨ªcula ¡®El regreso de Mary Poppins¡¯ invita a releer los inquietantes libros originales de P. L. Travers, pre?ados del misticismo y humor de su exc¨¦ntrica autora

Mary Poppins no es Julie Andrews. Da miedo. Es flaca, circunspecta, tiene los pies grandes y se cree mucho m¨¢s bonita de lo que realmente es. Lanza miradas ¡°fulminantes¡±, ¡°feroces¡±, capaces de ¡°bucear en lo m¨¢s profundo de las personas y ver lo que [est¨¢n] pensando¡±. Tiene retranca, pero sonr¨ªe poco y enigm¨¢ticamente; bufar y resoplar hastiada, eso lo hace sin parar. Le gusta tener la ¨²ltima palabra: una versi¨®n m¨¢s o menos burlona de ¡°ay, c¨¢llate¡±. Y es prima segunda, por parte de madre, de la cobra real, ¡°el ser m¨¢s sabio y terrible de todos nosotros¡±, seg¨²n el oso pardo.
Todo esto, y todo lo contrario, es la Mary Poppins que urdi¨® Pamela Lyndon Travers (Maryborough, Australia, 1899-1996) en ocho libros, publicados a lo largo de seis d¨¦cadas, entre mediados de los a?os treinta y finales de los ochenta (los dos primeros reeditados este a?o por Alianza). Travers fue tambi¨¦n una mujer de contrastes: esot¨¦rica, testaruda, bisexual, guasona, depresiva y fabulosa. La lectura de sus libros, con o sin ni?os de por medio, es un hallazgo inquietante para las generaciones que crecimos con la versi¨®n de Disney de 1964, una pel¨ªcula ¡°pr¨¢cticamente perfecta en todo¡± que Travers denost¨® muchas veces en p¨²blico. Los estudios Disney estrenan ahora la secuela cinematogr¨¢fica, El regreso de Mary Poppins. Tan predecible como la rima de sus engoladas canciones (estupor con fulgor), el nuevo filme se podr¨ªa resumir con un poppinesco ¡°?pamplinas!¡± (¡°nonsense!¡±). Sin embargo, la en¨¦sima reencarnaci¨®n de la institutriz era inevitable; porque ella est¨¢ hecha del material de los mitos, que vuelven, distintos, cuando cambia el viento.
Musa, bruja, diosa
¡°Mary Poppins es una mezcla de musa griega
y hada celta¡±, afirma
la estudiosa Mar¨ªa Tausiet
Como J.M. Barrie o Lewis Carroll hicieran con Peter Pan y Alicia, P.L. Travers teji¨® un arquetipo atado a su tiempo que sin embargo uno siente que siempre estuvo ah¨ª porque¡ siempre lo estuvo. ¡°Parece una mujer ligera, incluso fr¨ªvola, sin embargo, encarna una gran cantidad de mitos cl¨¢sicos y fuentes folcl¨®rico-religiosas¡±, explica Mar¨ªa Tausiet, especialista en historia cultural, creencias, religi¨®n y brujer¨ªa que publica estos d¨ªas el primer ensayo en castellano que explora las ra¨ªces mitol¨®gicas del personaje: Mary Poppins. Magia, leyenda, mito (ABADA). El libro recorre de forma amena y erudita mil y una referencias, y es una aproximaci¨®n perfecta para ir m¨¢s all¨¢ sin atragantarse. Poppins (cuyo nombre sugiere una aparici¨®n, ¡°she pops in¡±, se?ala Tausiet) ha sido comparada con una bruja, un hada madrina, la diosa hinduista Kali y hasta la virgen Mar¨ªa. Para Tausiet es una musa: ¡°No es un ¨¢ngel ni un demonio, una santa o una bruja, ni mucho menos un fantasma. Si a algo podr¨ªa asemejarse ser¨ªa a una musa griega, por su car¨¢cter inspirador, o a un hada de la tradici¨®n celta, por la labor mentora que ejerce con los ni?os a su cuidado¡±, explica en su libro.

