Los quinquis y macarras, al otro lado del mito
Dos nuevos ensayos se adentran en la subcultura callejera surgida de sistemas ideol¨®gicos y econ¨®micos que fueron creados por la dictadura
En invierno hac¨ªan hogueras y cantaban en torno a ellas. Rafael y Raimundo Amador eran unos chavales que tocaban la guitarra en el barrio marginal de las Tres Mil Viviendas de Sevilla y despu¨¦s pasaban el platillo. Se lo cuenta a I?aki Dom¨ªnguez un gitano que, en 1971, con ocho a?os, se instal¨® all¨ª con su familia, y as¨ª puede leerse en el trabajo de campo que es Macarras ib¨¦ricos. Cuando en 1977 Raimundo cumpl¨ªa los 18 y Rafael los 17, se encerraron en el estudio con Kiko Veneno y, bajo la batuta del productor genial Ricardo Pach¨®n, grabaron la catedral del rock espa?ol que es Veneno. En el centro del disco, ¡®Los delincuentes¡¯. Sigue emocionando la intensidad con la que las im¨¢genes sucias de la barriada adquieren una dimensi¨®n l¨ªrica, alucinada, gracias a la cascada imaginativa de los versos y la intensificaci¨®n de esa atm¨®sfera con el rasgueo de las guitarras. Los delincuentes son pobres, roban coches y se buscan problemas. Podr¨ªan ser personajes del estudio que firma I?igo L¨®pez Sim¨®n, centrado en el establecimiento de conexiones entre la planificaci¨®n franquista de los barrios construidos para acabar con el chabolismo y la creaci¨®n de las condiciones para la delincuencia.
La hip¨®tesis no es original, pero L¨®pez Sim¨®n la sustanci¨® con datos. Ya entonces se sospechaba que la creaci¨®n de identidad grupal en ese urbanismo reforzaba la sensaci¨®n de marginalidad en contraste con la vida en los centros de las capitales. El potent¨ªsimo arranque del filme Perros callejeros, tambi¨¦n de 1977, lo ejemplifica. Durante los primeros segundos, la c¨¢mara se pasea por el cruce del paseo de Gr¨¤cia con Consell de Cent en Barcelona. Muestra las fachadas de las casas modernistas impulsadas por la burgues¨ªa, cuando, de repente, por un segundo, se ven esas barriadas del extrarradio que parecen colmenas en medio de la nada. Las ciudades tienen problemas, dice la voz en off, y el primero que menciona, en otro cambio de plano y regreso al suburbio, es la delincuencia juvenil. ¡°Miles de coches robados y estrellados, asaltos a tiendas, robos de armas, atracos a tiendas, gasolineras, parkings, incluso a bancos¡±, detalla. Pronuncia el nombre de tres quinquis muertos y sigue: ¡°El problema est¨¢ ah¨ª, existe y no podemos volverle la espalda¡±. Fin de secuencia con plano general de Barcelona desde Collserola: ¡°En el fondo todos somos culpables y a todos nos toca hacer algo por remediarlo, levantando el brazo de la justicia, desde luego, pero sin olvidar la caridad, las posibilidades de redenci¨®n de esos muchachos¡±.
