Wolfgang Tillmans, en busca de la juventud perdida
El MoMA dedica una gran retrospectiva al fot¨®grafo alem¨¢n, que abarca desde sus retratos de las subculturas de los noventa hasta su trabajo m¨¢s abiertamente pol¨ªtico
La nostalgia es libre, pero para alguien que despertara a la vida en la Europa de los a?os noventa ser¨¢ dif¨ªcil no sentirla en la exposici¨®n que el MoMA de Nueva York dedica a Wolfgang Tillmans. La sexta planta del museo est¨¢ llena de postales de ese mundo perdido, que el fot¨®grafo alem¨¢n habit¨® intensamente. Al resto de los visitantes les queda la contagiosa punzada de melancol¨ªa que recorre sus retratos. Miren a la c¨¢mara o tengan la vista perdida, sus personajes parecen decir: ¡°Aqu¨ª estoy; soy joven y a¨²n no lo s¨¦, pero eso no durar¨¢ mucho tiempo¡±. Tillmans los inmortaliza con la misma falta de ¨¦pica de una d¨¦cada de la que lo mejor que puede afirmarse es que ¡°era un tiempo asombrosamente f¨¢cil para estar vivo¡±, como escribe el descre¨ªdo ensayista Chuck Klosterman en su ¨²ltimo libro, The Nineties. Fue tambi¨¦n una edad dorada para la iron¨ªa y el autodesprecio, estrategias creativas y de defensa que han acompa?ado al artista, de 54 a?os, en sus tres d¨¦cadas y media de carrera.
El montaje, como ya suced¨ªa en sus antol¨®gicas de 2017 en Londres (Tate Modern) y Basilea (Fundaci¨®n Beyeler), mezcla las im¨¢genes sin marco, impresas ad hoc en diferentes tama?os, sujetas con clips, pegadas a la pared con cinta adhesiva o colocadas sobre mesas de madera clara. El efecto recuerda a uno de esos corchos que los adolescentes ya no colocan en sus habitaciones porque para eso est¨¢ Instagram. Al igual que sucede con sus retratos de amigos y famosos, naturalezas muertas o paisajes, todo parece dejado al azar en el montaje, pero es solo la calculada pose de un artista de su tiempo, un tiempo en el que, hoy resulta dif¨ªcil de creer, darse importancia era el peor de los pecados. Fue antes de la grieta que se abri¨® con la llegada de Internet y la promoci¨®n personal sin complejos, cuando los fot¨®grafos profesionales jugaban a pasar por amateurs sin saber que las masas (y la tecnolog¨ªa) les preparaban la venganza definitiva. Tillmans evit¨® la fotograf¨ªa digital hasta 2008.
To Look Without Fear (Mirar sin miedo) es tambi¨¦n, aunque no solo, una exposici¨®n sobre una juventud que cambi¨® el ¡°no hay futuro¡± del punk por el porvenir del siguiente fin de semana, que no era sino otra forma de nihilismo. Consecuentemente, trata sobre el paso del tiempo y lo que se va quedando por el camino: algunos amigos, aquel club, las cintas de casete, esos vaqueros que nunca te quitabas...
Las prendas arrugadas, tiradas en cualquier esquina, constituyen uno de los motivos recurrentes en la obra de Tillmans, como los bodegones en alf¨¦izares ba?ados por la luz fr¨ªa del amanecer, las nucas, las coronillas y las caras sudorosas por efecto de las drogas sint¨¦ticas o los genitales masculinos y femeninos, con los que Tillmans parece tener una relaci¨®n m¨¢s propia de un ni?o: le fascinan y le divierten, pero uno pensar¨ªa que tambi¨¦n le averg¨¹enzan.
El recorrido est¨¢ lleno de gui?os al absurdo como esos: por ejemplo, en la yuxtaposici¨®n de la foto de un skinhead orinando en una silla de oficina con otra de la modelo Kate Moss, muy seria, como si no estuviera sosteniendo un br¨®coli con la mano. O cuando enfrenta una serie de vistas de oc¨¦anos a ese retrato para la portada del disco Blonde (2016), en el que se ve al cantante Frank Ocean en la ducha, con la cara tapada y el pelo verde al rape, una de las ¨²ltimas aportaciones de impacto del fot¨®grafo a la cultura global de la imagen.
La muestra lo presenta como algo m¨¢s que un notario generacional y lo reivindica como explorador de formas abstractas
Tillmans emerge de la exposici¨®n del MoMA, la m¨¢s completa hasta la fecha, en la que el museo ha trabajado ocho a?os (pandemia incluida), como un artista trotamundos, pero sobre todo europeo, un ciudadano de la Europa unificada tras la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn por los pol¨ªticos de Bruselas, las aerol¨ªneas de bajo coste, las revistas de tendencias y los clubes de tecno, subcultura que retrat¨® en algunas de sus m¨¢s famosas im¨¢genes y en dos v¨ªdeos algo toscos de principios de los dos miles que se proyectan en la muestra. Ese lugar sin fronteras pas¨® a mejor vida en 2016, con motivo del Brexit, contra el que Tillmans hizo campa?a.
Al mismo tiempo, se aprecia el esfuerzo por presentarlo como algo m¨¢s que el notario de los sue?os y pesadillas de una generaci¨®n, y por reivindicarlo como a un explorador de las formas abstractas, en piezas creadas en el cuarto oscuro del fot¨®grafo que hablan de su comprensi¨®n del medio como algo f¨ªsico. En una de las salas, la que parte el recorrido en dos, se destaca su trabajo m¨¢s expl¨ªcitamente pol¨ªtico, como si su foto del beso entre dos hombres, que se convirti¨® en un icono en 2016 tras la matanza hom¨®foba de Orlando, o su indagaci¨®n en torno al VIH ¡ªdel que es portador y del que su pareja, el artista Jochem Klein, falleci¨® en 1997¡ª no fueran arte pol¨ªtico. Las piezas se componen de recortes de portadas de peri¨®dicos con im¨¢genes de soldados en las guerras (Bosnia, Kosovo, Timor Oriental, Chechenia¡) que llegaron cuando nos dijeron que se hab¨ªa acabado la Historia.
Comprar el diario por la ma?ana siempre fue una buena manera de cortar a la salida del after con ese sue?o de una noche sin fin al que cantaba Moloko en su himno de los noventa The Time is Now. El verso ¡°hagamos que este momento dure para siempre¡± podr¨ªa servir de t¨ªtulo de muchas de las piezas expuestas: Arkadia I (1996), por ejemplo, en la que tres muchachos se sujetan los unos a los otros en la pista de baile. Esa b¨²squeda del momento de felicidad eterna y la falta de jerarqu¨ªa (de Tillmans es la frase ¡°si una cosa importa, todo importa¡±) encierran tambi¨¦n el mayor defecto de su obra: uno podr¨ªa creer que a las 417 im¨¢genes que conforman la muestra, desde los primeros retratos con fotocopias de mediados de los ochenta a los que hizo hace unos meses a Kae Tempest, poeta de g¨¦nero no binario, las separan solo un par de a?os. ?Fidelidad a un estilo? Es m¨¢s bien como si el fot¨®grafo se resistiera a admitir, a la manera de uno de sus melanc¨®licos personajes, que uno no es joven para siempre.
¡®To Look Without Fear¡¯. Wolfgang Tillmans. MoMA. Nueva York. Hasta el 1 de enero de 2023.
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