El ensayo ¡°conecta¡± (el verbo que usaba Travers para explicar que ella no se inventaba nada) pasajes del libro con sus fuentes. As¨ª, la bolsa de la que la institutriz saca una butaca o una cama plegable, remite a los relatos viajeros de Julio Verne y Stevenson, pero tambi¨¦n a las alfombras voladoras y al principio tao¨ªsta de ¡°lo vac¨ªo est¨¢ lleno¡±. La cinta m¨¦trica y el term¨®metro con el que eval¨²a a los ni?os (y que devuelven resultados como ¡°malhumorado y nervioso¡± o ¡°completamente mimada¡±) no son solo una ocurrencia genial: desde tiempos de Plinio el Viejo, y hasta la frenolog¨ªa, el ¡°diagn¨®stico simb¨®lico¡± ha medido para intentar curar todo tipo de enfermedades y embrujos. Lo m¨¢s admirable de Travers, opina Tausiet, es su ¡°capacidad para conectar el mito y la experiencia personal¡±. ¡°Entender los mitos (leyendas, cuentos, textos po¨¦ticos o religiosos) reconoci¨¦ndolos en uno mismo aporta sentido tanto a la vida como a la literatura¡±.
En Poppins conviven lo unheimliche (lo familiar extra?o) freudiano y las reliquias cristianas, las leyendas medievales, Blake, Wordsworth, la filosof¨ªa Zen y todos los astros celestes. Por supuesto, es f¨¢cil tirar del hilo de casi cualquier narraci¨®n ¨Cel Olimpo pulp de lo superh¨¦roes, el yogui que vive dentro de cada jedi¨C, pero en los libros de Travers estos ecos suenan atronadores porque ella era una entregada a la causa. Le obsesionaba lo inefable. Se codeaba con W. B. Yeats, George William Russell (el poeta ?) era su mentor y frecuentaba los c¨ªrculos teos¨®ficos. Vivi¨® dos veranos con los indios navajos y estudi¨® con un maestro zen en Jap¨®n. Escribi¨® incansablemente sobre religiones, filosof¨ªa oriental y tradici¨®n folcl¨®rica, sobre todo en la revista Par¨¢bola, que ayud¨® a fundar: su libro What the Bee Knows, de 1989, recoge muchos de estos ensayos. Fue seguidora del gur¨² armenio Gurdjieff (como el arquitecto Frank Lloyd Wright o la actriz Kathryn Mansfield), de cuya presencia escribi¨®: ¡°Las m¨¢scaras se arrancaban sin piedad. Bajo la rigurosa benevolencia de su mirada, todos estaban desnudos¡±. Igual que cuando te miran ¡°los ojos azules que parecen escrutarlo todo¡± de la institutriz.
Travers nunca se vio como una creadora, sino como un ave que incuba, dentro de una ancestral genealog¨ªa de narradores. Contaba que Mary Poppins se le apareci¨® durante una enfermedad poco antes de escribir el libro. Le dijo ¡°apunta¡±, y ella se limit¨® a hacerlo. No era cierto, m¨¢s de diez a?os antes ya hab¨ªa escrito para un peri¨®dico australiano varios cuentos que aparecen en los libros, incluso uno en el que una institutriz llamada Mary Poppins pasa una velada dentro del cuadro de un artista callejero. Manejaba tan bien el mito que cre¨® uno para recontar su propia vida.