Con el consumo de droga, en especial de la hero¨ªna, aument¨® la delincuencia desde finales de los setenta, cre¨¢ndose un cierto p¨¢nico social desde los medios
Podr¨ªan ser palabras de un pr¨®logo moralista para presentar Los olvidados. Ante cierta mitificaci¨®n actual del quinqui, ante la tentaci¨®n del revival na¨ªf que glorifica la miseria, este estudio sociol¨®gico tiene la virtud de intentar comprender un fen¨®meno urbano que se viv¨ªa en diversas ciudades de Occidente. Pero aqu¨ª, en Espa?a, intensificado por l¨®gicas ideol¨®gicas y econ¨®micas creadas por la dictadura. Este historiador se?ala el proceso de despersonalizaci¨®n que va del campo a la inmigraci¨®n a la chabola y de la chabola al barrio de nueva creaci¨®n donde uno puede alojarse, pero apenas puede vivir. La principal aportaci¨®n del libro es el an¨¢lisis de la documentaci¨®n oficial sobre esas viviendas y esas barriadas, b¨¢sicamente centrada en los casos de Otxarkoaga, en Bilbao, y San Blas, en Madrid. En un informe oficial, al cabo de un a?o de haber entregado pisos de nueva construcci¨®n, constaba que hab¨ªa m¨¢s de un desperfecto por vivienda. Humedades, ba?os defectuosos, cocinas inservibles, ventanas rotas, imposibilidad de hacer uso del agua caliente¡ Y, para completar el cuadro, la falta de plazas escolares en esos barrios era clamorosa. En pisos de mierda, sin colegios, entre la pobreza y lejos de la ciudad, uno pod¨ªa cantar con Kiko Veneno ¡°me junto con toda clase de delincuentes¡±. Se crean las bandas.
En 1965, cuando con 16 a?os S. E. Hinton empezaba a escribir la novela de bandas The Outsiders, que se desarrolla en la ciudad de Tucson, aqu¨ª la Fiscal¨ªa General del Estado mencion¨® por primera vez el aumento de la delincuencia juvenil. A finales de la d¨¦cada ya se describ¨ªa cu¨¢les eran los tipos de delito: el robo de veh¨ªculos (en 1969, entre el Seat 600 y el 800, 4.354 veh¨ªculos), el tir¨®n y atracos a establecimientos. Como evidencian los datos que se sistematizan, con el consumo de droga, en especial de la hero¨ªna, aument¨® la delincuencia desde finales de los setenta, cre¨¢ndose un cierto p¨¢nico social desde los medios y, al mismo tiempo, una cierta identidad grupal singularizada por el uso del argot y una vestimenta determinada y sobre todo capturada por el cine de los quinquis. Algunos de los nombres paradigm¨¢ticos de ese momento ¡ªVaquilla, Torete, Kung Fu o el Pera, entre otros¡ª tienen su breve biograf¨ªa en el ¨²ltimo cap¨ªtulo del libro.
Algunas de esas figuras epocales reaparecen en Macarras ib¨¦ricos. El abanico de testimonios que sistematiza I?aki Dom¨ªnguez entronca con su anterior Macarras interseculares, pero, si el primero estaba m¨¢s pr¨®ximo a nosotros, este se centra en el momento de los quinquis: los a?os de la Transici¨®n. ¡°Con los movimientos pol¨ªticos, con las manifestaciones en las f¨¢bricas, con el paro galopante, con la crisis del petr¨®leo, con las matanzas de ETA¡, entonces los j¨®venes hac¨ªamos lo que nos sal¨ªa de los cojones¡±. Esta actitud antisist¨¦mica en el momento de cambio de r¨¦gimen, cuando el pa¨ªs se democratiza, pero en las barriadas se mantienen focos de pobreza a los que se suma la droga, es la que rememoran las personas entrevistadas por Dom¨ªnguez en diversas ciudades del pa¨ªs. De ese momento negro, con la banda sonora de Burning, se evoluciona hacia las bandas urbanas, las mafias de la discoteca del bakalao o los c¨ªrculos en torno a raperos. Podr¨ªamos pensar que en esas subculturas incluso Spain era diferente, pero ni a esas. M¨¢s bien, entonces, eran variantes locales de fen¨®menos que ocurr¨ªan en realidades como la nuestra. Se trata de estudiarlos tambi¨¦n desde un punto de vista cultural, conductual, y Dom¨ªnguez, registrando tantas voces, ha logrado recrearlo.
Los olvidados. Marginalidad urbana y fen¨®meno quinqui en Espa?a
Marcial Pons, 2022
349 p¨¢ginas. 31 euros
Macarras ib¨¦ricos. Una historia de Espa?a a trav¨¦s de sus leyendas callejeras?
Akal, 2022
384 p¨¢ginas, 22 euros
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