La gallina que incubaba
Travers, la autora,
fue mujer de contrastes:
esot¨¦rica, bisexual, guasona,
depresiva y fabulosa
P. L. Travers no es Emma Thompson. La actriz brit¨¢nica la interpret¨® (como una fastidiosa solterona) en el biopic Al encuentro de Mr. Banks (2013), que narra la espinosa relaci¨®n que mantuvieron durante d¨¦cadas la autora y Walt Disney sobre la versi¨®n cinematogr¨¢fica. El filme est¨¢ basado, como casi todo lo que trata sobre Travers, en la extenuantemente minuciosa biograf¨ªa publicada por la periodista australiana Valerie Lawson, Mary Poppins, She Wrote (1999 y 2005, no traducida al castellano). Sus 400 p¨¢ginas recorren 96 a?os de m¨¢scaras: Travers, siempre enigm¨¢tica en lo personal (hosca si el entrevistador la presionaba), fabul¨® una y otra vez su vida. Sin embargo, contradictoria hasta el final, a los 90 a?os vendi¨® su archivo personal, perfectamente catalogado, a una biblioteca australiana para que cualquiera pudiese consultarlo.

Se llamaba Helen Lyndon Goff y no era brit¨¢nica, como dijo muchas veces a medios y amigos. Era la hija de un emigrante londinense, Travers Goff, un humilde empleado en un banco de la Australia rural; no de un irland¨¦s que llevaba una plantaci¨®n de az¨²car, como le gustaba contar y como acab¨® escribiendo The New York Times en su obituario. El elemento definitorio de su infancia fue la muerte de su adorado padre, alcoholizado, cuando ella ten¨ªa siete a?os. De su ni?ez australiana sac¨® el anhelo por haber tenido otra (como tanto autores infantiles) y multitud de detalles: del paraguas con forma de loro de una criada, al ¡°un, dos¡± (¡°spit, spot¡±) de la t¨ªa autoritaria y responsable que salv¨® a su madre viuda y a sus dos hermanas de la indigencia. En cuanto pudo, se march¨® a Irlanda para ser poeta y conocer a los ¨ªdolos literarios que su padre le recitaba de ni?a.
¡°Era enigm¨¢tica, temperamental, leal, cari?osa, inspiradora, complicada y algunas veces exasperante¡±, cuenta por correo electr¨®nico el escritor brit¨¢nico Brian Sibley, que fue su amigo durante a?os y con quien trabaj¨® en una secuela cinematogr¨¢fica que nunca se lleg¨® a rodar por problemas de producci¨®n y casting; incluida la idea loqu¨ªsima de que Michael Jackson interpretase al hermano del deshollinador (Dick Van Dyke). ¡°Al contrario de lo que se cree, no le disgustaba tanto la pel¨ªcula original como se cuenta¡±, dice Sibley, ¡°era importante para ella defender la integridad de su personaje, pero tambi¨¦n era una pragm¨¢tica, sab¨ªa muy bien que Walt Disney hab¨ªa ayudado a alargar la vida de sus libros y apreciaba las ganancias que le report¨® el filme¡± (hasta ese momento, el m¨¢s exitoso del estudio).

Libre y en constante b¨²squeda espiritual, pero tambi¨¦n hipocondriaca y con episodios depresivos. ?Feminista? Ella estaba en otra onda, pero hizo de una institutriz indomable que nunca se justificaba ni ped¨ªa permiso un personaje inmortal. Travers vivi¨® durante una d¨¦cada con otra mujer y perdi¨® la cabeza por el hermoso y mujeriego poeta Francis MacNamara. Cuando a los 40 decidi¨®, en contra del consejo de todo el que la conoc¨ªa, adoptar un ni?o sola, separ¨® a dos gemelos, eligiendo cu¨¢l quedarse tras consultar con un astr¨®logo californiano. El gemelo que adopt¨®, Camillus (nieto del bi¨®grafo de Yeats, Joe Hones), creci¨® pensando que su padre hab¨ªa muerto en los tr¨®picos. El gemelo que se qued¨® en la granja de sus abuelos (con el resto de la prole que sus bohemios padres les hab¨ªan encasquetado) decidi¨® plantarse a los 17 a?os ante su hermano. Aquello no acab¨® bien. Camillus, ya adulto, aparece en varios documentales recriminando a su madre dos infancias destrozadas (que llevaron a dos vidas marcadas por el resentimiento y el alcohol). ¡°Aqu¨ª tengo un trocito de Irlanda que puedo ver crecer en una maceta¡±, dice c¨ªnicamente sobre porqu¨¦ le adopt¨® su madre. En otra ocasi¨®n rompe a llorar recordando cu¨¢nto se quer¨ªan y pide una copa a c¨¢mara.
Ya anciana, Travers desvel¨® un episodio que para ella contestaba a la eterna pregunta: ?de d¨®nde vino Mary Poppins? Una noche su madre se fue de casa diciendo que iba a tirarse al r¨ªo. Con 11 a?os, ella era la mayor. Sent¨® a sus hermanas frente al fuego y envueltas las tres en un edred¨®n, les cont¨® un cuento sobre un caballito blanco. Pasadas las horas, la madre finalmente regres¨®, empapada, pero viva. La hija hab¨ªa encontrado su voz narradora.?

Un cham¨¢n dom¨¦stico
Mary Poppins desde luego no es Emily Blunt. La secuela El regreso de Mary Poppins imagina a la institutriz volviendo a la calle del Cerezo cuando los ni?os son mayores. Los estudios Disney ya se la propusieron a Travers en los ochenta. Ella la rechaz¨®, explica el escritor Brian Sibley, diciendo que solo sab¨ªa de Mary Poppins lo que aparec¨ªa en sus libros (otra contradicci¨®n: se jactaba de haberlos querido firmar An¨®nimo, pero era controladora al extremo de su obra). Aunque la premisa de la secuela no est¨¢ mal (resuena a Peter Pan volviendo cuando Wendy es madre para llevarse a su hija a Nunca Jam¨¢s), todo lo dem¨¢s falla. Disney usa el viejo truco de Disney, matar a la madre, para darle profundidad al asunto y la magia se emplea en ¨²ltimo t¨¦rmino como soluci¨®n a un desahucio, que es como si en otro camino de Iluminaci¨®n ¨Calicatado de baldosas amarillas¨C Dorothy hubiese usado los chapines para ponerle un piso a T¨ªa Em en Kansas. La Mary Poppins de Travers es m¨¢gica sin duda, pero no como un anuncio navide?o, sino como los mitos que expresan el misterio, siniestro y luminoso, del mundo. Sus aventuras provocan asombro y desaz¨®n.
La secuela es una ocasi¨®n perdida, porque la Mary Poppins original tiene mucho que decir aqu¨ª y ahora. Sus incursiones con los ni?os al Otro Lado se suceden sin m¨¢s trama que la cotidianidad en la destartalada casa del Londres de entreguerras de los Banks y son un canto al aquelarre carnavalesco que subvierte y libera. Visitan a un extra?o pariente que el segundo lunes del mes vive patas arriba para ganar perspectiva, a una anciana pastelera que les da de comer las puntas de sus dedos o un zoo donde los humanos est¨¢n enjaulados y los animales hablan¡ Otras veces bailan con los astros para ser uno con el cosmos.
Es un alivio en la era
de la hiperpaternidad que la ni?era haga todo lo que t¨² haces mal sin inmutarse
Poppins es la cham¨¢n que abre la puerta de la percepci¨®n y gu¨ªa por ¡°la Grieta¡± ¨Cofreciendo seguridad, pero sin dar explicaciones, faltar¨ªa m¨¢s¨C y, cuando es necesario, les saca del mal viaje que ella misma ha provocado. A los dos minutos de conocerlos, en cuanto la se?ora Banks no est¨¢ mirando, les da un misterioso jarabe que a todos les sabe a lo que m¨¢s les gusta. Michael no quiere tomarse la medicina, pero comprende que es ¡°imposible mirar a Mary Poppins y desobedecerla¡±: ¡°Hab¨ªa en ella algo extra?o y asombroso, algo que daba miedo y, a la vez, resultaba la mar de emocionante¡±. Con el tiempo, el ni?o se vuelve un aut¨¦ntico devoto y acaba grit¨¢ndole a su madre ¡°?Mary Poppins es la ¨²nica persona en este mundo a la que quiero!¡±. Al final del segundo libro Mary Poppins se marcha a lomos de un tiovivo que gira como un derviche hacia el universo (imposible no ver a Gurdjieff y las danzas sagradas flotando por ah¨ª). Varios personajes se despiden de ella, no sin antes preguntarle si no estar¨¢ pensando subir tambi¨¦n a los ni?os al tiovivo astral. ¡°Solo dar¨¢n un par de vueltas¡±, les contesta ella remilgada. Pero al lector le queda la duda de si se los va a llevar o no. La ves capaz.

Sin embargo, por muchas referencias m¨ªsticas, la magia (y la gracia) de esta gur¨² de botines abrillantados y coqueto sombrerito de paja es que no solo acompa?a a los peque?os en sus viajes trascendentes y psicod¨¦licos (que a veces se ponen un poco densos de m¨¢s). Lo mejor de los libros, lo m¨¢s divertido, es c¨®mo Poppins les gu¨ªa por Este Lado. Por la tediosa retah¨ªla de protocolos infantiles: lavarse, vestirse, recoger, com¨¦rselo todo, no molestar a los mayores¡ Y lo hace sin miramientos, sin un poco de az¨²car, con una caprichosa mezcla de rigor y permisividad, de amenaza y recompensa. En la era de la hiperpaternidad responsable es un alivio que la m¨¢gica ni?era a la que todos aman haga todo lo que t¨² haces mal sin inmutarse.
Mary Poppins es un cham¨¢n de andar por casa, un hilarante gur¨² de la crianza pol¨ªticamente incorrecta, que como de pasada ense?a a los ni?os a ironizar, a guardar las apariencias y al mismo tiempo a desconfiar de ellas. Con ella aprenden a escuchar a las ancianas y a mentir a los padres, a ser educados siempre e hip¨®critas cuando haga falta y a no dar explicaciones, sobre todo, de lo que no las tiene.
Yo no escribo para ni?os
Maurice Sendak, autor de Donde viven los monstruos, estaba siendo entrevistado en televisi¨®n y le estaban lanzando las t¨ªpicas preguntas irrelevantes: ?te gustan los ni?os? ?Tienes hijos?. P. L. Travers lo estaba viendo en su casa y comenz¨® a gritarle a la pantalla: "Fuiste un ni?o, ?diles eso!". Por supuesto, Sendak, tras una pausa, lo dijo. "Fui un ni?o". La an¨¦cdota la relata P. L. Traves en una tribuna publicada en The New York Times en 1978, titulada Nunca escrib¨ª para ni?os. Hasta entonces, explica la autora, hab¨ªa esgrimido la cita de Beatrix Potter ("Escribo para darme el gusto") y la idea de C.S. Lewis de que la literatura infantil es mala literatura. La autora de Mary Poppins siempre reneg¨® de la etiqueta (no para ella, sino en general) y de suavizar los contenidos para el p¨²blico m¨¢s joven. Era una amante del folclore, la f¨¢bula y los cuentos de hadas. "Se podr¨ªa decir que los cuentos de hadas son los mitos precipit¨¢ndose en un tiempo y un lugar", escribi¨® Travers en su discurso Solo conectar (1966) para la Biblioteca del Congreso de EE UU (imposible no pensar en el descenso fe¨¦rico de Poppins sobre el Londres de entreguerras): "Por ejemplo, si este vaso de agua es el mito y lo bebo, la ¨²ltima gota ¨Co los posos del vino- ser¨ªan el cuento de hadas. La gota est¨¢ hecha de lo mismo, todo lo esencial est¨¢ ah¨ª; es peque?a pero perfecta. No est¨¢ miniminazada, no est¨¢ hecha para que lo ni?os la puedan digerir".
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